8 de Octubre
- DOMINGO-
27ª Semana del T.O.-A
Lectura del libro de Isaías (5,1-7):
Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña. Mi
amigo tenía una viña en fértil collado. La entrecavó, la descantó, y plantó
buenas cepas; construyó en medio una atalaya y cavó un lagar. Y esperó que
diese uvas, pero dio agrazones.
Pues ahora, habitantes de Jerusalén, hombres de Judá, por favor, sed
jueces entre mí y mi viña. ¿Qué más cabía hacer por mi viña que yo no lo haya
hecho? ¿Por qué, esperando que diera uvas, dio agrazones?
Pues ahora os diré a vosotros lo que voy a hacer con mi viña: quitar
su valla para que sirva de pasto, derruir su tapia para que la pisoteen. La
dejaré arrasada: no la podarán ni la escardarán, crecerán zarzas y cardos;
prohibiré a las nubes que lluevan sobre ella.
La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel; son los
hombres de Judá su plantel preferido. Esperó de ellos derecho, y ahí tenéis:
asesinatos; esperó justicia, y ahí tenéis: lamentos.
Salmo:79,9.12.13-14.15-16.19-20
R/. La viña del Señor es la casa de Israel
Sacaste una vid de Egipto,
expulsaste a
los gentiles, y la trasplantaste.
Extendió sus
sarmientos hasta el mar,
y sus brotes
hasta el Gran Río. R/.
¿Por qué has derribado su cerca
para que la
saqueen los viandantes,
la pisoteen
los jabalíes
y se la coman
las alimañas? R/.
Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el
cielo, fíjate,
ven a visitar
tu viña,
la cepa que
tu diestra plantó
y que tú
hiciste vigorosa. R/.
No nos alejaremos de ti:
danos vida,
para que invoquemos tu nombre.
Señor, Dios
de los ejércitos,
restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve. R/.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a
los Filipenses (4,6-9):
Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica
con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de
Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros
pensamientos en Cristo Jesús.
Finalmente, hermanos, todo lo que es verdadero, noble, justo, puro,
amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta. Y lo que
aprendisteis, recibisteis, oísteis, visteis en mí, ponedlo por obra. Y el Dios
de la paz estará con vosotros.
Lectura del santo evangelio según san Mateo
(21,33-43):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos
del pueblo:
«Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña,
la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la
arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la
vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le
correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno,
mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que
la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo,
diciéndose: "Tendrán respeto a mi hijo." Pero los labradores, al ver
al hijo, se dijeron: "Éste es el heredero, venid, lo matamos y nos
quedamos con su herencia." Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y
lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos
labradores?»
Le contestaron:
«Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a
otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.»
Y Jesús les dice:
«¿No habéis leído nunca en la Escritura: "La piedra que
desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha
hecho, ha sido un milagro patente?"
Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se
dará a un pueblo que produzca sus frutos.»
De canción de amor a canción de muerte.
Acto I: Explanada del templo de Jerusalén.
Hacia 735 a.C.
El murmullo se apaga lentamente. Cuando se hace
silencio, Isaías se dirige a la gente congregada: «Voy a cantar una
canción de amor. Del amor de mi amigo a su viña». El público sonríe incrédulo.
No imagina al profeta cantando una canción de amor. Lo más frecuente en él son
denuncias y elegías.
La canción habla del trabajo entusiasta que dedica su
amigo a una hermosa viña: entrecava el terreno, lo descanta, plata buenas
cepas, construye una atalaya y, esperando una magnífica cosecha, cava un lagar.
Pero, al cabo del tiempo, la viña, en vez de dar uvas hermosas y dulces, da
ácidos agrazones.
Isaías aparta la cítara y mira fijamente al
público: «Ahora os toca a vosotros hacer de jueces entre mi amigo y su
viña. ¿Podía hacer por ella más de lo que hizo»?
La gente guarda silencio e Isaías continúa: «Voy
a deciros lo que hará mi amigo: derribará su valla para que sirva de pasto a
ovejas y cabras, para que la pisoteen mulos y toros; la arrasará para que
crezcan en ella zarzas y cardos, y prohibirá a las nubes que lluevan sobre ella».
El profeta se interrumpe y pregunta de
nuevo: «¿Quién es mi amigo y cuál es su viña?» Pero no da tiempo a que
nadie intervenga: «La viña del Señor sois vosotros, los hombres de Israel y de
Judá. Dios ha hecho mucho por vosotros, y esperó a cambio que practicarais el
derecho y la justicia, que os portarais bien con el prójimo. Pero sólo habéis
producido asesinatos y provocado lamentos».
