10 DE ENERO
- MIÉRCOLES
1ª
– SEMANA DEL T. O – B
Beata
María Dolores Rodríguez Sopeña
Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 29-30
En aquel tiempo, al salir
Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La
suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la
cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le
llevaron todos los enfermos y poseídos. La población entera se agolpaba a la
puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y
como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada,
se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y,
al encontrarlo, le dijeron:
"Todo el mundo te busca'.
Él les respondió:
"Vámonos a otra parte, a las aldeas
cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido".
Así recorrió toda Galilea, predicando, en las
sinagogas y expulsando los demonios.
1. Marcos presenta, en este relato, el resumen
de un día "normal" en la vida de Jesús durante su ministerio
apostólico en Galilea. Se levantaba de madrugada.
Lo primero que hacía
era retirarse a un sitio solitario, para orar al Padre del Cielo.
En segundo lugar,
visitaba a alguna familia o grupo de personas con quienes convivía. Y, sobre
todo, dedicaba la mayor parte de su tiempo a recibir, acoger
y curar enfermos. Estas curaciones se expresan
claramente, en muchos casos. Y en otras ocasiones se viene a decir lo mismo
utilizando la expresión de "expulsar demonios". Lo que equivale a
decir que liberaba a la gente de las "causas" que provocaban los males,
las desgracias, lo más duro de la vida.
2. Como es lógico, un hombre entregado a esta
forma de vida tenía que irradiar una fuerza de atracción enorme. La gente -la
de entonces y la de
ahora- sufre más de lo que imaginamos. Los
momentos de felicidad son eso, momentos". Que se nos van, son fugaces. Lo que sigue presente es la dureza de la
vida. Sobre todo, en tres cosas: 1) La salud. 2) La comida. 3) La convivencia
con los demás.
Estos tres grandes
problemas de la vida son muy distintos, según los distintos países y culturas.
Pero en todas partes, en torno a esos tres pilares de la vida gira la felicidad
o la desgracia de los mortales.
3. Pues bien, al vivir y actuar, como aquí nos
resume el evangelio de Marcos, Jesús llevó a cabo una obra tan portentosa, que
aún no nos hemos dado
cuenta plenamente de lo que esto
representa.
Jesús reorientó la
religión de otra manera. A Jesús no le interesaron los templos, los sacerdotes,
los rituales, los sacrificios, las leyes y las normas. A Jesús le interesó la
vida. Y sobre todo, lo que más le preocupó es la dura vida que tienen que
soportar los que más
sufren.
Jesús nos dijo así
que, con la fuerza de la oración y la lucha contra el sufrimiento, así es como
podemos buscar a Dios y encontrar el
camino que nos lleva derechos a Dios.
Beata
María Dolores Rodríguez Sopeña
(1848-1918)
Dolores
Rodríguez Sopeña nace en Vélez Rubio (Almería), el 30 de diciembre de 1848,
cuarta entre siete hermanos. Sus padres, Tomás Rodríguez Sopeña y Nicolasa
Ortega Salomón, castellanos, se habían trasladado desde Madrid a esa localidad
por motivos de trabajo. Don Tomás había terminado su carrera judicial demasiado
joven, por lo que no podía ejercer y consigue un empleo como administrador de
las fincas de los marqueses de Vélez.
Su
infancia y adolescencia transcurren en distintos pueblos de las Alpujarras
pues, cuando su padre empieza a ejercer como magistrado sufre a lo largo de su
carrera diversos traslados. Con todo, ella define esta etapa de su vida como un
«lago de tranquilidad». En 1866, su padre es nombrado Fiscal de la Audiencia de
Almería. Dolores tiene 17 años. Allí empieza a frecuentar la sociedad, pero a
ella no le llamaban la atención las fiestas ni la vida social; su interés es
hacer bien a los demás. En Almería tiene sus primeras experiencias apostólicas:
atiende, material y espiritualmente, a dos hermanas enfermas de tifus y a un
leproso, todo ello a escondidas por miedo a que se lo prohibiesen sus padres.
También visita a los pobres de las Conferencia de San Vicente de Paúl con su
madre. Tres años más tarde, su padre es trasladado a la Audiencia de Puerto
Rico, donde viaja con uno de sus hijos mientras el resto de la familia se
instala en Madrid. En la capital Dolores ordena mejor su vida: elige un
director espiritual y colabora enseñando la doctrina en la cárcel de mujeres,
en el hospital de la Princesa y en las Escuelas Dominicales.
En
1872, la familia se reúne en Puerto Rico. Dolores tiene 23 años y permanecerá
en América hasta los 28. Empieza su contacto con los jesuitas. El P. Goicoechea
fue su primer director espiritual. Allí funda la Asociación de Hijas de María y
Escuelas para las personas de color donde se alfabetiza y enseña el catecismo.
En
1873, su padre es nombrado Fiscal de la Audiencia de Santiago de Cuba. Son
tiempos difíciles, pues estalla un cisma religioso en la isla. Por este motivo,
su acción se reduce a visitar a los enfermos del hospital militar. Pide la
admisión en las Hermanas de la Caridad, pero no lo consigue por su falta de
vista. A la edad de 8 años había sido operada de los ojos y esta dolencia la
acompañará toda la vida.
Al
terminar el cisma empieza a trabajar en los barrios marginales y funda lo que
ella denomina «Centros de Instrucción», pues en ellos no sólo se enseñaba el
catecismo sino cultura general e incluso se prestaba asistencia médica. Para
esta obra consigue muchas colaboradoras y la establece en tres barrios
distintos.
