domingo, 16 de julio de 2017

Párate un momento: El evangelio del dia 17 DE JULIO - LUNES – XV - SEMANA DEL T. O. - A San Alejo mendigo




17 DE   JULIO - LUNES –
XV - SEMANA DEL T. O. - A
San Alejo mendigo
Evangelio según Mateo 10,34-11,1
      En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
"No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz: no he venido a sembrar paz, sino espadas.
He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con la suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa.
El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue, no es digno de mí.
El que encuentra su vida la perderá, y el que pierde su vida por mí, la encontrará.
El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá paga de justo.
El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de esos pobrecillos, solo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro'.
Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar en sus ciudades.

1.  Jesús había dicho que son bienaventurados los constructores de la paz (Mt 5, 9). Y había pedido a sus discípulos que fueran difusores de la paz (Mt 10, 13).  - - ¿Cómo se explica que ahora salga diciendo que no ha venido a traer paz, sino espadas?
Jesús había hablado de la paz social, que abarca a todos los seres humanos por igual. Pero aquí habla de la conflictividad en el seno de la institución central de la sociedad: la familia. Y ahí es donde está el problema,
precisamente para que la paz social sea posible.
- ¿Cómo se explica esto?

2.  Sea cual sea el origen del modelo de familia, llamado "patriarcal", hay dos hechos que nunca deberíamos olvidar:
1) La familia patriarcal ha sido, ante todo, una "unidad económica", de manera que la organización cerrada y dura del núcleo familiar tenía como finalidad primaria, no la puesta en práctica del amor y la entrega personal, sino el mantenimiento del patrimonio y la herencia. O sea, fines económicos.
 Esto está sobradamente comprobado, por la experiencia de siglos, y por los estudiosos del tema, que ponen de manifiesto un hecho histórico (E. R. Dodds) destacado, tanto por los análisis de influencia marxista (F. Engels) como los de matriz liberal y capitalista (A. Giddens).
2) Las relaciones de parentesco no son libres, sino que nos vienen impuestas. Y, en la familia patriarcal (la que existía en tiempo de Jesús), las relaciones de parentesco eran relaciones de sometimiento total al padre y patriarca: "mujeres, esclavos y niños" eran propiedad del dueño, el cabeza de familia. Así estaban las cosas concretamente en la sociedad judía del tiempo de Jesús (J. Jeremias).

3.   Jesús no toleraba ni soportaba nada de esto. Porque este modelo de familia era el modelo más perfecto del sometimiento.
Un sometimiento que se mantenía sólido y firme sobre la base de la institución familiar, como institución sobre todo "religiosa", querida por los dioses (R. Turcan).
Y el instrumento más eficaz para perpetuar la propiedad privada, por encima de cualquier tipo de solidaridad tomada en serio.
Por todo esto, Jesús vino a romper con semejante estructura de esclavitud y de egoísmo económico.

4.  Es verdad y es importante tener presente la valiosa aportación del papa Francisco, en su reciente Exhortación "Amoris Laetitiae", concretamente por lo
que se refiere a la importancia que tiene, en el tema de la familia, lo que se nos dice en la Revelación, la Tradición cristiana y la enseñanza del Magisterio de la
Iglesia.
Por esto precisamente, cuando hablamos de los problemas de la familia, nos ayudará recordar lo que los evangelios nos enseñan sobre las tensiones que la vida y la doctrina de Jesús plantean en relación a la familia: Jesús tuvo problemas con su propia familia (Mc 3, 21; 6, 1-6; Jn 7, 5).
El "seguimiento" de Jesús exige el abandono de la propia familia (Mc 1, 16-21; Mt 4, 18-22; Lc 5, 1-11) hasta el extremo de anteponer el "seguimiento" al entierro del propio padre (Mt 8, 18-22; Lc 9, 57-62) o de tener que afrontar "no paz, sino espadas" en las relaciones de parentesco (Mt 10,34-42; Lc 12,51-53; 14,26-27).
Nunca deberíamos olvidar que, para el creyente en Jesús, lo central en la vida es el servicio al Reino de Dios, que también debe ser central en la familia siempre y en toda situación.

San Alejo mendigo


Era hijo de un rico senador romano. Nació y pasó su juventud en Roma. Sus padres le enseñaron con la palabra y el ejemplo que las ayudas que se reparten a los pobres se convierten en tesoros para el cielo y sirven para borrar pecados. Por eso Alejo desde muy pequeño repartía entre los necesitados cuánto dinero conseguía, y muchas otras clases de ayudas, y esto le traía muchas bendiciones de Dios.
Pero llegando a los veinte años se dio cuenta de que la vida en una familia muy rica y en una sociedad muy mundana le traía muchos peligros para su alma, y huyó de la casa, vestido como un mendigo y se fue a Siria.
En Siria estuvo durante 17 años dedicado a la adoración y a la penitencia, y mendigaba para él y para los otros muy necesitados. Era tan santo que la gente lo llamaba "el hombre de Dios". Lo que deseaba era predicar la virtud de la pobreza y la virtud de la humildad. Pero de pronto una persona muy espiritual contó a las gentes que este mendigo tan pobre, era hijo de una riquísima familia, y él por temor a que le rindieran honores, huyó de Siria y volvió a Roma.
Llegó a casa de sus padres en Roma a pedir algún oficio, y ellos no se dieron cuenta de que este mendigo era su propio hijo. Lo dedicaron a los trabajos más humillantes, y así estuvo durante otros 17 años durmiendo debajo de una escalera, y aguantando y trabajando hacía penitencia, y ofrecía sus humillaciones por los pecadores.
Y sucedió que al fin se enfermó, y ya moribundo mandó llamar a su humilde covacha, debajo de la escalera, a sus padres, y les contó que él era su hijo, que por penitencia había escogido aquél tremendo modo de vivir. Los dos ancianos lo abrazaron llorando y lo ayudaron a bien morir.
Después de muerto empezó a conseguir muchos milagros en favor de los que se encomendaban a él. En Roma le edificaron un templo y en la Iglesia de Oriente, especialmente en Siria, le tuvieron mucha devoción.
La enseñanza de la vida de San Alejo es que para obtener la humildad se necesitan las humillaciones. La soberbia es un pecado muy propio de las almas espirituales, y se le aleja aceptando que nos humillen. Aún las gentes que más se dedican a buenas obras tienen que luchar contra la soberbia porque si la dejan crecer les arruinará su santidad. La soberbia se esconde aún entre las mejores acciones que hacemos, y si no estamos alerta esteriliza nuestro apostolado. Un gran santo reprochaba una vez a un discípulo por ser muy orgulloso, y este le dijo: "Padre, yo no soy orgulloso". El santo le respondió: "Ese es tu peor peligro, que eres orgulloso, y no te das cuenta de que eres orgulloso".
La vida de San Alejo es para nosotros una invitación a tratar de pasar por esta tierra sin buscar honores ni alabanzas vanas, y entonces se cumplirá en cada uno aquello que Cristo prometió: "El que se humilla, será enaltecido".
Dijo Jesús: "Los últimos serán los primeros. Dichosos los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos". (Mt. 5)



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