lunes, 2 de octubre de 2017

Parate un momento: El Evangelio del dia 3 DE OCTUBRE - MARTES 26ª- SEMANA DEL T.O.-A SAN FRANCISCO DE BORJA







3 DE OCTUBRE - MARTES
26ª- SEMANA  DEL  T.O.-A

Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 51-56
      Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron:
"Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo y acabe con ellos?"
Él se volvió y les regañó, y dijo:
"No sabéis de qué espíritu sois. Porque el Hijo del Hombre no ha venido a perder a los hombres, sino a salvarlos".
Y se marcharon a otra aldea.

1.  El evangelio de Lucas destaca con firmeza la decisión que tomó Jesús de ir a Jerusalén, es decir, de ir a la capital, a la ciudad santa, la ciudad del Templo, donde residían las autoridades centrales.
Jesús, por tanto, abandona la lejana provincia de Galilea y va directamente al centro, donde piensa
pronunciar sus más duras denuncias contra aquella elite religiosa, más preocupada por asegurar sus poderes y dignidades que por cumplir fielmente lo que Dios quiere.

2.  El enfrentamiento de los samaritanos con los judíos provenía de motivos religiosos, principalmente por causa del templo.
Ellos se habían construido un templo aparte, en el monte Garizín, motivo por el que los judíos tenían a los samaritanos como impuros y heréticos. Jn 4, 9; 8, 48).
Una vez más, el exclusivismo religioso de los que pretenden ser los verdaderos representantes del "Dios excluyente" desemboca inevitablemente en los enfrentamientos, de los que este evangelio nos da cuenta.
Los vecinos de aquel pueblo de Samaria se comportaron, también ellos, con el mismo espíritu excluyente que fomentaban los judíos.
Las religiones dividen y enfrentan a las gentes religiosas. Y son motivo de odios, divisiones y conflictos. Una penosa historia que todavía sigue adelante, ahora con más violencia. Porque ahora las violencias religiosas son más mortíferas que en tiempo   de Jesús.

3.  Jesús no tolera la reacción de los discípulos que pedían fuego del cielo para arrasar a los herejes, infieles, seguidores de otros cultos y asiduos de otros templos.
Exactamente lo mismo que ahora: los cristianos (con frecuencia) no toleran las mezquitas, como los musulmanes (tantas veces) no toleran las iglesias cristianas. Y lo que nunca aprendemos es que con fuego y violencia no se matan las creencias y las convicciones religiosas. Lo que hace la violencia es potenciar los mutuos resentimientos y divisiones.

4.  A todos nos vendría bien leer y meditar el aforismo de los sufíes:
    "Un día visito una iglesia,
    otro una mezquita,
    yendo de templo en templo,
    no te busco más que a Ti".
    Cada uno, desde su tradición religiosa y cultural, que busquemos de verdad a Dios. Y en Dios, a todo ser   humano.

SAN   FRANCISCO  DE  BORJA


San Francisco Borja nació en Gandía (Valencia) el 28 de octubre de 1510, primogénito de Juan de Borja y entró muy joven al servicio de la corte de España, como paje de la hermana de Carlos V, Catalina. A los veinte años el emperador le dio el título de marqués. Se casó a los 19 años y tuvo ocho hijos. A los 29 años, después de la muerte de la emperatriz, que le hizo comprender la caducidad de los bienes terrenos, resolvió “no servir nunca más a un señor que pudiese morir” y se dedicó a una vida más perfecta. Pero el mismo año fue elegido virrey de Cataluña (1539-43), cargo que desempeñó a la altura de las circunstancias, pero sin descuidar la intensa vida espiritual a la que se había dedicado secretamente.
En Barcelona se encontró con San Pedro de Alcántara y con el Beato Pedro Favre de la Compañía de Jesús. Este último encuentro fue decisivo para su vida futura. En 1546, después de la muerte de la esposa Eleonora, hizo la piadosa práctica de los ejercicios espirituales de san Ignacio y el 2 de junio del mismo año emitió los votos de castidad, de obediencia, y el de entrar a la Compañía de Jesús, donde efectivamente ingresó en 1548, y oficialmente en 1550, después de haberse encontrado en Roma a San Ignacio de Loyola y haber renunciado al ducado de Gandía. El 26 de mayo de 1551 celebraba su primera Misa.
Les cerró las puertas a los honores y a los títulos mundanos, pero se le abrieron las de las dignidades eclesiásticas. En efecto, casi inmediatamente Carlos V lo propuso como cardenal, pero Francisco renunció y para que la renuncia fuera inapelable hizo los votos simples de los profesos de la Compañía de Jesús, uno de los cuales prohíbe precisamente la aceptación de cualquier dignidad eclesiástica. A pesar de esto, no pudo evitar las tareas cada vez más importantes que se le confiaban en la Compañía de Jesús, siendo elegido prepósito general en 1566, cargo que ocupó hasta la muerte, acaecida en Roma el 30 de septiembre de 1572.
Fue un organizador infatigable (a él se le debe la fundación del primer colegio jesuita en Europa, en su tierra natal de Gandía, y de otros veinte en España), y siempre encontró tiempo para dedicarse a la redacción de tratados de vida espiritual. Se destacó por su gran devoción a la Eucaristía y a la Santísima Virgen. Incluso dos días antes de morir, ya gravemente enfermo, quiso visitar el santuario mariano de Loreto. Fue beatificado en 1624 y canonizado en 1671, uno de los primeros grandes apóstoles de la Compañía de Jesús.




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