21 DE JULIO – VIERNES –
15ª - SEMANA DEL T. O. - A
Evangelio según san Mateo 12, 1-8
Un sábado de aquellos, Jesús atravesaba un sembrado; los discípulos,
que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas. Los fariseos,
al verlo, le dijeron:
"Mira, tus discípulos están haciendo una
cosa que no está permitida en sábado".
Les replicó:
"¿No habéis leído lo que hizo David,
cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comieron
los panes presentados, cosa que no les estaba permitido ni a él ni a sus
compañeros, sino solo a los sacerdotes.
¿Y no habéis leído en la ley que los
sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa?
Pues os digo que aquí hay uno que es más que
el templo.
Si comprendierais lo que significa
"quiero misericordia y no sacrificio", no condenaríais a los que no
tienen culpa. Porque el Hijo del Hombre es señor del sábado".
1. El problema más serio, que plantea este
episodio, está en que las personas, que se identifican con la religión (los
"observantes", fariseos y los "funcionarios", sacerdotes),
ponen antes el sometimiento a la religión que las necesidades de las personas.
Esto ocurre constantemente. Y le ocurre
a toda persona que, por el motivo que sea o por los compromisos que tenga,
se siente ligada a la religión de forma que, si
públicamente no cumple con esos compromisos, esa persona siente que algo se
rompe en su vida. Algo
con lo que no está dispuesto a romper su imagen
pública, la posición que tiene en la sociedad, la seguridad que le da su estatus,
la paz de la conciencia...
2. El poder de la religión es tan fuerte, en
este orden de cosas, que los que viven así identificados con la religión no están
capacitados para caer en la cuenta de lo que realmente les pasa. Y menos aún caen
en la cuenta de la cantidad de veces que, quizá a diario, anteponen la sumisión
religiosa a la necesidad humana de alguien, sea quien sea.
Esto es tan fuerte,
que forma parte de la identidad misma de la persona religiosa. Por eso ocurre con
tanta frecuencia, que se incapacitan para querer a alguien o simplemente para
mantener una amistad.
Por no hablar del
daño que pueden hacer, siempre con la conciencia de que lo que hacen es lo que
tienen que hacer.
3. Este problema tan profundo —y en el que estamos
metidos todos los tenemos creencias religiosas (o equivalentes, por ejemplo, en
política)— que Jesús vio con toda claridad, que en esto se jugaba el ser o no
ser del Evangelio en su lucha a muerte contra el sufrimiento y contra los
causantes del sufrimiento humano.
Cada violación de la
ley, cada escándalo que produjo, cada enfrentamiento con los fariseos o con los
sacerdotes, todo aquello, hasta la muerte misma, no fue sino consecuencia de la
lucidez con que Jesús vio el
peligro que esto entraña, mientras en el mundo
haya movimientos, instituciones o grupos sectarios que ofrezcan prestigio y paz
interior, a cambio de la sumisión en los asuntos más serios de la vida.
La religión, tal como
se ha entendido y vivido durante miles de años, es constitutivamente una
institución que somete a sus fieles. Sí estos creen de verdad en el
"Todopoderoso" y sus "representantes oficiales", esos
fieles expresarán que su creencia es auténtica solo y necesariamente mediante
la sumisión. Una sumisión que será auténtica
sí se antepone a todo lo demás, aunque sea el sufrimiento y la misma
muerte.
No le faltaba razón a
Maquiavelo cuando escribió: "donde hay religión, fácilmente se pueden
introducir las armas" (Discursos sobre la la década de Tito Lívio, I, 11).
Así las cosas, lo que
Jesús hizo fue anteponer el principio de la solidaridad al principio de la
sumisión. Esto es capital para entender el Evangelio.
SAN LORENZO
DE BRINDIS
Predicador - Año 1619
Lorenzo significa: coronado de laurel. Laureado. Este santo ha
sido quizás el más famoso predicador de la comunidad de Padres Capuchinos.
Nació en Brindis (Italia) cerca de Nápoles. Desde pequeño
demostró tener una memoria asombrosa. Dicen que a los ocho años repitió desde
el púlpito de la Catedral un sermón escuchado a un famoso predicador, con gran
admiración de la gente.
Cuando pidió ser admitido como religioso en los Padres
Capuchinos, el superior le advirtió que le iba a ser muy difícil soportar
aquella vida tan dura y tan austera. El joven le preguntó: "Padre, ¿en mi
celda habrá un crucifijo?". "Si, lo habrá", respondió el
superior. "Pues eso me basta. Al mirar a Cristo Crucificado tendré fuerzas
para sufrir por amor a Él, cualquier padecimiento".