El texto de la canción es la 1ª lectura de hoy:
Acto II: Explanada del templo de Jerusalén.
Hacia año 29 de nuestra era.
Jesús acaba de contar a los sacerdotes y senadores la
parábola de los dos hermanos, advirtiéndoles que las prostitutas y los
publicanos les llevan la delantera en el camino del reino de Dios.
Inmediatamente, sin darles tiempo a reaccionar ni responder, les dice:
― Escuchad otra
parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca,
cavó en ella un lagar…
― Ésa ya la sabemos,
comenta uno en voz alta. Ésa no es tuya, es de Isaías.
Jesús no se inmuta. Y la parábola toma de repente un rumbo
imprevisible. A diferencia de la viña de Isaías, ésta sí da fruto. El problema
no radica en la viña, sino en los viñadores, que se niegan a entregar los
frutos a su legítimo propietario.
El drama se desarrolla en tres etapas. En las dos
primeras, el dueño envía unos criados, y los viñadores los apalean, matan o
apedrean. En la tercera, envía a su propio hijo. Cuando lo matan, Jesús, igual
que Isaías, se encara con los oyentes, pidiéndoles su opinión: «¿Qué hará
con aquellos labradores?»
A diferencia de lo que ocurre en Isaías, los oyentes
intervienen, emitiendo una sentencia tremendamente dura: los viñadores merecen
la muerte y la viña será entregada a otros más honrados.
Tres grandes enseñanzas
1.
La canción de la viña de Isaías insiste en una idea que a muchos cristianos
todavía les resulta extraña: el amor de Dios se paga con amor al
prójimo. Dios ha hecho mucho por los israelitas, pero lo que pide de ellos
no es actos de culto sino la práctica de la justicia y el derecho. Jesús dirá
que el segundo mandamiento (amar al prójimo) es tan importante como el primero
(amar a Dios). Y la 1ª carta de Juan afirma: «Si Dios nos ha amado tanto,
también nosotros debemos amar… a nuestros hermanos».
2. Para Jesús, a diferencia de Isaías, el pueblo no es
una viña mala e improductiva. Al contrario, da frutos a su tiempo. El
mal radica en las autoridades religiosas, que consideran la viña propiedad
privada y no reconocen a su auténtico propietario. Por eso Mateo termina con un
comentario incomprensiblemente suprimido por la liturgia: «Al oír sus parábolas, los sumos sacerdotes
y los fariseos se dieron cuenta de que iban por ellos» (v.45). Sería
completamente equivocado utilizar la homilía de este domingo para atacar al
público presente, que bastante hace con soportarnos. Quienes debemos sentirnos
especialmente interpelados somos los que tenemos una responsabilidad dentro de
la comunidad cristiana.
3. En su versión final (véase “Una cuestión
discutida”), la parábola subraya la importancia y triunfo de Jesús.
Después de todos los profetas (los criados), él es “el hijo”, lo más valioso
que Dios puede mandar. Y aunque las autoridades religiosas lo infravaloren y
desprecien, él termina convertido en la piedra angular del nuevo edificio de la
Iglesia.
Una cuestión discutida
Muchos comentaristas piensan que la parábola primitiva
contada por Jesús hablaba sólo del envío de los criados, los profetas, a los
que los viñadores apalean, matan o apedrean. Y terminaría con las
palabras: «Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino
de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.» Es pueblo eran los
seguidores de Jesús.
Cuando lo mataron, los primeros cristianos pensaron
que este era el mayor crimen, y se habrían añadido las palabras referentes al
envío y la muerte del hijo. En la misma línea de subrayar la importancia de
Jesús habría añadido las palabras del Salmo 118,22: «La
piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor
quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente».
Es un cambio fuerte de
metáfora. Los viñadores se
convierten en arquitectos, y el hijo en una piedra. Los constructores la desechan,
porque no la consideran válida como piedra angular, la que soporta el peso de
todo el arco. Sin embargo, Dios la coloca en un puesto de privilegio. Con este
añadido, la parábola pierde en claridad, pero advierte a las autoridades
religiosas que su crimen no ha servido de nada, y alegra a los cristianos con
la certeza del triunfo de Jesús.
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