24 de MARZO – DOMINGO –
3ª – SEMANA DE CUARESMA – C –
Lectura
del libro del Éxodo (3,1-8a.13-15):
En aquellos días, Moisés
pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián; llevó el rebaño
trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, el monte de Dios. El ángel
del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la
zarza ardía sin consumirse.
Moisés
se dijo:
«Voy
a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver cómo es que no se quema
la zarza.»
Viendo
el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza:
«Moisés,
Moisés.»
Respondió
él:
«Aquí
estoy.»
Dijo
Dios:
«No
te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es
terreno sagrado.»
Y
añadió:
«Yo
soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de
Jacob.»
Moisés
se tapó la cara, temeroso de ver a Dios.
El
Señor le dijo:
«He
visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los
opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Voy a bajar a librarlos de los
egipcios, a sacarlos de esta tierra, para llevarlos a una tierra fértil y
espaciosa, tierra que mana leche y miel.»
Moisés
replicó a Dios:
«Mira,
yo iré a los israelitas y les diré: "El Dios de vuestros padres me ha
enviado a vosotros."
Si
ellos me preguntan cómo se llama, ¿qué les respondo?»
Dios
dijo a Moisés:
«"Soy
el que soy"; esto dirás a los israelitas: `Yo-soy' me envía a
vosotros".»
Dios
añadió:
«Esto
dirás a los israelitas:
"Yahvé
(Él-es), Dios de vuestros padres, Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de
Jacob, me envía a vosotros. Éste es mi nombre para siempre: así me llamaréis de
generación en generación".»
Palabra
de Dios
Salmo:
102,1-2.3-4.6-7.8.11
R/. El
Señor es compasivo y misericordioso.
Bendice, alma mía, al
Señor,
y todo mi ser a su santo
nombre.
Bendice, alma mía, al
Señor,
y no olvides sus
beneficios. R/.
Él perdona todas tus
culpas
y cura todas tus
enfermedades;
él rescata tu vida de la
fosa
y te colma de gracia y
de ternura. R/.
El Señor hace justicia
y defiende a todos los
oprimidos;
enseñó sus caminos a
Moisés
y sus hazañas a los
hijos de Israel. R/.
El Señor es compasivo y
misericordioso,
lento a la ira y rico en
clemencia;
como se levanta el cielo
sobre la tierra,
se levanta su bondad
sobre sus fieles. R/.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (10,1-6.10-12):
No quiero que ignoréis,
hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron
el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar; y todos
comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida
espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era
Cristo. Pero la mayoría de ellos no agradaron a Dios, pues sus cuerpos quedaron
tendidos en el desierto.
Estas
cosas sucedieron en figura para nosotros, para que no codiciemos el mal como lo
hicieron aquéllos. No protestéis, como protestaron algunos de ellos, y
perecieron a manos del Exterminador. Todo esto les sucedía como un ejemplo y
fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la
última de las edades. Por lo tanto, el que se cree seguro, ¡cuidado!, no caiga.
Palabra
de Dios
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (13,1-9):
En una ocasión, se
presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió
Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús
les contestó:
«¿Pensáis
que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron
así?
Os
digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo.
Y
aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que
eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén?
Os
digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.»
Y
les dijo esta parábola:
«Uno
tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo
encontró. Dijo entonces al viñador:
"Ya
ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo
encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?"
Pero
el viñador contestó:
"Señor,
déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da
fruto. Si no, la cortas".»
Palabra
del Señor
Tres maneras de morir
y una sola de salvarse
El evangelio de hoy es exclusivo de Lucas, sin correspondencias en Mateo y
Marcos. Y las tres breves partes en que podemos dividirlo se centran en el
mismo tema, muy apropiado a la Cuaresma: la conversión.
La piscina de Siloé
Tres maneras de morir
1) Asesinado por Pilato; 2) Aplastado por una torre; 3) Negándonos a
convertirnos.
Todo comienza con el
aparente deseo de informar a Jesús, galileo, de lo que ha hecho el procurador
romano a otros galileos: matarlos mientras ofrecían sacrificios en el templo[1]. Parece un informe
imparcial, pero es una trampa muy astuta: nadie le pregunta qué piensa de este
hecho; se limitan a contarle el caso. Si responde airadamente, se enemistará
con las autoridades; si se calla la boca, se revelará como un mal galileo y un
mal israelita.
Para quienes han venido a contarle el caso, todo se juega entre unos
galileos muertos, Pilato y Jesús. Ellos se limitan a informar, como la prensa;
el caso no les afecta personalmente. Y aquí es donde Jesús va a cazarlos en su
propia trampa. Con una ironía muy sutil da por supuesto que sus informadores no
le piden una declaración de tipo político (Pilato es un asesino, ¡muerte a los
romanos!) sino de tipo religioso (esos galileos han muerto por ser pecadores).
