26 de SEPTIEMBRE – JUEVES –
25ª – SEMANA DEL T. O. – C –
san Cosme y san Damián
Comienzo
de la profecía de Ageo (1,1-8):
El año segundo del rey Darío, el mes sexto, el día primero, vino
la palabra del Señor, por medio del profeta Ageo, a Zorobabel, hijo de
Salatiel, gobernador de Judea, y a Josué, hijo de Josadak, sumo sacerdote:
«Así
dice el Señor de los ejércitos: Este pueblo anda diciendo: "Todavía no es
tiempo de reconstruir el templo."»
La
palabra del Señor vino por medio del profeta Ageo: «¿De modo que es tiempo de
vivir en casas revestidas de madera, mientras el templo está en ruinas?
Pues ahora –dice el
Señor de los ejércitos– meditad vuestra situación: sembrasteis mucho, y
cosechasteis poco, comisteis sin saciaros, bebisteis sin apagar la sed, os
vestisteis sin abrigaros, y el que trabaja a sueldo recibe la paga en bolsa
rota.
Así
dice el Señor:
Meditad
en vuestra situación: subid al monte, traed maderos, construid el templo, para
que pueda complacerme y mostrar mi gloria –dice el Señor–.»
Palabra
de Dios
Salmo:
149,1-2.3-4.5-6a.9b
R/. El
Señor ama a su pueblo
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en
la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por
su Creador,
los hijos de Sión por su
Rey. R/.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y
cítaras;
porque el Señor ama a su
pueblo
y adorna con la victoria
a los humildes. R/.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en
filas:
con vítores a Dios en la
boca;
es un honor para todos
sus fieles. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (9,7-9):
En aquel tiempo, el virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y
no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros
que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los
antiguos profetas.
Herodes
se decía:
«A
Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?»
Y
tenía ganas de ver a Jesús.
Palabra
del Señor
1.
Herodes Antipas, fue el virrey que gobernaba en Galilea durante los años
en que Jesús vivió y predicó en aquella región. Se suele decir que este hombre
fue un gobernante cruel e inmoral. Esta
imagen se basa sobre todo en el relato de la muerte de Juan Bautista (Mc
6, 14-29 par) y en las menciones que se hacen en los evangelios a los "herodianos",
como aliados de los fariseos en contra
de Jesús (Mc 3, 6; 12, 13; Mt 22, 16),
por más que de este grupo no se sabe exactamente ni quiénes eran, ni siquiera
si eran un grupo político o más bien religioso (J. P. Meier).
2.
Sin embargo, no parece que este Herodes, en cuanto gobernante de Galilea,
fuera un tirano que maltrató al pueblo.
No parece que fuera así. De
hecho, en los evangelios, no hay datos claros
de un enfrentamiento político o
social de Jesús contra el virrey Herodes. La
indicación de que Herodes quería
matar a Jesús (Lc 13, 31) no es históricamente
segura (J. A. Fitzmyer). Su pasión era, más bien, la "tranquilidad"
(F. Josefo).
Herodes no vio en las enseñanzas y
en el movimiento de Jesús una amenaza para su estabilidad política. Esto es lo más
probable.
3.
Lo lógico es pensar que Jesús planteó su actividad y sus enseñanzas, no
como un enfrentamiento directo con el poder político. Jesús no pretendió quitar
un poder para poner otro. Porque se dio cuenta de que eso no arreglaba las
cosas. La solución tiene que venir de algo más
profundo y más básico, a saber: el cambio radical de mentalidad, que
lleva consigo asumir convicciones nuevas, que rompen con los intereses
individuales y con la deshumanización
que todos llevamos en la sangre.
Solo con personas profundamente humanas, libres y solidarias, podemos
empezar a pensar en que se puede aliviar el sufrimiento de los pobres y
excluidos. Y devolver la dignidad a quienes carecen de
ella porque no gozan de los derechos que les
corresponden. Lo que cambia a un pueblo o una sociedad no es fundamentalmente
la política, sino la cultura, la educación, la ética y la honestidad
responsable, que ve la "profesión" como la propia
"vocación" (Max Weber).
san Cosme y san Damián
Mártires posiblemente
del comienzo del siglo IV
Cosme significa
"adornado, bien presentado".
Damián: domador.
Patronos
de: Cirujanos, Farmacéuticos, Médicos, Peluqueros, Dentistas,
trabajadores de los balnearios.
