2 de SEPTIEMBRE – LUNES – 22ª – SEMANA DEL T. O. – C –
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (4,13-18):
No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os
aflijáis como los hombres sin esperanza. Pues sí creemos que Jesús ha muerto y
resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los
llevará con él.
Esto
es lo que os decimos como palabra del Señor: Nosotros, los que vivimos y
quedamos para cuando venga el Señor, no aventajaremos a los difuntos. Pues él
mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son de la
trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en
primer lugar.
Después
nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la nube, al
encuentro del Señor, en el aire. Y así estaremos siempre con el Señor.
Consolaos,
pues, mutuamente con estas palabras.
Palabra
de Dios
Salmo
95,1.3.4-5.11-12a.12b-13
R/. El
Señor llega a regir la tierra
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la
tierra.
Contad a los pueblos su
gloria,
sus maravillas a todas
las naciones. R/.
Porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza,
más temible que todos
los dioses.
Pues los dioses de los
gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha
hecho el cielo. R/.
Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar
y cuanto lo llena;
vitoreen los campos
y cuanto hay en ellos. R/.
Aclamen los árboles del bosque,
delante del Señor, que
ya llega, ya llega
a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con
fidelidad. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (4,16-30):
En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado,
entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para
hacer la lectura.
Le
entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje
donde estaba escrito:
«El
Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para
anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y
a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año
de gracia del Señor.»
Y,
enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga
tenía los ojos fijos en él.
Y
él se puso a decirles:
«Hoy
se cumple esta Escritura que acabáis de oír.»
Y
todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que
salían de sus labios.
Y
decían:
«¿No
es éste el hijo de José?»
Y
Jesús les dijo:
«Sin
duda me recitaréis aquel refrán: "Médico, cúrate a ti mismo" y'
"haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en
Cafarnaún".»
Y
añadió:
«Os
aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en
Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo
tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a
ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el
territorio de Sidón. Y muchos leprosos habla en Israel en tiempos de] profeta
Elíseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.»
Al
oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo
empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su
pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se
alejaba.
Palabra
del Señor
1.
Para entender este relato de Lucas, al comienzo de la vida pública
Jesús, hay que saber que, en el mundo romano del siglo primero, a nadie se ocurría
pensar que la religión y la política estuvieran separadas. Roma afirmaba que su
imperio era tal por mandato de los dioses. Aquellos a quienes consideramos
jefes religiosos con sede en Jerusalén, sumos sacerdotes y escribas, eran en
realidad los jefes políticos de Judea y aliados de Roma (Josefo, Ant. 20. 251).
Por esto es por lo que Lucas empieza el relato de la actividad de Jesús recordando
el primer enfrentamiento de Jesús con los fanáticos que quisieron matar a Jesús
porque había presentado el amor de Dios con los extranjeros y los que no pertenecían
a los "elegidos" (cf. Warren Carter).
2.
Por esto se comprende el texto de Lucas, que centra su interés en el
tema
de la "libertad": liberación de los
esclavos y de los encarcelados.
El evangelio presenta a Jesús como el libertador
de los que sufren en su cuerpo y en su espíritu. A fin de cuentas, salud y
libertad son dos de los bienes que más apreciamos y necesitamos los humanos.
Los vecinos de Nazaret no comprendían que
Jesús, un hijo de aquel pueblo, viniera para decir que los profetas Elías y Eliseo
cuidaran de los extranjeros antes que de los israelitas.
3.
En el caso del evangelio de Lucas, que hoy se recuerda, hay que notar el
contraste de lo que ocurrió en la sinagoga de Nazaret.
Jesús anuncia la liberación de los
oprimidos. Y todos los oyentes sufrían, sin duda, opresión. Pero —sea cual sea
la lectura que se haga de la mejor traducción del texto griego original— el
hecho es que el anuncio esperanzador de Jesús
terminó en conflicto y, por poco,
aquello acaba en un homicidio.
El texto, en efecto, relata que los
vecinos de Nazaret quisieron despeñar a Jesús por un tajo.
¿Por qué?
Sin duda alguna, porque había herido
sus sentimientos nacionalistas y xenófobos.
La cosa está clara: hay gente que
antepone el nacionalismo a la libertad.
