jueves, 26 de octubre de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 27 DE OCTUBRE - VIERNES 29ª - SEMANA DEL T.O.-A San Bartolomé de Bregantia





27  DE OCTUBRE  - VIERNES
29ª - SEMANA  DEL  T.O.-A
San Bartolomé de Bregantia

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 54-59
      En aquel tiempo, decía Jesús a la gente:
"Cuando veis subir una nube por el poniente, decís enseguida: "Chaparrón tenemos", y así sucede.
Cuando sopla el sur decís: "Va a hacer bochorno", y lo hace.
Hipócritas: si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente?
       ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que se debe hacer?
Cuando te diriges al tribunal con el que te pone pleito, haz lo posible por llegar a un acuerdo con él, mientras vais de camino; no sea que te arrastre ante el juez y el juez te entregue al guardia, y el guardia te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no pagues el último céntimo'.

1.  Jesús hace un llamamiento para que sepamos   "interpretar el tiempo presente", para que sepamos "lo que se debe hacer".
Hay situaciones en la vida en las que se produce un cambio de época: termina una etapa de la historia y
comienza otra. Esto es lo que sucedió con Jesús: hasta él, estuvieron en vigor la ley y los profetas; desde entonces, se anuncia el Reino de Dios (Lc 16, 16).
Otros momentos de cambio determinante fueron, de hecho, la Reforma del s. XVI o la Ilustración del s. XVIII.
Pues bien, en este momento, estamos viviendo
también un tiempo (un kairós) de cambio radical. El mundo ya no es (ni va a ser) como antes. Y lo mismo hay que decir de la economía, la política, las costumbres, las ideas y, más en concreto, la religión.

2.  Jesús nos avisa: "¡No seáis hipócritas!" ¿No estamos viendo el cambio?  No es un cambio a peor, sino a algo nuevo, que intuimos, pero que no podemos
todavía precisar. En todo caso, se avecina algo mejor, que seguramente no sospechamos.   
Lo importante, en un momento como este, es no aferrarse a lo que ya pasó. Y estar abiertos a lo que está naciendo.  Es decisivo, en estas situaciones, superar el miedo. Miedo a perder privilegios, seguridades, claridad en muchas cosas. Saldrá adelante el que sea capaz de no vivir atado o anclado en un pasado que ya no volverá nunca.  Lo determinante será el coraje de la libertad.

3.  Las religiones tienen miedo. Porque tienen sus raíces en tradiciones y costumbres de un pasado al que se aferran. Los dirigentes ven que en ello les va la vida. Por eso, la gran tentación, en momentos así, es el fundamentalismo, que es "tradición acorralada" (A. Giddens).
Los grupos observantes, integristas, intolerantes.., hoy parecen tener éxito. Pero no tienen futuro. Porque   no caminan con la historia, sino a contrapelo de la vida.
Jesús tuvo la audacia de cambiar tantas cosas. ¿Por qué nosotros tenemos miedo y nos dejamos llevar
por ese miedo?

