jueves, 28 de marzo de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 29 de MARZO – VIERNES – 3ª – SEMANA DE CUARESMA – C – San Eustasio de Luxeüil




29 de MARZO – VIERNES –
3ª – SEMANA DE CUARESMA – C –
San Eustasio de Luxeüil

Lectura de la profecía de Oseas (14,2-10):

ESTO dice el Señor:
«Vuelve, Israel, al Señor tu Dios, porque tropezaste por tu falta. Tomad vuestras promesas con vosotros, y volved al Señor.
Decidle:
 “Tú quitas toda falta, acepta el pacto. Pagaremos con nuestra confesión: Asiria no nos salvará,
no volveremos a montar a caballo,
y no llamaremos ya ‘nuestro Dios’
a la obra de nuestras manos.
En ti el huérfano encuentra compasión”.
“Curaré su deslealtad, los amaré generosamente, porque mi ira se apartó de ellos.
Seré para Israel como el rocío,
florecerá como el lirio, echará sus raíces como los cedros del Líbano.
Brotarán sus retoños y será su esplendor como el olivo, y su perfume como el del Líbano.
Regresarán los que habitaban a su sombra, revivirán como el trigo, florecerán como la viña, será su renombre como el del vino del Líbano.
Efraín, ¿qué tengo que ver con los ídolos?
Yo soy quien le responde y lo vigila.
Yo soy como un abeto siempre verde, de mí procede tu fruto”.
¿Quién será sabio, para comprender estas cosas, inteligente, para conocerlas?
Porque los caminos del Señor son rectos: los justos los transitan, pero los traidores tropiezan en ellos».

Palabra de Dios

Salmo: 80,6c-8a.8bc-9.10-11ab.14.17

R/. Yo soy el Señor, Dios tuyo: escucha mi voz

 Oigo un lenguaje desconocido:
«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.
Clamaste en la aflicción, y te libré. R/.
    Te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.
Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel! R/.
    No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto. R/.
 ¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!
Los alimentaría con flor de harina,
los saciaría con miel silvestre». R/.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,28b-34):

EN aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
«¿Qué mandamiento es el primero de todos?».
Respondió Jesús:
«El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”.
El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos».
El escriba replicó:
«Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:
«No estás lejos del reino de Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor

1.  Este relato plantea un problema que toca el centro mismo de todo el Evangelio. El problema está en esto: El letrado le pregunta a Jesús solamente cuál es el primer mandamiento, o sea el más importante de todos (D. C. Allison, Joel Marcus).
A lo que Jesús responde recordando la Shemá o declaración fundamental de la fe (Mt 12, 29-30; Deut 6,4-5).
Pero Jesús recuerda además el texto de Lev 19, 18, que es inseparable del primero (Gal 5, 14; Rom 13, 8-10; St 2, 8-12). 0 sea, no es posible amar a Dios, si no se ama igualmente al prójimo.

2.  Dando un paso más, hay que preguntarse: si Jesús unió el amor al prójimo (sobre el que no le habían preguntado) con el amor a Dios (que es lo que le preguntaron), - ¿por qué unió lo uno con lo otro? - ¿Por qué, a juicio de Jesús no es posible separar el amor a Dios del amor al prójimo?

3.  Porque Dios es, por definición, "el   Trascendente". Es decir, "a Dios nadie lo ha visto jamás" (Jn 1, 18; cf. 14, 8-10; 1 Jn 4, 12).
0 sea, Dios "nos trasciende", no está a nuestro alcance. Lo propio y definitorio del Trascendente está en que es   "incomunicable". Los humanos solo podemos comunicarnos con "lo inmanente". Y, por tanto, cuando decimos que amamos a Dios, bien puede ocurrir que no sea a Dios a quien estamos amando, sino que estemos amando la "representación" que nosotros nos hacemos de Dios. Y ocurre que cada cual
se representa a Dios como le conviene. Pero la única realidad humana, en la que
Dios se ha encarnado, ha sido nuestra propia humanidad. Por eso Jesús le dijo
al apóstol Felipe: "Quien me ve a mí está viendo a Dios" Un 14, 9).
No es posible relacionarse con Dios y amar a Dios, si no se ama "lo humano", a cualquier "ser humano".  "Quien no ama a su hermano a quien está viendo, a Dios, a quien no ve, no puede amarlo" (1 Jn 4, 20b).
Es más: Jesús llegó al culmen humanístico más radical cuando, en la Última Cena, en el momento en que los otros evangelios relatan la institución de la Eucaristía, el IV evangelio pone en boca de Jesús el mandamiento nuevo: "que os améis unos a otros como yo os he amado. En esto conocerán que sois discípulos míos" (Jn 13, 34-35).
Aquí ya el amor a Dios, ni se menciona.  Solo queda en pie el amor a los demás. Lo que quieras a la gente, eso
es lo que quieres a Dios. Todo lo que no sea eso, es puro engaño.