Jesús rechaza todo tipo de conductas
que, en definitiva, anteponen "lo propio" a "lo humano", lo
que a todos nos une.
Los nazarenos se creían superiores a
los extranjeros. Pero Jesús es precisamente eso lo que no tolera. Esta postura,
por poco, no le costó la vida.
Beato Bartolomé Gutiérrez y Compañeros Mártires
Nació en México en 1580. Muy
joven entró en la Orden de San Agustín. Ya sacerdote, pidió ser enviado a las
misiones. Con Fray Pedro Solís, viajó en 1605 a Manila en donde ocupó primero
durante seis años el cargo de maestro de novicios. Por fin, en 1612, se embarcó
para Japón.
En 1613 el emperador Taicosama expulsó a todos los misioneros.
Bartolomé regresó a Manila, pero a petición de sus fieles, al cabo de cinco años
pudo volver disfrazado a Japón, donde trabajó quince años. Al fin, traicionado,
lo aprehendieron, y después de muy crueles suplicios, lo hicieron morir a fuego
lento en Omura, Japón, el 3 de septiembre de 1632. Fue beatificado por el Papa
Pío IX el 22 de mayo de 1867.
Beato Bartolomé Gutiérrez
Rodríguez, Biografía
Nació en la ciudad de México el 4 de septiembre de 1580, hijo de
Alonso Gutiérrez y Ana Rodríguez. Fue bautizado en la parroquia de Sagrario
Metropolitano. Con 16 años ingresa a la orden agustina; hizo sus estudios en el
convento de Yuriria, Michoacán, profesando el 1 de junio de 1597. Ordenado
sacerdote, fue trasladado a Puebla al convento de San Agustín. Por estas fechas
ya tenía deseos de ser misionero y mártir, sus hermanos de religión se burlaban
de él porque era muy gordo y no podría soportar las fatigas del misionero. Pero
el respondía con jocosidad: “Tanto mejor, así habrá más reliquias que repartir
cuando muera mártir, porque algún día iré a Filipinas y de allí a Japón donde
moriré por la Fe de Cristo”. Sus palabras resultaron proféticas.
El 22 de febrero de 1606 se embarcó en Acapulco y llego a
Filipinas el 1 de mayo siguiente. Allí, los superiores al ver sus cualidades,
lo nombraron maestro de novicios, desempeñando este cargo durante un sexenio.
Tenía una gran facilidad para los idiomas, era un buen latinista y aprendió
pronto el japonés a pesar de las dificultades de esta lengua. En 1612 se
embarca a Japón y en 1613 es nombrado prior del convento de Usuki; como
dominaba bien el idioma japonés, se entregó de lleno a la evangelización,
teniendo pronto a su cargo una gran comunidad de fieles. En 1614 hubo un
decreto de expulsión para los religiosos y en noviembre de este año el Beato
Bartolomé fue capturado y expulsado de Japón, volviendo a Filipinas, donde
nuevamente fue maestro de novicios. En Japón la persecución recrudeció a raíz del
martirio del Beato Fernando de San José Ayala, OSA y las demandas de refuerzos
llegaban a Manila porque los fieles ocupaban pastores. Algunas crónicas
precisan que se pedía la vuelta del Padre Bartolomé Gutiérrez porque este había
dejado un buen recuerdo. Así, el provincial designó que volviera a Japón
acompañado del Beato Pedro de Zúñiga, regresando ambos a tierra de misión el 12
de agosto de 1618.
Ejerció un ministerio ejemplar entre sus fieles, estimulando por
su fervor, sosteniendo a los débiles en la fe, predicando y administrando los
sacramentos a escondidas. Venció innumerables peligros para llevar a Cristo a
los creyentes y para no ser detenido, vivía en los campos y bosque; vivió
pobremente, padeció las inclemencias del clima y también el hambre. A esto él
añadió ayunos, vigilias y tales maceraciones, que aquel joven robusto de 25 años
se convirtió en un hombre enjuto y seco que no parecía tener más que huesos y
piel.
