6 de SEPTIEMBRE – VIERNES –
22ª – SEMANA DEL T. O. – C –
San Zacarías profeta
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (1,15-20):
Cristo Jesús es imagen de Dios invisible, primogénito de toda
criatura; porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y
terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados,
Potestades; todo fue creado por él y para él.
Él
es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del
cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la
plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y
los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Palabra
de Dios
Salmo:
99,2.3.4.5
R/.
Entrad en la presencia del Señor con vítores
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con
alegría,
entrad en su presencia
con vítores. R/.
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos
suyos,
su pueblo y ovejas de su
rebaño. R/.
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con
himnos,
dándole gracias
y bendiciendo su nombre.
R/.
«El Señor es bueno,
su misericordia es
eterna,
su fidelidad por todas
las edades.» R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (5,33-39):
En aquel tiempo, dijeron a Jesús los fariseos y los escribas:
«Los
discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en
cambio, los tuyos, a comer y a beber.»
Jesús
les contestó:
«¿Queréis que ayunen los amigos del novio
mientras el novio está con ellos?
Llegará
el día en que se lo lleven, y entonces ayunarán.»
Y
añadió esta parábola:
«Nadie
recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque se
estropea el nuevo, y la pieza no le pega al viejo.
Nadie
echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino nuevo revienta los odres, se
derrama, y los odres se estropean. A vino nuevo, odres nuevos.
Nadie
que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: "Está bueno el
añejo."»
Palabra
del Señor
1.
Se confrontan, en este episodio, dos
modelos de religión, que brotan de dos proyectos de vida y, en última
instancia, dos caminos para buscar y encontrar a Dios.
El modelo tradicional, el de los fariseos
y escribas, que entraña la
mortificación y la oración. Y el modelo de
Jesús, que es proyecto de felicidad, de gozo y alegría, de disfrute del amor
que se celebra en una boda.
2.
La explicación de esta diferencia tan radical está en que la religión
tradicional cree en un Dios que está en el cielo y al que hay que acercarse
mediante
privaciones y plegarias. Por el contrario, la
religión de Jesús cree en un Dios que está en la tierra, presente en cada ser
humano, fundido y confundido con lo humano.
De ahí que el proyecto de la religiosidad tradicional centra sus
esfuerzos en sacrificar lo humano, en tanto
que la religiosidad de Jesús tiene su centro en hacer felices a los humanos.
3.
Si este doble proyecto se mira con superficialidad, sin duda habrá quien
piense que de esta manera la religión se
degrada, se descompone y termina siendo un humanismo más de tantos como en el
mundo han sido.
Sin embargo, si el tema se piensa
despacio, pronto se advierte que el proyecto de Jesús es mucho más exigente.
Porque la felicidad no se predica, ni se impone mediante leyes, prohibiciones y
preceptos. La felicidad se contagia: el
que
es feliz contagia felicidad, de la misma
manera que el que es un amargado o un resentido inevitablemente contagia su
amargura y su resentimiento.
Vivir siempre (en la prosperidad y en
la adversidad) en condiciones de contagiar siempre felicidad a los demás, en la
prosperidad y en la adversidad, eso supone mucha profundidad humana y vivir
siempre, no para lo que uno piensa o
le gusta, sino para lo que piensan y les gusta
a los otros.
San Zacarías profeta
Profeta bíblico que
desplegó su actividad profética hacia los años 520-518 a. de C. y al que se
atribuye la autoría del Libro de Zacarías, libro del Antiguo Testamento
perteneciente a los Libros Proféticos, concretamente al grupo de los llamados
Libros de los Profetas Menores.
El
Libro de Zacarías se divide en dos secciones: capítulos 1-8 y 9-14. En general,
se piensa que tan sólo la primera parte es obra propiamente de Zacarías,
mientras que la segunda, añadida posteriormente, es obra de un autor o autores
anónimos. En la primera parte, Zacarías es llamado el hijo de Baraquías, hijo
de Ado, lo cual da a entender que pertenecía a una familia sacerdotal. Así se
explica el impulso que da al proceso iniciado por Ezequiel en favor del
sacerdocio, impulso que más tarde desembocaría en el sometimiento de la función
profética a la sacerdotal. Zacarías se muestra como un hombre de firme
esperanza y de lenguaje claro. Por eso proclama sus visiones mirando hacia el
futuro, en un estilo apocalíptico (1,7-6.8). Nunca, sin embargo, logró la independencia
que caracterizó a los profetas anteriores al exilio.
La
primera parte del Libro de Zacarías se inicia con una exhortación al
arrepentimiento y a la conversión, a la que siguen un conjunto de ocho visiones
nocturnas que el profeta experimentó en el 518 a.C. y una colección de
oráculos. En la exhortación se pone de manifiesto su exigencia de pureza y
moralidad interiores, pues no se contenta con condenar los errores rituales,
sino que en sus palabras se descubre el sentido de pecado y de malicia; la
transformación de la ciudad debe llevar a la transformación del pueblo. Las
visiones nocturnas, interpretadas por un ángel para Zacarías, predicen la
inminente llegada de una era mesiánica.
A diferencia
de la primera, la segunda parte carece de alusiones históricas, y falta toda
precisión en torno a fechas y nombres; tampoco existe la preocupación por la
construcción del templo, constante en la primera parte. Mientras que el estilo
de la primera parte es prosaico y redundante, el de la segunda es poético y a
menudo de difícil interpretación. No obstante, el espíritu apocalíptico de la
primera continúa en ésta y alcanza en el capítulo 14 su más alta expresión. Más
que la obra de un determinado autor, esta segunda parte parece la expresión
final de una tradición inspirada. Su composición se debió prolongar a lo largo
del primer siglo de la época helenista (a partir del 332, probablemente antes
del 200 a.C.), pues en el Eclesiástico ya se mencionan los doce profetas
menores.
En
esta segunda parte se distinguen tres secciones: en la primera el
oráculo se dirige a los pueblos sirio, fenicio y filisteo, de los que Dios
sacará un resto que le servirá (9,1-11,3); la segunda es
una especie de acción simbólica en la imagen del pastor para expresar el abuso
de los malos pastores y la venganza que sobre ellos tomará el Señor, a quien
han menospreciado (11,4-17 con 13,7-9); finalmente, la tercera es
una exposición de diecisiete unidades escatológicas, introducidas todas con la
expresión "aquel día". El mensaje de esta segunda
parte se centra en la doctrina mesiánica: se anuncia el resurgimiento
de la estirpe del rey David y la llegada de un Mesías humilde. Estos
rasgos se armonizan en la persona de Jesucristo, razón por la cual el Nuevo
Testamento hará referencia frecuente al profeta Zacarías.
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