8 DE JULIO - SÁBADO –
13ª - SEMANA DEL T. O. - A
Evangelio según san Mateo 9,
14-17
En aquel tiempo, los
discípulos de Juan se le acercaron a Jesús, preguntándole:
"¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos
a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?
“Jesús les dijo:
"¿Es que pueden guardar luto los amigos
del novio, mientras el novio está con ellos?"
Llegará un día en que se lleven al novio y
entonces ayunarán.
Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a
un manto pasado; porque la pieza tira del manto y deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos;
porque revientan los odres: se derrama el vino y los odres se estropean; el
vino nuevo se echa en odres nuevos, y así las dos cosas se conservan".
1. Lo primero que nos dice aquí el Evangelio es
que Jesús no dio normas relativas a privaciones y renuncias mortificantes,
basadas en el criterio según el cual el hecho de causarse o provocarse
sufrimiento, eso por sí solo le agrada a Dios y nos hace mejores personas. Aquí
y en esto, se palpa hasta qué punto el hecho religioso es un elemento extraño
que los seres humanos introducimos en nuestras vidas y costumbres, a partir del
supuesto según el cual las observancias religiosas, sobre todo cuando se trata
de privaciones y sufrimientos, eso por sí solo nos hace más humanos, mejores
personas, más honrados y ciudadanos más ejemplares.
El hecho religioso y
sus observancias nos hacen mejores personas, si nos hacen más honrados y honestos,
más trabajadores, más sinceros. Cuando el hecho religioso solo sirve para
tranquilizar la propia conciencia o para aparecer como personas ejemplares ante
la gente,
ese hecho religioso es un engaño. Y además
puede (y suele) convertirse en un peligro.
Porque, como es bien
sabido, la religión produce (con frecuencia) gente fanática, violenta y quizá
hipócrita.
2. Privarse de comer y, en general, de vivir con
más comodidad, es bueno y hasta excelente, cuando eso se hace para que otros
puedan beneficiarse de lo que yo me quito de la boca. Y ahora mismo, cuando el
destrozo humano, que sufre Europa, es
quizá más hondo y fuerte que nunca, en este momento precisamente a todos nos vendría muy bien entender y
asimilar que lo más urgente no es que
cambie la economía o los políticos, sino que cambiemos cada uno de nosotros, en
nuestras "convicciones" más profundas.
3. Y la primera convicción, que tendríamos que
integrar en nuestras vidas, está en saber y aceptar que el planeta tierra
produce bienes de consumo para
que todos los habitantes del mundo puedan vivir
y satisfacer sus necesidades básicas y sus derechos sobradamente.
Lo que ocurre es que
eso ahora mismo no es posible porque el 1% de la población mundial ha acaparado
más del 50% de la riqueza y del dominio sobre esa riqueza.
Da miedo pensar que
una parte minoritaria de la humanidad —entre la que estamos casi todos los que
leemos estas reflexiones sobre los evangelios—
no vivimos a gusto (ni tenemos suficiente para satisfacer nuestros presuntos
derechos), si no consumimos lo que muchos millones de criaturas necesitan para
no morir de hambre, de la violencia y de la miseria.
En estas condiciones,
por supuesto, que nos vendría
muy bien "ayunar". No para pasar
hambre. Pero sí para gastar menos en caprichos, vanidades, apasionamientos,
refinamientos o simplemente la estupidez infantil del que pretende ir por la
vida con la cabeza más alta que su pariente o su vecino.
Necesitamos más
Evangelio y menos publicidad al servicio de esta loca feria de las
vanidades.
SAN
ADRIAN
Mártir,
murió alrededor del año 306. Los cristianos de Constantinopla veneraban la tumba
de esta víctima de la persecución de Diocleciano. Registros legendarios y no
verificados que han sido preservados en griego y latín, nos dicen que Adrián
fue un oficial de la guardia del emperador Galerio. En este oficio estuvo un
día presente con el emperador en el juicio y tortura de veintidós cristianos en
Nicomedia. Quedó tan impresionado que de ahí en adelante se declaró cristiano,
y fue encarcelado junto con otros. Su esposa, Natalia, que se había vuelto
cristiana en secreto, atendió y animó a su esposo y compañeros prisioneros. El
relato que aparece en las Actas de los Mártires está adornado con un número de
detalles legendarios y en parte poéticos. Adrián y sus compañeros mártires
fueron finalmente ejecutados. Primero le fracturaron las extremidades y luego
los lanzaron a las llamas. Se alega que Natalia trajo a Constantinopla los
restos mortales de su esposo martirizado.
Otra leyenda
habla de un mártir, Adrián de Nicomedia, quien figura en el Martirologio Romano
y en el Menaion griego el día 26 de agosto. Aunque diferentes en detalle, la
historia trata de la misma persona. Los restos de San Adrián fueron luego
colocados en la iglesia erigida bajo su nombre y patronazgo en el foro romano,
cuya iglesia (San Adriano del Foro) todavía permanece al presente. La fiesta
del traslado, que en la Iglesia Romana es la principal fiesta de este mártir y
sus compañeros, se celebra el 8 de septiembre. El Martirologio Romano, sin
embargo, los menciona el 4 de marzo, mientras que el calendario griego coloca
su fiesta el 26 de agosto. En esta última fecha el Martirologio Romano también
menciona a un Adrián.
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