domingo, 28 de enero de 2018

Párate un momento: El Evangelio del dia 29 DE ENERO - LUNES – 4ª - SEMANA DEL T. O. - B San Pedro Nolasco




29  DE  ENERO - LUNES –
4ª - SEMANA  DEL  T. O. - B
Lectura del santo evangelio según san Marcos 5, 1-20
      En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la orilla del lago en la región de los Gerasenos.   Apenas   desembarcaron, le salió al encuentro, desde el cementerio, donde vivía en las tumbas, un hombre poseído de espíritu inmundo; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para domarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes gritando e hiriéndose con piedras.
Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó a voz en cuello:
¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús Hijo de Dios Altísimo? Por Dios te lapido, no me atormentes'.
Porque Jesús le estaba diciendo:
"Espíritu inmundo, sal de este hombre".
Jesús le preguntó:
"¿Cómo te llamas?"
Él respondió:
"Me llamo Legión, porque somos muchos'.
Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.  Había cerca una gran piara de cerdos hozando en la falda del monte. Los espíritus le rogaron:
      "Déjanos ir a meternos en los cerdos".
Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al lago y se ahogó en el lago. Los porquerizos echaron a correr y dieron la noticia en el pueblo y en el campo. La gente fue a ver qué había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Se quedaron espantados.
Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su país. Mientras se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía. Pero no se lo permitió, sino que le dijo:
"Vete con los tuyos y anuncia lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia'.
El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.

1.  Supuesto que aquí no es el sitio ni el momento de hacer un tratado de exégesis bíblica para analizar
todos y cada uno de los datos, que encontramos   en cada relato de los evangelios, interesa ir directamente a la lección fundamental que aquí se nos transmite.
No se trata simplemente de narrar que Jesús expulsaba los demonios.  Y este sería un caso más. Por supuesto, es eso. Pero el relato está compuesto de
manera que en él se dice algo que es capital para saber situarse honradamente en la vida - ¿de qué se trata?

2.  Lo primero -y lo más claro- que aparece en este relato, es que hay situaciones en la vida (un territorio, una cultura, un país) en las que, apenas llegamos a
ese sitio, lo primero que palpamos es que allí hay fuerzas de muerte. La fuerza de los cementerios y las tumbas, la desesperación del que grita día y noche,
la extravagancia (que da miedo) del que se golpea y se autocastiga. Porque la fuerza que manda en él es la fuerza de la muerte y de la autodestrucción.
No se puede saber con precisión dónde sitúa el Evangelio este episodio. Pero, fuera donde fuera, la fuerza de la muerte y de la destrucción estaba muy presente. El Evangelio la denomina "legión de demonios". Es un buen calificativo.
¿Qué es lo que realmente sucedía allí, en el país de los "gerasenos"? La clave de explicación, que nos puede servir a nosotros, está -sin duda-  en lo que sucedió con la enorme piara de cerdos.  Dos mil, nada menos.   Un hecho evidente es que aquella cantidad de cerdos valían mucho dinero. Y otro hecho evidente (en el relato) es que Jesús, que había liberado al hombre de los demonios de
la muerte, hizo que aquellos demonios de muerte pasaran a los cerdos, que acabaron enseguida en muerte, también ellos.

3.  El final del relato es tremendo: los dueños de los cerdos no quisieron que Jesús siguiera allí, con ellos y entre ellos. Preferían sus cerdos, su riqueza, sus demonios de muerte. La riqueza, y sus sistemas de administrarla y mantenerla, es la legión de la muerte, que tiene su sede en los cementerios, en los gritos y en las piedras que claman por la muerte, por más que esa muerte se disfrace con el disfraz de la mentira que entraña el buen comer y el buen tener fortunas seguras y las satisfacciones del rico poderoso.

