29 de Abril – Domingo –
5ª – Semana del Tiempo
Ordinario – B
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (9,26-31):
En aquellos días, llegado Pablo a Jerusalén, trataba de juntarse con
los discípulos, pero todos le tenían miedo, porque no se fiaban de que fuera
realmente discípulo. Entonces Bernabé se lo presentó a los apóstoles. Saulo les
contó cómo había visto al Señor en el camino, lo que le había dicho y cómo en
Damasco había predicado públicamente el nombre de Jesús. Saulo se quedó con
ellos y se movía libremente en Jerusalén, predicando públicamente el nombre del
Señor.
Hablaba y discutía también con los judíos de lengua griega, que se
propusieron suprimirlo. Al enterarse los hermanos, lo bajaron a Cesarea y lo
enviaron a Tarso. La Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaria. Se
iba construyendo y progresaba en la fidelidad al Señor, y se multiplicaba, animada
por el Espíritu Santo.
Palabra de Dios
Salmo: 21,26b-27.28.30.31-32
R/. El Señor es mi alabanza en la gran asamblea
Cumpliré mis votos delante de sus fieles.
Los
desvalidos comerán hasta saciarse,
alabarán al
Señor los que lo buscan:
viva su
corazón por siempre. R/.
Lo recordarán y volverán al Señor
hasta de los
confines del orbe;
en su
presencia se postrarán las familias de los pueblos.
Ante él se
postrarán las cenizas de la tumba,
ante él se
inclinarán los que bajan al polvo. R/.
Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá,
hablarán del
Señor a la generación futura,
contarán su
justicia al pueblo que ha de nacer:
todo lo que
hizo el Señor. R/.
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (3,18-24):
Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con
obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestra
conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es
mayor que nuestra conciencia y conoce todo.
Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza
ante Dios. Y cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus
mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y éste es su mandamiento: que creamos
en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como
nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en
esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Juan (15,1-8):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo
sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda,
para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado;
permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por
sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése
da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se
seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y
mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con
esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis
discípulos míos.»
Palabra del Señor
El labrador, la vid y los
sarmientos.
Una anécdota
y un consejo
Hace años un amigo tuvo que
predicar este domingo en un pueblo de la Axarquía malagueña, donde los hombres
estaban acostumbrados a ir todos los días al bar a tomar una copa de vino. Un
sitio ideal para hablar de la vid y los sarmientos. Sin embargo, cuando terminó
la misa, le preguntaron llenos de curiosidad: “Padre, ¿qué es la vid?” En aquel
pueblo a las vides las llaman cepas. No se habían enterado de nada.
Otra experiencia parecida
tuvo otro amigo cuando fue por primera vez a dar unas charlas bíblicas en
Centroamérica. La gente nunca había visto una vid o un olivo. Por desgracia,
Jesús nunca contó la parábola del buen cafetero.
Lo primero que debe
preguntarse el que vaya a tener una homilía este domingo es si la gente
entenderá una parábola contada en una cultura campesina y mediterránea. En
nuestros días, Jesús probablemente habría contado otra muy distinta en la
forma, aunque idéntica en el fondo. Una parábola en la que el Padre es un
informático, Jesús la corriente eléctrica y nosotros ordenadores (computadoras)
que no pueden funcionar si no están conectados a él. Incluso a los que
funcionan bien, el Padre los limpia a fondo para que funcionen mejor. Pero esta
adaptación, aparte de ser mucho menos poética, comete el mismo error: quien no
viva en una cultura tecnológica no la entenderá; y dentro de unos años, cuando
los ordenadores no necesiten estar conectados a la red, la parábola perdería su
sentido. Más vale atenerse a la imagen original.
El labrador, la
vid y los sarmientos
Para captar la originalidad
del evangelio conviene recordar otras referencias a la vid en el Antiguo
Testamento. Un salmo compara al pueblo de Israel con una vida pequeña, que Dios
trasplanta a la tierra de Canaán, donde crece de manera espléndida y extiende
sus pámpanos hasta el Gran Río (el Éufrates). Alude al imperio davídico. Pero
llega un momento en que la vid se ve asaltada, pisoteada y destruida por los
pueblos vecinos y los grandes imperios. ¿Por qué ha ocurrido esto? Una canción
de Isaías ofrece la respuesta: la vid, que ha recibido inmensos cuidados por
parte del labrador, en vez de dar uvas da agrazones. Pasando de la imagen a la
realidad, Dios esperaba de su pueblo justicia y bondad y encontró malicia y
maldad.
