viernes, 8 de marzo de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 9 de MARZO – SÁBADO DESPUÉS DE CENIZA – santa francisca romana




9 de MARZO
– SÁBADO DESPUÉS DE CENIZA –
santa francisca romana

Lectura del libro de Isaías (58,9b-14):

ESTO dice el Señor:
«Cuando alejes de ti la opresión, el dedo acusador y la calumnia, cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo y sacies al alma afligida, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad como el mediodía.
El Señor te guiará siempre, hartará tu alma en tierra abrasada, dará vigor a tus huesos.
Serás un huerto bien regado, un manantial de aguas que no engañan.
Tu gente reconstruirá las ruinas antiguas, volverás a levantar los cimientos de otros tiempos; te llamarán “reparador de brechas”,
“restaurador de senderos”, para hacer habitable el país.
Si detienes tus pasos el sábado,
para no hacer negocios en mi día santo, y llamas al sábado “mi delicia” y lo consagras a la gloria del Señor; si lo honras, evitando viajes, dejando de hacer tus negocios y de discutir tus asuntos,
entonces encontrarás tu delicia en el Señor.
Te conduciré sobre las alturas del país y gozarás del patrimonio de Jacob, tu padre.
Ha hablado la boca del Señor».

Palabra de Dios

Salmo: 85,1-2.3-4.5-6

R/. Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad
 Inclina tu oído, Señor, escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva, Dios mío, a tu siervo, que confía en ti. R/.
 Piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti, Señor. R/.
 Porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (5,27-32):

EN aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».
Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Y murmuraban los fariseos y sus escribas diciendo a los discípulos de Jesús:
«¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?»
Jesús les respondió:
«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan».

Palabra del Señor

1.  Jesús se fija, con una mirada cargada de intensidad emocional no en una persona "ejemplar", sino en un "recaudador", un tipo indeseable, ya que, en aquella sociedad, los recaudadores de   impuestos vivían de lo que le robaban a la gente (J. Gnilka).
Jesús tenía una inclinación de afecto singular hacia los más odiados y despreciados.  Jesús se fijaba y se interesaba, ante todo, no por los que se veían a sí mismos como los más ejemplares, sino en los que eran vistos como los más odiados y despreciables.

2.  Y a este hombre es al que llama: Sígueme.
No le explica para qué le llama, por qué le llama, en qué condiciones.  Solo queda clara una cosa tremenda: inmediatamente lo dejó todo y se fue con Jesús.
Las decisiones más determinantes de la vida no se toman "por miedo", sino "por seducción". A Jesús "le sedujo" la miseria moral y social en que se veía aquel hombre. Y el que fue llamado se sintió "seducido" por Jesús. En la vida somos, y en la vida hacemos, aquello que nos seduce. Y nos seduce tanto, que lo dejamos todo por satisfacer nuestra seducción.

3.  Jesús tenía una fuerza de atracción tan poderosa, que por él se deja todo,
se reorienta la vida, y en eso encontramos el gran banquete de nuestra existencia. Dios, en Jesús, se identificó de tal manera con la condición humana, se "humanizó"   hasta tal extremo, que cuando nos    encontramos en la vida con Jesús, eso se verifica en que nos hacemos plenamente tan "misericordiosos" como "humanos".  
Lo dejamos todo por este ideal o proyecto. Y eso se convierte en el gran   banquete de nuestra existencia. Diga lo que diga la gente "notable" o "religiosa".

Santa Francisca Romana



Religiosa, que, casada aún adolescente, vivió cuarenta años en matrimonio y fue excelente esposa y madre de familia, admirable por su piedad, humildad y paciencia. En tiempos calamitosos distribuyó sus bienes entre los pobres, asistió a los atribulados y, al quedar viuda, se retiró a vivir entre las oblatas que ella había reunido bajo la Regla de san Benito, en Roma. († 1440)

Breve Biografía

Francisca Bussa de Buxis de Leoni nació en Roma en el año 1384. Era de una familia noble y rica y, aunque aspiraba a la vida monástica, tuvo que aceptar, como era la costumbre, la elección que por ella habían hecho sus padres.
Rara vez un matrimonio así combinado tiene éxito; pero el de Francisca lo tuvo. La joven esposa, sólo tenía trece años, se fue a vivir a casa del marido, Lorenzo de Ponziani, también rico y noble como ella. Con sencillez aceptó los grandes dones de la vida, el amor del esposo, sus títulos de nobleza, sus riquezas, los tres hijos que tuvo a quienes amó tiernamente y dedicó todos sus cuidados; y con la misma sencillez y firmeza aceptó quedar privada de ellos.
El primer gran dolor fue la muerte de un hijo, poco después murió el otro, renovando así la herida de su corazón que todavía sangraba. En ese tiempo Roma sufría los ataques del cisma de Occidente por la presencia de los antipapas. A uno de los pontífices, Alejandro V, le hizo la guerra el rey de Nápoles, Ladislao, que invadió Roma dos veces. La guerra tocó de cerca también a Francisca pues hirieron al marido y, al único hijo que le quedaba, se lo llevaron como rehén. Todas estas desgracias no lograron doblegar su ánimo apoyado por la presencia misteriosa pero eficaz de su Ángel guardián.
Su palacio parecía meta obligada para todos los más necesitados. Fue generosa con todos y distribuía sus bienes para aliviar las tribulaciones de los demás, sin dejar nada para sí. Para poder ampliar su radio de acción caritativa, fundó en 1425 la congregación de las Oblatas Olivetanas de santa María la Nueva, llamadas también Oblatas de Tor de Specchi. A los tres años de la muerte del marido, emitió los votos en la congregación que ella misma había fundado, y tomó el nombre de Romana. Murió el 9 de marzo de 1440. Sus restos mortales fueron expuestos durante tres días en la iglesia de santa María la Nueva, que después llevaría su nombre. Tan unánime fue el tributo de devoción que le rindieron los romanos que, según una crónica del tiempo, se habla de que toda la ciudad de Roma acudió a rendirle el extremo saludo. 
Fue canonizada en 1608.

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