17 DE MARZO – MARTES –
3 – SEMANA DE CUARESMA – A –
SAN PATRICIO, OBISPO
Lectura
de la profecia de Daniel (3,25.34-43):
EN aquellos días, Azarías, puesto en pie, oró de esta
forma; alzó la voz en medio del fuego y dijo:
«Por el honor de tu nombre,
no nos desampares para siempre,
no rompas tu alianza,
no apartes de nosotros tu misericordia.
Por Abrahán, tu amigo; por Isaac, tu siervo;
por Israel, tu consagrado;
a quienes prometiste multiplicar su
descendencia
como las estrellas del cielo,
como la arena de las playas marinas.
Pero ahora, Señor, somos el más pequeño
de todos los pueblos;
hoy estamos humillados por toda la
tierra
a causa de nuestros pecados.
En este momento no tenemos príncipes,
ni profetas, ni jefes;
ni holocausto, ni sacrificios,
ni ofrendas, ni incienso;
ni un sitio donde ofrecerte primicias,
para alcanzar misericordia.
Por eso, acepta nuestro corazón contrito
y nuestro espíritu humilde,
como un holocausto de carneros y toros
o una multitud de corderos cebados.
Que este sea hoy nuestro sacrificio,
y que sea agradable en tu presencia:
porque los que en ti confían
no quedan defraudados.
Ahora te seguimos de todo corazón,
te respetamos, y buscamos tu rostro;
no nos defraudes, Señor;
trátanos según tu piedad,
según tu gran misericordia.
Líbranos con tu poder maravilloso
y da gloria a tu nombre, Señor».
Palabra de Dios
Salmo:
24,4-5ab.6.7bc.8-9
R/.
Recuerda, Señor, tu ternura
V/. Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y
Salvador. R/.
V/. Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R/.
V/. El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con
rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (18,21-35):
EN aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó:
«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo?
¿Hasta siete veces?».
Jesús le contesta:
«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por esto, se parece el reino de los
cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus criados. Al empezar a
ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con
qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y
todas sus posesiones, y que pagara así. El criado, arrojándose a sus pies, le
suplicaba diciendo:
“Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”.
Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la
deuda. Pero al salir, el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le
debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo:
“Págame lo que me debes”.
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo:
“Ten paciencia conmigo y te lo pagaré”.
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que
debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle
a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:
“¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste.
¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión
de ti?”.
Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la
deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de
corazón a su hermano».
Palabra del Señor
1. Con frecuencia se confunde
"perdonar" con "olvidar". Pero sabemos que en la vida hay
cosas que no se pueden olvidar. Por la sencilla razón de que el olvido no
depende de nosotros.
Las heridas hondas que nos hacen dejan
cicatriz, una señal que nunca quizá se nos borra.
Sin embargo, el perdón es una decisión que depende
del que ha sido ofendido o lesionado en sus derechos o intereses.
-Perdonar es no hacer nada malo para el que
me ha dañado.
-Perdonar no es suprimir sentimientos. Es
no dañar al enemigo.
-El perdón es el bien que está por encima
del mal. Cuando el bien vence al mal, por más que eso cueste o resulte
desagradable.
2. Con demasiada frecuencia nos
ocurre lo que al protagonista de esta parábola: tenemos una facilidad asombrosa
para borrar del recuerdo el bien que recibimos. Y tenemos también una inclinación
peligrosa (muy peligrosa) para recordar el mal que nos han hecho. Además, el
desequilibrio entre estas dos tendencias es tan sobrecogedor como repugnante. Y
es el origen de casi todos los males que causamos a los demás.
3. Esto ocurre constantemente. Lo
mismo en los individuos, que en los grupos humanos: familias, religiones,
instituciones políticas, estamentos sociales, económicos... En todos los
ámbitos de la vida.
La consecuencia —también aquí y sobre todo
aquí— es la violencia.
Los
sentimientos se convierten en resentimientos, en odios inconfesables, en deseos
de venganza, en envidias infantiles.
Es la ruptura del tejido social. Y, sobre
todo, es la descomposición de nuestra propia humanidad.
Lo peor que nos puede ocurrir en la vida.
"Yo era como una piedra en
una profunda mina; y aquel que es poderoso vino, y en su misericordia, me
levantó y me puso sobre una pared." -San Patricio
Nació alrededor del año 387, en Escocia y murió en
Irlanda alrededor del 461. No se conoce con exactitud los datos cronológicos
del Apóstol de Irlanda. Su padre Calpurnio era diácono y oficial del ejército
romano; su madre era familiar de San Martín de Tours; su abuelo había sido
sacerdote ya que en aquellos tiempos no se había impuesto aún la ley del
celibato sacerdotal en todo Occidente. Se afirma que fue alrededor del año 403,
a la edad de 16 años, que cayó prisionero de piratas junto con otros jóvenes
para ser vendido como esclavo a un pagano del norte de Irlanda llamado Milcho.
Lo sirvió cuidando ovejas.
Trató de huir varias veces sin éxito. La Divina
Providencia aprovechó este tiempo de esclavitud, de rudo trabajo y sufrimiento,
para espiritualizarlo, preparándolo para el futuro, ya que él mismo dijo que
hasta entonces "aún no conocía al verdadero Dios", queriendo decir
que había vivido indiferente a los consejos y advertencias de la Iglesia. En un
lapso de seis años de trabajo rudo y de sufrimiento por su esclavitud, su alma
se templó maravillosamente para la santidad.
Por revelación divina, el santo huyó de las tierras de su
amo y se embarcó en una nave rumbo a su patria, no sin antes haber pasado por
miles de sufrimientos y dificultades. Los datos sobre su preparación,
ordenación sacerdotal y luego como Obispo, antes de emprender la conversión de
Irlanda son muy confusas; pero se cree que Patricio estudió en Francia y que
fue ordenado como sacerdote y luego Obispo por San Germán de Auxerre afín de
que evangelice Irlanda.
A su arribo a tierras irlandesas, San Patricio permaneció
una temporada en Ulster, donde fundó el monasterio de Saul y emprendió, con su
energía característica la tarea de conquistar el favor del rey Laoghaire,
tierras donde obtuvo -ya sea por su carácter o su don de obrar milagros- una
rotunda victoria sobre sus oponentes hechiceros y paganos, y aquel triunfo
sirvió para ganar cierta tolerancia a la predicación del cristianismo entre los
pobladores de Irlanda. Cuando Patricio había reunido en torno a él numerosos
discípulos fieles, como por ejemplo Benigno, destinado a sucederle en la obra
de evangelización, progresó rápidamente.
Hacia el año 444 se fundó la Iglesia Catedral de Armagh
(hoy Armoc), la sede principal de Irlanda, convirtiéndose luego en centro de
administración y educación. Posteriormente, es probable que el santo haya
convocado un Sínodo, casi al final de sus días, pues su salud estaba
quebrantada por las austeridades sufridas y los interminables viajes.
Definitivamente, la vida de este santo se caracterizó por
una presencia tanto humana como divina; el prodigio de la abundantísima cosecha
que Dios le permitió recoger en Irlanda, estaba siempre presente entre el santo
y le colmaba de gratitud. Es positivamente cierto que, en 30 años de
apostolado, San Patricio convirtió a "toda Irlanda" al cristianismo.
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