miércoles, 20 de marzo de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 21 de MARZO – JUEVES – 2ª – SEMANA DE CUARESMA – C – San Nicolás de Flüe





21 de MARZO – JUEVES –
2ª – SEMANA DE CUARESMA – C –

Lectura del libro de Jeremías (17,5-10):

Esto dice el Señor:
«Maldito quien confía en el hombre, y busca el apoyo de las criaturas, apartando su corazón del Señor.
Será como cardo en la estepa,
que nunca recibe la lluvia;
habitará en un árido desierto,
tierra salobre e inhóspita.
Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza.
Será un árbol plantado junto al agua, que alarga a la corriente sus raíces; no teme la llegada del estío, su follaje siempre está verde; en año de sequía no se inquieta, ni dejará por eso de dar fruto.
Nada hay más falso y enfermo
que el corazón: ¿quién lo conoce?
Yo, el Señor, examino el corazón,
sondeo el corazón de los hombres
para pagar a cada cual su conducta según el fruto de sus acciones».

Palabra de Dios

Salmo: 1,1-2.3.4.6

R/. Dichoso el hombre
que ha puesto su confianza en el Señor

 Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.
 Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.

 No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (16,19-31):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.
Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.
Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:
“Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.
Pero Abrahán le dijo:
“Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.
Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.
Él dijo:
“Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”.
Abrahán le dice:
“Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”.
Pero él le dijo:
“No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”.
Abrahán le dijo:
“Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni, aunque resucite un muerto”».

Palabra del Señor

1.  Para comprender el alcance de esta parábola, hay que echar mano de los datos convergentes sobre el personaje Lázaro, que se encuentran en los evangelios de Lucas y Juan.  El Lázaro de la parábola, que propone    Lucas, ¿tiene
algo que ver con el Lázaro que, en el evangelio de Juan, fue devuelto a "esta"
vida (no es que resucitó para la "otra" vida)?
Marta y María eran hermanas de Lázaro. Las dos se mencionan en Lucas (Lc 10, 38-42; cf. Jn 11, 2. 32) y luego
aparecen, de nuevo en la unción de Betania (Mc 14, 3-9 y Lc 7, 36-50), en el
evangelio de Juan (12, 1-11). De ahí que el relato de Jn 11, 1-12, 19 es una mezcla (collage) de cuatro textos de Lucas: la resurrección del hijo de la viuda de Naín (Lc 7, 11-17), la parábola del rico y Lázaro (Lc 16, 19-31), el relato de Marta y María  (Lc 10, 38-42) y la unción de Betania (Mc 14, 3-9 y Lc 7, 36-50) (Jean Zumstein;  H. Thyen; cf. C. K. Barret).

2. ¿Qué nos viene a decir esta relación entre el Lázaro de la parábola de Lucas y el Lázaro que, según el evangelio de Juan, era el hermano de Marta y María? 
No se puede decir que ambos Lázaros fuera el mismo personaje. Pero sí se puede afirmar que, al relacionar ambos   relatos, el de Lucas y el de Juan, nos vemos, frente a frente, ante una enseñanza que impresiona y que resulta
sobrecogedora. - ¿De qué enseñanza se trata?

3.   El rico epulón, el que se desentendió del sufrimiento, de la salud, del hambre del pobre Lázaro, cuando se vio perdido en el infierno, le dijo a Dios
(representado en Abrahán) que sus cinco hermanos iban, como él ya lo había hecho, por el camino de la buena vida, desentendidos del dolor del pobre y el enfermo. Por eso, el condenado epulón le pidió a Dios que les mandara a Lázaro. Porque, si resucitaba un muerto, seguro que se convertían. Y entonces vino del cielo la respuesta escalofriante: Ya tienen la Palabra de Dios. Y si es que no hacen caso ni a la Palabra de Dios, "aunque resucite un muerto, no le harán caso". Y eso justamente es lo que les pasó a los dirigentes de la religión del Templo.  Resucitó Lázaro.  Y la reacción no fue convertirse, sino reunirse en el Sanedrín  y allí decidieron matar también a Jesús (Jn 11, 47-53).
 Los que hoy tienen poder y dinero, que lean el Evangelio. Y si no le hacen caso al Evangelio, aunque se abran las tumbas y salgan los muertos, seguirán robando y causando dolor.

San Nicolás de Flüe



En la región montañosa vulgarmente llamada Ranft, junto a Sachseln, en Suiza, san Nicolás de Flüe, el cual, por inspiración divina, deseoso de otro género de vida dejó a su esposa y a sus diez hijos, retirándose al monte para abrazar la vida de anacoreta, donde llegó a ser célebre por su dura penitencia y desprecio del mundo. De su celda sólo salió una vez, y fue para apaciguar con una breve exhortación a quienes estaban a punto de enfrentarse en una guerra civil.

