23 de SEPTIEMBRE – LUNES –
24ª – SEMANA DEL T. O. – C –
San
Pio de Pietrelcina, presbítero
Comienzo
del libro de Esdras (1,1-6):
El año primero de Ciro, rey de Persia, el Señor, para cumplir lo
que había anunciado por boca de Jeremías, movió a Ciro, rey de Persia, a
promulgar de palabra y por escrito en todo su reino: «Ciro, rey de Persia,
decreta: "El Señor, Dios del cielo, me ha entregado todos los reinos de la
tierra y me ha encargado construirle un templo en Jerusalén de Judá.
Los
que entre vosotros pertenezcan a ese pueblo, que su Dios los acompañe, y suban
a Jerusalén de Judá para reconstruir el templo del Señor, Dios de Israel, el
Dios que habita en Jerusalén. Y a todos los supervivientes, dondequiera que
residan, la gente del lugar proporcionará plata, oro, hacienda y ganado, además
de las ofrendas voluntarias para el templo del Dios de Jerusalén."»
Entonces,
todos los que se sintieron movidos por Dios, cabezas de familia de Judá y
Benjamín, sacerdotes y levitas, se pusieron en marcha y subieron a reedificar
el templo de Jerusalén. Sus vecinos les proporcionaron de todo: plata, oro,
hacienda, ganado y otros muchos regalos de las ofrendas voluntarias.
Palabra
de Dios
Salmo: 125,1-2ab.2cd-3.4-5.6
R/. El
Señor ha estado grande con nosotros
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba
de risas,
la lengua de cantares. R/.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado
grande con ellos.»
El Señor ha estado
grande con nosotros,
y estamos alegres. R/.
Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del
Negueb.
Los que sembraban con
lágrimas
cosechan entre cantares.
R/.
Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve
cantando,
trayendo sus gavillas. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (8,16-18):
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
«Nadie
enciende un candil y lo tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama; lo
pone en el candelero para que los que entran tengan luz.
Nada
hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o
a hacerse público.
A
ver si me escucháis bien: al que tiene se le dará, al que no tiene se le
quitará hasta lo que cree tener.»
Palabra
del Señor
1.
Si Jesús se define a sí mismo como
"la luz" Un 1, 4; 8, 12; 9, 5; 12, 35. 46), el
Evangelio tiene que ser un mensaje de
transparencia y de ejemplaridad. Por eso
la vida y las enseñanzas de Jesús se entienden a partir de la metáfora de la
luz. Ahora bien, la luz -si es verdaderamente luz- se enciende para ver y para
que sea vista. Una luz oculta, deja de ser luz.
Esto explica por qué Jesús está tan
radicalmente en contra de todo lo que sea ocultar, tapar, disimular y, en
general, todo lo que represente llevar una vida que no puede ser transparente.
2.
Lo que ocurre es que existen
condicionamientos sociales que hacen que
muchas personas se sientan violentadas para
disimular, ocultar, tapar la luz.
Estas situaciones pueden ser graves cuando dañan a terceros. Esto es frecuente
en asuntos relacionados con el dinero, los negocios, los bienes que hay que
ocultar. Cuando estas situaciones se mantienen por la mal llamada
"prudencia", pueden ser la prueba más clara de la falta de libertad,
que antepone la imagen social a la verdad de la vida y de las cosas.
Lo que es mucho más grave cuando se
hace en detrimento de los más indefensos o marginados sociales.
Es lo que estamos viendo y sufriendo
en estos tiempos de crisis económica y
corrupción política.
3.
En otros casos, lo que ocurre es que nos sentimos esclavos de
condicionamientos institucionales. Como
es bien sabido, la "patología social de las instituciones" hace que
estas antepongan, muchas veces, sus intereses a sus fines.
Por esto ocurre que se ocultan escándalos,
cosas vergonzosas o auténticos delitos, con tal que la institución no se vea
desprestigiada. Y es que la "libertad social" y la "libertad
institucional" son los dos pilares que hacen posible que la luz del
Evangelio ilumine en este mundo. Jesús
lo dijo en los interrogatorios de la pasión: "Yo he hablado con libertad
(parresía = "abiertamente") al mundo" (Jn 18, 20).
Heredero
espiritual de San Francisco de Asís, el Padre Pío de Pietrelcina ha sido el
primer sacerdote en llevar impreso sobre su cuerpo las señales de la
crucifixión. Él ya fue conocido en el mundo como el "Fraile"
estigmatizado. El Padre Pío, al que Dios donó particulares carismas, se empeñó
con todas sus fuerzas por la salvación de las almas. Los muchos testimonios
sobre su gran santidad de Fraile, llegan hasta nuestros días, acompañados por
sentimientos de gratitud. Sus intercesiones providenciales cerca de Dios fueron
para muchos hombres causa de sanación en el cuerpo y motivo de renacimiento en
el Espíritu.
El
Padre Pío de Pietrelcina que se llamó Francesco Forgione, nació en Pietrelcina,
en un pequeño pueblo de la provincia de Benevento, el 25 de mayo de 1887. Nació
en una familia humilde donde el papá Grazio Forgione y la mamá Maria Giuseppa
Di Nunzio ya tenían otros hijos.
