9 DE
ENERO – MARTES -
1ª
- SEMANA DEL T. O, - B
Lectura del santo evangelio según san Marcos. 1,21-28
Llegó Jesús a Cafarnaúm, y
cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no
enseñaba como los letrados, sino con autoridad.
Estaba precisamente en la sinagoga un hombre
que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: “¿Qué quieres de nosotros,
Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: El Santo de
Dios".
Jesús lo increpó:
"Cállate y sal de él".
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un
grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos:
"¿Qué es esto? Este enseñar con
autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen'.
Su fama se extendió enseguida por todas
partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
1. Lo primero, que queda patente en este
episodio, es el contraste entre la enseñanza que transmitía Jesús y la que
transmitían los letrados o "teólogos" oficiales de la religión
establecida. Este contraste es lo que, según la narración, más llamó la
atención de la gente. Fue algo que advirtió enseguida el público que acudió a
la sinagoga. - ¿En qué podía estar la diferencia que la gente notó entre la
enseñanza de Jesús y la enseñanza de los maestros de la Ley?
Se sabe que la tarea
y la responsabilidad de los letrados consistía en vigilar la sumisión y la
ortodoxia de los fieles según las
enseñanzas de la tradición religiosa, el cumplimiento de las normas, la fiel
observancia de la Torá, la Ley que, con la autoridad de los "hombres de la religión" le
transmitía a la gente la mentalidad sumisa, que era lo fundamental y lo más
característico de aquella religión.
2. Jesús no enseñaba, ni transmitía, la "mentalidad
sumisa". Lo que Jesús no se cansó de hacer fue liberar a los oprimidos por
las fuerzas del mal". A esto justamente se refiere el Evangelio cuando
habla de los espíritus inmundos.
Que no eran
"demonios", sino todo cuanto actúa en la vida como poderes de
opresión, poderes causantes del
sufrimiento humano, ya sea que causen enfermedades, desgracias, sufrimientos de
toda índole. Esta “representación"
de las fuerzas del mal como "espíritus inmundos" había sido
copiada por los israelitas exiliados en Babilonia. Y en la lucha contra estas
fuerzas, se centra gran parte del material mítico, que se encuentra en los
evangelios, relativo a "demonios", "espíritus impuros" o
denominaciones semejantes (O. Bócher).
3. Desde que en el mundo hay religiones
organizadas, la religión es generalmente aceptada como un sistema de rangos,
que implica dependencia, sumisión y subordinación a superiores invisibles
(Walter Burkert). Lo que suele dar pie a que las religiones fomenten los
"rituales de sumisión": callar, obedecer, inclinarse, aguantar,
arrodillarse, tirarse al suelo... (I. Eibl-Eibesfeldt).
Es evidente que Jesús
no enseñó nada de esto. Ni quiso este tipo de conductas. Esto es lo que, en el
fondo, entusiasmó a la gente que escuchaba a Jesús.
SAN EULOGIO
DE CORDOBA
El siglo
IX sitúa a Eulogio en la historia porfiando de continuo con el Islam. Nace el
santo hacia el año 800 en una familia de rancio cordobés. Se educa entre el
clero de la iglesia de san Zoilo y también goza, junto con el conocido Álvaro
de Córdoba y otros, de la beneficiosa influencia del abad de santa Clara,
Esperaindeo. Su vida es una permanente e inquebrantable adhesión a la fe y a
las tradiciones patrias. Quizás por eso se pensó en él como sucesor de
Wistremiro, arzobispo de Toledo.
Entra en
el estamento clerical acompañado de un terrible sentimiento de indignidad. Tras
un intento fallido de peregrinar a pie a Roma, empresa poco menos que imposible
en ese tiempo, y otro no menos frustrado de contactar con sus hermanos que se
trasladaron a las tierras del Rhin, visita los monasterios locales en torno a
Pamplona y Zaragoza; en el año 845 los pasos pirenaicos están cerrados por las
luchas de los hijos de Leudovico Pío. Pero en el noreste se hace con un
precioso botín muy útil en el futuro de Córdoba: libros que han de servir para
restaurar la cultura isidoriana en El Ándalus.
A su
vuelta se convierte en el corifeo -maestro lo llaman- de una escuela que
intenta defender la religión de los padres y pretende hacer resurgir el
sentimiento nacional tan terriblemente humillado por los invasores islámicos.
Aunque no se da una persecución cruenta, sí se hace cada día más difícil en
Córdoba la vida para el cristiano. Las leyes nuevas sobre el matrimonio, el
comercio y las posesiones, los impuestos, el sarcasmo de los gobernantes y la
intransigencia fundamentalista de la gente van sofocando cada día la fe,
haciendo de los cristianos ciudadanos sin derechos y colmados de obligaciones.
Con la
muerte de Abd al-Rahman II (850) se desata un periodo de intolerancia islámica
que provoca martirios. Los que han sabido ser fuertes no claudican y llenos de
fervor manifiestan su protesta con la confesión pública de su fe ante el cadí
con desprecio de sus vidas; los que renegaron en otro tiempo entienden que esta
es la ocasión de lavar su culpa y proclaman ahora valientemente la fe en
Cristo; todavía una tercera porción de cristianos que permanecían ocultos por
imperativos de la ley sale ya de su anonimato y clandestinidad. Las cárceles se
han llenado y el revuelo social es mayúsculo; tan grande es el alboroto que, a
instancia del sultán, ha de intervenir el arzobispo de Sevilla Recaredo -que
por cierto era metropolitano por las gracias del palacio emiral- para prohibir
y anatematizar los martirios voluntarios.
Eulogio
y su escuela han influido de modo suave y decisivo en la respuesta de fe ante
la provocación martirial. Es la época en que Eulogio escribe el Memorial de los
Mártires plasmando por escrito testimonio de los héroes cristianos. En el año
851 lo meten en prisión, pero toma la medida represiva con aire de alborozo
porque con los presos ´está en familia, reza, escribe, consuela y anima. En la
mazmorra conoce a Flora y María a quienes da ánimos para la fidelidad hasta el
fin y ahora decide escribir su Documento Martirial. Cuando, cerrada la escuela,
es puesto en libertad intercambia por diez años la ciudad con el campo y
escribe su Apologético para desautorizar a los detractores que por mediocridad
y cobardía ridiculizaban la defensa de la fe hasta la muerte.
El
encubrimiento que hizo en su propia casa de la joven cristiana Lucrecia -hija
de padre musulmán y martirizada también- fue el detonante de su decisiva
prisión y martirio. No dejó otra alternativa a los jueces cuando le proponían
una simple apostasía material: ´Será mejor que me condenes a muerte. Soy
adorador de Cristo, hijo de Dios e hijo de María, y para mí vuestro profeta es
un impostor.
Claro
está que lo mataron; fue el 11 de marzo del 859. Y lo enterraron en la iglesia
de san Zoilo. En el año 883 trasladaron los restos del mártir a Oviedo donde se
conserva la urna en la Cámara Santa.
¡Muchas
gracias, ¡Padre de la mozarabía, por tu rotunda coherencia! Fuiste un ejemplo
de resistencia, amante de la libertad, frente a los cobardes colaboracionistas utilitarios
tan amadores de su vida que juzgaban tu pensamiento como un ´suicidio. Tu
inteligencia de la vida es modelo, ayuda y consuelo cuando se vive en tiempos
blandos de solapada apostasía general.
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