16 DE MARZO – LUNES –
3 – SEMANA DE CUARESMA – A –
Lectura
del segundo libro de los Reyes (5,1-15a):
EN aquellos días, Naamán, jefe del ejército del rey de
Siria, era hombre notable y muy estimado por su señor, pues por su medio el Señor
había concedido la victoria a Siria.
Pero, siendo un gran militar, era leproso.
Unas bandas de arameos habían hecho una incursión trayendo de la tierra de
Israel a una muchacha, que pasó al servicio de la mujer de Naamán.
Dijo ella a su señora:
«Ah, si mi señor pudiera presentarse ante el profeta que hay en Samaría. Él
lo curaría de su lepra».
Fue (Naamán) y se lo comunicó a su señor diciendo:
«Esto y esto ha dicho la muchacha de la tierra de Israel».
Y el rey de Siria contestó:
«Vete, que yo enviaré una carta al rey de Israel».
Entonces tomó en su mano diez talentos de plata, seis mil siclos de oro,
diez vestidos nuevos y una carta al rey de Israel que decía:
«Al llegarte esta carta, sabrás que te envío a mi siervo Naamán para que lo
cures de su lepra».
Cuando el rey de Israel leyó la carta, rasgó sus vestiduras, diciendo:
«¿Soy yo Dios para repartir vida y muerte? Pues me encarga nada menos que
curar a un hombre de su lepra. Daos cuenta y veréis que está buscando querella
contra mí».
Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus
vestiduras y mandó a que le dijeran:
«Por qué has rasgado tus vestiduras? Que venga a mí y sabrá que hay un
profeta en Israel».
Llegó Naamán con sus carros y caballos y se detuvo a la entrada de la casa
de Eliseo. Envió este un mensajero a decirle:
«Ve y lávate siete veces en el Jordán. Tu carne renacerá y quedarás
limpio».
Naamán se puso furioso y se marchó diciendo:
«Yo me había dicho: “Saldrá seguramente a mi encuentro, se detendrá,
invocará el nombre de su Dios, frotará con su mano mi parte enferma y sanaré de
la lepra”. El Abaná y el Farfar, los ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas
las aguas de Israel? Podría bañarme en ellos y quedar limpio».
Dándose la vuelta, se marchó furioso. Sus servidores se le acercaron para
decirle:
«Padre mío, si el profeta te hubiese mandado una cosa difícil, ¿no lo
habrías hecho? ¡Cuánto más si te ha dicho: “Lávate y quedarás limpio”!».
Bajó, pues, y se bañó en el Jordán siete veces, conforme a la palabra del
hombre de Dios. Y su carne volvió a ser como la de un niño pequeño: quedó
limpio.
Naamán y toda su comitiva regresaron al lugar donde se encontraba el hombre
de Dios. Al llegar, se detuvo ante él exclamando:
«Ahora conozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel».
Palabra de Dios
Salmo:
41,2.3;42,3.4
R/.
Mi alma tiene sed del Dios vivo:
¿cuándo veré el rostro de Dios?
V/. Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío. R/.
V/. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
R/.
V/. Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada. R/.
V/. Me acercaré al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
y te daré gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (4,24-30):
HABIENDO llegado Jesús a Nazaret, le dijo al pueblo en
la sinagoga:
«En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo
aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando
estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo
el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de
Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en
tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino
Naámán, el sirio».
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo
echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el
que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.
Palabra del Señor
1. Este evangelio pone al
descubierto lo peligroso que es el
nacionalismo intolerante y fanático. En Nazaret abundaban los nacionalistas de
ese estilo.
Por eso se pusieron furiosos cuando Jesús les dijo que una viuda de Sarepta y un leproso de Siria
habían sido preferidos a todas las
viudas y a todos los leprosos que había en Israel.
Los nacionalistas no toleran que los que ellos llaman
"extranjeros" sean mejor considerados y tratados que ellos.
2. Es bueno amar la propia
patria y la propia nacionalidad. Pero no
es bueno el nacionalismo que se vincula a la intolerancia y al fanatismo.
Porque "el
fanatismo reside
en el hecho de obligar a los demás a cambiar" (Amos Oz). Y la intolerancia
lleva consigo el rechazo de las creencias y convicciones de los demás, unido
eso al poder de impedir que los otros vivan como ellos creen que más les conviene.
3. Jesús vio y experimentó
el peligro que lleva consigo el nacionalismo, así vivido, porque divide y
enfrenta a las personas, a los pueblos y a las culturas,
desencadena
violencias y desprecios mutuos. Y, desde
el punto de vista religioso, este tipo de nacionalismo se convierte en una
especie de religión civil que se fundamenta en un Dios violento, intolerante y
peligroso.
No se trata, por tanto, del problema de los derechos de autonomía
y libertad, que tenía el pueblo judío frente a la potencia invasora y
dominante, que era el Imperio Romano.
Jesús no quiso entrar en ese problema, ni vincularse a los
movimientos de resistencia, que entonces eran frecuentes en Galilea. Jesús vio
que los problemas más serios de los pueblos se resuelven radicalmente desde la conversión
propia de cada ciudadano.
No se resuelven, sino que se agravan, mediante el enfrentamiento
de los débiles (los judíos) contra los romanos (los fuertes).
SAN HERIBERTO
Heriberto
nació en Worms en el año 970, siendo hijo de Hugo y Gräfin, duques de esta
ciudad. Estudió en la escuela de la catedral de Worms y en el monasterio
benedictino de Gorza y, por su linaje fue nombrado rector de la catedral de
Worms. En el 994 fue ordenado sacerdote y nombrado canciller del reino alemán
en Italia por el emperador Otón III, del que fue gran amigo, consejero y
compañero de sus viajes a Roma. En el 999, con 29 años, estando aún en Roma con
el emperador, fue elegido arzobispo de Colonia (antes había rechazado, por
humildad el arzobispado de Würzburg), por el pueblo, al morir el anterior
obispo.
El
clero prefería a otro, pero se impuso la voluntad popular y el polémico Papa
Silvestre II le impuso el palio arzobispal, siendo consagrado ya en Colonia,
ese mismo año. Realizó misiones diplomáticas, creó la diócesis de Bamberg y
logró la pacificación de Luxemburgo. Se distinguió por su vida de estudio de la
Sagrada Escritura, la oración, el celo pastoral y la especial atención a los
pobres. En 1002 asistió al emperador en su lecho de muerte en Paternó y
acompañó sus restos mortales a Alemania. En este viaje fue apresado por el
nuevo emperador, Enrique II, porque Heriberto se había opuesto a apoyarle en su
pretensión al trono, pero había acatado su reinado luego de su elección. Luego
de profesar su obediencia fue liberado y sirvió fielmente a Enrique,
aconsejándolo y sirviéndolo, hasta que, casi 20 años más tarde, este reconoció
su error y le pidió perdón de rodillas, delante de todo el pueblo, (a tiempo,
porque ese mismo año moriría Heriberto). Al morir, el santo obispo fue
enterrado en la iglesia del monasterio de Deutz, donde se veneran aún sus
reliquias. Su proceso de canonización lo comenzó en 1073 el papa San Gregorio
VII (25 de mayo), y su culto se aprobó en 1175, fijando su fiesta para el mismo
día de su fallecimiento, el 16 de marzo.
Fue
oficialmente canonizado en 1626, por Urbano VIII. Es intercesor para obtener la
lluvia y se le suele representar con una paloma, pues en una procesión
penitencial contra la sequía y la peste consecuente, una volaba sobre él,
protegiéndolo y anunciando el fin de la plaga.
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