Desde
la tierna edad Francesco experimentó en sí el deseo de consagrarse totalmente a
Dios y este deseo lo distinguiera de sus coetáneos. Tal "diversidad"
fue observada de sus parientes y de sus amigos. Mamá Peppa contó - "no
cometió nunca ninguna falta, no hizo caprichos, siempre obedeció a mí y a su
padre, cada mañana y cada tarde iba a la iglesia a visitar a Jesús y
a la Virgen. Durante el día no salió nunca con los compañeros. A veces le
dije: "Francì sal un poco a jugar. Él se negó diciendo: no quiero ir
porque ellos blasfeman". Del diario del Padre Agostino de San Marco in
Lamis, quien fuè uno de los directores espirituales del Padre Pío, se enteró de
que el Padre Pío, desde el 1892, cuando apenas tenía cinco años, ya vivió sus
primeras experiencias carismáticas espirituales. Los Éxtasis y las apariciones
fueron tan frecuentes que al niño le pareció que eran absolutamente normales.
Con el pasar del tiempo, pudo
realizarse para Francesco lo que fue el más grande de sus sueños: consagrar
totalmente la vida a Dios. El 6 de enero de 1903, a los dieciséis años, entró
como clérigo en la orden de los Capuchinos. Fue ordenado sacerdote en la
Catedral de Benevento, el 10 de agosto de 1910. Tuvo así inicio su vida
sacerdotal que, a causa de sus precarias condiciones de salud, se desarrollará
primero en muchos conventos de la provincia de Benevento. Estuvo en varios
conventos por motivo de salud, luego, a partir del 4 de septiembre de 1916
llegó al convento de San Giovanni Rotondo, sobre el Gargano, dónde se quedó
hasta el 23 de septiembre de 1968, día de su sentida muerte.
En
este largo período el Padre Pío iniciaba sus días despertándose por la noche,
muy antes del alba, se dedicaba a la oración con gran fervor aprovechando la
soledad y silencio de la noche. Visitaba diariamente por largas horas a
Jesús Sacramentado, preparándose para la Santa Misa, y de allí siempre sacó las
fuerzas necesarias, para su gran labor para con las almas, al acercarlas a Dios
en el Sacramento Santo de la Confesión, confesaba por largas horas, hasta 14
horas diarias, y así salvó muchas almas.
Uno de
los acontecimientos que señaló intensamente la vida del Padre Pío fue lo que se
averiguó la mañana del 20 de septiembre de 1918, cuando, rogando delante del
Crucifijo del coro de la vieja iglesia pequeña, el Padre Pío tuvo el
maravilloso regalo de los estigmas. Los estigmas o las heridas fueron visibles
y quedaron abiertas, frescas y sangrantes, por medio siglo. Este fenómeno
extraordinario volvió a llamar, sobre el Padre Pío la atención de los médicos,
de los estudiosos, de los periodistas, pero sobre todo de la gente común que,
en el curso de muchas décadas fueron a San Giovanni Rotondo para encontrar al
santo fraile.
En una
carta al Padre Benedetto, del 22 de octubre de 1918, el Padre Pío cuenta su
"crucifixión": “¿Qué cosa os puedo decir a los que me han preguntado
cómo ha ocurrido mi crucifixión? ¡Mi Dios que confusión y que humillación yo
tengo el deber de manifestar lo que Tú has obrado en esta tu mezquina criatura!
Fue la
mañana del 20 del pasado mes (septiembre) en coro, después de la celebración de
la Santa Misa, cuando fui sorprendido por el descanso en el espíritu, parecido
a un dulce sueño. Todos los sentidos interiores y exteriores, además de las
mismas facultades del alma, se encontraron en una quietud indescriptible. En
todo esto hubo un total silencio alrededor de mí y dentro de mí; sentí
enseguida una gran paz y un abandono en la completa privación de todo y una
disposición en la misma rutina.
Todo
esto ocurrió en un instante. Y mientras esto se desarrolló; yo vi delante de mí
un misterioso personaje parecido a aquél visto en la tarde del 5 de agosto.
Éste era diferente del primero, porque tenía las manos, los pies y el costado
que emanaban sangre. La visión me aterrorizaba; lo que sentí en aquel instante
en mí; no sabría decirlo. Me sentí morir y habría muerto, si Dios no hubiera
intervenido a sustentar mi corazón, el que me lo sentí saltar del pecho.
La
vista del personaje desapareció, y me percaté de que mis manos, pies y costado
fueron horadados y chorreaban sangre. Imagináis el suplicio que experimenté
entonces y que voy experimentando continuamente casi todos los días. La herida
del corazón asiduamente sangra, comienza el jueves por la tarde hasta al
sábado. Mi padre, yo muero de dolor por el suplicio y por la confusión que yo
experimento en lo más íntimo del alma. Temo morir desangrado, si Dios no escucha
los gemidos de mi pobre corazón, y tenga piedad para retirar de mí esta
situación....”
Por
años, de cada parte del mundo, los fieles fueron a este sacerdote
estigmatizado, para conseguir su potente intercesión cerca de Dios. Cincuenta
años experimentados en la oración, en la humildad, en el sufrimiento y en el
sacrificio, dónde para actuar su amor, el Padre Pío realizó dos iniciativas en
dos direcciones: un vertical hacia Dios, con la fundación de los "Grupos
de ruego", hoy llamados “grupos de oración” y la otra horizontal hacia los
hermanos, con la construcción de un moderno hospital: "Casa Alivio del
Sufrimiento."
En
septiembre los 1968 millares de devotos e hijos espirituales del Padre Pío se
reunieron en un congreso en San Giovanni Rotondo para conmemorar juntos el 50°
aniversario de los estigmas aparecidos en el Padre Pío y para celebrar el
cuarto congreso internacional de los Grupos de Oración. Nadie habría imaginado
que a las 2.30 de la madrugada del 23 de septiembre de 1968, sería el doloroso
final de la vida terrena del Padre Pío de Pietrelcina. De este maravilloso
fraile, escogido por Dios para derramar su Divina Misericordia de una manera
tan especial.
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