17 de Abril – Martes –
3ª – Semana de Pascua – B
San Aniceto
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (7,51–8,1a):
En aquellos días, dijo Esteban al pueblo y a los ancianos y escribas:
«¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros
siempre resistís al Espíritu Santo, lo mismo que vuestros padres. - ¿Hubo un profeta que vuestros padres no
persiguieran?
Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, y ahora vosotros
lo habéis traicionado y asesinado; recibisteis la ley por mediación de ángeles
y no la habéis observado».
Oyendo sus palabras se recomían en sus corazones y rechinaban los
dientes de rabia. Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijando la mirada en el cielo,
vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y dijo:
«Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de
Dios».
Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y, como un solo
hombre, se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron
a apedrearlo. Los testigos dejaron sus capas a los pies de un joven llamado
Saulo y se pusieron a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación:
«Señor Jesús, recibe mi espíritu».
Luego, cayendo de rodillas y clamando con voz potente, dijo:
«Señor, no les tengas en cuenta este pecado».
Y, con estas palabras, murió.
Saulo aprobaba su ejecución.
Salmo:30,3cd-4.6ab.7b.8a.17.21ab
R/. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu
Sé la roca de mi refugio,
un baluarte
donde me salve,
tú que eres
mi roca y mi baluarte;
por tu nombre
dirígeme y guíame. R/.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios
leal, me librarás.
Yo confío en
el Señor.
Tu
misericordia sea mi gozo y mi alegría. R/.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por
tu misericordia.
En el asilo
de tu presencia los escondes
de las
conjuras humanas. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,30-35):
En aquel tiempo, el gentío dijo a Jesús:
«¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu
obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan
del cielo les dio a comer”».
Jesús les replicó:
«En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del
cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el
pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo».
Entonces le dijeron:
«Señor, danos siempre de este pan».
Jesús les contestó:
«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que
cree en mí no tendrá sed jamás».
1.
Jesús empieza a explicar aquí el significado profundo del pan que dio de
comer a la gente cuando el episodio de la multiplicación de los panes.
Jesús les ha dicho que no entendieron el
significado profundo de lo que allí pasó y ellos le preguntan en qué consiste
tal significado.
En las Escrituras judías estaba dicho que, a
los que huyeron de Egipto, Dios les dio a comer "pan del cielo" (Ex
16, 13 ss; Sal 77, 24 s; Sab 16, 20), el maná del desierto.
2.
Jesús les responde que el pan de Dios es el que da vida, no a algunos
privilegiados solamente, sino a todo el mundo. Pero aquí es determinante saber
que, en tiempo de Jesús, cuando los judíos hablaban del "pan de
Dios", con esa expresión se referían a la Ley que Dios dio al pueblo en el desierto por medio de
Moisés.
Esta interpretación está bien documentada y
aceptada por los mejores especialistas en este asunto (X. Léon-Dufour).
3. Pero
lo sorprendente es que, a renglón seguido, Jesús añade: Yo soy el pan de vida.
Al decir eso, Jesús estaba afirmando: "La Ley que Dios os da soy yo".
Es decir, la religión de Jesús no consiste en la observancia de unas normas
legales, sino en el seguimiento y la adhesión a una persona. La estructura básica del cristianismo no es
jurídica, sino personal. En cuanto que consiste en ser fiel a la relación fiel
a Jesús.
San Aniceto
Las noticias que tenemos sobre su vida son pocas. Es el duodécimo
sucesor de san Pedro; fue papa entre san Pío I y san Sotero; rigió a la Iglesia
por el tiempo que duran once años –desde el 155 al 166– y era originario de
Emesa, en Siria.
Las circunstancias en las que trabajó vienen dadas por la
situación social, política, económica y cultural de la época. En el siglo II se
utilizaba el griego como lengua cultual; los papas suelen ser provenientes de
familias humildes del pueblo; ser elegido para ese servicio era elección para
el martirio (hasta el siglo IV, todos los papas dieron su vida por la fe).
El cuidado o servicio a los hermanos tenía que ser intenso,
sacrificado, valiente, generoso y muy exigente pero lleno de bondad. Los
discípulos de Jesús que aumentaban cada día llevaban aún una existencia
precaria aun en los períodos de paz. Incluso con los Antoninos, la muerte para
el cristiano podía estar detrás de cualquier acusación o acontecimiento; hasta
el estoico Marco Aurelio pensó que la paciencia de los mártires cristianos era
fanatismo.
Había que esforzarse en llevar a los paganos el misterio, porque
el Reino era también para darlo a ellos. Fue preciso contrarrestar a los
pensantes paganos listos que, con sarcasmo, ironía y calumnia, ridiculizaban el
espíritu y vida de los cristianos. Por eso la fe se hizo, además, apología.
A los cuidados hacia fuera hay que añadir la atención primaria de
la grey con los problemas que surgen desde dentro. Ya pululaban por doquier
versiones cristianas de fe que no coincidían con el genuino modelo y era
preciso mantener a cualquier precio la pureza de la fe recibida. Esa era la
situación del complejo sistema que luego se llamó gnosticismo –se tienen por
cristianos y enseñan el secreto conocimiento de lo divino, reciben influencias
platónicas y de religiones dualistas persas, forman grupos cerrados, niegan la
muerte expiatoria de Jesús y rechazan la resurrección del cuerpo terrenal–.
Marción era gnóstico, vivió en Roma y en tiempo del papa Aniceto; decía que
había dos principios: el bueno era Dios y el espíritu maléfico creó el mundo,
la materia y el cuerpo; se hizo rico con negocios navieros; hacía estrago entre
los cristianos sembrando confusión y negando el valor del cuerpo con su
rigorismo extremo.
En estos cuidados discurrió la vida de Aniceto.
Hubo un asunto peculiar que merece comentario. Policarpo viene a
Roma para tratar con el papa un tema serio. Él fue en su tiempo discípulo
directo de san Juan, el apóstol joven, y ahora es el obispo de Esmirna. Con sus
ochenta y cinco años quiere dejar acordada la fecha de la principal fiesta
cristiana. Los de Oriente siguen la tradición joánica, mientras que los de
Occidente siguen la tradición de Pedro. No llegaron a ponerse de acuerdo. Es
una cuestión –la de la Pascua– que tardará en resolverse hasta el concilio de
Nicea. Pero se despiden en comunión sin romper la unidad ni quebrantar la
caridad. ¡Todo un ejemplo!
No hay datos explícitos y concluyentes sobre el lugar y modo de
su tránsito. El Liber Pontificalis –aunque empleando una expresión extraña por
lo inusual– lo coloca entre los mártires; luego, la tradición constante de los
martirologios habla de martirio y señala la fecha del 17 de abril, aunque no es
unánime. En lo referente al lugar de su enterramiento, se señala en el
cementerio de San Calixto, donde con frecuencia se enterró a los papas.
La reliquia de su cabeza fue entregada al arzobispo de Munich,
Minucio, en el año 1590, y se venera en la iglesia que rigen los jesuitas en la
ciudad. Los restos reposan en el sarcófago que soporta el altar mayor –el que
consagró el cardenal Merry del Val en 1910– de la capilla del Pontificio
Colegio Español de Roma; fueron trasladados al que entonces era palacio
renacentista de los duques de Altemps, en el año 1604. Por eso, en la bóveda
está pintada, entre guirnaldas barrocas y múltiples amorcillos, la apoteosis de
san Aniceto, con capa desplegada y ascendiendo al cielo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario