4 de MARZO – LUNES –
8ª – Semana del T. O. – C –
Lectura
del libro del Eclesiástico (17,20-28):
A los que se arrepienten
Dios les permite volver, y consuela a los que han perdido la esperanza,
y los hace partícipes de
la suerte de los justos.
Retorna
al Señor y abandona el pecado, reza ante su rostro y elimina los obstáculos.
Vuélvete
al Altísimo y apártate de la injusticia y detesta con toda el alma la
abominación.
Reconoce
los justos juicios de Dios, permanece en la suerte que te ha asignado y en la
oración al Dios altísimo.
En
el abismo ¿quién alabará al Altísimo como lo hacen los vivos y quienes le dan
gracias?
Para
el muerto, como quien no existe, desaparece la alabanza,
solo el que está vivo y
sano alaba al Señor.
¡Qué
grande es la misericordia del Señor y su perdón para los que retornan a él!
Palabra
de Dios
Salmo:
31,1-2.5.6.7
R/.
Alegraos, justos, y gozad con el Señor
Dichoso el que está
absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado
su pecado;
dichoso el hombre a quien
el Señor no le apunta el delito
y en cuyo espíritu no
hay engaño. R/.
Había pecado, lo
reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al
Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa
y mi pecado. R/.
Por eso, que todo fiel te
suplique
en el momento de la
desgracia:
la crecida de las aguas
caudalosas
no lo alcanzará. R/.
Tú eres mi refugio,
me libras del peligro,
me rodeas de cantos de
liberación. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Marcos (10,17-27):
En aquel tiempo, cuando
salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le
preguntó:
«Maestro
bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?».
Jesús
le contestó:
«Por
qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los
mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso
testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre».
Él
replicó:
«Maestro,
todo eso lo he cumplido desde mi juventud».
Jesús
se quedó mirándolo, lo amó y le dijo:
«Una
cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un
tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme».
A
estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico.
Jesús,
mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
«¿Qué
difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!».
Los
discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Pero Jesús añadió:
«Hijos,
¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar
por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios».
Ellos
se espantaron y comentaban:
«Entonces,
¿quién puede salvarse?».
Jesús
se les quedó mirando y les dijo:
«Es
imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo».
Palabra
del Señor
1.
La clave, para entender y vivir el Evangelio, no es la fe. La clave es
el seguimiento de Jesús. En los evangelios, jamás se habla de un
"seguimiento" escaso, pobre, débil. Sin embargo, la escasez, oscuridad
o debilidad de la "fe" es un tema que se repite con insistencia,
aplicado precisamente a los discípulos,
a
los apóstoles, a los compañeros de Jesús (cf.
Mt 8, 26; 14, 31; 16, 8; 17, 20; Mc 4,
40; 16, 11. 13. 14; Lc 8, 26; 24, 11. 41).
Sin duda alguna, Jesús no toleró un
seguimiento a medias. La "fe" torpe, oscura, débil, estaba presente,
muy presente, en la comunidad original
de Jesús.
2.
El relato del joven rico es un relato-modelo porque aquí es donde se ve
con más claridad la totalidad de las exigencias de Jesús, no ya para ser
discípulo, sino sencillamente para poder entrar en el Reino de Dios. Teniendo
en
cuenta que el joven (protagonista de este
episodio) era un judío observante, cumplidor de los mandamientos, fiel a la
ley. Pero, a juicio de Jesús, para realizar su proyecto, con la observancia de
la ley no basta. Lo decisivo, lo capital y determinante, es vivir con Jesús y cómo
vivió Jesús. Que eso, ni más ni menos,
es el "seguimiento".
3.
La Iglesia le tiene miedo al "seguimiento", como centro y
clave de la vida cristiana. Porque el seguimiento, así entendido, es
incompatible con la Iglesia que tenemos, la Iglesia que ve la gente y con la
que muchos cristianos se sienten satisfechos. La Iglesia de la
"religión" es soportable, tranquiliza, ocupa ratos al día o a la
semana, no mucho más.