De él se platica que Dios lo protegió de manera milagrosa cuando
se escondía. En una ocasión escapó de sus perseguidores gracias a que una araña
tejió su telaraña en un rincón de la casa donde se escondía. Otra vez salió al
encuentro de sus captores tocando un instrumento musical sin ser notado por
ello. También sucedió que una buena mujer lo escondió en su casa, llegaron los
guardias y le preguntaron por él, entonces ella sufrió un ataque de nervios y
se reía mucho, pensaron los oficiales que quería congraciarse con ellos
mientras les señalaba que adentro y lo tomaron a burla y se marcharon sin
revisar. Así fue que desarrolló su apostolado hasta 1629, en que llego a
Nagasaki como gobernador un hombre llamado Tacanga. Este fue un cruel
perseguidor y redobló las pesquisas y castigos. También respiraba mucho odio
contra el Beato Bartolomé y los agustinos porque en el reino de Bungo habían
fundado el primer convento y para acabar de componerla, el religioso había
convertido al cristianismo a varios familiares suyos.
Víctima de una traición, el Beato Bartolomé fue sorprendido y
arrestado el 10 de noviembre de 1629, junto con el catequista y ahora Beato
Juan Shozaburo y otros tres auxiliares con los que fue enviado a la cárcel de
Nagasaki, allí se reunieron pronto con él los religiosos agustinos Francisco de
Jesús Terrero y Vicente de San Antonio Carvalho. Desde 1618 él había sido el
sostén y promotor de la comunidad cristiana local, ahora ya detenido, el Tirano
Tacanga se alegró porque iba a escarmentarlo para infundir miedo en el reino.
Luego fue trasladado a la cárcel de Omuro, por considerarse que era un lugar
más cruel.
En su traslado fue notoria su tranquilidad y resignación así como
la alegría con que cantaba himnos a Dios en acción de gracias. Aquí languideció
durante dos años. En 1630 tuvo la oportunidad de escribir al provincial: “por
estar al presente por horas y momentos esperando la muerte” dando noticias no
menos interesantes sobre sus compañeros y circunstancias de su prisión. En 1631
vuelve a Nagasaki en compañía de sus hermanos de hábito Francisco de Jesús y
Vicente de San Antonio así como el Jesuita Antonio Ixda, encontrado en la
prisión al hermano franciscano Gabriel de la Magdalena. Los hicieron sufrir la
tortura del agua sulfurosa en el Monte Unge, fueron llevados al lago de Arima,
de aguas hirvientes, con las que eran bañadas sus carnes hasta escaldarlos y
desollarlos creyendo que así renegarían de la fe. Esta dolorosísima prueba, de
la que muchos salían apostatando, fue ganada por los mártires. Los suplicios
fueron verdaderamente espantosos y se prolongaron por un mes, repitiéndose el
castigo por lo menos dos veces al día, lo que tuvieron que padecer, todo el
cuerpo hecho una llaga, no es fácil de imaginar.
Al ver que no se lograba ningún retroceso, fueron devueltos a
Nagasaki, donde se les condenó a morir en la hoguera. Todavía la víspera,
Tacanga les ofreció la libertad si apostataban, pero permanecieron firmes en la
fe. La sentencia se llevó a cabo el 3 de septiembre de 1632. Al llegar al lugar
del suplicio, entonaron, como era la costumbre entre quienes eran sacrificados,
el salmo 116 “Laudate Dominum omnes gentes”, luego los ataron con lazos muy
frágiles, para que se pudieran romper si decidían renegar. La leña era verde y
llena de lodo para que ardiera con dificultad. Al ser encendido el fuego, el
Beato Vicente Carvalho sacó su crucifijo y levantándolo en alto exclamo
“¡Adelante valerosos soldados de Jesucristo! ¡Viva nuestra fe y por ella
valerosamente muramos!”.
El Beato Bartolomé Gutiérrez dejo varios escritos. Explicación de
la doctrina cristiana la Relación del suceso de la prisión y dichoso fin de los
bienaventurados mártires Pedro de Zúñiga y Luis Flores y la Relación del
martirio que padecieron otros religiosos en el Japón en el mes de septiembre de
1622. Este grupo de misioneros cierra el elenco de os mártires encabezados por
el Beato Alfonso de Navarrete.
A continuación se
refiere una breve semblanza de los beatos martirizados junto Beato Bartolomé
Gutiérrez.
