domingo, 2 de julio de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 3 DE JULIO - LUNES - 13ª - SEMANA DEL T. O. – A Santo tomas, apóstol



3 DE JULIO -   LUNES  -
13ª - SEMANA    DEL     T. O. – A
Santo tomas, apóstol

Lectura de la carta a los Efesios (2,19-22):
Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.

Salmo 116

R/. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio

Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo todos los pueblos. R/.
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre. R/.

Lectura del santo evangelio según san Juan (20,24-29):
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos.
Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás:
«¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»

1.- Mi querido Tomás:
No me explico por qué no estabas entre nosotros. Siempre habías estado con el grupo, desde los comienzos, y participabas en todas nuestras actividades, conversaciones y proyectos. Eras una persona activa, inquieta, buscadora, aunque no te conformabas con respuestas fáciles y siempre ibas un poco más allá que el resto con tus preguntas e inquietudes.
El caso es que, sin dar ninguna explicación -no sé si porque no la tenías, porque no encontraste a quien dársela, o porque no te prestamos mucha atención- ya no estabas. Es lo único que dice el Evangelio:  «no estaba con ellos».
Podríamos empezar a preguntarnos si estabas pasando una crisis personal, si te habíamos decepcionado en nuestro grupo, si te retiraste temporalmente para pensar tranquilo y tomar una decisión personal sobre todo lo que habías estado viviendo en este tiempo, si habías decidido buscar por otra parte...
Nos gusta mucho encontrar las razones de las cosas, para luego echar las culpas a alguien.  Habrá quien piense que tú te lo buscaste, que lo que tenías que haber hecho es permanecer unido a todos, tener paciencia y esperar instrucciones de Pedro o de todo el grupo; que una crisis de fe puede ser muy normal (y especialmente en determinadas circunstancias), pero que eso no justifica el marcharse... Y habrá quien aproveche para hacer reproches: claro estamos muy encerrados en nosotros mismos, tenemos demasiados miedos, no sabemos arriesgarnos a nada, hemos sido incoherentes, hemos traicionado o fallado al Señor, no sabemos por dónde tirar, sentimos que los de fuera -los mismos que «acabaron» con el Señor-  podrían emprenderla también contra nosotros...
¡En fin!, que probablemente ni lo uno ni lo otro nos lleve muy lejos: ni culparte a ti, ni culparnos a nosotros mismos.  El Evangelio prefirió dejarlo así, sin más.  Uno que era del grupo... no estaba cuando se presentó Jesús.
Y esta historia se nos sigue repitiendo. Tus «mellizos» -así te apodaban- se han multiplicado exponencialmente. ¡Tantos son hoy los que se alejaron del grupo! No sé si sería muy atrevido nombrarte «patrón de los alejados».
Y como te fuiste regresas. No todos lo hacen. Tampoco sabemos lo que te movió a volver. Pero volviste y te encontraste con que todos tus compañeros te contaban que habían visto al Señor. Los encontraste muy cambiados, emocionados, impresionados, alegres y habladores, dispuestos a cualquier cosa...  Pero, sobre todo -¡¡qué suerte!!- los encontraste hablando de que habían visto al Señor y enseguida empezaron a contarte su experiencia. Es verdad que una experiencia -y más una como aquélla- es muy difícil de explicar y de transmitir.  Tenías que comprobarlo por ti mismo.  Pero lo que notaste en ellos te dejó inquieto y volviste de nuevo a su lado, hasta que tú mismo pudiste comprobar que era verdad, que había resucitado.
No sé si hoy tendrás la misma suerte. Tal vez algunos no te echen de menos en absoluto: ¡allá tú!  Tal vez algunos no te hagan mucho caso cuando vuelvas, ocupados en sus cosas. O te empiecen a hablar de las muchas actividades que tienen organizadas, e incluso te inviten a meterte en alguno de los grupos parroquiales, o te den algún libro para que aclares las ideas. Quizás te riñan un poco por haber dejado enfriar tu fe, o haber descuidado tu formación, o haberte apartado de los sacramentos, o... Es posible que los encuentres casi igual que cuando te marchaste: con miedos, defendiéndose de los de fuera, organizando campañas, programando jornadas, o viviendo de tiempos pasados, o aislados de lo que vive la mayoría de la gente, o... ¡Eso es lo que dicen no pocos de tus «mellizos»!
Lo que sí sé es que si te acercas de nuevo necesitas encontrar:
- Una comunidad (y no llamemos comunidad a cualquier cosa) de hermanos ilusionados
- Una comunidad que sepa escuchar y acoger (dos palabras bien importantes) al que llega, intentando comprender sus dificultades, dejándose interpelar por ellas
- Una comunidad que sobre todo «habla» y comparte su experiencia de encuentro con Cristo, de cómo los ha transformado y los ha llenado de vitalidad, de valor, de alegría, de empuje, de... Jesucristo y su Evangelio son lo verdaderamente importante.
Y lo sé porque es lo que parece que buscabas cuando volviste a reunirte con tus antiguos compañeros, según lo cuenta el Evangelio.  Y lo sé también, porque no pocas veces... yo también me siento «Tomás». Así que también hoy es "mi fiesta".

Santo tomas, apóstol


          Tomás significa "gemelo"

La tradición antigua dice que Santo Tomás Apóstol fue martirizado en la India el 3 de julio del año 72. Parece que en los últimos años de su vida estuvo evangelizando en Persia y en la India, y que allí sufrió el martirio.

De este apóstol narra el santo evangelio tres episodios.

     El primero sucede cuando Jesús se dirige por última vez a Jerusalem, donde según lo anunciado, será atormentado y lo matarán. En este momento los discípulos sienten un impresionante temor acerca de los graves sucesos que pueden suceder y dicen a Jesús: "Los judíos quieren matarte y ¿vuelves allá?. Y es entonces cuando interviene Tomás, llamado Dídimo (en este tiempo muchas personas de Israel tenían dos nombres: uno en hebreo y otro en griego. Así por ej. Pedro en griego y Cefás en hebreo). Tomás, es nombre hebreo. En griego se dice "Dídimo", que significa lo mismo: el gemelo.
     Cuenta San Juan (Jn. 11,16) "Tomás, llamado Dídimo, dijo a los demás: Vayamos también nosotros y muramos con Él". Aquí el apóstol demuestra su admirable valor. Un escritor llegó a decir que en esto Tomás no demostró solamente "una fe esperanzada, sino una desesperación leal". O sea: él estaba seguro de una cosa: sucediera lo que sucediera, por grave y terrible que fuera, no quería abandonar a Jesús. El valor no significa no tener temor. Si no experimentáramos miedo y temor, resultaría muy fácil hacer cualquier heroísmo. El verdadero valor se demuestra cuando se está seguro de que puede suceder lo peor, sentirse lleno de temores y terrores y sin embargo arriesgarse a hacer lo que se tiene que hacer. Y eso fue lo que hizo Tomás aquel día. Nadie tiene porque sentirse avergonzado de tener miedo y pavor, pero lo que sí nos debe avergonzar totalmente es el que a causa del temor dejemos de hacer lo que la conciencia nos dice que sí debemos hacer, Santo Tomás nos sirva de ejemplo.

      Lastsup2.gif (20186 bytes)La segunda intervención: sucedió en la Última Cena. Jesús les dijo a los apóstoles: "A donde Yo voy, ya sabéis el camino". Y Tomás le respondió: "Señor: no sabemos a donde vas, ¿cómo podemos saber el camino?" (Jn. 14, 15). Los apóstoles no lograban entender el camino por el cual debía transitar Jesús, porque ese camino era el de la Cruz. En ese momento ellos eran incapaces de comprender esto tan doloroso. Y entre los apóstoles había uno que jamás podía decir que entendía algo que no lograba comprender. Ese hombre era Tomás. Era demasiado sincero, y tomaba las cosas muy en serio, para decir externamente aquello que su interior no aceptaba. Tenía que estar seguro. De manera que le expresó a Jesús sus dudas y su incapacidad para entender aquello que Él les estaba diciendo.
Admirable respuesta:
    Y lo maravilloso es que la pregunta de un hombre que dudaba obtuvo una de las respuestas más formidables del Hijo de Dios. Uno de las más importantes afirmaciones que hizo Jesús en toda su vida. Nadie en la religión debe avergonzarse de preguntar y buscar respuestas acerca de aquello que no entiende, porque hay una verdad sorprendente y bendita: todo el que busca encuentra.

