12 DE ENERO - VIERNES –
1ª
- SEMANA DEL T. O – B
Lectura del santo evangelio según san Marcos 2, 1-12
Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaúm, se supo que
estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les
proponía la Palabra. Llegaron cuatro llevando un paralítico, y como no podían
meterlo por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron
un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían,
le dijo al paralítico:
"Hijo, tus pecados quedan perdonados'.
Unos letrados, que estaban allí sentados, pensaban
para sus adentros:
"¿Por qué habla este así? Blasfema.
¿Quién puede perdonar pecados fuera de Dios?".
Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y
dijo:
¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: ¿decirle
al paralítico “tus pecados quedan perdonados”, o decirle “levántate, coge la
camilla y echa a andar”? Pues para que veáis que el Hijo del Hombre tiene potestad
en la tierra para perdonar pecados -dijo al paralítico-: "Contigo hablo,
levántate, coge tu camilla y vete a tu casa'.
Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y
salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios diciendo:
-Nunca hemos visto una cosa igual'.
1. Se sabe con seguridad que, desde tiempos muy
remotos, los seres humanos establecieron extrañas relaciones entre las desgracias y los
pecados. Es
decir, se establecieron relaciones misteriosas
entre el sufrimiento y la conducta humana.
De forma que se llegó a la conclusión de que el mal físico es consecuencia del mal ético. Relacionando el mal ético, no
con la conducta humana, sino más bien
con los rituales de la religión. Ya Tito Livio lo recuerda: "El desastre hizo
recordar la religión": adversae res admonuerunt religionum (5, 51, 8).
Así, la
"simbólica del mal" (Paul Ricoeur) se relacionó con la
"culpa", la "mancha" o la "ofensa". Todo ello
vinculado, no tanto a conductas "humanas", sino "rituales".
Así, el "pecado" y el "miedo" al castigo divino estaba
asegurado (Jean Delumeau).
2. En el fondo, la causa de estas extrañas relaciones
tiene mucho que ver con el poder religioso de los dirigentes religiosos. Así,
ellos mantienen su control
y la fuerza para perpetuar la "mentalidad
sumisa", que se traduce en obediencia, alimentada por el miedo al castigo
de los dioses. Sin saberlo, los letrados mal pensantes, ante la bondad de Jesús
con el paralítico, eran portadores de estas ideas míticas y de tiempos desconocidos,
mediante las que tales letrados mantenían su poder sobre las conciencias de la
pobre gente, que, además de sufrir enfermedades, carencias y desgracias, tenía
que someterse a los "hombres de lo sagrado".
3. El relato de este evangelio es la indicación más
clara de que Jesús quiso acabar con estas complicaciones para la conciencia de
la gente. Para lo que era necesario dejar patente que, por supuesto, Dios es
quien perdona los pecados. Pero el medio para conseguir ese perdón no está en
el sometimiento a los "hombres de lo sagrado".
El perdón de los
pecados se explica y se demuestra por
la fuerza de la bondad con el que sufre, la misericordia con el que se ve
incapacitado. Y la lucha contra todo lo que es desgracia y causa de dolor en
los seres humanos.
A Jesús le llevaron
un hombre destrozado. Por su parálisis total. Y por su mala conciencia. Jesús
lo sanó por completo. Por tanto, en la medida en que vamos por la vida dando
felicidad, paz y esperanza, en esa misma medida queda perdonado todo posible
pecado.
San
Benito Biscop
Abad 628 - 690
Martirologio Romano: En el monasterio de Wearmouth, en Northumbria (hoy
Inglaterra), san Benito Biscop, abad, que peregrinó cinco veces a Roma, de
donde trajo muchos maestros y libros para que los monjes reunidos en la
clausura del monasterio bajo la Regla de san Benito progresaran en la ciencia
del amor de Cristo, en bien de la Iglesia (c. 690).
Etimología: Benito = Aquel que Dios bendice, es de origen latino.
Tal vez
las palabras más apropiadas para alabar a San Benito Biscop son las que se
encuentran en la Vita quinque sanctorum abbatum del venerable san Beda: “Fue
confiado por sus padres a los siete años para que lo educara, y se convirtió
así en mi más ilustre discípulo y en una de mis mayores glorias”. A los 25
años, Benito renunció a los favores del rey Oswiu para ponerse al servicio del
verdadero Rey, Jesucristo, para recibir no un corruptible don terrenal, sino un
reino eterno en la ciudad celestial; abandonó su casa, sus familiares y la
patria por Cristo y por el Evangelio, para recibir el céntuplo y poseer la vida
eterna. En el año 653, después de haber hecho su elección, Benito hizo el
primero de sus seis viajes a Roma para manifestar su devoción a los Santos
Pedro y Pablo y al Papa, como también para buscar modelos de vida y de
instituciones monásticas, tanto en Roma como en los varios lugares por donde
pasaba.
Con
razón pudo decir en su lecho de muerte: “Hijitos míos, no crean que me inventé
la constitución que les he dado. Después de haber visitado diecisiete
monasterios, de los que traté de conocer perfectamente las leyes y las
costumbres, reuní las reglas que me parecieron mejores y esta selección es la
que les he dado”. En Lerino, por ejemplo, durante el segundo viaje a Roma, en
el 665, permaneció casi dos años. No sólo se contentaba con buscar modelos de
vida, sino también numerosos libros, documentales iconográficos, reliquias de
santos, ornamentos sagrados y otros objetos que sirvieran para el culto en
perfecta sintonía con la Iglesia de Roma.
Incluso,
una vez le pidió al Papa Agatón que le enviara al cantor de la Basílica de San
Pedro, el abad Juan, para que les enseñara el canto romano a sus monjes de los
monasterios de Wearmouth y de Yarrow, dedicados naturalmente uno a San Pedro y
el otro a San Pablo. Cuando regresó del sexto viaje a Roma, tuvo la
desagradable sorpresa de encontrar casi destruidas sus instituciones a causa de
una epidemia. San Benito Biscop murió el 12 de enero del año 690 a la edad de
62 años.
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