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DE OCTUBRE - DOMINGO
30ª – SEMANA DEL T.O.-A
Lectura del libro del Éxodo (22,20-26):
Así dice
el Señor:
«No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros
fuisteis vosotros en Egipto.
No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque, si los explotas y
ellos gritan a mí, yo los escucharé. Se encenderá mi ira y os haré morir a
espada, dejando a vuestras mujeres viudas y a vuestros hijos huérfanos.
Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita
contigo, no serás con él un usurero, cargándole intereses.
Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás
antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y
dónde, si no, se va a acostar? Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy
compasivo.»
Salmo:17,2-3a.3bc-4.47.51ab
R/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza
Yo te amo,
Señor;
tú eres
mi fortaleza;
Señor, mi
roca,
mi
alcázar, mi libertador. R/.
Dios mío,
peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza
salvadora, mi baluarte.
Invoco al
Señor de mi alabanza
y quedo
libre de mis enemigos. R/.
Viva el
Señor, bendita sea mi Roca,
sea
ensalzado mi Dios y Salvador.
Tú diste
gran victoria a tu rey,
tuviste
misericordia de tu Ungido. R/.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo
a los Tesalonicenses (1,5c-10):
Sabéis
cuál fue nuestra actuación entre vosotros para vuestro bien. Y vosotros
seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la palabra entre tanta
lucha con la alegría del Espíritu Santo. Así llegasteis a ser un modelo para
todos los creyentes de Macedonia y de Acaya.
Desde vuestra Iglesia, la palabra del Señor ha resonado no sólo
en Macedonia y en Acaya, sino en todas partes. Vuestra fe en Dios había corrido
de boca en boca, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada,
ya que ellos mismos cuentan los detalles de la acogida que nos hicisteis: cómo,
abandonando los ídolos, os volvisteis a Dios, para servir al Dios vivo y
verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a
quien ha resucitado de entre los muertos y que nos libra del castigo futuro.
Lectura del santo evangelio según san Mateo
(22,34-40):
En aquel
tiempo, los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se
acercaron a Jesús y uno de ellos le preguntó para ponerlo a prueba:
"Maestro, - ¿cuál es el mandamiento principal de la
Ley?"
Él le dijo:
"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu
alma, con todo tu ser'.
Este mandamiento es el principal y primero.
El segundo es semejante a
él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo".
Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y
los profetas".
1. Los
fariseos se acercaron a Jesús para ponerlo en apuros mediante una pregunta que
entrañaba malicia.
Hoy, a nosotros, nos resulta difícil entender
la malicia que llevaba consigo la pregunta que hicieron los fariseos. La cosa
se comprende si tenemos en cuenta que
los rabinos establecieron una distinción entre mandamientos "grandes" y
"pequeños" de la Torá (la Ley de Dios), que contenía 248 preceptos y
365 prohibiciones.
Pero además había quienes destacaban que
también los preceptos pequeños eran de máximo peso (cf. 4 Mac 5, 20 s) (U.
Luz).
Había, pues, entre los entendidos de la Ley
fuertes controversias sobre cuál era el precepto "más grande".
Pronunciarse sobre este asunto era enfrentarse
a grupos influyentes de entonces.
2. Jesús
responde citando Deut 6, 5, texto fundamental, que era recitado cada día como
parte del Shemá Israel. Y que abarcaba el amor sexual, a
la
familia,
a los amigos, a las relaciones de lealtad política, hasta la relación con Dios.
Pero todo esto, de forma que el amor a Dios era dedicar toda la vida a
cumplir
los mandamientos divinos (A. Nissen).
Era, pues, un amor entendido y vivido en el ámbito
de lo religioso y en forma de sumisión y obediencia.
3. Pero
Jesús no se limita a responder a la literalidad de la pregunta. Porque, sin ser
preguntado sobre el particular, junto al amor a Dios, Jesús pone el
amor
al prójimo. Lo hace citando Lev 19, 18. Y además añadiendo, mediante el
adjetivo "homoios", se indica
que el mandamiento del amor al prójimo es de igual valor o de igual
rango que el mandamiento del amor a Dios (G.
Haufe, D. A. Carson, J. Schneider).
Y esto, da un valor insospechado. Porque le da
a la
religión
y a la ética un giro enteramente nuevo en la historia de las tradiciones
religiosas de la humanidad.
Jesús une "lo divino" con "lo
humano". Y hace
inseparable
lo uno de lo otro. De forma que es una ilusión y un engaño pensar que uno está
en buena relación con Dios, si se relaciona mal con alguien,
con
quien sea.
Es más, al unir "lo divino" con
"lo humano", Jesús "seculariza" la religión y pone lo religioso
en el ámbito de lo laico. Así, Jesús simplifica asombrosamente la religión. Y
viene a decir: lo más grande en la vida es ser
respetuoso,
tolerante y buena persona, buen ciudadano y persona de bien. Y todo esto siempre.
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