9 de MARZO
santa francisca romana
Lectura
del libro de Isaías (58,9b-14):
ESTO dice el Señor:
«Cuando
alejes de ti la opresión, el dedo acusador y la calumnia, cuando ofrezcas al
hambriento de lo tuyo y sacies al alma afligida, brillará tu luz en las
tinieblas, tu oscuridad como el mediodía.
El
Señor te guiará siempre, hartará tu alma en tierra abrasada, dará vigor a tus
huesos.
Serás un huerto bien
regado, un manantial de aguas que no engañan.
Tu
gente reconstruirá las ruinas antiguas, volverás a levantar los cimientos de
otros tiempos; te llamarán “reparador de brechas”,
“restaurador de
senderos”, para hacer habitable el país.
Si
detienes tus pasos el sábado,
para no hacer negocios
en mi día santo, y llamas al sábado “mi delicia” y lo consagras a la gloria del
Señor; si lo honras, evitando viajes, dejando de hacer tus negocios y de
discutir tus asuntos,
entonces encontrarás tu
delicia en el Señor.
Te
conduciré sobre las alturas del país y gozarás del patrimonio de Jacob, tu
padre.
Ha
hablado la boca del Señor».
Palabra
de Dios
Salmo:
85,1-2.3-4.5-6
R/.
Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad
Inclina tu oído, Señor,
escúchame,
que soy un pobre
desamparado;
protege mi vida, que soy
un fiel tuyo;
salva, Dios mío, a tu
siervo, que confía en ti. R/.
Piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy
llamando todo el día;
alegra el alma de tu
siervo,
pues levanto mi alma
hacia ti, Señor. R/.
Porque tú, Señor, eres
bueno y clemente,
rico en misericordia con
los que te invocan.
Señor, escucha mi
oración,
atiende a la voz de mi
súplica. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (5,27-32):
EN aquel tiempo, vio
Jesús a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le
dijo:
«Sígueme».
Él,
dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran
banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos
y otros. Y murmuraban los fariseos y sus escribas diciendo a los discípulos de
Jesús:
«¿Cómo
es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?»
Jesús
les respondió:
«No
necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los
justos, sino a los pecadores a que se conviertan».
Palabra
del Señor
1.
Jesús se fija, con una mirada cargada de intensidad emocional no en una
persona "ejemplar", sino en un "recaudador", un tipo
indeseable, ya que, en aquella sociedad, los recaudadores de impuestos vivían de lo que le robaban a la
gente (J. Gnilka).
Jesús tenía una inclinación de afecto
singular hacia los más odiados y despreciados.
Jesús se fijaba y se interesaba, ante todo, no por los que se veían a sí
mismos como los más ejemplares, sino en los que eran vistos como los más
odiados y despreciables.
2.
Y a este hombre es al que llama: Sígueme.
No le explica para qué le llama, por
qué le llama, en qué condiciones. Solo
queda clara una cosa tremenda: inmediatamente lo dejó todo y se fue con Jesús.
Las decisiones más determinantes de la
vida no se toman "por miedo", sino "por seducción". A Jesús
"le sedujo" la miseria moral y social en que se veía aquel hombre. Y
el que fue llamado se sintió "seducido" por Jesús. En la vida somos,
y en la vida hacemos, aquello que nos seduce. Y nos seduce tanto, que lo dejamos
todo por satisfacer nuestra seducción.
3.
Jesús tenía una fuerza de atracción tan poderosa, que por él se deja
todo,
se reorienta la vida, y en eso encontramos el
gran banquete de nuestra existencia. Dios, en Jesús, se identificó de tal
manera con la condición humana, se "humanizó" hasta tal extremo, que cuando nos encontramos en la vida con Jesús, eso se
verifica en que nos hacemos plenamente tan "misericordiosos" como
"humanos".
Lo dejamos todo por este ideal o
proyecto. Y eso se convierte en el gran
banquete de nuestra existencia. Diga lo que diga la gente
"notable" o "religiosa".
Santa Francisca Romana
Religiosa,
que, casada aún adolescente, vivió cuarenta años en matrimonio y fue excelente
esposa y madre de familia, admirable por su piedad, humildad y paciencia. En
tiempos calamitosos distribuyó sus bienes entre los pobres, asistió a los
atribulados y, al quedar viuda, se retiró a vivir entre las oblatas que ella
había reunido bajo la Regla de san Benito, en Roma. († 1440)
Breve
Biografía
Francisca Bussa de Buxis de Leoni
nació en Roma en el año 1384. Era de una familia noble y rica y, aunque
aspiraba a la vida monástica, tuvo que aceptar, como era la costumbre, la
elección que por ella habían hecho sus padres.
Rara vez un matrimonio así
combinado tiene éxito; pero el de Francisca lo tuvo. La joven esposa, sólo
tenía trece años, se fue a vivir a casa del marido, Lorenzo de Ponziani,
también rico y noble como ella. Con sencillez aceptó los grandes dones de la
vida, el amor del esposo, sus títulos de nobleza, sus riquezas, los tres hijos
que tuvo a quienes amó tiernamente y dedicó todos sus cuidados; y con la misma
sencillez y firmeza aceptó quedar privada de ellos.
El primer gran dolor fue la
muerte de un hijo, poco después murió el otro, renovando así la herida de su
corazón que todavía sangraba. En ese tiempo Roma sufría los ataques del cisma
de Occidente por la presencia de los antipapas. A uno de los pontífices,
Alejandro V, le hizo la guerra el rey de Nápoles, Ladislao, que invadió Roma
dos veces. La guerra tocó de cerca también a Francisca pues hirieron al marido
y, al único hijo que le quedaba, se lo llevaron como rehén. Todas estas
desgracias no lograron doblegar su ánimo apoyado por la presencia misteriosa
pero eficaz de su Ángel guardián.
Su palacio parecía meta obligada
para todos los más necesitados. Fue generosa con todos y distribuía sus bienes
para aliviar las tribulaciones de los demás, sin dejar nada para sí. Para poder
ampliar su radio de acción caritativa, fundó en 1425 la congregación de las
Oblatas Olivetanas de santa María la Nueva, llamadas también Oblatas de Tor de
Specchi. A los tres años de la muerte del marido, emitió los votos en la
congregación que ella misma había fundado, y tomó el nombre de Romana. Murió el
9 de marzo de 1440. Sus restos mortales fueron expuestos durante tres días en
la iglesia de santa María la Nueva, que después llevaría su nombre. Tan unánime
fue el tributo de devoción que le rindieron los romanos que, según una crónica
del tiempo, se habla de que toda la ciudad de Roma acudió a rendirle el extremo
saludo.
Fue canonizada en 1608.
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