20 de MARZO – MIÉRCOLES –
2ª – SEMANA DE CUARESMA – C –
Lectura
del libro de Jeremías (18,18-20):
ELLOS dijeron:
«Venga,
tramemos un plan contra Jeremías porque no faltará la ley del sacerdote, ni el
consejo del sabio, ni el oráculo del profeta. Venga, vamos a hablar mal de él y
no hagamos caso de sus oráculos».
Hazme
caso, Señor, escucha lo que dicen mis oponentes. - ¿Se paga el bien con el
mal?, ¡pues me han cavado una fosa! Recuerda que estuve ante ti, pidiendo
clemencia por ellos, para apartar tu cólera.
Palabra
de Dios
Salmo:
30,5-6.14.15-16
R/.
Sálvame, Señor, por tu misericordia
Sácame de la red que me han
tendido,
porque tú eres mi
amparo.
A tus manos encomiendo
mi espíritu:
tú, el Dios leal, me
librarás. R/.
Oigo el cuchicheo de la
gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la
vida. R/.
Pero yo confío en ti, Señor;
te digo: «Tú eres mi
Dios».
En tu mano están mis
azares:
líbrame de los enemigos
que me persiguen. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (20,17-28):
EN aquel tiempo, subiendo
Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo por el camino:
«Mirad,
estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los
sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a
los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer
día resucitará».
Entonces
se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para
hacerle una petición.
Él
le preguntó:
«¿Qué
deseas?».
Ella
contestó:
«Ordena
que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a
tu izquierda».
Pero
Jesús replicó:
«No
sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?».
Contestaron:
«Podemos».
Él
les dijo:
«Mi
cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí
concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».
Los
otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y
llamándolos, Jesús les dijo:
«Sabéis
que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No
será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea
vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro
esclavo.
Igual
que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida
en rescate por muchos».
Palabra
del Señor
1.
Este relato es uno de los más
impresionantes que se pueden encontrar
en los cuatro evangelios. Porque aquí se han unido dos episodios que,
entre otras cosas, señalan -sin duda alguna- la razón que explica lo lejos que
la Iglesia vive del Evangelio.
Jesús se desahoga con sus apóstoles,
relatando le que le espera en Jerusalén.
Es el tercer anuncio de la pasión, el fracaso y la muerte que se le
viene encima, precisamente en Jerusalén.
Jesús sube a la capital como el que se
mete en la boca del lobo. Y se lo detalla a sus queridos apóstoles. Esto es fuerte.
Y Jesús no huye, sino que afronta la
situación. Y derecho a ella. Solo ante el peligro, ante el final espantoso y humillante.
2.
Mateo une, a este anuncio humillante, el deseo de éxito, ascenso y triunfo
que tienen los apóstoles de Jesús. Es lo que expresa "entonces"
(tóte), que indica lo que viene "a continuación".
Los primeros apóstoles de Jesús,
"en vez de compasión, lo que hay (en aquellos hombres) es ambición y deseo
de poder (Warren Carter). Apenas han oído que Jesús va a terminar como un esclavo,
ellos aspiran a ponerse en los puestos de más importancia, los primeros.
¿Está claro cómo y por qué la Iglesia lleva,
en su sangre misma, los antivirus, que la mantienen “protegida” y “alejada” del
Evangelio?
3.
La reacción de Jesús es tan fuerte como clara y transparente: No sabéis
lo
que estáis pidiendo. De ahí, la sentencia
lapidaria de Jesús: los gobernantes y los
grandes, lo que buscan es subir y mandar
sometiendo, entre vosotros eso NO. Todo
lo contrario, el que quiera ser el primero,
que se haga el esclavo de todos. Jesús
les estaba (y sigue) diciendo: yo he venido a cambiar el mundo y salvar a
los extraviados, pero eso no es posible desde arriba, sino únicamente desde
abajo,
desde los esclavos y con los esclavos.
