martes, 17 de septiembre de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 20 de SEPTIEMBRE – VIERNES – 24ª – SEMANA DEL T. O. – C – San Andrés Kim Taegön y compañeros






20 de SEPTIEMBRE – VIERNES –
 24ª – SEMANA DEL T. O. – C –
San Andrés Kim Taegön y compañeros

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo (6,2c-12):

Esto es lo que tienes que enseñar y recomendar. Si alguno enseña otra cosa distinta, sin atenerse a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que armoniza con la piedad, es un orgulloso y un ignorante, que padece la enfermedad de plantear cuestiones inútiles y discutir atendiendo sólo a las palabras. Esto provoca envidias, polémicas, difamaciones, sospechas maliciosas, controversias propias de personas tocadas de la cabeza, sin el sentido de la verdad, que se han creído que la piedad es un medio de lucro.
Es verdad que la piedad es una ganancia, cuando uno se contenta con poco. Sin nada vinimos al mundo, y sin nada nos iremos de él. Teniendo qué comer y qué vestir nos basta. En cambio, los que buscan riquezas caen en tentaciones, trampas y mil afanes absurdos y nocivos, que hunden a los hombres en la perdición y la ruina. Porque la codicia es la raíz de todos los males, y muchos, arrastrados por ella, se han apartado de la fe y se han acarreado muchos sufrimientos.
Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de todo esto; practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza.
Combate el buen combate de la fe. Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado, y de la que hiciste noble profesión ante muchos testigos.

Palabra de Dios

Salmo: 48

R/. Dichosos los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos

¿Por qué habré de temer los días aciagos,
cuando me cerquen y acechen los malvados,
que confían en su opulencia
y se jactan de sus inmensas riquezas,
si nadie puede salvarse ni dar a Dios un rescate? R/.

Es tan caro el rescate de la vida,
que nunca les bastará
para vivir perpetuamente
sin bajar a la fosa. R/.

No te preocupes si se enriquece un hombre
y aumenta el fasto de su casa:
cuando muera, no se llevará nada,
su fasto no bajará con él. R/.

Aunque en vida se felicitaba:
«Ponderan lo bien que lo pasas»,
irá a reunirse con sus antepasados,
que no verán nunca la luz. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (8,1-3):

En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.

Palabra del Señor

1.   No es fácil, para quienes vivimos en el siglo XXI, comprender la libertad y
el atrevimiento que supone lo que se dice, en este evangelio, sobre las mujeres que acompañaban a Jesús y sus discípulos.
En aquel tiempo y aquella cultura, tenía que resultar casi incomprensible ver, por los caminos de Galilea, a un grupo mixto de hombres y mujeres, todos en bloque, de pueblo en pueblo.
Las leyes y costumbres del judaísmo   no permitían semejante libertad sospechosa o incluso escandalosa. En el Imperio, la mujer era para vivir dedicada
al marido, a los hijos y a la casa (Robert C. Knapp).
Entre los judíos, todo esto era más estricto. Según Filón, "mercados, consejos, tribunales, procesiones festivas, reuniones de grandes multitudes de   hombres, en una palabra:  toda la vida pública…, está hecha para los hombres.   A las mujeres les conviene quedarse en casa y vivir retiradas... Las mujeres están recluidas y no salen del patio de la casa (De Spec. Leg. III, 169; cf. J. Jeremias).

2.   Jesús rompió con todo esto. Y formó una comunidad mixta, de forma   que siempre, que se encontró en situaciones de conflictividad con las mujeres, se puso de parte de ellas. Baste recordar los casos de la samaritana (Jn 4), la gran prostituta (Lc 7), la adúltera (Jn 8), la anulación de la ley que permitía al hombre expulsar a la mujer de la casa por cualquier causa (Mt 19; Deut 24, 1), el derroche de María al perfumar a Jesús con lo más caro que se vendía entonces (Jn 12).
Es más, cuando los hombres habían huido asustados, las mujeres acompañaron a Jesús en el camino del Calvario (Lc 21, 27 ss), ante la cruz y cuando agonizaba, se menciona solo un grupo de mujeres, allí frente al ajusticiado (Mc 15, 40-41). Y es bien sabido que quienes tuvieron el privilegio
de ser los primeros que vieron al Resucitado fueron las mujeres (Mt 28, 1 ss; Mc 16, 1-8; Lc 24, 1-13; Jn 20, 11-18).

3. Por todo esto resulta admirable la libertad de Jesús y su humanidad, que se
pone en evidencia en el trato con las mujeres. Jesús, al proceder así, defendió
de hecho, la igualdad del hombre y la mujer. Y devolvió a la mujer la dignidad
que se le había quitado. Una tarea urgente y apremiante para los cristianos y para la Iglesia en este mundo de tantas   desigualdades e injusticias.
Jesús vio claramente que el futuro de la humanidad estará resuelto el día que se hayan superado las diferencias y se haya logrado la igualdad, en dignidad y   derechos, de todos los humanos.

