lunes, 1 de enero de 2018

Párate un momento: El Evangelio del dia 2 DE ENERO - MARTES – 2ª - SEMANA DE NAVIDAD Stos. Basilio Magno y Gregorio Nacianceno





2  DE  ENERO -  MARTES –
2ª - SEMANA DE NAVIDAD

Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 19-28
    Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan a que le preguntaran:
“¿Tú quién eres?"
Él confesó sin reservas:
"Yo no soy el Mesías".
Le preguntaron:
 "Entonces, ¿qué? ¿Eres tú Elías?".
Él dijo:
"No lo soy".
"¿Eres tú el Profeta?".
Respondió:
"No".
Y le dijeron:
"¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?".
Él contestó:
 "Yo soy la voz que grita en el desierto: allanad el camino del Señor (como dijo el profeta Isaías)".
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron:
"Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?".
Juan les respondió:
"Yo bautizo con agua: en medio de vosotros hay uno a quien no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia".
Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

1.  Es importante empezar la lectura del   evangelio de Juan dándose cuenta de que todo este   evangelio es un gran proceso de enfrentamiento de los representantes oficiales de la religión contra Jesús. Es el conflicto inicial que ya se percibe en este primer encuentro con el que sirve de introductor de Jesús, el precursor, Juan Bautista. 
Como bien indica uno de los mejores comentaristas del IV evangelio, Raymond E. Brown, la aparición de Jesús (en la sociedad
y en la historia) se abre con el testimonio de Juan Bautista. En los evangelios sinópticos se nos habla de la hostilidad entre Juan Bautista y las autoridades judías (Mt 3, 7; 21, 32). Pero los sinópticos no hablan de un enfrentamiento directo desde el primer momento.  
El evangelio de Juan se refiere directamente, y desde el comienzo del gran relato, de "los judíos" (los que siendo de origen judío rechazaban a Jesús) atacando ya a Jesús. Todo el evangelio -según lo dicho- de Juan es un gran proceso conflictivo de los representantes de la religión contra Jesús. Un proceso que va a terminar en la peor muerte con   que se podía ejecutar a alguien en aquellos tiempos.

2. En los sinópticos, Jesús identifica el papel de Juan Bautista con el de Elías Mc 9, 11-12; Lc 1, 17). Aquí, Juan Bautista no acepta ni ese título, ni
El de 'un profeta como Moisés" (como aparece    anunciado en los manuscritos del Mar Muerto). El único título que acepta Juan Bautista es el de "una voz que clama en el desierto".
Juan se veía a sí mismo como un "nadie". Porque una mera voz no es una persona. Una voz es un mero sonido que clama, es un grito, una llamada, una súplica, una protesta... Donde solo hay voz, es que esa voz merece crédito por lo que dice. Es un dolor, una desgracia, que la Iglesia
funcione de forma que necesita tantas cosas para terminar, a fin de cuentas, no allanando, sino complicando el camino del Señor. La voz de la Iglesia, cada día que pasa, se oye menos, se entiende menos. La esperanza, que tenemos
en este momento, es el papa Francisco, el nuevo obispo de Roma, cuya voz clama en este mundo   desierto de bondad y de sensibilidad ante tanto dolor, tanta hambre, tanta violencia y tanta injusticia.

3.  La voz, que es Juan, sigue diciendo: en medio de vosotros hay uno a quien no conocéis. Jesús sigue siendo el gran desconocido. Y está en medio de nosotros. Está en el otro, sea quien sea. Lo que ocurre es que carecemos de la mirada que descubre la presencia de Jesús en los niños, en los enfermos, en los maltratados....

Stos. Basilio Magno y Gregorio Nacianceno


San Basilio
San Basilio nació en Cesarea (Asia Menor) alrededor del año 330 y en una familia de Santos. Sus hermanos fueron San Gregorio de Nicea, Santa Macrina la Joven y San Pedro de Sebaste. Su padre fue San Basilio el Viejo, su madre Santa Emelia y su abuela Santa Macrina.
Su compañero de estudios e inseparable amigo en la defensa de la fe fue San Gregorio Nacianceno. Cuando San Basilio estaba en el éxito de su carrera profesional, sintió un gran impulso de abandonar el mundo y fue ayudado por su hermana Santa Macrina, quien junto a su viuda madre y otras mujeres vivían en comunidad en un lugar retirado.
Basilio recibió el bautismo, visitó diversos monasterios y en un sitio agreste se entregó al retiro solitario con la plegaria y el estudio. Se le unieron algunos discípulos y formó el primer monasterio del Asia Menor. Sus enseñanzas se viven hasta hoy en los monjes de oriente e influenció incluso en San Benito, quien lo consideraba su maestro.
Fue ordenado sacerdote y San Gregorio Nacianceno lo animó a que le ayude con la defensa del clero, las iglesias y las verdades de fe. Fue nombrado primer auxiliar del Arzobispo de Cesarea y usó la herencia que le dejó su madre para ayudar a los necesitados. Solía salir con delantal y cucharón repartiendo comida.
Más adelante reemplazó al fallecido arzobispo y defendió la autonomía de la Iglesia ante el emperador Valente. Sus fieles adquirieron la costumbre de comulgar con frecuencia. Partió a la Casa del Padre el primero de enero del año 379.

San Gregorio
San Gregorio Nacianceno nació en Capadocia (actual Turquía) el mismo año que San Basilio. Su padre fue San Gregorio el Mayor, Obispo de Nacianzo, su madre Santa Nona y sus hermanos Santos Cesáreo y Gorgonia.
También se unió a San Basilio en la vida solitaria, pero fue ordenado sacerdote y le costó un tiempo entregarse a este servicio. Por el 372 San Basilio quería consagrarlo Obispo de Sasima, lugar que estaba sobre terrenos en disputa por las Dos Capadocias (Territorio dividido). Esto trajo enemistad entre los amigos.
Con el tiempo los Santos se volvieron a reconciliar y después de recorrer varias ciudades, San Gregorio se estableció en Constantinopla. Fue consagrado Obispo, pero sufrió por difamaciones y persecuciones de los herejes.
El Concilio de Constantinopla (381) estableció y confirmó las conclusiones del Concilio de Nicea contra los herejes que negaban la divinidad de Cristo y otras verdades de fe.
San Gregorio fue nombrado Obispo de Constantinopla, pero sus enemigos pusieron en duda la validez de su elección por lo que para restaurar la paz el Santo volvió a Nacianzo. Allí se convirtió en el Obispo de este territorio, después se retiró al retiro y partió a la Casa del Padre el 25 de enero del año 389 o 390.


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