26 DE JULIO -
MIÉRCOLES –
16ª - SEMANA DEL
T.O.-A
Evangelio según san Mateo 13,
1-9
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Acudió
tanta gente, que tuvo que subirse a una barca; se sentó y la gente se quedó de
pie en la orilla.
Les habló mucho rato
en parábolas:
"Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar,
un poco cayó al borde del camino: vinieron los pájaros y se lo comieron.
Otro poco cayó en terreno
pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó
enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó, y por falta de raíz se secó;
otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y la ahogaron.
El resto cayó en tierra buena y dio grano:
unos, ciento, otros sesenta, otros treinta. El que tenga oídos que oiga".
1. Lo primero que se indica en
esta parábola es que tres cuartas partes de lo que se siembra en este mundo,
como "mensaje del Reino" (Mt 13, 19), se pierden y, por tanto, no dan
fruto.
Dicho de otra manera,
la mayor parte de lo que la Iglesia predica, y pretende comunicar a la gente,
está condenado a la esterilidad. Al decir esto, Jesús estaba enunciando una
profecía.
Es la realidad que,
por desgracia, constatamos todos los días y por todas partes. La Iglesia anuncia
el mensaje del Reino, pero de sobra sabemos que ese mensaje no produce el fruto que sería de
esperar.
2. El hecho es que el pensamiento religioso y el
lenguaje teológico es ya un pensamiento y un lenguaje marginal en la cultura
actual, sobre todo en la cultura de los países más avanzados, más
industrializados y, por tanto, más influyentes en el resto del mundo.
La Iglesia ya no
inspira las grandes instituciones que movilizan a la gente: ni la economía, ni
la política, ni la ciencia cuentan ya con el mensaje y con el lenguaje de la
religión. Y es importante no olvidar que esta marginalidad es tanto más patente
cuanto más descendemos en la escala de
edades. De forma que las generaciones de cuarenta y cinco años para abajo, en
su inmensa mayoría, ya no se interesan en absoluto por el mensaje del Reino que
enuncia el Evangelio. Y conste que, al decir estas cosas, no estamos manejando
teorías, sino hechos que están a la vista de todos.
3. Estando,
así las cosas, nos tenemos que preguntar:
1) ¿Transmitimos un mensaje"?
Esto es capital. Porque un mensaje, si es verdaderamente tal, es porque dice
algo, comunica algo, transmite algo. Pero, para que haya comunicación, lo que
se comunica tiene que interesar al que recibe el mensaje. Pero, -¿interesa lo
que comunica la Iglesia? - ¿Por qué no
interesa tantas veces?
2) El mensaje del Reino
es, ante todo, un mensaje de vida, de paz, de respeto, de tolerancia, de
bondad. Es un mensaje que contagia felicidad y da sentido a la
vida de la gente?
Pero: ¿es eso lo que hacemos los cristianos?
¿Hacemos, ante todo, con nuestra forma de vivir, lo que tenemos que hacer?
¿Resulta coherente lo que vivimos con lo que decimos? En estas preguntas está
el nudo del
problema.
SAN JOAQUIN
Y SANTA ANA
Cada 26 de julio se celebra en la Iglesia Católica la fiesta de
los padres de la Santísima Virgen María y abuelos de Jesús, San Joaquín y Santa
Ana.
Ambos santos, llamados patronos de los abuelos, fueron personas
de profunda fe y confianza en Dios; y los encargados de educar en el camino de
la fe a su hija María, alimentando en ella el amor hacia el Creador y
preparándola para su misión.
Benedicto XVI, un día como hoy en 2009, resaltó -a través de las
figuras de San Joaquín y Santa Ana-, la importancia del rol educativo de los
abuelos, que en la familia “son depositarios y con frecuencia testimonio de los
valores fundamentales de la vida”.
