22 DE JULIO - SÁBADO –
15a SEMANA DEL T. O. - A
Evangelio según san Mateo 12, 14-21
En aquel tiempo, los fariseos, al salir, planearon el modo de
acabar con Jesús. Pero Jesús se enteró, se marchó de allí y muchos le
siguieron.
El los curó a todos, mandándoles que no lo
descubrieran. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías:
Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi
predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las
naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles.
La caña cascada no la quebrará, el pabilo vacilante
no lo apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones.
1. Jesús acaba de curar a un hombre que tenía un
brazo atrofiado. Lo había hecho en sábado y en plena sinagoga. Aquello fue, por
tanto, una patente violación de la ley religiosa del judaísmo, tal como los
rabinos interpretaban el descanso sabático. Por eso, la decisión que tomaron
los fariseos fue matar a Jesús.
En este caso quedó
patente que el proyecto del orden (con sus leyes y sus poderes) es el
fundamento de la violencia.
Como bien se ha
dicho, "sobre el altar del orden se sacrifican las libertades y numerosas
vidas humanas" (W. Sofsky). Esta es la razón por la que las religiones y
sus dirigentes son, con frecuencia, causa de tanta violencia.
La religión es una
pieza clave en el sistema y
sus principios de orden. Y eso se antepone a la
vida misma. En eso, pues, tenemos uno de los motivos más determinantes de "la violencia de lo
sagrado".
2. La respuesta de Jesús fue continuar con su
tarea terapéutica. El relato dice que Jesús salió de allí y siguió curando,
aliviando penas, liberando a la gente
de sus dolores y sufrimientos.
Uno de los criterios
más claros del Evangelio es
que la felicidad de las personas está antes que
el orden establecido. Mientras no comprendamos esto, no comprendemos el Evangelio. Y menos aún,
podemos entender a Jesús.
3. Para justificar esta conducta de Jesús, el
evangelio de Mateo aduce un texto de Is, 42, 1-4. Es uno de los más famosos
textos de liberación que hay en
la Biblia: el pueblo de Israel vivía en el
cautiverio de Babilonia (siglo VI a. C.). Y el profeta anuncia que se acerca su
liberación, el retorno a la patria y a la libertad.
El Evangelio ve, en
esa profecía, el anuncio de lo que va a ser la vida, el ministerio y el destino
de Jesús: nada de violencia, nada de imponerse a nadie, cuidar de todo lo débil
y pequeño, hasta que implante la justicia entre los individuos y entre las
naciones.
Por lo que aquí se
dice, el proyecto de Jesús no es
un proyecto "religioso". Es un
proyecto "liberador". Para que los derechos y la dignidad de todos,
especialmente de los más débiles, encuentren la solución que anhelan.
La cita de Is 42,
1-4, adaptada por el redactor del evangelio (ya que no coincide ni con el texto
masorético ni con la traducción de los LXX), resume la idea central que nos
transmite el Evangelio en su conjunto: Jesús es
obediente en la medida en que su actividad está
al servicio de la superación y supresión del sufrimiento de los humanos.
Sta. MARIA MAGDALENA
"Bienaventurados los
que lloran,
porque ellos serán
consolados."
(Mt 5,5)
Su nombre era María, que significa "preferida por
Dios", y era natural de Magdala en Galilea; de ahí su sobrenombre de
Magdalena. Magdala, ciudad a la orilla del Mar de Galilea, o Lago de
Tiberiades.
Jesús, al dar su Espíritu a sus apóstoles, les dijo que
perdonasen los pecados conforme se lo habían visto a Él hacer: y la liturgia
nos recuerda hoy un ejemplo, que será siempre famoso, de la misericordia del
Salvador con los que se duelen de sus pasados extravíos.
María, hermana de Marta y Lázaro, era pública pecadora, hasta que,
tocada un día por la gracia, vino a rendirse a los pies del Señor. “No te
acerques a mí, porque estoy puro”, le dirían los soberbios; pero el Señor, al
contrario, la recibe y perdona. Por eso Jesús, “acoge bondadoso la ofrenda de
sus servicios”, y le ofrece para siempre un sitial de honor en su corte real.
La contrición transforma su amor. “Por haber amado mucho, se le perdonan muchos
pecados”. Movido por sus ruegos resucita Jesús a Lázaro, su hermano, y cuando
Jesús es crucificado, le asiste, más muerta que viva; preguntando, como la
esposa de los Cantares, a dónde han puesto su esposo Divino, Cristo la llama
por su propio nombre, y mándale llevar a los discípulos la nueva de su
Resurrección.
A imitación de la gran Santa María Magdalena, vengamos en espíritu
de amor y de compunción, a ofrecer a Jesús, presente en la santa Misa, el
tesoro de nuestras alabanzas. Hagámosle compañía, como las dos hermanas Marta y
María; adornemos su altar, con ese recio espíritu de fe que no teme el
escándalo farisaico, con todo el esplendor que conviene a la casa de Dios.
Imitémosla sobre todo en su acendrado amor a Jesús, seguros de que, haciéndolo
así, lograremos la remisión entera de nuestras pasadas culpas, elevándonos,
desde el fondo de nuestra miseria a la sima de la santidad. Al que busca a Dios
con gemidos, pronto le abre la puerta de su misericordia y de sus ricos
tesoros.
