viernes, 7 de julio de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 8 DE JULIO - SÁBADO – 13ª - SEMANA DEL T. O. - A SAN ADRIAN





8 DE JULIO - SÁBADO –
13ª - SEMANA DEL  T. O. - A

Evangelio según san Mateo 9, 14-17
       En aquel tiempo, los discípulos de Juan se le acercaron a Jesús, preguntándole:
"¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?
“Jesús les dijo:
"¿Es que pueden guardar luto los amigos del novio, mientras el novio está con ellos?"
Llegará un día en que se lleven al novio y entonces ayunarán.
Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto y deja un roto peor.  Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque revientan los odres: se derrama el vino y los odres se estropean; el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así las dos cosas se conservan". 

1.  Lo primero que nos dice aquí el Evangelio es que Jesús no dio normas relativas a privaciones y renuncias mortificantes, basadas en el criterio según el cual el hecho de causarse o provocarse sufrimiento, eso por sí solo le agrada a Dios y nos hace mejores personas. Aquí y en esto, se palpa hasta qué punto el hecho religioso es un elemento extraño que los seres humanos introducimos en nuestras vidas y costumbres, a partir del supuesto según el cual las observancias religiosas, sobre todo cuando se trata de privaciones y sufrimientos, eso por sí solo nos hace más humanos, mejores personas, más honrados y ciudadanos más ejemplares.
El hecho religioso y sus observancias nos hacen mejores personas, si nos hacen más honrados y honestos, más trabajadores, más sinceros. Cuando el hecho religioso solo sirve para tranquilizar la propia conciencia o para aparecer como personas ejemplares ante la gente,
ese hecho religioso es un engaño. Y además puede (y suele) convertirse en un peligro.
Porque, como es bien sabido, la religión produce (con frecuencia) gente fanática, violenta y quizá hipócrita.

2.  Privarse de comer y, en general, de vivir con más comodidad, es bueno y hasta excelente, cuando eso se hace para que otros puedan beneficiarse de lo que yo me quito de la boca. Y ahora mismo, cuando el destrozo   humano, que sufre Europa, es quizá más hondo y fuerte que nunca, en este momento precisamente a  todos nos vendría muy bien entender y asimilar que lo  más urgente no es que cambie la economía o los políticos, sino que cambiemos cada uno de nosotros, en nuestras "convicciones" más profundas.

3.  Y la primera convicción, que tendríamos que integrar en nuestras vidas, está en saber y aceptar que el planeta tierra produce bienes de consumo para
que todos los habitantes del mundo puedan vivir y satisfacer sus necesidades básicas y sus derechos sobradamente.
Lo que ocurre es que eso ahora mismo no es posible porque el 1% de la población mundial ha acaparado más del 50% de la riqueza y del dominio sobre esa riqueza.
Da miedo pensar que una parte minoritaria de la humanidad —entre la que estamos casi todos los que
leemos estas reflexiones sobre los evangelios— no vivimos a gusto (ni tenemos suficiente para satisfacer nuestros presuntos derechos), si no consumimos lo que muchos millones de criaturas necesitan para no morir de hambre, de la violencia y de la miseria.
En estas condiciones, por supuesto, que nos vendría
muy bien "ayunar". No para pasar hambre. Pero sí para gastar menos en caprichos, vanidades, apasionamientos, refinamientos o simplemente la estupidez infantil del que pretende ir por la vida con la cabeza más alta que su pariente o su vecino.
Necesitamos más Evangelio y menos publicidad al servicio de esta loca feria de las vanidades. 
SAN   ADRIAN



Mártir, murió alrededor del año 306. Los cristianos de Constantinopla veneraban la tumba de esta víctima de la persecución de Diocleciano. Registros legendarios y no verificados que han sido preservados en griego y latín, nos dicen que Adrián fue un oficial de la guardia del emperador Galerio. En este oficio estuvo un día presente con el emperador en el juicio y tortura de veintidós cristianos en Nicomedia. Quedó tan impresionado que de ahí en adelante se declaró cristiano, y fue encarcelado junto con otros. Su esposa, Natalia, que se había vuelto cristiana en secreto, atendió y animó a su esposo y compañeros prisioneros. El relato que aparece en las Actas de los Mártires está adornado con un número de detalles legendarios y en parte poéticos. Adrián y sus compañeros mártires fueron finalmente ejecutados. Primero le fracturaron las extremidades y luego los lanzaron a las llamas. Se alega que Natalia trajo a Constantinopla los restos mortales de su esposo martirizado.
Otra leyenda habla de un mártir, Adrián de Nicomedia, quien figura en el Martirologio Romano y en el Menaion griego el día 26 de agosto. Aunque diferentes en detalle, la historia trata de la misma persona. Los restos de San Adrián fueron luego colocados en la iglesia erigida bajo su nombre y patronazgo en el foro romano, cuya iglesia (San Adriano del Foro) todavía permanece al presente. La fiesta del traslado, que en la Iglesia Romana es la principal fiesta de este mártir y sus compañeros, se celebra el 8 de septiembre. El Martirologio Romano, sin embargo, los menciona el 4 de marzo, mientras que el calendario griego coloca su fiesta el 26 de agosto. En esta última fecha el Martirologio Romano también menciona a un Adrián.





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