7 de MARZO – JUEVES –
DESPUÉS DE CENIZA –
Lectura
del libro del Deuteronomio (30,15-20):
MOISÉS habló al pueblo,
diciendo:
«Mira:
hoy pongo delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal. Pues yo te mando
hoy amar al Señor, tu Dios, seguir sus caminos, observar sus preceptos,
mandatos y decretos, y así vivirás y crecerás y el Señor, tu Dios, te bendecirá
en la tierra donde vas a entrar para poseerla.
Pero,
si tu corazón se aparta y no escuchas, si te dejas arrastrar y te postras ante
otros dioses y les sirves, yo os declaro hoy que moriréis sin remedio; no
duraréis mucho en la tierra adonde tú vas a entrar para tomarla en posesión una
vez pasado el Jordán.
Hoy
cito como testigos contra vosotros al cielo y a la tierra. Pongo delante de ti
la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, para que
viváis tú y tu descendencia, amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz,
adhiriéndote a él, pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra que juró
dar a tus padres, Abrahán, Isaac y Jacob».
Palabra
de Dios
Salmo:
1
R/.
Dichoso el hombre
que
ha puesto su confianza en el Señor
Dichoso el hombre
que no sigue el consejo
de los impíos,
ni entra por la senda de
los pecadores,
ni se sienta en la
reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la
ley del Señor,
y medita su ley día y
noche. R/.
Será como un árbol
plantado al borde de la
acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus
hojas;
y cuanto emprende tiene
buen fin. R/.
No así los impíos, no
así;
serán paja que arrebata
el viento.
Porque el Señor protege
el camino de los justos,
pero el camino de los
impíos acaba mal. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (9,22-25):
EN aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos:
«El
Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos
sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».
Entonces
decía a todos:
«Si
alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada
día y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda
su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero
si se pierde o se arruina a sí mismo?».
Palabra
del Señor
1.
Este texto del evangelio de Lucas es fuerte, duro, exigente. Jesús sabe el
final de vida que le espera. Hubiera sido un ingenuo si no hubiera tenido esto
muy claro. Tal como venía siendo su comportamiento, el conflicto con el poder religioso y con el poder político era inevitable.
"En el mundo romano del siglo I, a nadie se le ocurría pensar que la
religión y la política estuvieran separadas" (Warren Carter).
El conflicto de Jesús con los doctores
de la ley, con los sacerdotes del Templo era también conflicto con los
legionarios romanos y con el Emperador.
2.
Otra cosa que nos enseña este relato es: la llamada al
"seguimiento" no
solo para los "elegidos", los
"llamados", los "selectos". No. Jesús hizo el llamamiento
dirigiéndose "a todos" (prós
pántas). Esto nos viene a decir que, para Jesús, ser cristiano es seguirle,
seas discípulo, apóstol, clérigo, monje o laico. Ser cristiano es aceptar el destino
de Jesús. Incluso cuando nos damos cuenta de que
destino nos puede llevar a un conflicto
mortal. Esto supone tener una libertad que supera todos los miedos.
3.
Lo más duro de todo es lo de "negarse a sí mismo" (arnesástho
eautón) (Lc 9, 23). Y además "cargando con la cruz". Aquí no
interesan las erudiciones de lingüistas y exegetas. Lo que importa es caer en
la cuenta de que hacer en la
vida lo que aquí pide Jesús supone y necesita
una experiencia "afectiva" tan profunda, que solo la puede explicar
el que la vive. Es la experiencia de "pasividad" y de
"totalidad", que lleva y compromete la vida entera la forma de ver y
vivir la vida tal como lo hizo Jesús.
Santas Felicidad y Perpetua
Memoria
de las santas mártires Perpetua y Felicidad, que bajo el emperador Septimio
Severo fueron detenidas en Cartago junto con otros adolescentes catecúmenos.
Perpetua, matrona de unos veinte años, era madre de un niño de pecho, y
Felicidad, su sierva, estaba entonces embarazada, por lo cual, según las leyes
no podía ser martirizada hasta que diese a luz, y al llegar el momento, en
medio de los dolores del parto se alegraba de ser expuesta a las fieras, y de
la cárcel las dos pasaron al anfiteatro con rostro alegre, como si fueran hacia
el cielo († 203).
Breve Biografía
Vibia Perpetua, una joven madre
de 22 años escribió en prisión el diario de su arresto, de las visitas que
recibía, de las visiones y de los sueños, y siguió escribiendo hasta la víspera
del suplicio. “Nos echaron a la cárcel –escribe– y quedé consternada, porque
nunca me había encontrado en lugar tan oscuro. Apretujados, nos sentíamos
sofocar por el calor, pues los soldados no tenían ninguna consideración con
nosotros”. Perpetua era una mujer de familia noble y había nacido en Cartago;
con ella fueron encarcelados Saturnino, Revocato, Secóndulo y Felicidad, que
era una joven esclava de la familia de Perpetua, todos catecúmenos.
A los cinco se unió su catequista
Saturno y, gracias a él, todos pudieron recibir el bautismo antes de ser
echados a las fieras y decapitados en el circo de Cartago, el 7 de marzo del
año 203. Felicidad estaba para dar a luz a su hijo y rezaba para que el parto
llegara pronto para poder unirse a sus compañeros de martirio. Y así sucedió,
el niño nació dos días antes de la fecha establecida para el inhumano
espectáculo en el circo: fue un parto muy doloroso, y cuando un soldado comenzó
a burlarse: “¿Cómo te lamentarás entonces cuando te estén destrozando las
fieras?” Felicidad replicó llena de fe y de dignidad: “¡Ahora soy yo quien
sufro; en cambio, lo que voy a padecer no lo padeceré yo, ¡sino que lo sufrirá
Jesús por mí!”.
Ser cristianos en esa época de fe
y de sangre constituía un riesgo cotidiano: el riesgo de terminar en un circo,
como pasto para las fieras y ante la morbosa curiosidad de la muchedumbre.
Perpetua tenía un hijito de pocos meses. Su padre, que era pagano, le
suplicaba, se humillaba, le recordaba sus deberes para con la tierna criatura.
Bastaba una palabra de abjuración y ella regresaría a casa. Pero Perpetua,
llorando, repetía: “No puedo, soy cristiana”.
Los escritos de Perpetua formaron
un libro que se llama Pasión de Perpetua y Felicidad, que después completó otra
mano, tal vez la de Tertuliano, que narró cómo las dos mujeres fueron echadas a
una vaca brava que las corneó bárbaramente antes de ser decapitadas. La
frescura de esas páginas ha llenado de admiración y conmoción a enteras generaciones.
Precisamente los hermanos en la fe fueron quienes pidieron a Perpetua que
escribiera esos apuntes para dejar a todos los cristianos por escrito un
testimonio de edificación.
Oración
Señor
y Dios nuestro,
las santas mártires Perpetua y Felicidad,
movidas por tu amor,
vencieron los tormentos y la muerte y superaron la furia del perseguidor,
concédenos, por su intercesión,
crecer siempre en ese mismo amor divino.
las santas mártires Perpetua y Felicidad,
movidas por tu amor,
vencieron los tormentos y la muerte y superaron la furia del perseguidor,
concédenos, por su intercesión,
crecer siempre en ese mismo amor divino.
Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo
que contigo y el Espíritu Santo vive y reina en
unidad,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Fuente: Catholic.net
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