miércoles, 24 de enero de 2018

Párate un momento: El Evangelio del dia 26 DE ENERO - VIERNES – 3ª - SEMANA DEL T. O. - B SAN TIMOTEO y SAN TITO





26  DE    ENERO - VIERNES –
3ª - SEMANA   DEL  T. O. - B
SAN  TIMOTEO y SAN TITO

Lectura del santo evangelio según san Marcos 4, 26-34
       En aquel tiempo, decía Jesús a las turbas:
"El Reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche, y se levanta de mañana: la semilla va creciendo sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola; primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque   ha llegado la siega'.
Dijo también:
“¿Con qué podemos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza:   al sembrarlo en la tierra, es la semilla más pequeña, pero después, brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas'.
    Con muchas parábolas parecidas les exponía la Palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

1.  En la parábola de la semilla, Jesús utiliza un hecho enteramente obvio, que las personas que trabajan en el campo ven todos los días. La tierra y la semilla tienen fuerza, en sí y por sí mismas, para producir el fruto y dar vida.
Pues bien, eso es lo que sucede con el Reino de Dios. El Reino es una semilla que da vida, por el vigor y la fuerza que el Reino tiene en sí. No es cuestión de
habilidades o técnicas humanas.  Se equivocan los que se afanan más por las habilidades y las técnicas que por la vida, la forma de vivir y la conducta, que entraña el Reino y que es el centro mismo del Evangelio.

2.  La parábola del grano de mostaza deja bien claro que el Reino de Dios es, y será siempre, una realidad tan pequeña que se verá como algo casi insignificante y que, para casi todos, pasará inadvertida. El Reino no crece a base de grandes concentraciones de gente ni de solemnidades con poder mediático. Eso es lo propio de los poderes de este    mundo. El gigantismo, como ocurrió con los dinosaurios, está llamado a desaparecer. Las hormigas, sin embargo, perviven en su pequeñez.

3.  A todos nos gusta que los demás nos vean como gente importante.  Sin embargo, Jesús pensó y dijo que los "pequeños" y los "últimos" son la fuerza que mantiene  y extiende el Reino de Dios  en el mundo   (Mc 10, 13-16; Mt 19, 13-15; Lc 18, 15-17).
Esto precisamente es lo que llama la atención en el caso concreto del papa Francisco: un Papa que se comporta con una naturalidad, una sencillez, una normalidad, como un ciudadano cualquiera, "uno de tantos", como dice el himno de la carta a los Filipenses (2, 7-9).
El papa Francisco ha cambiado la imagen del papado, su forma de estar y de comunicarse con los demás, con el mundo. El hieratismo teatral de los papas anteriores tiene que quedar desterrado. Y, en su medida, el de los cardenales, los obispos, los curas y la gente "importante" en la Iglesia.