San Martín de Dumio
En
Braga, en Portugal, san Martín de Dumio o Martin Dumiense, obispo, que, siendo
oriundo de Panonia, rigió primero la sede de Dumio y después la de Braga, y con
su celo y predicación los suevos abandonaron la herejía arriana y abrazaron la
fe católica.
Vida de San Martín de Dumio
Dumio, situado geográficamente cerca de Braga - la capital del
reino de los suevos-, distingue del otro Martín de Francia a nuestro Martín.
Fue el apóstol de los suevos a los que convirtió al catolicismo. El testimonio
de san Isidoro de Sevilla señala el 560 como fecha de la conversión. Eran los
suevos un pueblo indomable y el terror de Roma; atravesaron las Provincias y
pasaron sus fronteras; se trasladaron de las riberas del Rhin a las del Miño;
arrasaron a los francos y pasaron el Pirineo; luego se reparten las tierras de
Galecia y ponen su capital en Braga; llegaron a bajar hasta la Bética y
conquistaron Sevilla en las tierras llanas. Transcurre la vida del santo en el
siglo VI.
San Martín Dumiense, según conocemos por el epitafio de su tumba
que escribió él mismo, era oriundo de Panonia, en la actual Hungría. Debió
nacer entre el 510 y el 520. Quiso vivir el don de la fe en las mismas fuentes.
Peregrina a Palestina con la avidez de conocer, pisar, besar y tocar la tierra
de Cristo; allí aprovecha su tiempo entre oración, mortificación, y el estudio
del griego que le contacta con los santos Padres primeros. Luego pasa por Roma,
donde murió y vive Pedro. Atraviesa el reino de los francos donde se encuentra
con los suevos y aprovecha la oportunidad de hacer apostolado con este pueblo.
Karriarico, rey suevo arriano -habían caído los suevos en el
arrianismo por la actividad del gálata Ayax, enviado por Teodorico- mandó
embajada noble para pedir en la afamada y milagrosa tumba de san Martín de Tours
el portento de la curación de su hijo. Era ya la segunda vez que lo hacía, la
primera misión no dio el resultado apetecido; ahora manda la ofrenda del peso
de su hijo en oro y plata y presenta la promesa de conversión si obtiene del
santo de Tours lo que humildemente pide. Y se cura el vástago del rey suevo. Es
la ocasión para dejar el arrianismo. San Gregorio de Tours narrará, como testigo,
-dejando en el relato el polvo de la leyenda- el ruego de la doble embajada y
la posterior conversión del bravo pueblo suevo.
Así fue como pasó el presbítero húngaro Martín a Galecia, de mano
de sus casi-paisanos, los belicosos emigrantes centro-europeos. En Dumio funda
un monasterio para la alabanza divina, la oración, el recogimiento, la difusión
de la fe y la atención del pueblo ¡Bien conocida tiene la necesidad de la
oración para extender el Evangelio! Quizás conoció el estilo de Arlés y
posiblemente tuvo referencias de la regla de san Benito, pero aquí los monjes
se gobiernan al ritmo que marca el abad -y ya obispo- Martín de Dumio.
Regula la vida del clero formándoles según los cánones y los
acuerdos de los concilios españoles y africanos; atiende celoso al campesinado
donde abundan las supersticiones paganas, célticas y germánicas. Encarga a su
monje Pascasio la traducción de 'Las palabras de los ancianos' y él mismo
traduce 'Las sentencias de los Padres egipcios'; escribe para los suyos otras
sabrosas obras de piedad, ascéticas y doctrinales, -Formula vitae honestae y De
correctione rusticorum- como tratados cortos y monográficos que rezuman
sabiduría humana al estilo de Séneca y espíritu cristiano.
Contribuyó a la conversión de los suevos al catolicismo. En el
concilio de Braga del 561 -como un precursor de san Ildefonso en el III de
Toledo- se ha logrado la conversión del rey y del pueblo, se establece la
unidad y se tiene el gozo de escuchar la fórmula del bautismo 'en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo'.
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