De hecho, la mayoría de los judíos de la época (y muchos cristianos actuales),
consideran que una desgracia es consecuencia de un
pecado.
Pero Jesús toma un rumbo completamente distinto. Los importantes no son los
galileos muertos, Pilato y Jesús. Los importantes son ellos, los que preguntan,
que no pueden considerarse al margen de los acontecimientos. Si piensan que
esos galileos eran más pecadores que ellos, se equivocan. También se
equivocaron quienes pensaron que los dieciocho aplastados por el derrumbe de la
torre de Siloé eran más pecadores que los
demás.
La muerte no solo la provocan políticos injustos y criminales (Pilato) o desgracias
naturales evitables (la torre). Hay otra amenaza mucho más grave: la que
tramamos contra nosotros mismos cuando nos negamos a convertirnos.
Dios pide higos a la higuera, no pide peras
al olmo
La historia de los galileos y de la torre la ha utilizado Jesús para avisar
seriamente, y por dos veces: “Si no os convertís, todos pereceréis”. Este tono
tan amenazador recuerda al de Juan Bautista, cuando clama: «¡Raza de víboras!
¿Quién os ha enseñado a escapar de la condena que se avecina? (…) El hacha está
ya aplicada a la cepa del árbol: árbol que no produzca frutos buenos será
cortado y arrojado al fuego» (Lc 3,7-9).
Quienes conciben a Jesús como un hippy de los años 80 del siglo pasado,
repartiendo flores y besos, no han leído nunca el evangelio. Él no hay traído
paz, sino espada.
Pero la invitación tan seria a convertirse, con la amenaza de perecer en
caso contrario, no debe interpretarse de forma equivocada. Dios no va a caer
sobre nosotros como una torre ni va a mandar a sus ángeles con espadas
desenvainadas. Mediante una breve parábola Lucas cuenta cómo nos va a tratar:
como un agricultor sensato, realista y paciente.
Sensato, porque solo nos pide
lo que podemos dar naturalmente, sin especial esfuerzo. De la higuera solo
espera que dé higos, no plátanos ni melones. Lo que espera de nosotros es algo
que cada uno debe pensar teniendo en cuenta sus circunstancias familiares y
laborales, pero nunca esperará nada que exceda nuestra capacidad.
Realista, porque no se deja engañar. La higuera lleva tres años
sin dar fruto. Con él no valen las excusas del mal estudiante que asegura haber
trabajado mucho cuando no ha dado golpe en todo el curso. A nosotros podemos
engañarnos diciendo que damos fruto; a Dios, no.
Paciente, porque ha esperado
ya tres años, y todavía está dispuesto a conceder uno más.
Pero la parábola no habla solo del dueño de la viña. El gran protagonista
es el viñador, el que intercede por la higuera y se compromete a cavarla y
echarle estiércol. Ya que la higuera nos representa a cada uno de nosotros, el
viñador tiene que ser Jesús. Se espera que la higuera produzca fruto no solo
por ella misma sino también gracias a su acción.
En definitiva, la parábola final matiza bastante la dureza de la primera
parte del evangelio. Pero matizar no significa anular. Si nos empeñamos en no
dar fruto, si no mejora nuestra relación con Dios y con el prójimo, por más que
Jesús cave y trabaje, la higuera será cortada.
2ª lectura: Nosotros no somos distintos ni
mejores (1 Cor 10,1-6.10-12)
En el evangelio, Jesús advierte a los presentes que no deben considerarse
mejores que los asesinados por Pilato o muertos por el derrumbe de la torre. La
segunda lectura nos recuerda que nosotros no somos mejores que el pueblo de
Israel. A pesar de tantos beneficios divinos (paso del Mar, maná, agua que
brota de la roca), muchos israelitas no agradaron a Dios y terminaron
pereciendo en el desierto. Esto debe servirnos de ejemplo y escarmiento. Nos
puede ocurrir lo mismo si nos comportamos igual que ellos. Dicho con las
palabras del evangelio. “Si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo.”
1ª lectura: Moisés (Ex 3,1-8.13-15)
La primera lectura de los domingos de Cuaresma se dedica a recordar grandes
personajes o momentos de la Historia de la Salvación, para sugerir que la
Pascua es el culmen de dicha historia. Tras recordar a Abrahán el domingo
pasado, hoy se cuenta la vocación de Moisés. La lectura del Éxodo nos habla de
la preocupación de Dios por su pueblo esclavizado en Egipto. La vocación de
Moisés será el primer acto de su liberación. Por eso, el estribillo del Salmo
repite: “El Señor es compasivo y misericordioso”.
[1] Flavio Josefo
no informa de este hecho, aunque sí de una matanza ordenada para reprimir una
revuelta contra el uso del tesoro del templo para construir un acueducto (Guerra
de los Judíos, libro II, 175-177). Tampoco tenemos información sobre el
derrumbe de la torre de Siloé.
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