16 DE ENERO
- MARTES –
2ª- SEMANA DEL
T.O.-B
San Marcelo I, Papa
Lectura del santo evangelio según san Marcos 2, 23-28
Un sábado atravesaba el Señor un sembrado; mientras andaban los
discípulos iban arrancando espigas. Los fariseos le dijeron:
"Oye, ¿por qué hacen en sábado lo que no
está permitido?".
Él les respondió:
"¿No habéis leído nunca lo que hizo
David cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre? Entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo
sacerdote Abiatar, comió de los panes presentados, que solo pueden comer los sacerdotes,
y les dio también a sus compañeros".
Y añadió:
"El sábado se hizo para el hombre y no
el hombre para el sábado; así que el Hijo del Hombre es señor también del
sábado'.
1. El mandato del Decálogo sobre el
descanso sabático (Ex 20, 8-11; Dt
5,12-15) no prohíbe arrancar espigas para comer. Los rabinos judíos habían hecho
extremadamente rigurosa la Ley religiosa. Es lo que ocurre en todas las
religiones: la falta de espíritu se pretende suplir con el rigorismo de las
normas.
O sea, los hombres de la religión imponen, como
voluntad de Dios, lo que es voluntad de ellos. Se utiliza a Dios para mandar y
someter.
Este despotismo de
los líderes religiosos hace mucho daño a la religión. Y, sobre todo, daño a la
fe en Dios. Y, más que nada, lo peor de todo es que muchas personas, que necesitan
la fe y la esperanza en el Padre, pierden esa fe y esa esperanza.
2. Los discípulos de Jesús quebrantan las
normas de los maestros de la Ley. Y
Jesús, no solo se lo permite, sino que los defiende ante las acusaciones de los
observantes fariseos. Lo que hizo David fue
anteponer la necesidad humana al respeto que se le debía tener a un pan
consagrado en el Templo. Lo profano se antepone a lo sagrado. Y Jesús aduce eso
como modelo de conducta.
Esta postura y esta
convicción de Jesús son más importantes
de lo que imaginamos. Porque, en definitiva, lo que hace Jesús es anteponer
"lo humano" a "lo
religioso". No porque lo religioso tenga menos importancia que lo humano, sino porque -a
juicio de Jesús- cuando lo religioso no sirve nada más que para
mortificar lo humano, la religión es falsa y no
lleva a Dios.
3. La famosa sentencia del sábado y el hombre
quiere decir que la religión y sus normas están al servicio del ser humano y no
al revés. El Hijo del Hombre, a fin de cuentas, era también un hombre.
Una religión que
funciona de forma que no sirve para dar vida a los humanos, defender sus
derechos y libertades, y hacerlos más felices, es una religión que no cumple su
razón de ser.
En la serie de los Pontífices (que hasta 1994 ya
eran 265) el Papa Marcelo ocupa el puesto número 30. Fue Pontífice por un año:
del 308 al 309. El nombre "Marcelo" significa: "Guerrero".
Era uno de los más valientes sacerdotes de Roma en
la terrible persecución de Diocleciano en los años 303 al 305. Animaba a todos
a permanecer fieles al cristianismo, aunque los martirizaran.
Elegido Sumo Pontífice se dedicó a reorganizar la
Iglesia que estaba muy desorganizada porque ya hacía 4 años que había muerto el
último Pontífice, San Marcelino. Era un hombre de carácter enérgico, aunque
moderado, y se dedicó a volver a edificar los templos destruidos en la anterior
persecución. Dividió Roma en 25 sectores y al frente de cada uno nombró a un
Presbítero (o párroco). Construyó un nuevo cementerio que llegó a ser muy
famoso y se llamó "Cementerio del Papa Marcelo".
Muchos cristianos habían renegado de la fe, por
miedo en la última persecución, pero deseaban volver otra vez a pertenecer a la
Iglesia. Unos (los rigoristas) decían que nunca más se les debía volver a
aceptar. Otros (los manguianchos) decían que había que admitirlos sin más ni
más otra vez a la religión. Pero el Papa Marcelo, apoyado por los mejores
sabios de la Iglesia, decretó que había que seguir un término medio: sí
aceptarlos otra vez en la religión si pedían ser aceptados, pero no admitirlos
sin más ni más, sino exigirles antes que hicieran algunas penitencias por haber
renegado de la fe, por miedo, en la persecución.
Muchos aceptaron la decisión del Pontífice, pero
algunos, los más perezosos para hacer penitencias, promovieron tumultos contra
él. Y uno de ellos, apóstata y renegado, lo acusó ante el emperador Majencio,
el cual, abusando de su poder que no le permitía inmiscuirse en los asuntos
internos de la religión, decretó que Marcelo quedaba expulsado de Roma. Era una
expulsión injusta porque él no estaba siendo demasiado riguroso, sino que
estaba manteniendo en la Iglesia la necesaria disciplina, porque si al que a la
primera persecución ya reniega de la fe se le admite sin más ni más, se llega a
convertir la religión en un juego de niños.
El Papa San Dámaso escribió medio siglo después el
epitafio del Papa Marcelo y dice allí que fue expulsado por haber sido acusado
injustamente por un renegado.
El "Libro Pontifical", un libro
sumamente antiguo, afirma que en vez de irse al destierro, Marcelo se escondió
en la casa de una señora muy noble, llamada Lucina, y que desde allí siguió
dirigiendo a los cristianos y que así aquella casa se convirtió en un verdadero
templo, porque allí celebraba el Pontífice cada día.
Un Martirologio (o libro que narra historias de
mártires) redactado en el siglo quinto, dice que el emperador descubrió dónde
estaba escondido Marcelo e hizo trasladar allá sus mulas y caballos y lo obligó
a dedicarse a asear esa enorme pesebrera, y que agotado de tan duros trabajos
falleció el Pontífice en el año 209.
La casa de Lucina fue convertida después en
"Templo de San Marcelo" y es uno de los templos de Roma que tiene por
titular a un Cardenal.
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