San Pedro Nolasco
Fundador de la Orden de la Madre de Dios de la Merced (los Mercedarios) -1189-1258
Nace en Barcelona, España, 1189. A los 15 años sufre la muerte de su padre y se dispone a repartir santamente sus muchos bienes a lo que su madre asiente.
Años más tarde, estando en edad de casarse, peregrina a Monserrat. Allí, a los pies de la Virgen, pudo comprender mejor el vacío de las vanidades mundanas y el tesoro que es la vida eterna. Prometió entonces a la Virgen mantenerse puro y dedicarse a su servicio.
Eran tiempos en que los musulmanes saqueaban las costas y llevaban a los cristianos como esclavos al África. La horrenda condición de estas víctimas era indescriptible. Muchos por eso perdían la fe pensando que Dios les había abandonado. Pedro Nolasco era comerciante. Decidió dedicar su fortuna a la liberación del mayor número posible de esclavos. Recordaba la frase del evangelio: "No almacenen su fortuna en esta tierra donde los ladrones la roban y la polilla la devora y el moho la corroe. Almacenen su fortuna en el cielo, donde no hay ladrones que roben, ni polilla que devore ni óxido que las dañe" Mt 6,20.
En 1203 el laico San Pedro Nolasco iniciaba en Valencia la redención de cautivos, redimiendo con su propio patrimonio a 300 cautivos. Forma un grupo dispuesto a poner en común sus bienes y organiza expediciones para negociar redenciones. Su condición de comerciantes les facilita la obra. Comerciaban para rescatar esclavos. Cuando se les acabó el dinero forman grupos -cofradías- para recaudar la "limosna para los cautivos". Pero llega un momento en que la ayuda se agota. Pedro Nolasco se plantea entrar en alguna orden religiosa o retirarse al desierto. Entra en una etapa de reflexión y oración profunda.
Intervención de la Virgen para la fundación
La noche del 1 al 2 de agosto del año 1218, la Virgen se le apareció a Pedro Nolasco. Según una tradición dudosa, también se apareció la Virgen a San Raimundo de Peñafort, y al rey Jaime I de Aragón, y les comunicó a los tres por separado su deseo de fundar una orden para redimir cautivos.
El hecho es que la Virgen María movió profundamente el corazón de Pedro Nolasco para fundar la orden de la Merced y formalizar el trabajo que él y sus compañeros hacían ya por 15 años. El 10 de agosto de 1218 en el altar mayor de la Catedral de Barcelona, en presencia del rey Jaime I de Aragón y del obispo Berenguer de Palou, se crea la nueva institución. Pedro y sus compañeros vistieron el hábito y recibieron el escudo con las cuatro barras rojas sobre un fondo amarillo de la corona de Aragón y la cruz blanca sobre fondo rojo, titular de la catedral de Barcelona. Pedro Nolasco reconoció siempre a María Santísima como la auténtica fundadora de la orden mercedaria. Su patrona es La Virgen de la Merced. "Merced" significa "misericordia".
La nueva orden fue laica en los primeros tiempos. Su primera ubicación fue el hospital de Santa Eulalia, junto al palacio real. Allí recogían a indigentes y a cautivos que regresaban de tierras de moros y no tenían donde ir. Seguían la labor que ya antes hacían de crear conciencia sobre los cautivos y recaudar dinero para liberarlos. Eran acompañados con frecuencia de excautivos, ya que, cuando uno era rescatado, tenía obligación de participar durante algún tiempo en este servicio. Normalmente iban cada año en expediciones redentoras. San Pedro continuó sus viajes personalmente en busca de esclavos cristianos. En Argelia, África, lo hicieron prisionero, pero logró conseguir su libertad. Aprovechando sus dones de comerciante, organizó con éxito por muchas ciudades colectas para los esclavos.
Los frailes hacían, además de los tres votos de la vida religiosa, pobreza, castidad y obediencia, un cuarto: dedicar su vida a liberar esclavos. Al entrar en la orden los miembros se comprometían a quedarse en lugar de algún cautivo que estuviese en peligro de perder la fe, en caso de que el dinero no alcanzara a pagar su redención. Entre los que se quedaron como esclavos está San Pedro Ermengol, un noble que entró en la orden tras una juventud disoluta. Este cuarto voto distinguió a la nueva comunidad de mercedarios.
El Papa Gregorio Nono aprobó la comunidad y San Pedro Nolasco fue nombrado Superior General.
El rey Jaime decía que si había logrado conquistar la ciudad de Valencia, ello se debía a las oraciones de Pedro Nolasco. Cada vez que obtenía algún triunfo lo atribuía a las oraciones de este santo.
Antes de morir, a los 77 años, pronunció el Salmo 76: "Tú, oh Dios, haciendo maravillas, mostraste tu poder a los pueblos y con tu brazo has rescatado a los que estaban cautivos y esclavizados".
Su intercesión logró muchos milagros y el Sumo Pontífice lo declaró santo en 1628.
La misión redentora la continúa hoy la familia mercedaria a través de sus institutos religiosos y asociaciones de laicos. Es también la misión de todo buen cristiano.
¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?"  Y el Rey les dirá: "En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis." Mateo 25:39-40

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