10 DE OCTUBRE - MARTES
27ª- SEMANA DEL T.O.-A
Lectura del santo evangelio según san Lucas 10,
38-42
En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y
una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada
María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Y María se multiplicaba para dar abasto con el
servicio; hasta que se paró y dijo:
"Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con el
servicio? Dile que me eche una mano".
Pero el Señor le contestó:
"Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas:
solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la
quitarán".
1. En la
historia del pensamiento de Occidente y de la espiritualidad cristiana, se ha
mantenido la idea de que hay dos formas de vida: la activa (representada por
Marta) y la contemplativa (cuyo modelo es María). Esta cuestión más propia de
conventos que de la vida que lleva la gente (por lo general), ha desviado la atención
del sentido profundo que entraña este breve relato.
2. Lo
que enseña este episodio es que hay dos formas de relación entre lo
humanos:
1) El "ser para" (Marta).
2) El "estar con" (María).
La primera forma centra el interés en las
"cosas" que pueden servir a la persona.
La segunda centra el interés en la
"persona".
Y si todo esto se piensa despacio, no damos
cuenta de que lo que más necesitamos en
la vida, no es que nos den cosas, sino que nos escuchen, encontrar personas que
nos den su tiempo, su atención, su interés.
Las cosas se pueden comprar. La escucha, la
acogida, la atención y el interés del otro por lo que yo pienso, por lo que
digo, por lo quise o lo que pienso, todo eso no tiene precio. Porque quien me escucha, no si
interesa
por lo que necesito, sino que se interesa por mí.
3. Este
evangelio tiene una actualidad palpitante.
Nos han educado para interesarnos más por las cosas que por las
personas. Y no tenemos tiempo de estar con las personas porque siempre tenemos
"cosas que hacer".
Luego, la falta de atención a las personas, la
intentamos solucionar con más cosas, por ejemplo, con regalos (a los
familiares, a los niños, a los amigos...).
En esta sociedad, la economía está organizada
para meternos las cosas por todos los sentidos, el sistema de vida, nos han
desquiciado.
Nos sobran cosas y cada día nos sentimos más
solos. También, desde este punto de vista, el Evangelio es decisivo.
SANTO
TOMAS DE VILLANUEVA
Tomás García Martínez nació
en Fuenllana (Ciudad Real) después del 21 de noviembre y antes del 18 de
diciembre de 1486, en un pueblo donde vivían sus abuelos maternos. Se educó y
creció en Villanueva de los Infantes, provincia de Ciudad Real; por eso, se le
llamará santo Tomás de Villanueva. A pesar de que su familia era pudiente,
muchas veces el muchacho andaba desnudo porque había dado sus vestidos a los
pobres. Queda en pie parte de la casa original, con un escudo en la esquina, al
lado de un oratorio de la familia. Siempre se declaró del pueblo donde se crió,
de ahí que hoy en día sea el patrón de este lugar.
Aunque
hizo estudios de artes y teología en el Colegio Mayor de San Ildefonso de la
Universidad de Alcalá de Henares, ingresó en la Orden de los Agustinos de
Salamanca (1516) y en 1518 fue ordenado sacerdote; en esta orden ocupó los
cargos de prior conventual, visitador general y prior provincial de Andalucía y
Castilla. También fue profesor de la universidad y consejero y confesor de
Carlos I de España.
Gozó de
gran fama por su gran austeridad personal (llegó a vender el jergón donde
dormía para dar el dinero a los pobres) y por su ejercicio continuo e
infatigable de la caridad, especialmente con los huérfanos, con las doncellas
pobres y sin dote y con los enfermos. Poseía, sin embargo, una concepción
inteligente de la piedad, de forma que, aunque era muy limosnero, procuraba
solucionar definitiva y estructuralmente la pobreza mediante la redención
activa de la misma, dando trabajo a los pobres, y así hacía fructificar sus
limosnas; al respecto escribió: «La limosna no sólo es dar, sino sacar de la
necesidad al que la padece y librarla de ella cuando fuere posible».
Aunque
Carlos I le ofreció el cargo de arzobispo de Granada, él nunca lo aceptó; se
cuenta que llegó a Arzobispo de Valencia el 10 de octubre de 1544 por error de
un escribano, pero siguió negándose hasta que se lo ordenó su superior en la
Orden; en el momento de su nombramiento se hallaba en el monasterio de Nuestra
Señora del Pino, en tierra de Cuéllar. En Valencia, ayudado por su obispo
auxiliar Juan Segriá, puso orden en una diócesis que hacía un siglo que no
tenía gobierno pastoral directo. Organizó un colegio especial para los moriscos
conversos y organizó en especial un plan eficaz de asistencia y auxilio social
y de caridad.
Compuso
bellos sermones, entre los que destaca Sermón del amor de Dios, una de las
grandes manifestaciones de la oratoria sagrada del XVI. Tuvo, en efecto, una
gran fama de predicador, en un estilo sobrio y sencillo. Carlos I, al oírle
predicar, exclamó: «Este Monseñor conmueve hasta las piedras», y provocaba
sonoras conversiones. Algunos de sus sermones arremeten contra la crueldad de
la fiesta de los toros. Tuvo asimismo una gran devoción por la Virgen María,
cuyo corazón comparó a la zarza ardiente, que nunca se consumía. Es autor de
varios Opúsculos, dentro de los que se incluye el Soliloquio entre Dios y el alma,
en torno a la comunión.
Falleció
por una angina de pecho en 1555 a los sesenta y seis años. Fue canonizado el 1
de noviembre de 1658, siendo uno de los tres santos, todos españoles,
canonizados durante el pontificado del papa Alejandro VII.
Francisco
de Quevedo escribió una biografía suya, Epítome a la historia de la vida
ejemplar y gloriosa muerte del bienaventurado fray Tomás de Villanueva.
La
Universidad de Alcalá de Henares le dedicó el primer patio del Colegio Mayor de
San Ildefonso, al haber formado parte de la primera promoción de la
Universidad, y ser el primer Santo salido de las aulas complutenses.
Santo
Tomás de Villanueva es el Santo patrón de numerosos colegios de la orden
agustina. También es patrón principal de la diócesis de Ciudad Real (España).
Su festividad, en el calendario católico, se celebra el 10 de octubre.
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