En
Cuba muere su madre, su padre pide el retiro y vuelven a Madrid en 1877. En
Madrid organiza su vida en tres frentes: el cuidado de la casa y de su padre,
el apostolado, el mismo que hacía antes de dejar la Península, y su vida
espiritual: elige director espiritual y empieza a hacer anualmente los
Ejercicios Espirituales de san Ignacio. En 1883 muere su padre y se reavivan
sus luchas vocacionales.
Por
indicación de su director, el P. López Soldado sj, ingresa en el convento de
las Salesas, pese a que nunca se había planteado una vida enteramente
contemplativa. A los diez días deja el convento pues comprobó no ser su
vocación. Al salir se dedica con más intensidad al apostolado.
Abre
una «Casa Social» donde se tramitan los diversos asuntos que salen en sus
visitas al hospital y a la cárcel. En una de sus visitas a una de las presas
que acababa de quedar en libertad, conoce el Barrio de las Injurias. Corre el
año 1885. Dolores tiene 36 años.
Al
ver la situación moral, material y espiritual de la gente, empieza a visitar el
barrio todas las semanas e invita a muchas de sus amigas. Ahí empezará la que
luego se denominará «Obra de las Doctrinas», antecedente de sus «Centros
Obreros».
A
sugerencia del obispo de Madrid, D. Ciriaco Sancha, en 1892 funda una
Asociación de Apostolado Seglar hoy denominado «Movimiento de Laicos Sopeña».
Al año siguiente recibe la aprobación civil. La Obra se extiende en 8 barrios
de la capital.
En
1896 empieza su actividad fuera de Madrid. Pese a la oposición de la
Asociación, acepta fundar la Obra en Sevilla. Fruto de muchos malos entendidos,
dimite como presidenta en Madrid al año siguiente y se establece en Sevilla. En
sólo cuatro años realiza 199 viajes por toda España para establecer y
consolidar la Obra de las Doctrinas. A su vez, acompaña al P. Tarín, sj, en algunas
misiones por Andalucía.
En
el año 1900 participa en una peregrinación a Roma por el Año Santo. Hace un día
de retiro en el sepulcro de San Pedro y allí recibe la confirmación de fundar
un Instituto Religioso que diera continuidad a la Obra de las Doctrinas y que
ayudara a sostener espiritualmente a la Asociación laical. El Cardenal Sancha,
entonces ya arzobispo de Toledo, le propone fundar allí.
El
24 de septiembre de 1901, en Loyola, después de unos Ejercicios Espirituales
realizados junto con 8 compañeras, se levanta acta de fundación del «Instituto
de Damas Catequistas» (hoy «Instituto Catequista Dolores Sopeña»), aunque la
fundación oficial fue el 31 de octubre en Toledo.
Una
de sus grandes intuiciones fue fundar, al mismo tiempo, una Asociación civil,
hoy llamada «Obra Social y Cultural Sopeña - OSCUS», que, en 1902, consigue el
reconocimiento del gobierno. En 1905 recibe de la Santa Sede el Decretum laudis
y, dos años más tarde, el 21 de noviembre de 1907, la aprobación de las
Constituciones concedida directamente por S.S. Pío X.
Durante
estos años, sus «Doctrinas» se fueron transformando en «Centros Obreros de
Instrucción», pues a ellos asistían obreros fuertemente influenciados por el
anticlericalismo y no podía pretenderse la enseñanza de la religión
directamente. Esto también determina que las religiosas de este Instituto no
lleven hábito y ni siquiera un signo religioso externo. Cambia sus medios y sus
métodos para poder conseguir el fin: acercarse a los obreros «alejados de la
Iglesia», que no habían podido recibir instrucción cultural, moral ni religiosa
y unir a los «distanciados socialmente», entonces, «la clase obrera y del
pueblo» con la «alta y acomodada». Esto lo resume en dos líneas de acción:
dignificar al trabajador y crear fraternidad.
Detrás
de su entrega al servicio de los demás está una fe profunda y auténtica, una
rica espiritualidad. Su compromiso por la dignidad de la persona brota de su
experiencia de un Dios Padre de todos, que nos ama con una ternura infinita y
desea que vivamos como hijos y hermanos. De allí su gran deseo de «Hacer de
todos una sola familia en Cristo Jesús.» Su gran unión con Dios le permite
descubrirlo presente en todo y en todos, especialmente en los más necesitados
de dignidad y afecto.
Salir
al encuentro de cada persona en su situación, introducirse en los barrios
marginales de la época, era inconcebible para una mujer a finales del siglo
XIX. El secreto de su audacia es su fe, esa confianza sin límites, que ella
reconoce como su mayor tesoro y que la hace sentirse instrumento en manos de
Dios, instrumento al servicio de la fraternidad, del amor, de la misericordia,
de la igualdad, de la dignidad, de la justicia, de la paz...
En
pocos años, establece comunidades y Centros en las ciudades más
industrializadas de entonces. En 1910 se celebra el primer Capítulo General y
es reelegida Superiora General. En 1914 funda en Roma y en 1917 viajan las
primeras Catequistas para abrir la primera casa en América, concretamente en
Chile.
Al
año siguiente, el 10 de enero de 1918, Dolores Sopeña muere en Madrid con fama
de santidad.
El
día 11 de julio de 1992, Juan Pablo II declara heroicas sus virtudes y el 23 de
abril de 2002 se promulgó el Decreto de Aprobación del milagro que ha dado paso
a su Beatificación.
Actualmente
la Familia Sopeña, formada por las tres instituciones que dejó fundadas, es
decir, el Instituto Catequistas Dolores Sopeña, el Movimiento de la Laicos
Sopeña y la Obra Social y Cultural Sopeña, está presente en España, Italia,
Argentina, Colombia, Cuba, Chile, Ecuador, México y República Dominicana.
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