22 de SEPTIEMBRE – DOMINGO –
25ª – SEMANA DEL T. O. – C –
Lectura
de la profecía de Amos (8,4-7):
Escuchad esto, los que pisoteáis, al pobre
y elimináis a los
humildes del país, diciendo:
«Cuándo
pasará la luna nueva,
para vender el grano, y
el sábado, para abrir los sacos de cereal
—reduciendo el peso y
aumentando el precio, y modificando las balanzas con engaño— para comprar al
indigente por plata y al pobre por un par de sandalias, para vender hasta el
salvado del grano?».
El
Señor lo ha jurado por la Gloria de Jacob:
«No
olvidaré jamás ninguna de sus acciones».
Palabra
de Dios
Salmo:
112,1-2.4-6.7-8
R/.
Alabad al Señor, que alza al pobre.
V/. Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del
Señor.
Bendito sea el nombre
del Señor,
ahora y por siempre. R/.
V/. El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los
cielos.
¿Quién como el Señor,
Dios nuestro,
que habita en las
alturas
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra? R/.
V/. Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al
pobre,
para sentarlo con los
príncipes,
los príncipes de su
pueblo. R/.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo (2,1-8):
QUERIDO hermano:
Ruego, lo primero de
todo, que se hagan súplicas, oraciones, peticiones, acciones de gracias, por
toda la humanidad, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad,
para que podamos llevar una vida tranquila y sosegada, con toda piedad y
respeto.
Esto
es bueno y agradable a los ojos de Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos
los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Pues
Dios es uno, y único también el mediador entre Dios y los hombres: el hombre
Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos; este es un testimonio dado a
su debido tiempo y para el que fui constituido heraldo y apóstol —digo la
verdad, no miento—, maestro de las naciones en la fe y en la verdad.
Quiero,
pues, que los hombres oren en todo lugar, alzando unas manos limpias, sin ira
ni divisiones.
Palabra
de Dios
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (16,1-13):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Un
hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
Entonces
lo llamó y le dijo:
“¿Qué
es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en
adelante no podrás seguir administrando».
El
administrador se puso a decir para sí:
“¿Qué
voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo
fuerzas; mendigar me da vergüenza.
Ya
sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre
quien me reciba en su casa”.
Fue
llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
“¿Cuánto
debes a mi amo?”.
Este
respondió:
“Cien
barriles de aceite”.
Él
le dijo:
“Toma
tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”.
Luego
dijo a otro:
“Y
tú, ¿cuánto debes?”.
Él
contestó:
“Cien
fanegas de trigo”.
Le
dice:
“Toma
tu recibo y escribe ochenta”.
Y
el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia.
Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que
los hijos de la luz.
Y
yo os digo: ganaos, amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os
falte, os reciban en las moradas eternas.
El
que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo
poco, también en lo mucho es injusto.
Pues,
si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera?
Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún
siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al
otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis
servir a Dios y al dinero».
Palabra
del Señor
1.
Esta parábola, tal como está
redactada, se presta a caer en el engaño que consiste en pensar que Dios
elogia el talento de los que saben acumular dinero, aunque eso se haga mediante
el engaño y la corrupción. Sin embargo, semejante interpretación sería una
contradicción patente con el texto
mismo de la parábola. Ya que, en ella, se habla del dinero injusto.
Más bien, lo importante, lo decisivo
y, en todo caso, lo indiscutible, que enseña este evangelio es el rechazo
tajante de la acumulación de bienes y riqueza. Esto es lo que debe quedar
claro. La sentencia final que pronuncia Jesús no admite dudas:
No podéis servir a Dios y al dinero.
Si Dios se ha encarnado (Jn 1, 14), se
ha humanizado, es decir, se ha fundido con lo humano, la sentencia de Jesús
afirma: la acumulación de riqueza deshumaniza, destruye nuestra propia
humanidad. Esto es lo que, en
definitiva, significa la imposibilidad de servir a Dios y al dinero.
2. A
partir de este criterio, y en función de este principio determinante, se ha
de interpretar la parábola del administrador
injusto. Es evidente que Jesús (o cualquier persona que tenga la cabeza en su
sitio) no puede decir dos cosas literalmente contradictorias, una tras otra.
Primero, elogiar al que sabe "arreglar" las cuentas para ganar
dinero. Y, a renglón seguido, afirmar
que la acumulación de dinero es "riqueza injusta" (en to adíko
mamona), el vil dinero.
Entonces, si es que efectivamente Jesús no pudo caer en una contradicción tan
burda, - ¿qué explicación tiene la parábola, tal como la cuenta este
evangelio?
Cuando el texto dice que el amo felicitó al administrador injusto, lo que la
parábola quiere decir es que la codicia por el dinero deshumaniza y envilece
hasta tal punto, que se llega a elogiar al que es hábil para robar y
enriquecerse, por más que eso sea en detrimento propio.
Es decir, la deshumanización que
produce la codicia es tal, que no solo produce individuos inhumanos, sino
igualmente criterios inhumanos, relaciones deshumanizadas y una sociedad encanallada.
3. Esto es justamente lo que ha pasado
siempre. Y lo que estamos viendo y
padeciendo ahora con motivo de la crisis
económica. Decimos que quienes se han enriquecido, mediante turbios negocios
financieros, son unos canallas. Pero los premiamos dejándoles ganar más dinero,
situándolos en los cargos de mayor responsabilidad, confiándoles carteras de
poder y mando, etc.
- ¿Cómo consentimos lo que está
ocurriendo y no saltamos, de una vez,
tomando en serio la sentencia de Jesús
según la cual no podemos servir a Dios y al dinero?
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