San Eustasio de Luxeüil



En el monasterio de Luxeuil, en Burgundia (Francia), san Eustasio, abad, discípulo de san Columbano, que fue padre de casi seiscientos monjes (629).

Nació Eustasio pasada la segunda mitad del siglo VI, en Borgoña.
Fue discípulo de san Columbano, monje irlandés que pasó a las Galias buscando esconderse en la soledad y que recorrió el Vosga, el Franco-Condado y llegó hasta Italia. Fundó el monasterio de Luxeuil a cuya sombra nacieron los célebres conventos de Remiremont, Jumieges, Saint-Omer, foteines etc.
Eustasio tiene unos deseos grandes de encontrar el lugar adecuado para la oración y la penitencia. Entra en Luxeuil y es uno de sus primeros monjes. Allí lleva una vida a semejanza de los monjes del desierto de oriente.
Columbano se ve forzado a condenar los graves errores de la reina Bruneguilda y de su nieto rey de Borgoña. Con esta actitud, por otra parte inevitable en quien se preocupa por los intereses de la Iglesia, desaparece la calma que hasta el momento disfrutaban los monjes. Eustasio considera oportuno en esa situación autodesterrarse a Austrasia, reino fundado el 511, en el periodo merovingio, a la muerte de Clodoveo y cuyo primer rey fue Tierry, donde reina Teodoberto, el hermano de Tierry. Allí se le reúne el abad Columbano. Predican por el Rhin, río arriba, bordeando el lago Constanza, hasta llegar a tierras suizas.
Columbano envía a Eustasio al monasterio de Luxeuil después de nombrarle abad. Es en este momento -con nuevas responsabilidades- cuando la vida de Eustasio cobra dimensiones de madurez humana y sobrenatural insospechadas. Arrecia en la oración y en la penitencia; trata con caridad exquisita a los monjes, es afable y recto; su ejemplo de hombre de Dios cunde hasta el extremo de reunir en torno a él dentro del monasterio a más de seiscientos varones de cuyos nombres hay constancia en los fastos de la iglesia. Y el influjo espiritual del monasterio salta los muros del recinto monacal; ahora son las tierras de Alemania las que se benefician de él prometiéndose una época altamente evangelizadora.
Pero han pasado cosas en el monasterio de Luxeuil mientras duraba la predicción por Alemania. Un monje llamado Agreste o Agrestino que fue secretario del rey Tierry ha provocado la relajación y la ruina de la disciplina. Orgulloso y lleno de envidia, piensa y dice que él mismo es capaz de realizar idéntica labor apostólica que la que está realizando su abad; por eso abandona el retiro del que estaba aburrido hacía tiempo y donde ya se encontraba tedioso; ha salido dispuesto a evangelizar paganos, pero no consigue los esperados triunfos de conversión. Y es que no depende de las cualidades personales ni del saber humano la conversión de la gente; ha de ser la gracia del Espíritu Santo quien mueva las inteligencias y voluntades de los hombres y esto ordinariamente ha querido ligarlo el Señor a la santidad de quien predica. En este caso, el fruto de su misionar tarda en llegar y con despecho se precipita Agreste en el cisma.
Eustasio quiere recuperarlo, pero se topa con el espíritu terco, inquieto y sedicioso de Agreste que ha empeorado por los fracasos recientes y está dispuesto a aniquilar el monasterio. Aquí interviene Eustasio con un feliz desenlace porque llega a convencer a los obispos reunidos haciéndoles ver que estaban equivocados por la sola y unilateral información que les había llegado de parte de Agreste.
Restablecida la paz monacal, la unidad de dirección y la disciplina, cobra nuevamente el monasterio su perdida prestancia.
Sus grandes méritos se acrecentaron en la última enfermedad, con un mes entero de increíbles sufrimientos, que consumen su cuerpo sexagenario el 29 de marzo del año 625.


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