24 DE JULIO - LUNES –
16ª - SEMANA DEL T.O.-A
Evangelio según san Mateo 12, 38-42
En aquel tiempo, un grupo
de letrados y fariseos dijeron a Jesús:
"Maestro, queremos ver un milagro
tuyo".
Él les contestó:
"Esta generación perversa y adúltera
exige una señal, pues no se le dará más signo que el del profeta Jonás.
Tres días y tres noches estuvo Jonás en el
vientre del cetáceo: pues tres días y tres noches estará el Hijo del Hombre en
el seno de la tierra.
Cuando juzguen a esta generación, los hombres
de Nínive se alzarán y harán que los condenen, porque ellos se convirtieron con
la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.
Cuando juzguen a esta generación, la reina
del Sur se levantará y hará que la condenen, porque ella vino desde los
confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que
es más que Salomón".
1. Se acercan a Jesús los letrados y los
fariseos, los hombres del estudio teológico y los hombres de la observancia
religiosa. - ¿Para qué? Para pedirle un "milagro" (semeion),
un hecho prodigioso.
Aquellos hombres de entonces,
como tantos de ahora, se piensan que a Dios se le encuentra en los hechos extraordinarios,
en los prodigios. Esta mentalidad, que busca a Dios en los milagros, expresa
algo sobrecogedor. El Gran Inquisidor (de F. Dostoyevski) le dice a Jesús:
"Si te hubieras prestado a realizar el milagro..., habrías calmado la
inquietud eterna de la humanidad, esa inquietud nacida del deseo de saber ante
quién tiene uno que inclinarse. Pues no hay para el hombre libre cuidado más
continuo y acuciante que el de hallar a un ser al que prestar
acatamiento".
La gente quiere
milagros. Quiere "dioses", ante los que sus fieles y devotos desean
quedar extasiados. Y así, vivir sometidos. Lo que no soporta nadie es la
libertad.
2. Jesús responde calificando a aquellos
hombres como "esta generación perversa
y adúltera". El término "generación" (genea) aparece 25 veces en
los evangelios, para designar al pueblo judío en tono amenazante.
Esta expresión está
tomada de la literatura apocalíptica judía, para indicar la última generación
judía, que fue infiel a Dios (Hen 93, 9; Hab 2, 6 s; Jub 23, 16 ss; Mt 11, 16 par;
Sal 77, 8; 94, 10; Mt 23, 36).
3. Todo esto indica que el cristianismo primitivo
acusaba a la "última generación" de Israel de haber colmado la medida
de sus pecados (V. Hasler).
Es improbable que Jesús dijera estas cosas. Lo
que aquí se expresa es el conflicto entre cristianos y judíos.
Jesús no quería
enfrentamientos y conflictos.
Todo eso proviene de nuestras
torpes inclinaciones y resentimientos.
De este evangelio
tendríamos que aprender a no decir lo que aquí se pone en boca de Jesús. Y
conste que tiene una buena dosis de verdad lo que ha dicho Denis
Guénoun:
"La religión se constituye como la diferencia entre
religiones".
De ahí que el
cristianismo, "al constituirse como religión, necesitó de la diferencia
religiosa, necesitó que el judaísmo fuera su otro: la religión falsa"
(Daniel
Boyarin). Pero es triste nacer así. Para vivir
luego enfrentado con quienes no se identifican conmigo. Si fuera cierto que la
religión lleva a eso, prefiero vivir
sin religión. La fe en Jesús y el amor a su
proyecto, basta.
Stª. CRISTINA
Cristina =
Aquella que sigue a Cristo, es de origen latino.
Breve Biografía
Nació en
Toscana, en la margen derecha del lago Bolsena, en un villorrio frecuentemente
sacudido por elementos naturales y al mismo tiempo transformado por diversas
culturas en el transcurso del tiempo.
Cristina es
la hija de Urbano, gobernador pagano de la región y presentado por los libros
antiguos como enemigo acérrimo de los cristianos. La niña se ha aficionado
desde pequeña a aquello que cuentan de ese Cristo tan perseguido y maltratado;
la curiosidad primera se cambia en pensamiento cuando descubre que son muchos
los cristianos juzgados por su padre y condenados porque son fieles dispuestos
a dar la vida por su ideal. Crece más y más la simpatía y a escondidas busca
datos de unas señoras cristianas; la instruyen y la forman; se bautiza en
secreto y toma el nombre de Cristiana.
Entre juego
y travesura formal ha hecho algo que saca de quicio a su padre y será el motivo
que la lleve al martirio; no se le ha ocurrido otra cosa que apañar las
estatuillas de ídolos que su padre siempre ha conservado con esmero, casi como
un patrimonio familiar, las ha tomado por suyas, las ha destrozado y ha dado el
rico material de que estaban hechas a los pobres para remedio de su necesidad.
El padre ha
descubierto su condición y lleno de ira, al notar la rebeldía de la niña, la
trata con peores modos que a los demás cristianos. "No se ha de decir en
el mundo que una niña me dio la ley, ni que estos hechiceros de cristianos
triunfan de nuestros dioses en medio de mi propia familia. Yo veré si sus
hechizos pueden más que mis tormentos y si la paciencia de una hija ha de hacer
burla de la cólera de un padre". El gobernador manda usar con ella azotes
y garfios admirándose de que Cristina persista en su actitud. Manda el
desnaturalizado padre preparar un brasero ardiente para quemarla poco a poco;
mas el brasero se hizo una hoguera que abrasó a los verdugos y a los curiosos
cercanos. Puesta en la cárcel para que cambie por la lobreguez de la mazmorra,
la oscuridad y el hambre; pero allí es consolada con luminosas apariciones de
ángeles que le curan sus heridas y le prometen protección. El padre, a los
pocos días, manda atarle al cuello una pesada piedra y arrojarla al lago; sin embargo,
un ángel la transporta a la orilla. Esa noche muere de un sofoco Urbano en su
cama.
Mandan las
autoridades un nuevo gobernador que se siente estimulado a proseguir el asunto
Cristina presumiendo que su padre, por padre, no supo solventarlo. Se llama
Dion y ya piensa en nuevas crueldades: estanque de aceite hirviendo mezclado
con pez del que la niña Cristina es liberada. Luego la manda llevar al templo
de Apolo para obligarle a ofrecer sacrificio, pero, ante el asombro de todos,
el ídolo se derrumba y se hace polvo ante el mismísimo gobernador que muere en
el acto ¡claro que los verdugos y miles de testigos proclaman espantados
proclaman a gritos que es el de Cristina el único Dios!
El tercero
de los gobernadores poderosos se llama Juliano quien, preocupado por el caso
pendiente, lo ha estudiado con detenimiento llegando a la conclusión de que se
trata de artificios, encantamientos y magia que todos los cristianos profesan.
Por ello maquina nuevos procedimientos para hacer desistir a la niña Cristina
de sus pertinaces rebeldías y conseguir que el poder romano y los dioses
propicios terminen con la situación que ha puesto al borde del caos a la
región. Mandó preparar un horno encendido donde mete a la niña para que el
fuego la consuma; siete días la tiene allí sin conseguir que le suceda daño
alguno. Luego será una habitación oscura plagada de serpientes, víboras y
escorpiones venenosos de la que sale indemne y sin ningún picotazo, cantando
alabanzas a Dios; la desesperación del mandatario llegó entonces al extremo de
decretar cortarle la lengua, pero ¡oh prodigio! ahora canta más fuerte y mejor.
Y acude,
arremolinándose, toda la comarca ante la contemplación evidente del triunfo que
se comenta por todas partes de la debilidad cristiana ante la fortaleza y
brutalidad romana. Basta un tronco caído en donde atan a la delicada niña para
que las saetas atraviesen su cuerpo y ella decida, suplicándole al buen Dios,
rendirle su espíritu con el martirio.
Dicen que
sus restos se trasladaron de Toscana a Palermo de Sicilia donde es
reverenciada.
¿Verosímil?
Parece más bien como si la vida y la muerte martirial de Cristina hubiera
servido de modelo para expresar la confrontación entre el bien y el mal, o lo que
es lo mismo, entre fe cristiana y paganismo, entre la frágil niña Cristina y la
personalidad experimentada y abrumadora de tres hombres de gobierno sucesivos
-el primero su propio padre- con el mismo común empeño de demostrar que ellos
pueden más. Parece como si se tratara de exaltar en Cristina aquello que debe
ser real en todo cristiano -la fe en su Cristo y la confianza sin límite en su
ayuda constante-, mientras que los gobernadores representan la obstinación
ciega que rechaza el poder cada vez más evidente, como in crescendo, de Dios.
Los verdugos y el pueblo serían los testigos que en la narración van a
testificar con sus reacciones -esas que se intuyen llenas de emoción compasiva-
dónde está la verdad y lo grande que es el poder de Dios. Da la sensación de
que la Passio que narra la muerte de Cristina intenta también cargar motivos
veterotestamentarios en donde parecen inspirarse algunos hechos que se narran.
El hecho histórico del martirio sería la ocasión que motiva la amplia
catequesis. De todos modos, estas consideraciones más parecen próximas a la
labor pasada de los bolandistas; pero, en el caso de que hubieran sido los
hechos tal como expresa la Passio, nos quedaría el regusto de disfrutar el
aroma extraño que desprende la fidelidad del débil a las exigencias amorosas
divinas que no entienden de edades y que perduran más allá de la muerte.
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