Cuatro menciones en los Evangelios:
1) Los siete demonios. Lo primero que dice el Evangelio acerca de esta mujer, es que
Jesús sacó de ella siete demonios (Lc 8,2), lo cual es un favor grandísimo,
porque una persona poseída por siete espíritus inmundos tiene que haber sido
impresionantemente infeliz. Esta gran liberación obrada por Jesús debió dejar
en Magdalena una gratitud profundísima.
Nuestro Señor decía que cuando una persona logra echar lejos a un
mal espíritu, este se va y consigue otros siete espíritus peores que él y la
atacan y así su segundo estado llega a ser peor que el primero (Lc 11,24). Eso
le pudo suceder a Magdalena. Y que enorme paz habrá experimentado cuando Cristo
alejó de su alma estos molestos espíritus.
A nosotros nos consuela esta intervención del Salvador, porque a
nuestra alma la atacan también siete espíritus dañosísimos: el orgullo, la
avaricia, la ira, la gula, la impureza o lujuria, envidia, la pereza y quizás
varios más. ¿Quién puede decir que el espíritu del orgullo no le ataca día por
día? ¿Habrá alguien que pueda gloriarse de que el mal espíritu de la impureza
no le ha atacado y no le va a atacar ferozmente? Y lo mismo podemos afirmar de
los demás.
Pero hay una verdad consoladora: Y es que los espíritus inmundos
cuando veían o escuchaban a Jesús empezaban a tembar y salían huyendo. ¿Por qué
no pedirle frecuentemente a Cristo que con su inmenso poder aleje de nuestra
alma todo mal espíritu? El milagro que hizo en favor de la Magdalena, puede y quiere
seguirlo haciendo cada día en favor de todos nosotros.
2) Se dedicó a servirle con sus bienes. Amor con amor se paga. Es lo que hizo la
Magdalena. Ya que Jesús le hizo un gran favor al librarla de los malos
espíritus, ella se dedicó a hacerle pequeños pero numerosos favores. Se unió al
grupo de las santas mujeres que colaboraban con Jesús y sus discípulos (Juana,
Susana y otras). San Lucas cuenta que estas mujeres habían sido liberadas por
Jesús de malos espíritus o de enfermedades y que se dedicaban a servirle con
sus bienes (Lc 8,3). Lavaban la ropa, preparaban los alimentos; quizás cuidaban
a los niños mientras los mayores escuchaban al Señor; ayudaban a catequizar
niños, ancianos y mujeres, etc...
3) Junto a la cruz. La tercera vez que el Evangelio nombra a Magdalena es para decir
que estuvo junto a la cruz, cuando murió Jesús. La ausencia de hombres amigos
junto a la cruz del Redentor fue escandalosa. Sencillamente no se atrevieron a
aparecer por ahí. No era nada fácil declararse amigo de un condenado a muerte.
El único que estuvo junto a Él fue Juan. En cambio, las mujeres se mostraron
mucho más valerosas en esa hora trágica y fatal. Y una de ellas fue Magdalena.
San Mateo (Mt 27,55), San Marcos (Mc 15, 40) y San Juan (Jn 19,
25) afirman que junto a la cruz de Jesús estaba la Magdalena. En las imágenes
religiosas de todo el mundo los artistas han pintado a María Magdalena junto a
María, la Madre de Jesús, cerca de la cruz del Redentor agonizante, como un
detalle de gratitud a Jesús.
4) Jesús resucitado y la Magdalena. Uno de los datos más consoladores del
Evangelio es que Jesús resucitado se aparece primero a dos personas que habían
sido pecadoras, pero se habían arrepentido: Pedro y Magdalena. Como para
animarnos a todos los pecadores, con la esperanza de que si nos arrepentimos y
corregimos lograremos volver a ser buenos amigos de Cristo.
Los cuatro evangelistas cuentan como María Magdalena fue el
domingo de Resurrección por la mañana a visitar el sepulcro de Jesús. San Juan
lo narra de la siguiente manera:
"Estaba María Magdalena llorando fuera, junto
al sepulcro y vio dos ángeles donde había estado Jesús. Ellos le dicen: -
¿Mujer, por qué lloras? - Ella les responde: - Porque se han llevado a mi
Señor, y no sé dónde lo han puesto.
Dicho esto se volvió y vio que Jesús estaba ahí, pero no sabía
que era Jesús.
Le dice Jesús: - ¿Mujer por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que era el encargado de aquella finca le dijo: -
Señor, si tú lo has llevado, dime donde lo has puesto, yo me lo llevaré.
Jesús le dice: '¡María!'
Ella lo reconoce y le dice: '¡Oh Maestro!' (y se lanzó a besarle
los pies).
Le dijo Jesús: - Suéltame, porque todavía no he subido al Padre.
Vete donde los hermanos y diles: 'Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios a
vuestro Dios'.
Fue María Magdalena y les dijo a los discípulos: - He visto al
Señor, y me ha dicho esto y esto." (Jn. 27, 11).
Esta mujer tuvo el honor de ser la encargada de comunicar la
noticia de la resurrección de Jesús.
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