30 DE
ENERO - MARTES
4ª-
SEMANA DEL T. O. – B
Lectura del santo evangelio según san Marcos 5,21-43
En aquel tiempo, Jesús
atravesó de nuevo a la otra orilla, se reunió mucha gente a su alrededor, y se
quedó junto al lago. Se acercó un jefe de/a sinagoga, que se llamaba Jairo, y
al verlo se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
"Mi niña está en
las últimas, ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva".
Jesús se fue con él, acompañado de mucha
gente que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre
desde hacía doce años. Muchos médicos la
habían sometido a toda clase de tratamientos y se había gastado en eso toda su
fortuna; pero en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por
detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que, con solo tocarle el
vestido, curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó
que su cuerpo estaba curado.
Jesús, notando que había salido fuerza de él,
se volvió enseguida, en medio de la gente, preguntando:
"¿Quién me ha tocado el manto?".
Los discípulos le contestaron:
"Ves cómo se apretuja la gente y
preguntas: "¿Quién me ha tocado?".
Él seguía mirando alrededor, para ver quién
había sido. La mujer se acercó asustada y temerosa, al comprender lo que había
pasado, se le echó a los pies y le confesó todo.
Él le dijo:
"Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y
con salud".
Todavía estaba hablando cuando llegaron de
casa del jefe de la sinagoga para decirle:
"Tu hija se ha muerto.
¿Para qué molestar más al Maestro?".
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo
al jefe de la sinagoga:
"No temas; basta que tengas fe".
No permitió que lo acompañara nadie, más que
Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la
sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos.
Entró y les dijo:
"¿Qué estrépito y qué lloros son estos?
La niña no está muerta, está dormida'.
Se reían de él. Pero él los echó fuera a
todos, y con el padre y la madre de la niña, la cogió de la mano y le dijo:
"Talitha Kum" que significa:
"Contigo hablo, niña,
levántate'.
La niña se puso en pie inmediatamente y echó
a andar -tenía doce años- y se quedaron viendo visiones.
Les insistió en que nadie se enterase y les
dijo que dieran de comer a la niña.
1. Jesús cura a una mujer enferma y devuelve la
vida a una niña difunta. Las mujeres es el único grupo humano con el que, según los evangelios,
Jesús no
tuvo jamás conflicto o enfrentamiento
alguno. Siempre las trató con respeto,
con suma atención, nunca les reprochó nada, y desde luego siempre atendió sus peticiones
y les ayudó en lo que necesitaban.
La situación de la
mujer, en las sociedades mediterráneas
de la Antigüedad, era de total dependencia del hombre. El padre o el marido eran los dueños de ellas
y las trataban como sirvientas o incluso como esclavas. Jesús, por el
contrario, las dignificó, las curó, las liberó de cualquier forma de opresión o
desprecio. En este relato, a una la cura
de su enfermedad, a la otra le devuelve la vida.
Jesús es, en la
historia de la cultura y del derecho, uno de los más grandes defensores de la
mujer y su dignidad.
2. En el caso de la mujer que padecía
hemorragias, es importante tener en cuenta que se trataba de hemorragias
menstruales. Esta enfermedad hacía impura ritual o religiosa a la mujer que la
padecía. Y además impurificaba a quien tocase a una mujer víctima de esa
enfermedad.
Se pensaba que la
sangre contiene vida (cf. Lev 17, 10-14; Deut 12, 23). Hasta se pensaba que la proximidad
a una mujer con período causaba la muerte (Marcus Joel).
Pues bien, Jesús no
solo se dejó tocar por una mujer con tal enfermedad, sino que, además de eso,
el contacto con ella la sanó por completo.
3. Pero hay más en este relato. De la curación
de la mujer enferma e impura legal, Jesús se fue derecho a una casa en la que
había una jovencita difunta, de forma que ya se le estaba haciendo el duelo. Y
allí también Jesús le dio vida a esta chica, que era la hija del jefe de la
sinagoga.
El lugar de la
reunión religiosa y su jefe se asocian con la muerte. Jesús es siempre fuente
de vida. La religión, por el contrario, es fuente de impureza o se muestra
incapaz de dar vida donde hay muerte.
Santa Martina de Roma
Martirologio Romano: En Roma, conmemoración de santa
Martina, a quien el papa Dono dedicó una basílica a su nombre en el foro romano
(677).
Etimología: Martina = femenino de Martín =
martillo, es de origen latino.
Breve Biografía
La historia de esta joven santa comienza por su
tumba, 1400 años después de su martirio; es decir, cuando en 1634 el activísimo
Urbano VIII, empeñado en lo espiritual en la contrareforma católica, y en lo
material en la restauración de famosas iglesias romanas, descubrió las
reliquias de la mártir, les propuso a los romanos la devoción a Santa Martina y
fijó la celebración para el 30 de enero. El mismo compuso el elogio con el
himno: “Martinae celebri plaudite nomini, Cives Romulei, plandite gloriae”, que
era una invitación a honrar a la santa en la vida inmaculada, en la caridad
ejemplar y en el valiente testimonio que demostró a Cristo con su martirio.
Son pocas las noticias históricas. La más antigua
es del siglo VI, cuando el Papa Onorio le dedicó una iglesia en Roma.
Quinientos años después, al hacer excavaciones en esta iglesia, se encontraron
efectivamente las tumbas de tres mártires. En el siglo VIII ya se celebraba la
fiesta de la santa. No se sabe nada más, y por eso es necesario buscar noticias
en una Passio legendaria. Según esta narración, Santa Martina era una
diaconisa, hija de un noble romano. Debido a su abierta profesión de fe, la
arrestaron y la llevaron al tribunal del emperador Alejandro Severo (222-235).
Este príncipe semioriental, abierto a todas las curiosidades, hasta el punto de
incluir a Cristo entre los dioses venerados en la familia imperial, fue muy
tolerante con los cristianos y su gobierno marcó un fructuoso paréntesis de
calma respecto de la Iglesia, que en ese tiempo logró una gran expansión
misionera.
El autor de la Passio ignora todo esto, y hace más
bien una lista de las atroces tortures con que el emperador martirizó a la
santa. Cuenta que cuando Martina fue llevada ante la estatua de Apolo, la
convirtió en pedazos y ocasionó un terremoto que destruyó el temple y mató a
los sacerdotes del dios.
El prodigio se repitió con la estatua y el templo
de Artemidas. Todo esto hubiera debido hacer pensar a sus perseguidores; pero
no, se obstinaron más y sometieron a la jovencita a crueles tormentos, de los
que salió siempre ilesa. Entonces resolvieron cortarle la cabeza con una
espada, y su sangre corrió a fertilizar el terreno de la Iglesia romana.
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