La Iglesia del "seguimiento"
exige un cambio radical, en su organización, en su forma de vida y en la manera
de vivir de los cristianos. Sobre todo, en todo cuanto se refiere al dinero. Y
somos muchos los que pensamos y decimos que, con los mandamientos, ya hay
bastante... ¿O no?
San Casimiro
San
Casimiro, hijo del rey de Polonia Casimiro IV Jagellón, que, siendo príncipe,
destacó por el celo en la fe, por la castidad y la penitencia, la benignidad
hacia los pobres y la devota veneración a la Eucaristía y a la bienaventurada
Virgen María, y aún joven, consumido por la tuberculosis, descansó piadosamente
en la ciudad de Grodno, cerca de Vilna, en Lituania.
En su idioma, el polaco, Casimiro
significa: "el que impone la paz". (Kas = imponer, Mir = paz).
Casimiro nació en 1458 en Cracovia.
Era el tercero de los trece hijos de Casimiro, rey de Polonia. Muchos santos
han salido de familias muy numerosas, y de esta clase de familias llegan a la
Iglesia Católica excelentes vocaciones.
Su madre Isabel, hija del emperador
de Austria, era una fervorosa católica y se esmeró con toda el alma porque sus
hijos fueran también entusiastas practicantes de la religión. Ella en una carta
a una amiga hace una formidable lista de las cualidades que debe tener una
buena madre, y seguramente que esas cualidades fueron las que practicó con sus
propios hijos.
Y además de la educación que le
dieron sus padres, Casimiro tuvo la gran suerte de que el rey le consiguió dos
maestros que eran buenísimos educadores. El Padre Juan y el profesor Calímaco.
El Padre Juan era polaco y dejó fama de ser muy sabio y muy santo, pero su
mayor honor le viene de haber sido el que encaminó a San Casimiro hacia una
altísima santidad. El Profesor Calímaco era un gran sabio que había sido
secretario del Papa Pío II, y después estuvo 30 años en la corte del rey de
Polonia ayudándole en la instrucción de los jóvenes. Calímaco dijo:
"Casimiro es un adolescente santo", y el Padre Juan escribió también:
"Casimiro es un joven excepcional en cuanto a virtud".
Claro está que no basta con recibir
una buena educación de parte de los papás y tener buenos profesores, sino que
es necesario que el joven ponga de su parte todo el empeño posible por ser
bueno. Pues de los otros doce hermanos de Casimiro, que tuvieron los mismos
profesores, ninguno llegó a la santidad, y algunos hasta dieron malos ejemplos.
En cambio, nuestro santo llegó a unas alturas de virtud que admiraron a los que
lo conocieron y lo trataron.
Dicen los biógrafos de San Casimiro
que su más grande anhelo y su más fuerte deseo era siempre agradar a Dios. Para
eso trataba de dominar su cuerpo, antes de que las pasiones sensuales mancharan
su alma. Siendo hijo del rey, sin embargo, vestía muy sencillamente, sin ningún
lujo. Se mortificaba en el comer, en el beber, en el mirar y en el dormir.
Muchas veces dormía sobre el puro suelo y se esforzaba por no tomar licor. Y
esto en un palacio real donde las gentes eran bastante inclinadas a una vida
fácil y de muchas comodidades y comilonas.
Para Casimiro el centro de su
devoción era la Pasión y Muerte de Jesucristo. En aquellos tiempos los maestros
espirituales insistían frecuentemente en que para ser fervoroso y crecer en el
amor a Dios aprovecha muchísimo el meditar en la Pasión de Jesucristo. Nuestro
santo pasaba mucho tiempo meditando en la Agonía de Jesús en el Huerto y en los
azotes que padeció, como también en la coronación de espinas y las bofetadas
que le dieron a Nuestro Señor. Ratos y ratos se estaba pensando en la subida de
Jesús al Calvario y en las cinco heridas del crucificado, y meditando en el
amor que llevó a Jesús a sacrificarse por nosotros. Le gustaban los cristos muy
sangrantes, y ante un crucifijo se quedaba tiempos y tiempos meditando,
suplicando y dando gracias.