San Bartolomé de Bregantia
Martirologio Romano: En Vicenza, en la región de Venecia, conmemoración de san Bartolomé de Breganza, obispo, de la Orden de Predicadores, que fundó en esta ciudad la Milicia de Jesucristo, para defender la fe católica y la libertad de la Iglesia. († 1270)
Fecha de canonización: Culto confirmado por S.S. Pío VI el 11 de septiembre de 1793
Nació hacia el año 1200 en la ciudad italiana de Vicenza. Integrante de la familia de los condes de Bragança, fue formado en consonancia con su alcurnia. Estudió en Padua y tuvo la fortuna de conocer en plena juventud a santo Domingo de Guzmán, quien acababa de fundar en Vicenza. Tenía alrededor de 20 años cuando él le impuso personalmente el hábito dominico. Después de haber sido ordenado sacerdote, a Bartolomé le encomendaron sucesivas e importantes misiones. Una de sus cualidades destacadas era la predicación. Hábil y certero en sus argumentos, salía victorioso en su lucha contra los herejes. Por eso, aunque inicialmente había impartido Sagradas Escrituras, conociendo su inteligencia y virtud fue enviado a diversos lugares.
Celoso defensor de la paz y artífice de reconciliación, que ya había instaurado en zonas habitadas por la discordia como las regiones italianas de Lombardía y Emilia, aún dio un paso más. Y en 1233, mientras predicaba junto al P. Juan de Vicenza en Bolonia, fundó la Milicia de Jesucristo (conocida también como «fratres gaudentes») con el objetivo de restaurar la paz y defender la fe y libertad eclesiales. Inspirada en ella, hacia mediados de siglo un grupo de laicos perteneciente a la aristocracia, que procedían de las ciudades de Parma, Bolonia, Reggio Emilia y Modena, ante la urgente necesidad detectada de contrarrestar el empuje de movimientos como la Congregación de los Devotos (flagelantes), revitalizaron la Milicia retomándola con el nombre de Orden de los Caballeros de Santa María Gloriosa. Fue confirmada por Urbano IV en 1261 a través de una bula, y suprimida por Sixto V en 1559. En ella se integraron los miembros de la Milicia. Es decir que Bartolomé fue artífice indirecto de esta Orden. Él fue quien redactó los estatutos de esta fundación que fue aprobada por Gregorio IX en 1234 y se escindió en torno a 1260. El beato fue maestro regente de teología y consejero de este pontífice.
En 1235, dos años después de haber fundado la Milicia, el capítulo general de la Orden efectuado en Bolonia lo designó Maestro del Sacro Palacio como sucesor de Domingo de Guzmán. Fue prior en distintos conventos que dirigió con sabiduría y prudencia. Al igual que había hecho Gregorio IX, el papa Inocencio IV también contó con él, eligiéndole para acompañarle como teólogo al Concilio de Lyon en 1245.En 1248, siendo en esos momentos confesor del rey san Luís IX de Francia, este Santo Padre lo nombró obispo Nicosia, Chipre, juzgando esencial su presencia de hombre virtuoso allí, dado el conflicto existente en los Santos Lugares. Precisamente en esa época, el monarca francés encabezaba una expedición para combatir a los opositores de la fe en defensa de Tierra Santa, y Bartolomé le visitó en Palestina. Regresó con la invitación del rey para volver a verse en Francia.
En 1254 el pontífice Alejandro IV lo designó prelado de Vicenza. Pero a causa de la persecución antirreligiosa impulsada por el violento Ezzelino III da Romano, que lideraba el movimiento gibelino pro imperial del norte de Italia, contrario al papa, no pudo asumir la misión plenamente ya que, por defender a los aterrados ciudadanos frente a este sanguinario dictador, tuvo que dejar la ciudad. A finales de ese año viajó a Inglaterra como legado pontificio. Reinaba entonces Enrique III que tenía la sede en Aquitania, y Bartolomé le acompañó a él y a la reina, en su viaje a París; entonces visitaron al rey Luís. En el transcurso de este encuentro, el santo monarca obsequió al beato con una preciadísima reliquia: una espina de la corona del Salvador. En 1256 Alejandro IV volvió a encomendarle la sede de Vicenza. Pero Ezzelino continuaba su particular cruzada en contra de la Iglesia, y aunque Bartolomé se incorporó a la diócesis, el jefe de los gibelinos le obligó a abandonarla. A finales de 1259 murió Ezzelino, y unos meses más tarde, entrado ya el año 1260, pudo regresar a su sede.
Con redoblados bríos ejerció su misión pastoral. Restituyó la paz en la región del Véneto, levantó las iglesias que habían sido destruidas y confirmó a todos en la fe. En ese tiempo mandó erigir la conocida iglesia de la Santa Corona, donde se venera la espina de la corona de Cristo que le regaló el monarca francés. En medio de tanto quehacer, Bartolomé escribió varios textos entre los cuales se conservan Expositio Cantici Canticorum y De venatione divini amoris, que tiene como trasfondo el pensamiento del Pseudo-Dionisio. Tuvo la gracia de participar en la segunda traslación de los restos de santo Domingo, que se produjo en 1267, dedicándole un panegírico. Y unos cuatro años más tarde de la misma, a finales de 1270 o a mediados de 1271, falleció en Vicenza con fama de santidad.








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