20 de SEPTIEMBRE – VIERNES –
24ª – SEMANA DEL T. O. –
C –
San Andrés Kim Taegön y compañeros
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo (6,2c-12):
Esto es lo que tienes que enseñar y recomendar. Si alguno enseña
otra cosa distinta, sin atenerse a las sanas palabras de nuestro Señor
Jesucristo y a la doctrina que armoniza con la piedad, es un orgulloso y un
ignorante, que padece la enfermedad de plantear cuestiones inútiles y discutir
atendiendo sólo a las palabras. Esto provoca envidias, polémicas, difamaciones,
sospechas maliciosas, controversias propias de personas tocadas de la cabeza,
sin el sentido de la verdad, que se han creído que la piedad es un medio de
lucro.
Es
verdad que la piedad es una ganancia, cuando uno se contenta con poco. Sin nada
vinimos al mundo, y sin nada nos iremos de él. Teniendo qué comer y qué vestir
nos basta. En cambio, los que buscan riquezas caen en tentaciones, trampas y
mil afanes absurdos y nocivos, que hunden a los hombres en la perdición y la
ruina. Porque la codicia es la raíz de todos los males, y muchos, arrastrados
por ella, se han apartado de la fe y se han acarreado muchos sufrimientos.
Tú,
en cambio, hombre de Dios, huye de todo esto; practica la justicia, la piedad,
la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza.
Combate
el buen combate de la fe. Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado, y
de la que hiciste noble profesión ante muchos testigos.
Palabra
de Dios
Salmo: 48
R/.
Dichosos los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino
de los cielos
¿Por qué habré de temer los días aciagos,
cuando me cerquen y
acechen los malvados,
que confían en su
opulencia
y se jactan de sus
inmensas riquezas,
si nadie puede salvarse
ni dar a Dios un rescate? R/.
Es tan caro el rescate de la vida,
que nunca les bastará
para vivir perpetuamente
sin bajar a la fosa. R/.
No te preocupes si se enriquece un hombre
y aumenta el fasto de su
casa:
cuando muera, no se
llevará nada,
su fasto no bajará con
él. R/.
Aunque en vida se felicitaba:
«Ponderan lo bien que lo
pasas»,
irá a reunirse con sus
antepasados,
que no verán nunca la
luz. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (8,1-3):
En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de
pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los
Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades:
María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de
Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus
bienes.
Palabra
del Señor
1.
No es fácil, para quienes vivimos en el siglo XXI, comprender la
libertad y
el atrevimiento que supone lo que se dice, en
este evangelio, sobre las mujeres que acompañaban a Jesús y sus discípulos.
En aquel tiempo y aquella cultura, tenía
que resultar casi incomprensible ver, por los caminos de Galilea, a un grupo
mixto de hombres y mujeres, todos en bloque, de pueblo en pueblo.
Las leyes y costumbres del
judaísmo no permitían semejante
libertad sospechosa o incluso escandalosa. En el Imperio, la mujer era para
vivir dedicada
al marido, a los hijos y a la casa (Robert C.
Knapp).
Entre los judíos, todo esto era más
estricto. Según Filón, "mercados, consejos, tribunales, procesiones
festivas, reuniones de grandes multitudes de
hombres, en una palabra: toda la
vida pública…, está hecha para los hombres.
A las mujeres les conviene quedarse en casa y vivir retiradas... Las
mujeres están recluidas y no salen del patio de la casa (De Spec. Leg. III,
169; cf. J. Jeremias).
2.
Jesús rompió con todo esto. Y formó una comunidad mixta, de forma que siempre, que se encontró en situaciones
de conflictividad con las mujeres, se puso de parte de ellas. Baste recordar
los casos de la samaritana (Jn 4), la gran prostituta (Lc 7), la adúltera (Jn
8), la anulación de la ley que permitía al hombre expulsar a la mujer de la
casa por cualquier causa (Mt 19; Deut 24, 1), el derroche de María al perfumar
a Jesús con lo más caro que se vendía entonces (Jn 12).
Es más, cuando los hombres habían
huido asustados, las mujeres acompañaron a Jesús en el camino del Calvario (Lc
21, 27 ss), ante la cruz y cuando agonizaba, se menciona solo un grupo de
mujeres, allí frente al ajusticiado (Mc 15, 40-41). Y es bien sabido que
quienes tuvieron el privilegio
de ser los primeros que vieron al Resucitado
fueron las mujeres (Mt 28, 1 ss; Mc 16, 1-8; Lc 24, 1-13; Jn 20, 11-18).
3. Por todo esto resulta admirable la
libertad de Jesús y su humanidad, que se
pone en evidencia en el trato con las mujeres.
Jesús, al proceder así, defendió
de hecho, la igualdad del hombre y la mujer. Y
devolvió a la mujer la dignidad
que se le había quitado. Una tarea urgente y
apremiante para los cristianos y para la Iglesia en este mundo de tantas desigualdades e injusticias.