Le dijo Jesús: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí" Ciertos santos como por ejemplo el Padre Alberione, Fundador de los Padres Paulinos, eligieron esta frase para meditarla todos los días de su vida. Porque es demasiado importante como para que se nos pueda olvidar. Esta hermosa frase nos admira y nos emociona a nosotros, pero mucho más debió impresionar a los que la escucharon por primera vez.

     En esta respuesta Jesús habla de tres cosas supremamente importantes para todo israelita: el Camino, la Verdad y la Vida. Para ellos el encontrar el verdadero camino para llegar a la santidad, y lograr tener la verdad y conseguir la vida verdadera, eran cosas extraordinariamente importantes.

    En sus viajes por el desierto sabían muy bien que si equivocaban el camino estaban irremediablemente perdidos, pero que si lograban viajar por el camino seguro, llegarían a su destino. Pero Jesús no sólo anuncia que les mostrará a sus discípulos cuál es el camino a seguir, sino que declara que Él mismo es el Camino, la Verdad y la Vida.

     Notable diferencia: Si le preguntamos al alguien que sabe muy bien: ¿Dónde queda el hospital principal? Puede decirnos: siga 200 metros hacia el norte y 300 hacia occidente y luego suba 15 metros... Quizás logremos llegar. Quizás no. Pero si en vez de darnos eso respuesta nos dice: "Sígame, que yo voy para allá", entonces sí que vamos a llegar con toda seguridad. Es lo que hizo Jesús: No sólo nos dijo cual era el camino para llegar a la Eterna Feliz, sino que afirma solemnemente: "Yo voy para allá, síganme, que yo soy el Camino para llegar con toda seguridad". Y añade: Nadie viene al Padre sino por Mí: "O sea: que para no equivocarnos, lo mejor será siempre ser amigos de Jesús y seguir sus santos ejemplos y obedecer sus mandatos. Ese será nuestro camino, y la Verdad nos conseguirá la Vida Eterna".

        El hecho más famoso de Tomás

     Los creyentes recordamos siempre al apóstol Santo Tomás por su famosa duda acerca de Jesús resucitado y su admirable profesión de fe cuando vio a Cristo glorioso.
     Santo Tomás ApóstolDice San Juan (Jn. 20, 24) "En la primera aparición de Jesús resucitado a sus apóstoles no estaba con ellos Tomás. Los discípulos le decían: "Hemos visto al Señor". El les contestó: "si no veo en sus manos los agujeros de los clavos, y si no meto mis dedos en los agujeros sus clavos, y no meto mi mano en la herida de su constado, no creeré". Ocho días después estaban los discípulos reunidos y Tomás con ellos. Se presento Jesús y dijo a Tomás: "Acerca tu dedo: aquí tienes mis manos. Trae tu mano y métela en la herida de mi costado, y no seas incrédulo sino creyente". Tomás le contestó: "Señor mío y Dios mío". Jesús le dijo: "Has creído porque me has visto. Dichosos los que creen sin ver".
      Parece que Tomás era pesimista por naturaleza. No le cabía la menor duda de que amaba a Jesús y se sentía muy apesadumbrado por su pasión y muerte. Quizás porque quería sufrir a solas la inmensa pena que experimentaba por la muerte de su amigo, se había retirado por un poco de tiempo del grupo. De manera que cuando Jesús se apareció la primera vez, Tomás no estaba con los demás apóstoles. Y cuando los otros le contaron que el Señor había resucitado, aquella noticia le pareció demasiado hermosa para que fuera cierta.
      Tomás cometió un error al apartarse del grupo. Nadie está pero informado que el que está ausente. Separarse del grupo de los creyentes es exponerse a graves fallas y dudas de fe. Pero él tenía una gran cualidad: se negaba a creer sin más ni más, sin estar convencido, y a decir que sí creía, lo que en realidad no creía. El no apagaba las dudas diciendo que no quería tratar de ese tema. No, nunca iba a recitar el credo un loro. No era de esos que repiten maquinalmente lo que jamás han pensado y en lo que no creen. Quería estar seguro de su fe.

Y Tomás tenía otra virtud: que cuando se convencía de sus creencias las seguía hasta el final, con todas sus consecuencias. Por eso hizo es bellísima profesión de fe "Señor mío y Dios mío", y por eso se fue después a propagar el evangelio, hasta morir martirizado por proclamar su fe en Jesucristo resucitado. Preciosas dudas de Tomás que obtuvieron de Jesús aquella bella noticia: "Dichosos serán los que crean sin ver".



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