jueves, 26 de septiembre de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 28 de SEPTIEMBRE – SÁBADO – 25ª – SEMANA DEL T. O. – C – San Lorenzo Ruiz y compañeros





28 de SEPTIEMBRE – SÁBADO –
25ª – SEMANA DEL T. O. – C –
San Lorenzo Ruiz y compañeros

Lectura de la profecía de Zacarías (2,5-9.14-15a):

Alcé la vista y vi a un hombre con un cordel de medir. Pregunté:
«¿Adónde vas?»
Me contestó:
«A medir Jerusalén, para comprobar su anchura y longitud.»
Entonces se adelantó el ángel que hablaba conmigo, y otro ángel le salió al encuentro, diciéndole:
«Corre a decirle a aquel muchacho: "Por la multitud de hombres y ganado que habrá, Jerusalén será ciudad abierta; yo la rodearé como muralla de fuego y mi gloria estará en medio de ella –oráculo del Señor–."»
«Alégrate y goza, hija de Sión, que yo vengo a habitar dentro de ti –oráculo del Señor–. Aquel día se unirán al Señor muchos pueblos, y serán pueblo mío, y habitaré en medio de ti.»

Palabra de Dios

Salmo: Jr 31,10.11-12ab.13

R/. El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño

Escuchad, pueblos, la palabra del Señor, anunciadla en las islas remotas:
«El que dispersó a Israel lo reunirá, lo guardará como un pastor a su rebaño.» R/.
   
«Porque el Señor redimió a Jacob, lo rescató de una mano más fuerte.»
Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión, afluirán hacia los bienes del Señor. R/.

Entonces se alegrará la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,43b-45):

En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos:
«Meteos bien esto en la cabeza: al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres.»
Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro que no cogían el sentido. Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.

Palabra del Señor

1.  La fuerza temible de este relato está en el significado del verbo parad!
mi, que, concretamente en Lucas, aparece con frecuencia relacionado con Pasión: entrega del Hijo del Hombre (Lc 9, 44;18,32; 22, 22; 24, 7), entrega traición) por Judas (22, 4. 6. 21 s. 48), por Pilato (23, 25) y por las autoridades judías (20, 20; 24, 20) (W. Popkes). El contraste es patente: cuando Jesús está en el culmen de su éxito popular y goza de la admiración general, precisamente entonces Jesús insiste de nuevo en que lo van a entregar en manos de los hombres.   Lo que claramente se refiere, en el lenguaje de Lucas, a la pasión muerte.
El evangelio recalca, por tanto, que el Jesús admirado por todos va a ser el Jesús traicionado y rechazado con infamia.

2.  La reacción de los discípulos es comprensible, si la cosa se mira desde
punto de vista de lo que humanamente   alcanzamos los mortales: "no entendían semejante lenguaje", "les resultaba oscuro", para ellos, "no tenía sentido.
Es más, "les daba miedo preguntarle". Y es que lo de Jesús, tal como sucedió y
acabó, no cabe en cabeza humana: el Salvador salva fracasando.
- ¿Qué sentido puede tener eso?

3.  El que triunfa y vence, inevitablemente hace eso dominando o humillando a alguien, a quien sea. Así, es posible que salve a alguien o a algunos. Pero cierto como eso es que condena y frustra a otros.
Por lo demás, nunca debemos olvidar que todo el que sube y se impone, por eso    mismo divide, genera dolor y sufrimiento. Jesús no quiso hacer nada de eso. Jesús enseño a la humanidad que la solución a los muchos problemas que nos angustian no podemos ver su solución "desde arriba" (el triunfo), sino "desde abajo (poniéndose   donde están los últimos). De forma que todo el que hace eso, eso mismo, y por eso solo, une a los demás y saca de cada cual lo mejor que llevamos en las entrañas.
Ante el dolor, la debilidad, el sufrimiento, insignificancia de un niño o un enfermo, todos nos humanizamos.   Por ahí va la solución.  Porque cuando, en un ser “humano”, todo se queda destrozado, ¿qué queda?  Su "humanidad".  
Ahí, en eso, está la salvación: en nuestra humanización.

San Lorenzo Ruiz y compañeros

   


Padre de familia oriundo de las Islas Filipinas, que, a mediados del siglo XVII, junto con varios compañeros miembros de la Orden de Predicadores, derramó su sangre en la ciudad japonesa de Nagasaki.

