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DE OCTUBRE - SÁBADO –
27ª- SEMANA DEL T.O.-A
Evangelio según san Lucas 11,27-28
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a las
turbas, una mujer de entre el gentío levantó la voz diciendo:
"¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te
criaron!"
Pero él repuso:
"Mejor: ¡Dichosos los que escuchan la Palabra
de Dios y la cumplen!"
1.
Propiamente hablando, el elogio de la mujer que dio este grito no fue
una aclamación para enaltecer a la madre de Jesús, sino que iba dirigida a
Jesús mismo.
Cuando a alguien le dicen, en el fervor del
entusiasmo, "¡Bendita sea la madre que te trajo al mundo!", no se
trata de un elogio a la madre, sino al hijo (o hija) a quien se pretende exaltar.
Esto exactamente es lo que allí ocurrió.
La mujer que dijo estas palabras, a gritos, lo
que pretendía obviamente era
elogiar
a Jesús, por más que lo hiciera elogiando a su madre.
2. De todas
maneras, la figura de la madre es tan importante en la calidad y en la personalidad
de cualquier ser humano, que quizá el mejor elogio que se
le
puede hacer a ese ser humano es enaltecer a la madre que lo trajo al mundo.
Porque, en los seres humanos, la madre da al hijo, no solo la vida biológica, sino
que además de eso condiciona y configura la vida afectiva, emocional, sentimental,
la sensibilidad, y, por tanto, la inteligencia emocional, que es la que nos lleva
a saber situarnos exactamente, no ya ante los datos y los hechos, sino ante las
personas.
Cuando en la vida encontramos a una persona con
un gran corazón, lo normal es que esa persona tuvo igualmente una madre con un gran corazón.
3. Pero,
a juicio de Jesús, más determinante que la "relación de parentesco" con
la propia madre, es la "relación de fe" con la Palabra de Dios.
A fin de cuentas, nadie elige libremente a su
madre. La relación hijo-madre no es una relación libre. Por el contrario, la
relación del creyente con la Palabra de Dios tiene que ser esencialmente libre.
Lo cual quiere decir que nuestra relación con la Palabra de Dios se acepta, se
vive y se mantiene mediante convicciones
libres,
no mediante deberes familiares. Y, por otra parte, cuando una persona mantiene,
a lo largo de su vida, una relación fiel de fe, sostenida a base de sólidas convicciones,
sin duda alguna, esa persona será una
gran persona.
Tengamos en cuenta que la relación con la
Palabra de Dios no consiste simplemente en una relación religiosa. Es una
relación que determina toda nuestra vida. Si no hay eso, no hay relación con la
Palabra del Padre, sino que todo se reduce a la observancia de unos usos o
costumbres religiosas. Y eso no es lo que Jesús dice.
SAN
CALIXTO – I, papa y mártir
Año 222
Señor: envíanos tu Espíritu Santo que nos vuelva
valientes y perseverantes para mostrarnos buenos
creyentes hasta el último momento de nuestra vida.
San
Calixto: Calixto es un
nombre que en griego quiere decir: "muy hermoso".
Este Pontífice se ha hecho famoso por Las Catacumbas de San Calixto,
en Roma, que él organizó (catacumba significa: cueva subterránea). Estas
catacumbas son las más famosas de Roma (según decía Juan XXIII). Tienen 4 pisos
sobrepuestos, y más de 20 kilómetros de corredores. Allí se encuentran el
famoso sepulcro de Santa Cecilia y los sepulcros de muchísimos mártires de los
primeros siglos.
Dicen que era un esclavo que un tiempo estuvo condenado a trabajos
forzados en las minas. Recobrada la libertad se dedicó a estudiar la religión
de Cristo y a enseñarla a sus vecinos. El Papa San Ceferino lo nombró como su
hombre de confianza en el año 199 y le encomendó la dirección de las Catacumbas
donde sepultaban a los cristianos. Calixto ensanchó notablemente estas catacumbas
y las organizó muy bien.
Al morir San Ceferino, el pueblo de Roma eligió como Sumo Pontífice a
Calixto, como el mejor preparado para ello. Pero se le opuso terriblemente un
tal Hipólito, aduciendo como razones para pedir que lo destituyeran del
Pontificado, el que Calixto afirmaba que si un pecador hacía penitencias y
dejaba sus maldades se le podía volver a admitir entre los fieles cristianos
católicos, y que a un obispo no se le podía destituir por un grave pecado que
hubiera cometido, si se arrepentía y empezaba una vida de conversión y
penitencia. Calixto sabía ser comprensivo.
Este Santo Pontífice convirtió a muchos romanos al cristianismo, curó
a varios enfermos que padecían de enfermedades muy graves, y defendió cuanto
más pudo a los creyentes perseguidos.
Nuestro santo ayunaba días y semanas y hasta 40 días seguidos. Cuando
los perseguidores lo llevaron preso por proclamar su fe en Jesucristo, lo
echaron a un oscuro calabozo, esperando que se desesperaría por hambre. Pero
después de unos días lo encontraron muy tranquilo. Le preguntaron cómo lograba
mantenerse sereno sin comer ni beber y les dijo: "Acostumbré a mi cuerpo a
pasar días y semanas sin comer ni beber, y esto por amor a mi amigo Jesucristo,
así que ya soy capaz de resistir sin desesperarme".
En la cárcel consiguió con sus oraciones la sanación de la esposa del
carcelero cuando ya la pobre mujer estaba agonizando. En acción de gracias, el
carcelero y toda su familia se hicieron bautizar por él.
Entonces el jefe pagano de Roma ordenó que lo echaran en un pozo
profundo y que cubrieran la boca del pozo con tierra y escombros. Todavía en
Roma señalan a los turistas el pozo de San Calixto, desde donde su alma voló al
cielo a recibir el premio prometido por Cristo Jesús a los que lo proclaman en
la tierra.
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