26 DE
ENERO - VIERNES –
3ª
- SEMANA DEL T. O. - B
SAN TIMOTEO y SAN TITO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 4, 26-34
En aquel tiempo, decía
Jesús a las turbas:
"El Reino de Dios se parece a un hombre
que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche, y se levanta de mañana: la
semilla va creciendo sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha
ella sola; primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el
grano está a punto, se mete la hoz, porque
ha llegado la siega'.
Dijo también:
“¿Con qué podemos comparar el Reino de Dios?
¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra, es la semilla más
pequeña, pero después, brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa
ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas'.
Con muchas parábolas
parecidas les exponía la Palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo
exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
1. En la parábola de la semilla, Jesús utiliza
un hecho enteramente obvio, que las personas que trabajan en el campo ven todos
los días. La tierra y la semilla tienen fuerza, en sí y por sí mismas, para
producir el fruto y dar vida.
Pues bien, eso es lo
que sucede con el Reino de Dios. El Reino es una semilla que da vida, por el
vigor y la fuerza que el Reino tiene en sí. No es cuestión de
habilidades o técnicas humanas. Se equivocan los que se afanan más por las
habilidades y las técnicas que por la vida, la forma de vivir y la conducta,
que entraña el Reino y que es el centro mismo del Evangelio.
2. La parábola del grano de mostaza deja bien
claro que el Reino de Dios es, y será siempre, una realidad tan pequeña que se
verá como algo casi insignificante y que, para casi todos, pasará inadvertida.
El Reino no crece a base de grandes concentraciones de gente ni de solemnidades
con poder mediático. Eso es lo propio de los poderes de este mundo. El gigantismo, como ocurrió con los
dinosaurios, está llamado a desaparecer. Las hormigas, sin embargo, perviven en
su pequeñez.
3. A todos nos gusta que los demás nos vean como
gente importante. Sin embargo, Jesús
pensó y dijo que los "pequeños" y los "últimos" son la
fuerza que mantiene y extiende el Reino
de Dios en el mundo (Mc 10, 13-16; Mt 19, 13-15; Lc 18, 15-17).
Esto precisamente es
lo que llama la atención en el caso concreto del papa Francisco: un Papa que se
comporta con una naturalidad, una sencillez, una normalidad, como un ciudadano
cualquiera, "uno de tantos", como dice el himno de la carta a los
Filipenses (2, 7-9).
El papa Francisco ha
cambiado la imagen del papado, su forma de estar y de comunicarse con los
demás, con el mundo. El hieratismo teatral de los papas anteriores tiene que
quedar desterrado. Y, en su medida, el de los cardenales, los obispos, los
curas y la gente "importante" en la Iglesia.
SAN TIMOTEO y SAN TITO
San Timoteo, obispo y mártir. Año 97.
San Timoteo significa: tengo un gran respeto a
Dios.
San Timoteo fue un discípulo
muy amado de san Pablo. Era de Listra. Los Hechos de los Apóstoles dicen: Había
en Listra un discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente y de
padre griego. Los creyentes de la ciudad y de los alrededores daban de él muy
buenos testimonios. Pablo quiso que se fuera con él.
San Pablo le impuso las manos y
le confió el misterio de la predicación, y en adelante lo consideró siempre
como un hijo suyo y un discípulo muy amado. En la carta a los Corintios, el
apóstol lo llama "Timoteo: mi hijo amado" (1 Cor. 4,7) y de la misma
manera lo llama en las dos cartas que le escribió a él.
Timoteo acompañó a San Pablo en
su segundo y tercer viajes misioneros. El apóstol al escribirle más tarde le
recordará lo buena que fue su familia: "Quiero refrescar el recuerdo de la
gran fe que había en tu familia: en tu abuela Loida y en tu madre Eunice. Que
esa fe se conserve en ti, ya que desde tu más tierna infancia te hicieron leer
y meditar las Sagradas Escrituras" (1 Tim. 1,5;4,14)
La familia de Timoteo progresó
mucho en santidad cuando San Pablo y San Bernabé estuvieron hospedados en su
casa en Listra. Y allí aquella ciudad les sucedió a los dos apóstoles un hecho
muy singular.