Después del martirio de 1597, subió al poder el usurpador Daifusama, el cual ofreció relaciones de amistad al gobernador de Filipinas y autorizó la entrada de misioneros en el país. En este clima se establecieron los dominicos en Japón a partir de 1602, aunque el primer dominico había llegado en 1592. Se presentaron con el estandarte del Santo Rosario y entronizaron la devoción a la virgen del Rosario en Koshiki. Su labor fue muy fructífera, muchos ingresaron en la Orden, otros se hicieron terciarios dominicos y cofrades del Santo Rosario.
Se dice que Daifusama, que murió envenedado pidió a su hijo Xogunsama que persiguiera a los cristianos y que se apartara de su políca liberal. Xongusma persiguió a los cristianos entre 1617 y 1630. Muerto Xongusama, le sucedió Toxogunsama, que fue un acérrimo perseguidor del cristianismo entre 1632-1660.
Lorenzo nació en Binondo, Manila; su padre era chino y su madre filipina. Sirvió desde muy joven en el convento de los dominicos de Binondo, donde recibió la formación cristiana. Llegó a ser escribano y llevó una vida de entrega a los demás. Pertenecía a la Cofradía del Santo Rosario. Padre de familia muy piadoso, con tres hijos. Hacia 1636 fue acusado de complicidad en un homicidio y, perseguido por la justicia, buscó refugio en los dominicos. Gracias a la intervención del padre san Antonio González pudo salir indemne.
Acompañó al Japón a una misión dominica mandada por Antonio González, pero una tempestad les obligó a desembarcar en Okinawa, donde fueron todos arrestados y encarcelados. Aquí se robusteció la fe de Lorenzo; no dudó en confesar su fe en el tribunal de Nagasaki: "Quisiera dar mil veces mi vida por él. Jamás seré apostata. Si queréis, podéis matarme. Mi deseo es morir por Dios". Confiado en la intercesión del padre Antonio, sacrificado antes que él, fue rezando, durante el paseo oraciones y jaculatorias y ya en la colina de Nishizaka, sufrió la tortura del agua ingurgitada que soportó con heroica entereza y paciencia, aunque en algún momento titubeó, pero permaneció firme gracias a las palabras de san Antonio González. Sus cenizas fueron arrojadas al mar. Es el primer santo mártir de la iglesia filipina. Todos murieron mártires por los japoneses después de horribles torturas.
Los mártires eran 17 compañeros que forman parte de los "mártires de Nagasaki". Todos pertenecían a la misión dominica española de Japón, en la isla de Kiusiu. Nueve eran japoneses: Francisco Shoyemon, cooperador. Jaime Kyushei Gorobioye Tomonaga, dominico. Miguel Kurobjoye, catequista. Mateo Kohioye del Rosario, cooperador. Magdalena de Uagasaka, terciaria dominica. Marina de Ômura, terciaria. Tomás Hyoji de San Jacinto, dominico. Vicente de la Cruz Schiwozuka, dominico. Lázaro de Kyoto, laico. Cuatro dominicos españoles: Domingo Ibáñez de Erquiza. Lucas del Espíritu Santo. Antonio González. Miguel de Aozaraza. Un francés: Guillermo Courtet. Un italiano: Jordán Ansalone de San Esteban. 
Se da el caso de que todos los dominicos que murieron el Japón durante el breve periodo de 1602-1637, fueron martirizados excepto uno. Fue la desolación causada por la cristiandad del Japón lo que motivó que muchos mártires se ofrecieron voluntarios, a fin de evitar una posible apostasía. Este grupo es variado en etnias, en estados de vida, en situaciones sociales. Hay en él hombres, mujeres, sacerdotes y laicos. Ofrecieron su vida durante la persecución de un shogun que estaba decidido destruir todo vestigio cristiano, durante sus 28 años de mandato fueron sacrificados la mayor parte de los cuatro mil mártires de aquella época de la historia japonesa. En 1639 cerró el Japón a todo influjo comercial de España y Portugal. Sin embargo, su proyectado exterminio del cristianismo no fue total. Quedó un núcleo de cristianos japoneses escondidos en las islas del Sur, que mantuvieron la fe a lo largo de varios siglos hasta la apertura de Japón a Occidente en 1865. Entonces los descendientes de aquellos mártires emergieron como pequeña comunidad cristiana que se había transmitido de padres a hijos.

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