San Andrés Kim Taegön y compañeros


Memoria de los santos Andrés Kim Taegön, presbítero, Pablo Chöng Hasang y compañeros, mártires en Corea.Se veneran este día en común celebración todos los ciento tres mártires que en aquel país testificaron intrépidamente la fe cristiana, introducida fervientemente por algunos laicos y después alimentada y reafirmada por la predicación y celebración de los sacramentos por medio de los misioneros. Todos estos atletas de Cristo —tres obispos, ocho presbíteros, y los restantes laicos, casados o no, ancianos, jóvenes y niños—, unidos en el suplicio, consagraron con su sangre preciosa las primicias de la Iglesia en Corea (1839-1867).

Fecha de canonización:
Los 103 mártires fueron canonizados por S.S. Juan Pablo II el 6 de mayo de 1984, en Seúl, Corea.

Andrés Kim Tae-Gon
Nació el 21 de agosto de 1821 en Solmoe (Corea). Sus padres eran Ignacio Kim Chejun y Ursula Ko. Era niño cuando la familia se trasladó a Kolbaemasil para huir de las persecuciones. Su padre murió mártir el 26 de septiembre de 1839. También su bisabuelo Pío Kim Chunhu había muerto mártir en el año 1814, después de diez años de prisión. Tenía quince años de edad cuando el padre Maubant lo invitó a ingresar al seminario.
Fue enviado al seminario de Macao. Hacia el año 1843 intentó regresar a Corea con el obispo Ferréol, pero en la frontera fueron rechazados.
Se ordenó diácono en China en el año 1844. Volvió a Corea el 15 de enero de 1845. Por su seguridad sólo saludó unos cuantos catequistas; ni siquiera vio a su madre quien, pobre y sola, tenía que mendigar la comida. En una pequeña embarcación de madera guió, a los misioneros franceses hasta Shangai, a la que arribaron soportando peligrosas tormentas.

Ordenación sacerdotal
En Shangai recibió la ordenación sacerdotal de manos de monseñor Ferréol el 17 de agosto de 1845, convirtiéndose en el primer sacerdote coreano. Hacia fines del mismo mes emprendió el regreso a Corea con el obispo y el padre Daveluy. Llegaron a la Isla Cheju y, en octubre del mismo año, arribaron a Kanggyong donde pudo ver a su madre.
El 5 de junio de 1846 fue arrestado en la isla Yonpyong mientras trataba con los pescadores la forma de llevar a Corea a los misioneros franceses que estaban en China. Inmediatamente fue enviado a la prisión central de Seúl. El rey y algunos de sus ministros no lo querían condenar por sus vastos conocimientos y dominar varios idiomas. Otros ministros insistieron en que se le aplicara la pena de muerte. Después de tres meses de cárcel fue decapitado en Saenamt´õ el 16 de septiembre de 1846, a la edad de veintiséis años.
Antes de morir dijo: ¡Ahora comienza la eternidad! y con serenidad y valentía se acercó al martirio.

Pablo Chong Ha-Sang
Nació en el año 1795 en Mahyon (Corea) siendo miembro de una noble familia tradicional. Después del martirio de su padre, Agustín Chong Yakjong, y de su hermano mayor Carlos, ocurridos en el año 1801, la familia sufrió mucho. Pablo tenía siete años. Su madre, Cecilia Yu So-sa, vio cómo confiscaban sus bienes y les dejaban en extrema pobreza. Se educó bajo los cuidados de su devota madre.
los veinte años dejó su familia para reorganizar la iglesia católica en Seúl y pensó en traer misioneros. En el año 1816 viajó a Pekín para solicitar al obispo algunos misioneros; se le concedió uno que falleció antes de llegar a Corea. Él y sus compañeros escribieron al papa para que enviara misioneros. Finalmente gracias a los ruegos de los católicos, el 9 de septiembre de 1831 se estableció el vicariato apostólico de Corea y se nombró su primer obispo encargando a la Sociedad de las Misiones Extranjeras de París la evangelización de Corea.
Pablo introdujo al obispo Ímbert en Corea
Lo recibió en su casa y lo ayudó durante su ministerio. Monseñor Ímbert pensó que Pablo podía ser sacerdote y comenzó a enseñarle teología... Mientras tanto brotó una nueva persecución. El obispo pudo escapar a Suwon. Pablo, su mamá y su hermana Isabel fueron arrestados en el año 1839.
Aguantó las torturas hasta que fue decapitado a las afueras de Seúl el 22 de septiembre. Poco después también su madre y su hermana sufrieron el martirio.
Los dos forman parte de 103 mártires canonizados por S.S. Juan Pablo II el 6 de mayo de 1984, en Seúl, Corea.


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