En el 2013, cuando el Papa Francisco se encontraba en Río de
Janeiro (Brasil) por la Jornada Mundial de la Juventud Río 2013, y coincidiendo
su estadía con esta fecha, destacó que “los santos Joaquín y Ana forman parte
de esa larga cadena que ha transmitido la fe y el amor de Dios, en el calor de
la familia, hasta María que acogió en su seno al Hijo de Dios y lo dio al
mundo, nos los ha dado a nosotros. ¡Qué precioso es el valor de la familia,
como lugar privilegiado para transmitir la fe!”.
Joaquín (significa Yahweh prepara).
Una antigua tradición, que arranca del siglo II, atribuye los
nombres San Joaquín y Santa Ana a los padres de la Santísima Virgen María. El
culto a santa Ana se introdujo ya en la Iglesia oriental en el siglo VI, y pasó
a la occidental en el siglo X; el culto a san Joaquín es más reciente.
No conocemos de Joaquín y Ana con certeza más que sus nombres y
el hecho de que fueron los santos padres de la Madre de Dios. Lo que relatan
sobre ellos los libros apócrifos no es todo confiable y es difícil distinguir
lo cierto de la leyenda.
San Joaquín era venerado por los griegos desde muy temprano. Es
el santo patrón de numerosos pueblos en Hispanoamérica, España y las Filipinas.
Su festividad, junto a la de su esposa Santa Ana, se celebra el 26 de julio,
tras la reforma del calendario litúrgico. Ellos son los patrones de los
abuelos.
Santa Ana
Grande es la dignidad de Santa Ana por ser la Madre de la Virgen
María, predestinada desde toda la eternidad para ser Madre de Dios, la
santificada desde su concepción, Virgen sin mancilla y mediadora de todas las
gracias. Nieto de Santa Ana fue el hijo de Dios hecho hombre, el Mesías, el
Deseado de las naciones. María es el fundamento de la gloria y poder de Santa
Ana a la vez que es gloria y corona de su madre.
La santidad de Santa Ana es tan grande por las muchas gracias que
Dios le concedió. Su nombre significa "gracia". Dios la preparó con
magníficos dones y gracias. Como las obras de Dios son perfectas, era lógico
que Él la hiciese madre digna de la criatura más pura, superior en santidad a
toda criatura e inferior solo a Dios.
Santa Ana tenía celo por hacer obras buenas y esforzarse en la
virtud. Amaba a Dios sinceramente y se sometió a su santa voluntad en todos los
sufrimientos, como fue su esterilidad por veinte años, según cuenta la
tradición. Esposa y madre fue fiel cumplidora de sus deberes para con el esposo
y su encantadora hija María.
Muy grande es el poder intercesor de Santa Ana. Ciertamente santa
amiga de Dios, distinguida sobre todo por ser la abuela de Jesús en cuanto
Hombre.
La Santísima Trinidad le concederá sus peticiones: el Padre, para
quien ella gestó, cuidó y educó a su hija predilecta; el Hijo, a quien le dio madre;
el Espíritu Santo, cuya esposa educó con tan gran solicitud.
Esta Santa privilegiada sobresale en mérito y gloria, cercana al
Verbo encarnado y a sus Santísima Madre. Sin duda que Santa Ana tiene mucho
poder ante Dios. La madre de la Reina del Cielo, que es poderosa por su
intercesión y Madre de misericordia, es también llena de poder y de
misericordia.
Tenemos muchos motivos para escoger a Santa Ana como nuestra
intercesora ante Dios. Como abuela de Jesucristo, nuestro hermano según la carne
es también nuestra abuela y nos ama a nosotros sus nietos. Nos ama mucho porque
su nieto Jesús murió por nuestra salvación y María, su hija, fue proclamada
Madre nuestra bajo la Cruz. Nos ama de verdad en atención a las dos Personas
que ella amó más en esta vida: a Jesús y a María. Si su amor es tan grande su
intercesión no será menos. Debemos, por tanto, acudir a ella con tal confianza
en nuestras necesidades. No hay la menor duda de que esto agrada a Jesús y a
María, quienes la amaron tan profundamente. Se celebra la fiesta de Santa Ana
el 26 de julio.
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