domingo, 8 de octubre de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 9 DE OCTUBRE - LUNES 27a SEMANA DEL T.O.-A SAN ABRAHAN




9  DE OCTUBRE -  LUNES
27a SEMANA  DEL  T.O.-A
SAN  ABRAHAN

Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 25-37
    En aquel tiempo, se presentó un letrado y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: 
"Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?".
Él le dijo:
"¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?"
El letrado contestó:
    "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo".
Él le dijo:
"Bien dicho.  Haz esto y tendrás la vida".
Pero el letrado, queriendo aparecer como justo, preguntó a Jesús:
“¿Y quién es mi prójimo?".
Jesús dijo:
"Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. 
Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino, y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo.  Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él, y al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó.
 Al día siguiente sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo:
"Cuida de él y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta".
¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?" 
El letrado contestó:
"El que practicó la misericordia con él'.
Jesús le dijo:
'Anda, haz tú lo mismo".

1.  La pregunta del letrado, que precede a esta parábola, orienta la atención de quien la lee a pensar en el deber de amar al prójimo. Y eso es, por supuesto,
fundamental. Para entender la parábola. Y también para entender lo central en la vida cristiana.

2.  Pero, si ponemos la atención solo en la parábola, caemos en la cuenta de que la pregunta del letrado probablemente se le añadió después, para orientar la historia hacia la práctica del amor a los demás (E. Biser). Y eso parece lo más lógico, ya que, para un judío de entonces, un samaritano no era el modelo de quien presta ayuda, sino todo lo contrario, el modelo de quien   necesita ayuda (W. Harnisch).

3.  Por eso la enseñanza de la parábola resulta   desconcertante y subversiva. Porque lo que realmente enseña Jesús, mediante esta historia, es:
1) La misericordia con el necesitado no viene ni de las personas "sagradas" (sacerdote, levita), ni del lugar "sagrado" (el sacerdote no "subía" hacia Jerusalén, sino que "bajaba" de Jerusalén, o sea "venía" del lugar sagrado).
2) La misericordia bien, del excluido y despreciado   samaritano, del hereje samaritano, del hombre que ni se sentía cerca de Dios, ni podía imaginarse que lo estuviera.
3) En definitiva, "lo sagrado" no lleva al prójimo que sufre, sino a "lo divino" que exige adoración, culto y obediencia.
4) Es verdad que en la Iglesia hay miles y miles de personas que practican la misericordia, pero a eso no les motiva "lo sagrado", sino "lo evangélico".
5) Lo que más necesita este mundo atormentado, no
son templos y funcionarios del culto sagrado, sino Evangelio, conocimiento seguimiento de Jesús.

San Abraham, Patriarca



      San Abraham: La historia de Abraham se encuentra en el primer libro de la Biblia, el Libro del Génesis.
Con Abraham fundó Dios en el mundo la verdadera religión.
Vivía en la ciudad de Ur, cerca de los ríos Tigris y Eufrates, cuando Dios le pidió el sacrificio de alejarse de su tierra, que era muy fértil, y de su hermosa ciudad e irse a un país desconocido y desértico, lejos de familiares y amigos. Abraham aceptó este sacrificio, y Dios en pago le prometió que sus descendientes poseerían por siempre aquel país.
Abraham deseaba tener un hijo que prolongara su familia, y Dios permitió que su esposa fuera estéril y que a la edad de 90 años Abraham todavía no lograra tener el hijo que tanto deseaba. Sin embargo, Nuestro Señor le prometió que su descendencia sería tan numerosa como las arenas del mar y Abraham creyó a esta promesa de Dios, y esta fe le fue apreciada y recompensada.
Dios se le aparece en forma de viajero peregrino (acompañado de dos ángeles disfrazados también) y Abraham los atiende maravillosamente bien. Dios le promete que dentro de un año tendrá un hijo. Sara la esposa, que está oyendo detrás de una cortina, se ríe de esta promesa, porque le parece imposible ya que ellos dos son muy viejos. Dios manda que al niño le pongan por nombre "Isaac", que significa "el hijo de la sonrisa". Y cuando el jovencito tiene 12 años, Dios pide a Abraham que vaya a un monte y le ofrezca el hijo en sacrificio. Abraham acepta esto que le cuesta muchísimo y cuando ya va a matar a Isaac, un ángel le detiene la mano y oye una voz del cielo que le dice: "He visto cuán grande es tu generosidad. Ahora te prometo que tu descendencia nunca se acabará en el mundo". Y luego ve un venado enredado entre unas matas de espinas y lo ofrece en sacrificio a Dios.
Los enemigos atacaron a la ciudad donde vivía Lot, el sobrino de Abraham, llevándose a todos prisioneros. Entonces el patriarca reunió a sus obreros (318) y atacó por sorpresa a los enemigos y libertó a todos los cautivos. En acción de gracias llevó a Melquisedec, sacerdote de Jerusalén, la décima parte de todo lo que había conseguido. Desde entonces quedó la costumbre de dar para Dios y para los pobres el diezmo, o sea la décima parte de lo que cada uno gana.
Nuestro Señor le comunicó a su amigo Abraham que iba a destruir a Sodoma porque en esa ciudad se cometían pecados de homosexualidad. Abraham le rogó a Dios que no la destruyera si había allí siquiera diez personas buenas. Pero como no las había, cayó una lluvia de fuego y los mató a todos. Solo se salvó Lot, por ser el sobrino de Abraham. Pero la mujer de Lot desobedeció la orden de los ángeles y al salir de la ciudad se puso a mirar hacia atrás y quedó convertida en estatua de sal.
Abraham fue padre de Isaac, del cual nacieron Esaú y Jacob. Los hijos de Jacob se llaman los doce Patriarcas, de los cuales se formó el pueblo de Israel. Dios le cambió el nombre de Abrán, que significa "padre", por el nombre de "Abraham", que significa: padre de muchos pueblos.
La S. Biblia alaba a Abraham porque creyó contra toda esperanza y porque nunca dudó de que Dios sí cumple lo que promete, aunque parezca imposible.
Santo Patriarca Abraham, pídele a Dios que nos conceda una fe tan grande como la tuya, y el perseverar fieles a nuestra religión hasta la muerte.



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