Otra gran devoción de Casimiro era la
de Jesús Sacramentado. Como durante el día estaba sumamente ocupado ayudando a
su padre a gobernar el Reino de Polonia y de Lituania, aprovechaba el descanso
y el silencio de las noches para ir a los templos y pasar horas y horas
adorando a Jesús en la Santa Hostia.
Sus preferidos eran los pobres. La
gente se admiraba de que, siendo hijo de un rey, nunca ni en sus palabras ni en
su trato se mostraba orgulloso o despreciador con ninguno, ni siquiera con los
más miserables y antipáticos. Un biógrafo (enviado por el Papa León X a recoger
datos acerca de él) afirma que la caridad de Casimiro era casi increíble, un
verdadero don del Espíritu Santo. Que el amor tan grande que le tenía a Dios,
lo llevaba a amar inmensamente al prójimo, y que nada le era tan agradable y
apetecible como la entrega de todos sus bienes en favor de los más necesitados,
y no sólo de sus bienes materiales, sino de su tiempo, sus energías, de su
influencia respecto a su padre y de su inteligencia. Que prefería siempre a los
más afligidos, a los más pobres, a los extranjeros que no tenían a nadie que
los socorriera, y a los enfermos. Que defendía a los miserables y por eso el
pueblo lo llamaba "el defensor de los pobres".
Su padre quiso casarlo con la hija
del Emperador Federico, pero Casimiro dijo que le había prometido a la Virgen
Santísima conservarse en perpetua castidad. Y renunció a tan honroso
matrimonio.
Los secretarios y otras personas que
vivieron con Casimiro durante varios años estuvieron todos de acuerdo en
afirmar que lo más probable es que este santo joven no cometió ni un solo
pecado grave en toda su vida. Y esto es tanto más admirable en cuanto que vivía
en un ambiente de palacio de gobierno donde generalmente hay mucha relajación
de costumbres. La gente se admiraba al ver que un joven de veinte años
observaba una conducta tan equilibrada y seria como si ya tuviera sesenta.
A su padre el rey le advertía con
todo respeto, pero con mucha valentía, las fallas que encontraba en el
gobierno, especialmente cuando se cometían injusticias contra los pobres. Y el
papa atendía con rapidez a sus peticiones y trataba de poner remedio.
Casimiro llegó lo mismo que San Luis
Gonzaga, San Gabriel de la Dolorosa, San Estanislao de Koska, San Juan
Berchmans, y Santa Teresita de Jesús, a una gran santidad, en muy pocos años.
Se enfermó de tuberculosis, y el 4 de
marzo de 1484, a la corta edad de 26 años, murió santamente dejando en todos
los más edificantes recuerdos de bondad y de pureza. Lo sepultaron en Vilma,
capital de Lituania.
A los 120 años de enterrado abrieron
su sepulcro y encontraron su cuerpo incorrupto, como si estuviera recién
enterrado. Ni siquiera sus vestidos se habían dañado, y eso que el sitio donde
lo habían sepultado era muy húmedo.
Sobre su pecho encontraron una poesía
a la Stma. Virgen, que él había recitado frecuentemente y que mandó que la
colocaran sobre su cadáver cuando lo fueran a enterrar. Esa poesía que él había
propagado mucho empieza así:
Cada día alma mía, di a María su
alabanza. En sus fiestas la honrarás y su culto extenderás, etc., etc.
Hasta después de muerto quería que en
su sepulcro se honrara a la Virgen María a quien le tuvo inmensa devoción
durante toda su vida.
San Casimiro trabajó incansablemente
por extender la religión católica en Polonia y Lituania, y estas dos naciones
han conservado admirablemente su fe católica, y aún en este tiempo cuando las
gentes ven que está en peligro su religión, invocan al santo joven que fue tan
entusiasta por nuestra religión. Y él demuestra con verdaderos prodigios lo
mucho que intercede ante Dios en favor de los que lo invocan con fe.
(Fuente: EWTN)
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