Las gentes al ver cómo Pablo
curó instantáneamente a un tullido, bendiciéndolo en nombre de Jesucristo, se
imaginaron que estos predicadores eran dos dioses disfrazados de hombres.
Que Bernabé, por alto y
elegante, era Júpiter, y que Pablo, por lo bien que hablaba, era Mercurio, el
mensajero de los dioses y patrono de los oradores. Y corrieron a llamar a los
sacerdotes del Templo de Júpiter, los cuales llegaron trayendo un toro para
ofrecérselo en sacrificio a los dos dioses. San Pablo se dio cuenta del engaño
en que estaban, y rasgándose la camisa les gritó: "Hombres, nosotros no
somos dioses, somos pobres criaturas como todos ustedes."
Y entonces la situación cambió
por completo. Los judíos incitaron al populacho contra los predicadores y los
apedrearon dejándolos medio muertos. Fueron llevados a casa de Timoteo y allí
les hicieron las curaciones más necesarias y en la madrugada salieron de la
ciudad. Seguramente que a Timoteo le debió impresionar muy profundamente el
modo tan extraordinariamente heroico y alegre que tenía San Pablo para ofrecer sus
padecimientos por amor a Dios y por la salvación de las almas, y esto lo movió
más y más a dedicarse a seguirlo en sus trabajos de apostolado.
Después de viajar con él en sus
correrías de predicación por varios países, Timoteo acompañó a San Pablo en la prisión
que tuvo que sufrir en Roma, pues en las cartas que desde Roma escribió el gran
apóstol anuncia que lo está acompañando Timoteo, su fiel discípulo.
Muy famosas son las dos cartas
de San Pablo a Timoteo. En ellas le recomienda: "Que nadie te desprecie
por tu juventud. Muéstrate en todo un modelo para los creyentes, por la
palabra, la conducta, la caridad, la pureza y la fe"(1 Tim. 4,12) y hasta
desciende a detalles prácticos: "Timoteo: no tomes sólo agua. Mézclale de
vez en cuando un poco de vino, por tus continuos males de estómago" (1
Tim. 5,23).
El historiador Eusebio dice que
San Pablo nombró a Timoteo como obispo de Éfeso, y San Juan Crisóstomo afirma
que fue nombrado presidente de los obispos de esa región. Se cuenta también que
en tiempos del emperador Domiciano, hacia el año 97, Timotio fue martirizado,
apaleado y apedreado por haber tratado de impedir una fiesta muy corrompida en
aquella ciudad.
San Juan Crisóstomo y San
Jerónimo narran que, junto a los restos o reliquias de San Timoteo, los cristianos
obtenían muy grandes favores de Dios (y ojalá los obtengamos también hoy
nosotros al recordarlo con cariño).
Lo que más simpatía le atrae a
San Timoteo es haber sido discípulo siempre fiel y muy preferido del gran San
Pablo. (Que bueno que él nos prendiera un poquito de su aprecio por las
palabras de tan gran apóstol).
San Tito, obispo (Siglo I).
Tito fue discípulo y secretario
de San Pablo. Acompañó al apóstol en muchos de sus viajes. En las dos cartas a
los Corintios San Pablo declara que él confía plenamente en su discípulo Tito,
y a él lo envía a tratar de que los cristianos cumplan lo que les ha dicho en
sus cartas. Y después dice que ha quedado muy satisfecho por las noticias que
Tito le ha traído.
San Pablo lo nombró obispo de
la isla de Creta y le escribió una bella carta, señalándole las cualidades que
deben tener los sacerdotes.
Parece que murió muy anciano y
venerado. Tito significa: defensor. Que él sea nuestro defensor contra los
errores que atacan a nuestra religión.
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