SAN  TIMOTEO y SAN TITO


San Timoteo, obispo y mártir. Año 97.
      San Timoteo significa: tengo un gran respeto a Dios.
San Timoteo fue un discípulo muy amado de san Pablo. Era de Listra. Los Hechos de los Apóstoles dicen: Había en Listra un discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente y de padre griego. Los creyentes de la ciudad y de los alrededores daban de él muy buenos testimonios. Pablo quiso que se fuera con él.
San Pablo le impuso las manos y le confió el misterio de la predicación, y en adelante lo consideró siempre como un hijo suyo y un discípulo muy amado. En la carta a los Corintios, el apóstol lo llama "Timoteo: mi hijo amado" (1 Cor. 4,7) y de la misma manera lo llama en las dos cartas que le escribió a él.
Timoteo acompañó a San Pablo en su segundo y tercer viajes misioneros. El apóstol al escribirle más tarde le recordará lo buena que fue su familia: "Quiero refrescar el recuerdo de la gran fe que había en tu familia: en tu abuela Loida y en tu madre Eunice. Que esa fe se conserve en ti, ya que desde tu más tierna infancia te hicieron leer y meditar las Sagradas Escrituras" (1 Tim. 1,5;4,14)
La familia de Timoteo progresó mucho en santidad cuando San Pablo y San Bernabé estuvieron hospedados en su casa en Listra. Y allí aquella ciudad les sucedió a los dos apóstoles un hecho muy singular.
Las gentes al ver cómo Pablo curó instantáneamente a un tullido, bendiciéndolo en nombre de Jesucristo, se imaginaron que estos predicadores eran dos dioses disfrazados de hombres.
Que Bernabé, por alto y elegante, era Júpiter, y que Pablo, por lo bien que hablaba, era Mercurio, el mensajero de los dioses y patrono de los oradores. Y corrieron a llamar a los sacerdotes del Templo de Júpiter, los cuales llegaron trayendo un toro para ofrecérselo en sacrificio a los dos dioses. San Pablo se dio cuenta del engaño en que estaban, y rasgándose la camisa les gritó: "Hombres, nosotros no somos dioses, somos pobres criaturas como todos ustedes."
Y entonces la situación cambió por completo. Los judíos incitaron al populacho contra los predicadores y los apedrearon dejándolos medio muertos. Fueron llevados a casa de Timoteo y allí les hicieron las curaciones más necesarias y en la madrugada salieron de la ciudad. Seguramente que a Timoteo le debió impresionar muy profundamente el modo tan extraordinariamente heroico y alegre que tenía San Pablo para ofrecer sus padecimientos por amor a Dios y por la salvación de las almas, y esto lo movió más y más a dedicarse a seguirlo en sus trabajos de apostolado.
Después de viajar con él en sus correrías de predicación por varios países, Timoteo acompañó a San Pablo en la prisión que tuvo que sufrir en Roma, pues en las cartas que desde Roma escribió el gran apóstol anuncia que lo está acompañando Timoteo, su fiel discípulo.
Muy famosas son las dos cartas de San Pablo a Timoteo. En ellas le recomienda: "Que nadie te desprecie por tu juventud. Muéstrate en todo un modelo para los creyentes, por la palabra, la conducta, la caridad, la pureza y la fe"(1 Tim. 4,12) y hasta desciende a detalles prácticos: "Timoteo: no tomes sólo agua. Mézclale de vez en cuando un poco de vino, por tus continuos males de estómago" (1 Tim. 5,23).
El historiador Eusebio dice que San Pablo nombró a Timoteo como obispo de Éfeso, y San Juan Crisóstomo afirma que fue nombrado presidente de los obispos de esa región. Se cuenta también que en tiempos del emperador Domiciano, hacia el año 97, Timotio fue martirizado, apaleado y apedreado por haber tratado de impedir una fiesta muy corrompida en aquella ciudad.
San Juan Crisóstomo y San Jerónimo narran que, junto a los restos o reliquias de San Timoteo, los cristianos obtenían muy grandes favores de Dios (y ojalá los obtengamos también hoy nosotros al recordarlo con cariño).
Lo que más simpatía le atrae a San Timoteo es haber sido discípulo siempre fiel y muy preferido del gran San Pablo. (Que bueno que él nos prendiera un poquito de su aprecio por las palabras de tan gran apóstol).

San Tito, obispo (Siglo I).
 Tito fue discípulo y secretario de San Pablo. Acompañó al apóstol en muchos de sus viajes. En las dos cartas a los Corintios San Pablo declara que él confía plenamente en su discípulo Tito, y a él lo envía a tratar de que los cristianos cumplan lo que les ha dicho en sus cartas. Y después dice que ha quedado muy satisfecho por las noticias que Tito le ha traído.
San Pablo lo nombró obispo de la isla de Creta y le escribió una bella carta, señalándole las cualidades que deben tener los sacerdotes.
Parece que murió muy anciano y venerado. Tito significa: defensor. Que él sea nuestro defensor contra los errores que atacan a nuestra religión.

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