martes, 17 de septiembre de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 22 de SEPTIEMBRE – DOMINGO – 25ª – SEMANA DEL T. O. – C –






22 de SEPTIEMBRE – DOMINGO –
25ª – SEMANA DEL T. O. – C –

Lectura de la profecía de Amos (8,4-7):

Escuchad esto, los que pisoteáis, al pobre
y elimináis a los humildes del país, diciendo:
«Cuándo pasará la luna nueva,
para vender el grano, y el sábado, para abrir los sacos de cereal
—reduciendo el peso y aumentando el precio, y modificando las balanzas con engaño— para comprar al indigente por plata y al pobre por un par de sandalias, para vender hasta el salvado del grano?».
El Señor lo ha jurado por la Gloria de Jacob:
«No olvidaré jamás ninguna de sus acciones».

Palabra de Dios

Salmo: 112,1-2.4-6.7-8

R/. Alabad al Señor, que alza al pobre.

V/. Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre. R/.

V/. El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que habita en las alturas
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra? R/.

V/. Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo. R/.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo (2,1-8):

QUERIDO hermano:
Ruego, lo primero de todo, que se hagan súplicas, oraciones, peticiones, acciones de gracias, por toda la humanidad, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos llevar una vida tranquila y sosegada, con toda piedad y respeto.
Esto es bueno y agradable a los ojos de Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Pues Dios es uno, y único también el mediador entre Dios y los hombres: el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos; este es un testimonio dado a su debido tiempo y para el que fui constituido heraldo y apóstol —digo la verdad, no miento—, maestro de las naciones en la fe y en la verdad.
Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, alzando unas manos limpias, sin ira ni divisiones.

Palabra de Dios

Lectura del santo evangelio según san Lucas (16,1-13):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
“¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando».
El administrador se puso a decir para sí:
“¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza.
Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
“¿Cuánto debes a mi amo?”.
Este respondió:
“Cien barriles de aceite”.
Él le dijo:
“Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”.
Luego dijo a otro:
“Y tú, ¿cuánto debes?”.
Él contestó:
“Cien fanegas de trigo”.
Le dice:
“Toma tu recibo y escribe ochenta”.
Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz.
Y yo os digo: ganaos, amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto.
Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».

Palabra del Señor

1.  Esta parábola, tal como está   redactada, se presta a caer en el engaño que consiste en pensar que Dios elogia el talento de los que saben acumular dinero, aunque eso se haga mediante el engaño y la corrupción. Sin embargo, semejante interpretación sería una contradicción   patente con el texto mismo de la parábola. Ya que, en ella, se habla del dinero injusto.
Más bien, lo importante, lo decisivo y, en todo caso, lo indiscutible, que enseña este evangelio es el rechazo tajante de la acumulación de bienes y riqueza. Esto es lo que debe quedar claro. La sentencia final que pronuncia Jesús no admite   dudas:   No podéis servir a Dios y al dinero.
Si Dios se ha encarnado (Jn 1, 14), se ha humanizado, es decir, se ha fundido con lo humano, la sentencia de Jesús afirma: la acumulación de riqueza deshumaniza, destruye nuestra propia humanidad.  Esto es lo que, en definitiva, significa la imposibilidad de servir a Dios y al dinero.

2.  A partir de este criterio, y en función de este principio determinante, se ha
de interpretar la parábola del administrador injusto. Es evidente que Jesús (o cualquier persona que tenga la cabeza en su sitio) no puede decir dos cosas literalmente contradictorias, una tras otra. Primero, elogiar al que sabe "arreglar" las cuentas para ganar dinero.  Y, a renglón seguido, afirmar que la acumulación de dinero es "riqueza injusta" (en to adíko mamona), el vil dinero.
Entonces, si es que efectivamente   Jesús no pudo caer en una contradicción tan burda, - ¿qué explicación tiene la parábola, tal como la cuenta este evangelio?   
Cuando el texto dice que el amo  felicitó al administrador injusto, lo que la parábola quiere decir es que la codicia por el dinero deshumaniza y envilece hasta tal punto, que se llega a elogiar al que es hábil para robar y enriquecerse, por más que eso sea en detrimento propio.
Es decir, la deshumanización que produce la codicia es tal, que no solo produce individuos inhumanos, sino igualmente criterios inhumanos, relaciones deshumanizadas y una sociedad encanallada.

3. Esto es justamente lo que ha pasado siempre.  Y lo que estamos viendo y
padeciendo ahora con motivo de la crisis económica. Decimos que quienes se han enriquecido, mediante turbios negocios financieros, son unos canallas. Pero los premiamos dejándoles ganar más dinero, situándolos en los cargos de mayor responsabilidad, confiándoles carteras de poder y mando, etc. 
- ¿Cómo consentimos lo que está ocurriendo y no saltamos, de una vez,   tomando en serio la sentencia de Jesús  según la cual no podemos servir a Dios y al dinero?


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