Beato Vicente de San Antonio
Simoes de Carvalho
Nació en 1590 en Albufeiora, Portugal, siendo sus padres Antonio
Simoes y Catalina Pereiro, quienes le dieron una buena educación. Ingresó con
los agustinos en el convento de Santa María de Gracia, donde profesó y fue
ordenado sacerdote. En 1621 estuvo en México, en 1622 en Filipinas y en 1623 en
Japón; por casi seis años se consagró al ministerio en secreto y logró mucho
fruto, burlando, también la vigilancia de los espías hasta que finalmente fue
capturado.
Beato Francisco de Jesús Terrero
Pérez
Nació en 1590 en Villa Mediana, Palencia, siendo hijo de Pedro
Terrero y María Pérez, ambos de ascendencia noble y familias ricas. A los 8
años quedó huérfano y fue educado por dos tíos suyos que eran sacerdotes; con
16 años ingresa a la orden de San Agustín en Valladolid, luego de profesar en
esa orden, hizo estudios sacerdotales recibiendo por fin el presbiterado. En
1621 estuvo en México, luego se trasladó a filipinas y por último a Japón,
donde fue vicario Provincial. Estudió el japonés para poder transmitir el
Evangelio, su apostolado lo hacía de noche y con muchos peligros, tuvo que
vivir en una cueva para no ser descubierto. Las crónicas dicen que bautizó
cerca de 7000 fieles.
Beato Antonio Ixhida Kyutaku
S.J.
Nació en el año de 1570 en Ximabaro, reino de Arima. Con 19 años
ingreso a la Compañía de Jesús, donde profesó y fue ordenado; como conocía de
fondo las religiones paganas y tenía buena elocuencia, su ministerio se valió de
esto para tener mucho provecho. Desafiaba los peligros para llevar el consuelo
a los cristianos encarcelados, burlando la vigilancia de los soldados.
Beato Jerónimo de la Cruz Jo ó
de Torres
Nació en Nagasaki, de joven estudió con los padres franciscanos
que lo enviaron a Filipinas para continuar sus estudios; una vez profesó fue
ordenado sacerdote y su ministerio lo hacía entre sus compatriotas exiliados
con abundancia de buenos resultados. Entonces cambio su apellido Jo por el
español de Torres. El Beato amaba mucho a su patria y oraba a Dios suplicándole
el fin de las persecuciones. En 1628 volvió a Japón para ayudar con su
ministerio a sus hermanos perseguidos. Breve fue su trabajo, pues fue apresado
en 1629.
Beato Gabriel de la Magdalena
Tarazona Rodríguez
Nació en Sonseca, Toledo en octubre de 1567, hijo de Pedro
Tarazona e Isabel Rodríguez. Recibió el bautismo el 22 de octubre del mismo año
y la confirmación el 16 de junio de 1571. Estudio y ejerció la medicina y a los
30 años ingresó como hermano lego en la orden Franciscana, en la rama
alcantarina. Su ardiente amor a Cristo y la salvación de las almas le hicieron
ir a Japón, a donde llegó en 1606. Estuvo en Osaka, donde se dedicó a curar
almas y cuerpos. En 1613 se desató una persecución, muchos religiosos fueron expulsados,
pero él logró esconderse en Nagasaki; su fama era tal que se decía que por sus
conocimientos de medicina, podría ser médico del propio emperador. Tuvo fama de
tener gran religiosidad, de hacer curaciones milagrosas, de levitar mientras
oraba y tener el don de la bilocación. En 1630 fue apresado y llevado a la
cárcel de Omura, de donde fue sacado para curar al propio Gobernador y su
familia, así como para atormentarlo luego con las aguas sulfurosas. Murió en la
hoguera y sus cenizas, como las de sus compañeros, fueron arrojadas al mar.
Culto
Estos beatos integran un numeroso grupo de 205 mártires
encabezados por el Beato Alfonso Navarrete y fueron elevados al honor de los
altares el 7 de julio de 1867 por el Beato Pio IX. El Beato Bartolomé Gutiérrez
recibe culto litúrgico en México el 2 de septiembre con el grado de memoria
opcional y las oraciones de la misa y la liturgia de las horas se refieren
únicamente a él.
aciprensa.com/
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