Jesús vio claramente que el futuro de
la humanidad estará resuelto el día que se hayan superado las diferencias y se
haya logrado la igualdad, en dignidad y
derechos, de todos los humanos.
San Andrés Kim Taegön y compañeros
Memoria de los
santos Andrés Kim Taegön, presbítero, Pablo Chöng Hasang y compañeros, mártires
en Corea.Se veneran este día en común celebración todos los ciento tres
mártires que en aquel país testificaron intrépidamente la fe cristiana,
introducida fervientemente por algunos laicos y después alimentada y reafirmada
por la predicación y celebración de los sacramentos por medio de los
misioneros. Todos estos atletas de Cristo —tres obispos, ocho presbíteros, y
los restantes laicos, casados o no, ancianos, jóvenes y niños—, unidos en el
suplicio, consagraron con su sangre preciosa las primicias de la Iglesia en Corea
(1839-1867).
Fecha de
canonización:
Los 103
mártires fueron canonizados por S.S. Juan Pablo II el 6 de mayo de 1984, en
Seúl, Corea.
Andrés Kim
Tae-Gon
Nació el 21 de agosto de 1821 en Solmoe (Corea). Sus padres eran Ignacio Kim
Chejun y Ursula Ko. Era niño cuando la familia se trasladó a Kolbaemasil para
huir de las persecuciones. Su padre murió mártir el 26 de septiembre de 1839.
También su bisabuelo Pío Kim Chunhu había muerto mártir en el año 1814, después
de diez años de prisión. Tenía quince años de edad cuando el padre Maubant lo
invitó a ingresar al seminario.
Fue enviado al seminario de Macao. Hacia el año 1843 intentó regresar a
Corea con el obispo Ferréol, pero en la frontera fueron rechazados.
Se ordenó diácono en China en el año 1844. Volvió a Corea el 15 de enero de
1845. Por su seguridad sólo saludó unos cuantos catequistas; ni siquiera vio a
su madre quien, pobre y sola, tenía que mendigar la comida. En una pequeña
embarcación de madera guió, a los misioneros franceses hasta Shangai, a la que
arribaron soportando peligrosas tormentas.
Ordenación
sacerdotal
En Shangai recibió la ordenación sacerdotal de manos de monseñor Ferréol el
17 de agosto de 1845, convirtiéndose en el primer sacerdote coreano. Hacia
fines del mismo mes emprendió el regreso a Corea con el obispo y el padre
Daveluy. Llegaron a la Isla Cheju y, en octubre del mismo año, arribaron a
Kanggyong donde pudo ver a su madre.
El 5 de junio de 1846 fue arrestado en la isla Yonpyong mientras trataba con
los pescadores la forma de llevar a Corea a los misioneros franceses que
estaban en China. Inmediatamente fue enviado a la prisión central de Seúl. El
rey y algunos de sus ministros no lo querían condenar por sus vastos conocimientos
y dominar varios idiomas. Otros ministros insistieron en que se le aplicara la
pena de muerte. Después de tres meses de cárcel fue decapitado en Saenamt´õ el
16 de septiembre de 1846, a la edad de veintiséis años.
Antes de morir dijo: ¡Ahora comienza la eternidad! y con serenidad y
valentía se acercó al martirio.
Pablo Chong
Ha-Sang
Nació en el año 1795 en Mahyon (Corea) siendo miembro de una noble familia
tradicional. Después del martirio de su padre, Agustín Chong Yakjong, y de su
hermano mayor Carlos, ocurridos en el año 1801, la familia sufrió mucho. Pablo
tenía siete años. Su madre, Cecilia Yu So-sa, vio cómo confiscaban sus bienes y
les dejaban en extrema pobreza. Se educó bajo los cuidados de su devota madre.
A los veinte años dejó su familia para reorganizar la iglesia católica en
Seúl y pensó en traer misioneros. En el año 1816 viajó a Pekín para solicitar
al obispo algunos misioneros; se le concedió uno que falleció antes de llegar a
Corea. Él y sus compañeros escribieron al papa para que enviara misioneros.
Finalmente gracias a los ruegos de los católicos, el 9 de septiembre de 1831 se
estableció el vicariato apostólico de Corea y se nombró su primer obispo
encargando a la Sociedad de las Misiones Extranjeras de París la evangelización
de Corea.
Pablo introdujo al obispo Ímbert en Corea
Lo recibió en
su casa y lo ayudó durante su ministerio. Monseñor Ímbert pensó que Pablo podía
ser sacerdote y comenzó a enseñarle teología... Mientras tanto brotó una nueva
persecución. El obispo pudo escapar a Suwon. Pablo, su mamá y su hermana Isabel
fueron arrestados en el año 1839.
Aguantó las torturas hasta que fue decapitado a las afueras de Seúl el 22 de
septiembre. Poco después también su madre y su hermana sufrieron el martirio.
Los dos forman parte de 103 mártires canonizados por S.S. Juan Pablo II el 6
de mayo de 1984, en Seúl, Corea.
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