La facilidad de Lorenzo para aprender idiomas y para grabarse en
la memoria todo lo que leía, dejó atónitos a sus superiores y compañeros.
Prácticamente se aprendía de memoria capítulos enteros de la S. Biblia y muchas
páginas más de libros piadosos. Hablaba seis idiomas: griego, hebreo, latín,
francés, alemán e italiano.
Y su capacidad para predicar era tan excepcional, que siendo
simple seminarista, ya le fue encomendado el predicar los 40 días de Cuaresma
en la Catedral de Venecia por dos años seguidos. Las gentes vibraban de emoción
al oír sus sermones, y muchos se convertían.
Un sacerdote le preguntó: "Fray Lorenzo, ¿a qué se debe su
facilidad para predicar? ¿A su formidable memoria?" Y él respondió:
"En buena parte se debe a mi buena memoria. En otra buena parte a que
dedico muchas horas a prepararme. Pero la causa principal es que encomiendo
mucho a Dios mis predicaciones, y cuando empiezo a predicar se me olvida todo
el plan que tenía y empiezo a hablar como si estuviera leyendo en un libro
misterioso venido del cielo".
Los capuchinos nombraron a Fray Lorenzo superior del convento y
luego superior de Italia. Más tarde al constatar las grandes cualidades que
tenía para gobernar, lo nombraron superior general de toda su comunidad en el
mundo. En sus años de superiorato recorrió muchos países visitando los
conventos de sus religiosos para animarlos a ser mejores y a trabajar mucho por
el reino de Cristo. Había días que caminaba a pie 50 kilómetros. No le asustaba
desgastarse en su salud con tal de conseguir la salvación de las almas y la
extensión del reino de Dios. La gente lo amaba porque era sumamente comprensivo
y bondadoso, y porque sus consejos hacían un gran bien. Siendo superior, sin embargo,
servía a la mesa a los demás, y lavaba los platos de todos.
El Santo Padre, el Papa, lo envió a Checoslovaquia y a Alemania a
tratar de extender la religión católica en esos países. Se fue con un buen
grupo de capuchinos, y empezó a predicar. Pero en esos días un ejército de 60
mil turcos mahometanos invadió el país con el fin de destruir la religión, y el
jefe de la nación pidió al Padre Lorenzo que se fuera con sus capuchinos a
entusiasmar a los 18 mil católicos que salían a defender la patria y la
religión. La batalla fue terriblemente feroz. Pero San Lorenzo y sus religiosos
recorrían el campo de batalla con una cruz en alto cada uno, gritando a los
católicos: "Ánimo, estamos defendiendo nuestra santa religión". Y la
victoria fue completa. Los soldados victoriosos exclamaban: "La batalla
fue ganada por el Padre Lorenzo".
El Papa Clemente VIII decía que el Padre Lorenzo valía él solo
más que un ejército.
El Sumo Pontífice lo envió de delegado suyo a varios países, y
siempre estuvo muy activo de nación en nación dirigiendo su comunidad y
fundando conventos, predicando contra los protestantes y herejes, y trabajando
por la paz y la conversión. Pero lo más importante en cada uno de sus días eran
las prácticas de piedad. Durante la celebración de la Santa Misa,
frecuentemente era arrebatado en éxtasis, y su orar era de todas las horas y en
todos los sitios. Por eso es por lo que obtuvo tan grandes frutos apostólicos.
Dormía sobre duras tablas. Se levantaba por la noche a rezar
salmos. Ayunaba con frecuencia. Su alimento era casi siempre pan y verduras.
Huía de recibir honores, y se esforzaba por mantenerse siempre alegre y de buen
humor con todos. La gente lo admiraba como a un gran santo. Su meditación
preferida era acerca de la Pasión y Muerte de Jesucristo.
En 1959 fue declarado "Doctor de la Iglesia", por el
Sumo Pontífice Juan XXIII. Y es que dejó escritos 15 volúmenes de enseñanzas, y
entre ellos 800 sermones muy sabios. En Sagrada Escritura era un verdadero
especialista.
Cuando viajaba a visitar al rey de España enviado por la gente de
Nápoles para pedirle que destituyera a un gobernador que estaba haciendo mucho
mal, se sintió sin fuerzas y el 22 de julio de 1619, el día que cumplía sus 60
años, murió santamente. Ha sido llamado el "Doctor apostólico".
Ruega por nosotros, querido San Lorenzo, para que no tengamos miedo
a gastarnos y desgastarnos por Cristo y su Santa Iglesia, como lo hiciste tú.
Dijo Jesús: "Si el grano de trigo muere, produce mucho
fruto".
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