miércoles, 24 de enero de 2018

Párate un momento: El Evangelio del dia 27 DE ENERO - SÁBADO – 3ª - SEMANA DEL T. O. - B STª ANGELA DE MERICI





27  DE ENERO - SÁBADO –
3ª - SEMANA  DEL  T. O. - B

Lectura del santo evangelio según san Marcos 4,35-40
       Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:
"Vamos a la otra orilla'.
       Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas los acompañaban. Se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón.
Lo despertaron, diciéndole:
"Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?".
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: "¡Silencio, cállate!".
El viento cesó y vino una gran calma.
Él les dijo:
"¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?".
Se quedaron espantados y se decían unos a otros: "Pero ¿quién es este? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!".

1.  El relato de la tempestad en el lago plantea algunas preguntas que posiblemente no tienen respuesta:  - ¿ocurrió esta tempestad tal como aquí se relata?  - ¿Se produjo realmente en aquel pequeño y tranquilo lago una tormenta tan fuerte y tan peligrosa?  - ¿El mar y el viento obedecieron sumisamente a Jesús?  - ¿Alude este relato a los peligros que acechan a la "barca de Pedro", es decir, a la Iglesia?
Importa mucho tener en cuenta que el relato de la tempestad no es un "relato histórico", sino un "mensaje para la vida", expuesto en forma de recuerdo sobre   cómo vivía Jesús.

2.  Es claro que, si de verdad tenemos fe, no tenemos por qué dejarnos dominar por el miedo incluso en situaciones límite, como le pasó a los discípulos.
Es claro también que Jesús asociaba la falta de fe con el miedo.  Es decir, para Jesús, el enemigo de la fe no es el error dogmático o la desobediencia religiosa, sino el miedo, o sea cuando falla nuestra seguridad en Jesús.
Es claro también que los discípulos, aunque "seguían" a Jesús, tenían poca fe y, en consecuencia, no se fiaban totalmente de él.
Y es claro también que aquellos discípulos no   sabían quién era Jesús, no lo conocían a fondo. Porque Jesús es siempre sorprendente.

3.  En las ideas y costumbres religiosas de aquel tiempo, el sueño de Jesús expresa una clara semejanza    con Dios. La preocupación por despertar a Dios
estaba presente especialmente en los levitas, que cada mañana invocaban a Dios de esta manera:"¡Despierta! ¿Por qué duermes, oh Señor? ¡Despierta! No nos
rechaces para siempre" (Sal 44,23-24; cf. Sal 35, 23; 59,4) (Joel Marcus).
Esta plegaria tuvo una notable presencia en la liturgia del Segundo Templo. De forma que a los levitas se les llamaba los "despertadores de Dios". Era el deseo de tener a Dios siempre presente en la vida.
 En el Evangelio, lo que anhelamos es la presencia de Jesús en nuestra vida.

4.  El viento y el mar obedecían a Jesús. El verbo "obedecer" (ypakoúein) se aplica, en los evangelios, al viento y el mar, a los demonios (Mc 1, 27) y a un
árbol (Lc 17, 6). Jamás Jesús exigió sometimiento a ningún ser humano.   Jesús no quería súbditos sumisos, sino seguidores libres, compañeros de camino, y amigos fieles (Jn 15, 15).
Lo que menos interesa, en este relato, es si allí se
produjo o no se produjo una tempestad. Si Jesús la calmó o no la calmó. Lo que importa es tener muy   claro que Jesús no se nos impone y nos somete, sino que nos acompaña y nos da seguridad en la vida.

STª  ANGELA  DE  MERICI

1474 - 1540
Es la fundadora de las Hermanas Ursulinas. Su nombre significa "Mensaje de Dios".
Nació en Italia en 1474 y tiene el mérito de haber fundado la primera comunidad religiosa femenina para educar niñas.
Se crió en una familia campesina muy creyente, donde cada noche leían la vida de un Santo, y esto la enfervorizaba mucho y la entusiasmaba por la religión.
Quedó huérfana de padre y madre cuando aún era muy niña y esto la impresionó muchísimo. Después durante toda su vida le pediría perdón a Dios por no haber confiado lo suficientemente en su juventud en la Providencia Divina que a nadie abandona.
Su infancia es muy sufrida y tiene que trabajar duramente, pero esto la hace fuerte y la vuelve comprensiva con las niñas pobres que necesitan ayuda para poderse instruir debidamente.
Se hace Terciaria Franciscana y sin haber hecho sino estudios de primaria, llega a ser consejera de gobernadores, obispos, doctores y sacerdotes. Es que había recibido del Espíritu Santo el Don del Consejo, que consiste en saber lo que más conviene hacer y evitar en cada ocasión.
Viendo que las niñas no tenían quién las educara y las librara de peligros mortales, y que las teorías nuevas llevaban a la gente a querer organizar la vida como si Dios no existiera, fundó la Comunidad de Hermanas Ursulinas (en honor a Santa Ursula, la santa mártir del siglo IV, que dirigía el grupo de muchachas llamadas "Las once mil vírgenes, que murieron por defender su religión y su castidad).
Lo que más le impresionaba era que las niñas de los campos y pueblos que visitaba no sabían nada o casi nada de religión. Sus papás o no sabían o no querían enseñarles catecismo. Por eso ella organizó a sus amigas en una asociación dedicada a enseñar catecismo en cada barrio y en cada vereda.
Angela era de baja estatura, pero tenía todas las cualidades de líder y de guía para influir en los demás. Y además tenía mucha simpatía y agradabilidad en su trato.
En Brescia fundó una escuela y de allí se extendió su Comunidad de Ursulinas por muchas partes. Un grupo de 28 muchachas muy piadosas se vino a vivir en casa de Angela y con ellas fundó la Comunidad. En una visión contempló un enorme grupo de jóvenes vestidas de blanco que volaban hacia el cielo, y una voz le dijo: "Estas son tus religiosas educadoras".
La gente consideraba a Santa Ursula como una gran líder o guía de mujeres. Por eso Angela puso a sus religiosas el nombre de Ursulinas.
La Comunidad de Ursulinas fue fundada en 1535, y cinco años después murió su fundadora, Santa Angela, el 27 de enero de 1540. Fue canonizada en 1807.
Un hombre le preguntó un día en plena calle: ¿Qué consejo me recomienda para comportarme debidamente? Y ella le respondió: "Compórtese cada día como deseara haberse comportado cuando le llegue la hora de morirse y de darle cuenta a Dios".
Sus últimas palabras fueron: "Dios mío, yo te amo".
Que estas sean también las palabras que nosotros digamos no sólo al tiempo de morir, sino muchísimas veces durante toda nuestra vida.

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