Vida de San Nicolás de Flüe

Suiza en los siglos XIV y XV está empapada de corrientes espirituales que son propicias para la ascesis y para las visiones. Y no solamente se dan entre los clérigos o en los claustros de los monasterios; han trascendido también al laicado y en cualquier esquina o iglesia puede uno toparse con gente que transmita experiencias sobrenaturales habidas en la intimidad de la oración.
Nicolás de Flue es un santo suizo y de esta época. Soporta sobre su figura, no legendaria sino bien probada por la historia, la dignidad nacional tanto por parte de los protestantes como de los católicos, dada la curiosa complejidad que desde siglos lleva consigo el pueblo suizo, aunque ciertamente unos y otros lo tienen como personaje emblemático por distintos motivos; los que se llaman reformadores lo miran desde la cara política y los católicos añaden el matiz espiritual.
Nació en el 1417, justo el año en que termina el Cisma de Occidente con la elección de Martín V como Papa por el concilio de Constanza. En familia de católicos campesinos, se ocupa de los trabajos del campo, pero es asiduo a la oración y practica el ayuno como cosa habitual cuatro días por semana. Se casa cuando tiene treinta años con Dorotea Wyss. La unidad familiar dura veinte años, tienen 10 hijos, uno de ellos llega a frecuentar la universidad y el mayor consigue ser presidente de la Confederación. Siendo Nicolás un hombre de paz, tuvo que intervenir en tres guerras, en la de liberación de Núremberg, en la vieja de Zúrich y en la de Turgovia contra Segismundo.
En el año 1467 da comienzo la parte de su vida que, aunque llena de contradicciones, es la forja de su santidad y de su fecundidad política. Veámosla. Tiene cincuenta años y con el permiso de su esposa y de sus hijos se retira a vivir como eremita en la garganta de Ranft. Vive entregado a la meditación preferentemente de la Pasión del Señor que contempla siguiendo los distintos episodios, como hicieron Juan Ruysbroeck y Enrique Suso. Obtiene un alto y profundo conocimiento de la Santísima Trinidad. Hace notable penitencia y practica riguroso ayuno. La celda que le han construido los paisanos solo dispone de una ventana para ver los oficios del sacerdote y otra para contemplar la naturaleza de Unterwald. El obispo de Constanza va a bendecir el lugar que se convierte en centro de peregrinación. El contenido será el culto a la Eucaristía y el motivo el hecho milagroso del ayuno absoluto y prolongado de Nicolás. No prueba bocado en veinte años; sólo ingiere la Eucaristía y una vez come porque lo manda su obispo para probar su obediencia, humildad y el carácter sobrenatural del ayuno. Aquí tiene visiones sobrenaturales y de aquí arranca su energía y acierto para enfocar los asuntos políticos que darán a Suiza estabilidad y forma de gobierno peculiar.
El místico pacificador y salvador de la patria suiza fue juez y consejero en su cantón; también Diputado en la Dieta federal en 1462 y rechazó la jefatura del Estado. En 1473 propicia y consigue se firme el tratado de paz perpetua con Austria. En la Dieta de Stans del 1478 evita la guerra civil, consiguiendo el milagro de la reconciliación. Su obra política no fue sólo coyuntural, sino que hizo técnicamente posible la realidad de la patria común suiza.
Se cierra su vida con una enfermedad cargada de dolor y de sufrimiento que lleva con paciencia tan grande como su pobreza. Después de recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo, muere el 21 de marzo de 1487.
Desde el siglo XVI tanto los protestantes como los católicos requieren su patronazgo; unos por sus recomendaciones de mantenerse dentro de las fronteras, por los razonamientos que les ayudan a lo mezclarse en políticas extranjeras y por la cuasi prohibición de mostrar interés por la política europea; los otros, por ser un gran político que saca su genio de la condición de santo y fiel.
Sea como sea, Nicolás supo articular, unir y compaginar de un modo asombrosamente original lo que a la mayoría de los mortales nos parece un imposible contradictorio: Cuidó con esmero las cosas de la tierra y amó intensamente las del cielo; fue un hombre con una actividad incansablemente eficaz, sin dejar de ser contemplativo; es a la vez casado y eremita; resulta al mismo tiempo el primer político y el más grande santo; tiene la extraña sabiduría que valora lo poco nuestro y la inmensidad de lo divino.
Los católicos comenzaron en el 1591 el proceso de canonización que no llega a promulgarse -un dato contradictorio más- hasta el 1947 por el papa Pío XII, el mismo día de la Ascensión. Han pasado más de 350 años y es que la santidad, antes de ser oficialmente reconocida, está supeditada a las contingencias históricas.

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