12 de MARZO – MARTES –
1ª – SEMANA DE CUARESMA – C –
Lectura
del libro de Isaías (55,10-11):
ESTO dice el Señor:
«Como
bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá sino después de
empapar la tierra,
de fecundarla y hacerla
germinar,
para que dé semilla al
sembrador
y pan al que come, así
será mi palabra que sale de mi boca:
no volverá a mí vacía, sino
que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo».
Palabra
de Dios
Salmo:
33,4-5.6-7.16-17.18-19
R/.
El Señor libra de sus angustias a los justos
Proclamad conmigo la
grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su
nombre.
Yo consulté al Señor, y
me respondió,
me libró de todas mis
ansias. R/.
Contempladlo, y quedaréis
radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al
Señor,
él lo escuchó y lo salvó
de sus angustias. R/.
Los
ojos del Señor miran a los justos,
sus oídos escuchan sus
gritos;
pero el Señor se
enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra
su memoria. R/.
Cuando uno grita, el
Señor lo escucha
y lo libra de sus
angustias;
el Señor está cerca de
los atribulados,
salva a los abatidos. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (6,7-15):
EN aquel tiempo, dijo Jesús
a sus discípulos:
«Cuando
recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por
hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo
que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros orad así:
“Padre
nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu
reino,
hágase tu voluntad en la
tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras
ofensas,
como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación, y líbranos
del mal”.
Porque
si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre
celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará
vuestras ofensas».
Palabra
del Señor
1. Orar es expresar un deseo. Y el deseo es la
experiencia lógica de una
carencia.
Cuando deseamos algo, sin duda alguna,
lo que nos ocurre es que tenemos un vacío o sufrimos una carencia, que
apetecemos satisfacer. De ahí, la importancia capital del "deseo" en
nuestras vidas. Si lo que apetecemos
pertenece a otro, el deseo de apropiarse lo
ajeno es un asunto tan grave, que
eso precisamente es lo que constituye el
último de los mandamientos del
Decálogo (Ex 20, 17) (cl. René Girard).
Por otra parte, cuando deseamos algo,
que necesitamos y que es bueno, aunque no nos pongamos a rezar, el deseo íntimo es
nuestra oración. Ese deseo, por sí solo, es ya nuestra oración. No hace falta
más.
2.
El Padrenuestro es "un resumen de toda la enseñanza sobre la fe y
las costumbres" (U. Luz). Es un breviarium totius Evangelii, la forma
breve de expresar el Evangelio entero (Tertuliano).
De este "Breviario" de todo
el Evangelio, se han hecho dos interpretaciones:
1) Una, "dogmática": el resumen condensado de todo lo que Jesús nos enseñó
en el Evangelio.
2) La interpretación
"ética": la síntesis de lo que tenemos que hacer, una "guía para
nuestra espiritualidad". Que nos viene a decir: Dios es siempre bueno. Sed
vosotros también siempre buenos. Y buenos con todos, con los que te hacen el
bien y con los que te hacen el mal. Esta es la síntesis de nuestra
religiosidad. No hay más. Ni menos tampoco.
3. Esta
oración es de una profundidad asombrosa:
1) Se siente a Dios como Padre. Y nada
más que como Padre.
2) Lo que más importa es que se haga
lo que Dios quiere, no lo que nos interesa a los mortales.
3) Lo que apetecemos es que sea Dios
el que mande, el que se imponga. Nada
más que eso.
4)
Que no nos falte el pan, lo elemental para vivir. Y el compromiso de
perdonar siempre, lo mismo exactamente,
que queremos ser perdonados.
Tener siempre la tolerancia y el respeto
con que queremos ser tratados. ESTA ES
NUESTRA RELIGIÓN.
San Inocencio I, papa
En Roma, en el cementerio de Ponciano, junto al “Oso
peludo”, sepultura de san Inocencio I, papa, que defendió a san Juan
Crisóstomo, consoló a san Jerónimo y aprobó a san Agustín.
Vida
de San Inocencio I, papa
Nació en la segunda mitad del
siglo IV y parece ser que, en Albano, aunque documentalmente no pueda
demostrarse con certeza. Fue elegido papa en el año 401, como sucesor de
Anastasio I.
Consiguió que se reconociese su
autoridad papal en Iliria, región montañosa situada en la región nororiental
del Adriático que hoy corresponde a Bosnia y Dalmacia.
Expulsó de la Ciudad Eterna a los
perseguidores y detractores de san Juan Crisóstomo, a pesar de la oposición del
emperador Arcadio (407). Pero no pudo, a pesar de sus esfuerzos y negociaciones,
evitar el saqueo de Roma por Alarico el 24 de agosto del año 410.
A petición de san Agustín,
condenó la herejía pelagiana (417).
Con respecto al gobierno que
debió ejercer en Hispania, hay que mencionar la carta dirigida a Exuperio,
obispo de Tolosa, dándole normas para la reconciliación y admisión a la
comunión a los que una vez bautizados se entregaran de modo pertinaz a los
placeres de la carne. De alguna manera, modera la disciplina, en vigor hasta
entonces, contemplada en los concilios de Elvira y de Arlés y propiciada por
las iglesias africanas; eran normas un tanto rigoristas -extremadamente
extrañas para nuestra época-, que negaban la admisión a la comunión de este
tipo de pecadores incluso en el momento de la muerte, aunque se les concediera
fácilmente la posibilidad de la penitencia. Reconoce en su escrito que hasta
ese momento "la ley era más dura", pero que no quiere adoptar la misma aspereza
y dureza que el hereje Novaciano. De todos modos no presume de innovaciones, ni
se presenta como detentor de un liberalismo laxo; justifica plenamente las
normas anteriores, afirmando que esa praxis era la conveniente en aquel tiempo.
En el 416, cuando quiere recordar
a los obispos españoles la autoridad indiscutida del obispo de Roma y la
obediencia que le deben desde España, escribe una carta en la que afirma que en
toda Italia, Francia, Hispania, África y Sicilia sólo se han instituido
iglesias por Pedro o por sus discípulos. Esta carta es empleada como argumento
documental muy importante por quienes desautorizan la antiquísima tradición que
sostiene la predicación del Apóstol Santiago en España y la conjetura fundada
de la visita del apóstol Pablo a este extremo del Imperio.
Interviene también por los años
404-405 para restaurar la paz entre los obispos de Hispania, después de las
resoluciones cristológicas anti priscilianistas del concilio de Toledo del año
400; recomienda el reconocimiento de la autoridad y gobierno episcopal de los
que fueron ordenados por partidarios de Prisciliano pero que continúan
profesando la fe verdadera al aceptar la consubstancialidad del Hijo con el
Padre y la unicidad de Persona en Cristo.
Ocupó la Sede de Pedro hasta su
muerte en el 417.
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