En el evangelio, la imagen
cambia profundamente. La vid no es el pueblo, sino Jesús. Y adquieren un
protagonismo inesperado los sarmientos, nosotros.
…dijo Jesús a
sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo
sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda,
para que dé más fruto.
…permaneced
en mí, y yo en vosotros.
…el que permanece en mí y yo en él, ése da
fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.
Este pasaje se conoce como
«la parábola de la vid y los sarmientos». Título erróneo, porque no tiene en
cuenta al protagonista principal, el labrador, que es quien poda, arranca y tira
los sarmientos que no dan fruto. Y más bien que parábola es una fábula, donde
los protagonistas son animales o plantas que pueden hablar y actuar. En este
caso, los protagonistas secundarios, los sarmientos, no hablan, pero sí actúan.
Algunos deciden mantenerse unidos a la vid, y dan fruto abundante. Otros
deciden independizarse, cortar la relación con la vid, y dejan de dar fruto.
(La imagen de unas ramas en movimiento, en este caso alejándose del tronco,
recuerda la fábula de Yotán, que comienza: «Se pusieron en marcha los árboles
para elegirse un rey»).
El enfoque del evangelio,
insistiendo en la idea de permanecer en Jesús, se comprende recordando un
episodio de Lucas. En la aparición a los discípulos de Emaús, estos terminan
pidiéndole: «Quédate con nosotros, Señor». En Juan cambia la perspectiva. Es Jesús quien nos
dice: «Permaneced en mí». Es muy
distinto «quedarse con» y «permanecer en», aunque
parezcan lo mismo. Lo segundo habla de mayor intimidad, como la de un niño en
el seno de su madre.
El título habitual
subraya la importancia de la vid. Y en parte lleva razón: de estar unidos a
ella o separados de ella depende el futuro de los sarmientos. Pero la vid no
hace nada. Simplemente está ahí. Todas las acciones las realizan el labrador o
los sarmientos. Enfoque curioso, que nos obliga a reflexionar sobre la
importancia de Dios Padre en la vida del cristiano; y el papel fundamental de
Jesús, aunque a veces tengamos la impresión de que no hace nada en nuestra
vida.
Aunque no
tenga relación ninguna con el evangelio, el texto de los Hechos se
puede leer como una concreción del mismo. El final nos dice cómo la vid, la
comunidad cristiana, se extiende y fructifica. Y la primera parte, la que trata
de Pablo, recuerda lo que dice la fábula a propósito del labrador: «a todo el
que da fruto lo poda, para que dé más fruto». Podar es cortar, herir al árbol,
despojarlo de algo que le ha costado tiempo y esfuerzo producir. Pero el
campesino lo hace para que esté más sano y fuerte. Eso es lo que hace Dios con
Pablo.
Después de su conversión,
Pablo podría esperar que lo recibieran muy bien en Jerusalén. Pero ocurre algo
muy distinto: no se fían de él, lo rehúyen, hasta que Bernabé lo presenta a los
apóstoles. Cuando comienza a predicar, los judíos de lengua griega intentan
eliminarlo y debe huir a Tarso. En realidad, toda la vida de Pablo fue una gran
poda, una vida llena de persecuciones y sufrimientos. Pero a través de ellos se
convirtió en el mayor de los apóstoles. Dio mucho fruto. Una buena enseñanza
para los que quisiéramos que todo nos fuera bien en la vida, sin ningún tipo de
dificultades.
2ª lectura: cómo
permanecer unidos a la vid (1ª carta de Juan 3,18-24)
El evangelio insiste en la
necesidad de que el sarmiento esté unido a la vid. La segunda lectura nos
indica el modo concreto de mantener la unión.
Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras…
…Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto
conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.
El texto, como es habitual
en Juan, resulta complicado y mezcla diversos temas: - el amor falso y el
verdadero, - el complejo de
culpabilidad, - la confianza en Dios, - la observancia de los mandamientos, - la fe en Jesús y el amor mutuo, - la permanencia en Dios y el don del
Espíritu.
Siguiendo la metáfora del
evangelio, es una vid demasiado frondosa que conviene podar.
Bastaría recordar que amar de verdad y con obras equivale a
creer en Jesús y amarnos unos a otros. Esa es la forma de permanecer
unidos a la vid y la única garantía de que daremos fruto como cristianos.
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