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DE JULIO - MARTES –
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles
(4,33;5,12.27-33;12,2):
En aquellos días, los apóstoles daban testimonio
de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor y hacían muchos signos y
prodigios en medio del pueblo. Los condujeron a presencia del Sanedrín y el
sumo sacerdote los interrogó:
«¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en
nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y
queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.»
Pedro y los apóstoles replicaron:
«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis,
colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y
salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados.
Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le
obedecen.»
Esta respuesta los exasperó, y decidieron acabar
con ellos. Más tarde, el rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de
Juan.
Salmo 66
R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R/.
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra. R/.
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe. R/.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los
Corintios (4,7-15):
Este tesoro del ministerio lo llevamos en vasijas
de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no
proviene de nosotros. Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan;
estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos
derriban, pero no nos rematan; en toda ocasión y por todas partes, llevamos en
el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste
en nuestro cuerpo.
Mientras vivimos, continuamente nos están
entregando a la muerte, por causa de Jesús; para que también la vida de Jesús
se manifieste en nuestra carne mortal. Así, la muerte está actuando en
nosotros, y la vida en vosotros.
Teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que
está escrito: «Creí, por eso hablé», también nosotros creemos y por eso
hablamos; sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también con Jesús nos
resucitará y nos hará estar con vosotros. Todo es para vuestro bien. Cuantos
más reciban la gracia, mayor será el agradecimiento, para gloria de Dios.
Evangelio según san Mateo 20,
20-28
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus
hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó:
“¿Qué queréis?"
Ella contestó:
"Ordena que estos dos hijos míos se sienten
en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda".
Pero Jesús replicó:
"No sabéis lo que pedís.
- ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?"
Contestaron:
"Lo somos".
Él les dijo:
"Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi
derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para
quienes lo tiene reservado mi Padre'.
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron
contra los dos hermanos. Pero Jesús,
reuniéndolos, les dijo:
"Sabéis que los jefes de los pueblos los
tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que
quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser
primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del Hombre
no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por
muchos".
1. Para comprender el alcance de este episodio,
es indispensable tener en cuenta, ante todo, que lo que aquí se relata es el
enfrentamiento de las apetencias de los Doce con el proyecto de Jesús.
No se trata de las
apetencias de la gente o de los discípulos en general, sino específicamente de
los apóstoles, que pretendían exactamente lo contrario de aquello que Jesús
veía como su programa central.
Este relato se
redactó, por lo menos, treinta años después de la muerte de Jesús (E.
Cuvillier). O sea, se redactó cuando ya las comunidades cristianas estaban
organizadas, con sus dirigentes que se sabían relacionados con los apóstoles.
Es importante tener
presente que "las iglesias" (ekklesiai) las había fundado, años
antes, el apóstol Pablo. "Iglesias" domésticas, urbanas, que, a la muerte
de Pablo (en los años 60) ya estaban organizadas, con sus "asambleas"
y sus "dirigentes" (Wayne A. Meeks, Margaret Y. Macdonald). Y con sus
estructuras de gobierno organizadas.
2. Mateo sitúa este incidente
inmediatamente antes de la entrada de Jesús
en Jerusalén (Mt 21, 1-11).
Marcos lo pone cuando
Jesús enfila el camino hacia la pasión (Mc 10, 32-45).
Lucas es más radical
y coloca el enfrentamiento en la cena de despedida, en la institución de la
eucaristía (Lc 22, 24-27).
Los Doce ya sabían
que Jesús no estaba ligado ni a la realeza, ni al sacerdocio. Ellos sabían que
Jesús era un profeta (Mc 6, 4; 8, 11; Lc 7, 39; 13, 33; 14, 9). Por tanto,
cuando apetecen los primeros puestos, sin duda pensaban que lo más eficaz para
realizar lo que Jesús quería era tener poder, ser importantes, estar por encima
de los demás.
El autoritarismo de
Pablo (1 Cor 4, 11-13; 2 Cor 6, 4-10; 11, 23-29...) y las exhortaciones de la
primera
carta de Pedro (5, 1-4) indican que seguramente
antes de conocer los evangelios, se empezaron a imponer en las "iglesias"
formas de dominación que sometían a los fieles.
3. No solo los
Zebedeos, sino todos, los Doce, se equivocaron y pretendieron desviar el
proyecto profético de Jesús. Lo que Jesús quiso es dejar claro que este mundo
no se arregla desde los "selectos", los "poderosos", los
"famosos" o los "importantes", sino desde abajo, desde los
esclavos y los sirvientes (Mt 20, 26-28; Mc 10, 42-45; Lc 22, 27).
Solo invirtiendo el
"orden" de este mundo se arregla este mundo. Pero resulta que son
precisamente los dirigentes de la comunidad cristiana, los altos cargos de la
Iglesia, los que tienen más peligro de desvirtuar lo que Jesús quiso. Y poner
lo que quiso al servicio de intereses mundanos.
La historia de la
Iglesia se ha encargado de demostrar que esto ha sucedido. Y el autoritarismo
clerical ha hecho mucho daño a los cristianos y a la Iglesia.
SANTIAGO
APÓSTOL
Era hijo
de Zebedeo (cf. Mateo 4:21), y tenía un hermano llamado Juan, que sería también
discípulo de Jesús (cf. ibid). Probablemente también su madre seguía a Jesús
(cf. Mateo 20:20). Su maestro Jesús les puso el sobrenombre de «Boanerges»
(Marcos 3:17), que, según el mismo evangelista afirma, quería decir «hijos del
trueno»; el episodio narrado por Lucas en que Santiago y su hermano Juan desean
invocar a Dios para que consuma a fuego una ciudad de samaritanos (Lucas 9:54)
hace honor a este nombre. Fue uno de los primeros que recibieron la llamada de
Jesucristo, cuando estaba pescando en el lago de Genesaret junto a su hermano
(Marcos 1:19). Más tarde será llamado a formar parte del más restringido grupo
de los Doce (cf. Mateo 10:3). Junto con su hermano Juan y con Simón Pedro,
tiene un trato privilegiado con Jesús: es testigo presencial de la resurrección
de la hija de Jairo (Marcos 5:21-43), de la transfiguración de Jesús (Lucas 9)
y de la oración en el Huerto de los Olivos (Marcos 14:33). También formó parte
del grupo restringido de discípulos que fueron testigos del último signo
realizado por Jesús ya resucitado: su aparición a orillas del lago de
Tiberíades y la pesca milagrosa (Juan 21:1-8). Los Hechos de los Apóstoles
registra su presencia en el Cenáculo en espera orante de la venida del Espíritu
Santo (Hechos 1:13). Santiago es condenado a muerte y decapitado por orden del
Rey de Judea Herodes Agripa I (Hechos 12:2). Por este dato podemos poner la
fecha de muerte de Santiago entre los años 41 y 44, pues fueron los años en que
Agripa I fue rey de Judea.
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