Una tradición muy
antigua atestigua la existencia de su sepulcro en Ciro (Siria), donde se erigió
asimismo una basílica en su honor. Desde allí, su culto pasó a Roma y, más
tarde, se propagó por toda la Iglesia.
Según la tradición
son hermanos gemelos, nacidos en Arabia; estudiaron las ciencias en Siria y
llegaron a distinguirse como médicos. Como eran auténticos cristianos,
practicaban su profesión con gran habilidad, pero sin aceptar jamás pago alguno
por sus servicios. Por eso se les conoció en el oriente entre los santos
llamados colectivamente "los sin dinero".
Vivían
en Aegeae, sobre la costa de la bahía de Alejandreta, en Cilicia, donde ambos
eran distinguidos por el cariño y el respeto de todo el pueblo a causa de los
muchos beneficios que prodigaba entre las gentes su caridad y por el celo con
que practicaban la fe cristiana, ya que aprovechaban todas las oportunidades
que les brindaba su profesión para difundirla y propagarla. En consecuencia, al
comenzar la persecución, resultó imposible que aquellos hermanos de condición
tan distinguida pasasen desapercibidos. Fueron de los primeros en ser
aprehendidos por orden de Lisias, el gobernador de Cilicia y, luego de haber
sido sometidos a diversos tormentos, murieron decapitados por la fe. Conducidos
sus restos a Siria, quedaron sepultados en Cirrhus, ciudad ésta que llegó a ser
el centro principal de su culto y donde las referencias más antiguas sitúan el
escenario de su martirio.
Se
cuentan muchos prodigios milagrosos sobre sus vidas pero poco se sabe con
seguridad. Se dice por ejemplo que, antes de ser decapitados, salieron con bien
de varios tipos de ejecuciones, como ser arrojados al agua atados a pesadas
piedras, ser quemados en hogueras y ser crucificados. Cuando se hallaban
clavados en las cruces, la multitud los apedreó, pero los proyectiles, sin
tocar el cuerpo de los santos, rebotaron para golpear a los mismos que los
arrojaban. Lo mismo sucedió con las flechas disparadas por los arqueros que
torcieron su trayectoria e hicieron huir a los tiradores (se cuenta que el
mismo caso ocurrió con San Cristóbal y otros mártires). Asimismo, dice la
leyenda que los tres hermanos de Cosme y Damián, llamados Antimo, Leoncio y
Euprepio, sufrieron el martirio al mismo tiempo que los gemelos y sus nombres
se mencionan en el Martirologio Romano. Se habla de innumerables milagros, sobre
todo curaciones maravillosas, obrados por los mártires después de su muerte y,
a veces, los propios santos se aparecieron, en sueños, a los que les imploraban
en sus sufrimientos, a fin de curarles inmediatamente.
Entre
las personas distinguidas que atribuyeron su curación de males gravísimos a los
santos Cosme y Damián, figuró el emperador Justiniano I, quien visitó la ciudad
de Cirrhus especialmente para venerar las reliquias de sus benefactores.
A principios
del siglo V, se levantaron en Constantinopla dos grandes iglesias en honor de
los mártires. La basílica que el Papa Félix (526-530) erigió en
honor de Cosme y Damián en el Foro Romano, con hermosísimos mosaicos, fue
dedicada posiblemente el 27 de septiembre. Ese día se celebró la fiesta de
Cosme y Damián hasta su traslado al 26 de septiembre en el nuevo calendario.
Los
santos Cosme y Damián son nombrados en el canon de la misa y, junto con San
Lucas, son los patronos de médicos y cirujanos.
Tres
pares de santos llevan los mismos nombres
Por
un error, los cristianos de Bizancio honraron a tres pares de santos con los
nombres de Cosme y Damián. Los de Arabia, que fueron decapitados durante la
persecución de Diocleciano (17 de octubre), los de Roma, que murieron
apedreados en el curso del reinado de Carino y los hijos de Teódota, que no
fueron mártires. Sin embargo, se trata de los mismos.
Pidamos
al Señor por intercesión de los santos Cosme y Damián por los médicos, para que
cumplan santamente con su profesión.
"LO QUE HABEIS RECIBIDO GRATIS, DADLO
TAMBIEN GRATUITAMENTE"
(Jesucristo Mt. 10, 8)
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