viernes, 27 de marzo de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 28 DE MARZO – SÁBADO – 4 – SEMANA DE CUARESMA – A – San Sixto III, papa




28 DE MARZO – SÁBADO –
4 – SEMANA DE CUARESMA – A –
San Sixto III, papa

Lectura del libro de Jeremías (11,18-20):

EL Señor me instruyó, y comprendí, me explicó todas sus intrigas.
Yo, como manso cordero, era llevado al matadero; desconocía los planes que estaban urdiendo contra mí:
«Talemos el árbol en su lozanía, arranquémoslo de la tierra de los vivos, que jamás se pronuncie su nombre».
Señor del universo, que juzgas rectamente, que examinas las entrañas y el corazón, deja que yo pueda ver cómo te vengas de ellos, pues a ti he confiado mi causa.

Palabra de Dios

Salmo: 7,2-3.9bc-10.11-12

R/. Señor, Dios. mío, a ti me acojo

V/. Señor, Dios mío, a ti me acojo,
líbrame de mis perseguidores y sálvame;
que no me atrapen como leones
y me desgarren sin remedio. R/.

V/. Júzgame, Señor, según mi justicia,
según la inocencia que hay en mí.
Cese la maldad de los culpables,
y apoya tú al inocente,
tú que sondeas el corazón y las entrañas,
tú, el Dios justo. R/.

V/. Mi escudo es Dios,
que salva a los rectos de corazón.
Dios es un juez justo,
Dios amenaza cada día. R/.

Lectura del santo evangelio según san Juan (7,40-53):

EN aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían:
«Este es de verdad el profeta».
Otros decían:
«Este es el Mesías».
Pero otros decían:
«¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?».
Y así surgió entre la gente una discordia por su causa.
Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima.
Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y estos les dijeron:
«¿Por qué no lo habéis traído?».
Los guardias respondieron:
«Jamás ha hablado nadie como ese hombre».
Los fariseos les replicaron:
«También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la ley son unos malditos».
Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo:
«¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?».
Ellos le replicaron:
«¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas».
Y se volvieron cada uno a su casa.

Palabra del Señor

1. Lo primero que salta a la vista, en cuanto se lee este evangelio, es que Jesús fue un hombre discutido. Tan discutido que, mientras unos lo tenían por el Mesías, había gente que quería meterlo en la cárcel o que, en cualquier caso, decían de él que no merecía crédito alguno.
Por supuesto, sabemos que los fariseos y los dirigentes religiosos lo despreciaban y hasta querían acabar con él. Por esto, la primera lección de este relato es que, cuando una persona pública y conocida busca la aprobación general y ser apreciada por todo el mundo, eso es el signo más preocupante y negativo que tal persona puede ofrecer de sí misma.
El que busca la aprobación general, merece el desprecio general. El que se pone de parte de la verdad, sin más remedio, tendrá enfrente a los enemigos de la verdad.

2.  Es duro saber que hay gente que a uno lo desprecia, no se fía de él, habla mal e incluso querría borrarlo del mapa. Pero aún es más duro sentirse amenazado y en peligro de terminar ante un tribunal, ser juzgado, ser condenado y ejecutado.
Esta experiencia tiene que ser muy dolorosa, humillante y, en cualquier caso, extremadamente difícil de soportar. Jesús pasó por todo esto.
Entre otras cosas, porque la gente que estaba de parte de él era la plebe de los pobres e ignorantes, el "óchlos", como decían los griegos, que es la palabra que pone aquí el evangelio de Juan (7, 49).
Jesús no perteneció nunca a la clase de los privilegiados de la sociedad. Ni gozó de privilegio alguno. Todo lo contrario: dijeron de él las peores cosas. Y precisamente los notables y privilegiados sociales fueron los que lo rechazaron, lo despreciaron y lo persiguieron hasta la muerte.

3.  No es bueno que todo el mundo hable bien de una persona. Ni es bueno pretender eso. En una sociedad tan enfrentada y tan dividida, como la sociedad en que vivimos, la pretensión de ser y verse aceptado y querido por todos, es una estupidez, una ingenuidad y seguramente una cobardía, que solo demuestra la incapacidad para afrontar la contradicción.
Hay psicologías débiles que, por su debilidad, no son capaces ni de pensar que hay gente enfrentada a las ideas de uno o a las decisiones de uno. La vocación en defensa de los pobres y de los que sufren es muy dura. Sobre todo, cuando uno se ve privado de seguridades, de privilegios.
Una vida que no tiene a su favor más defensa que su propia coherencia es, a la larga, una vida difícil y muy dura de llevar adelante.

San Sixto III, papa

Vida de San Sixto III, papa
Fue elegido papa a la muerte de san Celestino I, en el año 432, y ocupó la sede de Pedro por ocho años que fueron muy llenos de exigencias.
Durante su vida se vio envuelto casi de modo permanente en la lucha doctrinal contra los pelagianos, siendo uno de los que primeramente detectó el mal y combatió la herejía que había de condenar al papa Zósimo. De hecho, Sixto escribió dos cartas sobre este asunto enviándolas a Aurelio, obispo que condenó a Celestio en el concilio de Cartago, y a san Agustín. Se libraba en la Iglesia la gran controversia sobre la Gracia sobrenatural y su necesidad tanto para realizar buenas obras como para conseguir la salvación.
Pelagio fue un monje procedente de las islas Británicas. Vivió en Roma varios años ganándose el respeto y la admiración de muchos por su vida ascética y por su doctrina de tipo estoico, según la cual el hombre es capaz de alcanzar la perfección por el propio esfuerzo, con la ayuda de Dios solamente extrínseca -buenos ejemplos, orientaciones y normas disciplinares, etc., - ¡era un voluntarista! Además, la doctrina llevaba aneja la negación del pecado original. Y consecuentemente rechaza la necesidad de la redención de Jesucristo. De ahí se deriva a la ineficacia sacramentaria. Todo un monumental lío teológico basado en principios falsos que naturalmente Roma no podía permitir.
Y no fue sólo esto. El Nestorianismo acaba de ser condenado en el concilio de Éfeso, en el 431, un año antes de ser elegido papa Sixto III; pero aquella doctrina equivocada sobre Jesucristo había sido sembrada y las consecuencias no desaparecerían con las resoluciones conciliares. Nestorio procedía de Antioquía y fue obispo de Constantinopla. Mantuvo una cristología imprecisa en la terminología y errónea en lo conceptual, afirmando que en Cristo hay dos personas y negando la maternidad divina de la Virgen María; fue condenada su enseñanza por contradecir la fe cristiana; depuesto de su sede, recluido o desterrado al monasterio de san Eutropio, en Antioquía, muriendo impenitente fuera de la comunión de la Iglesia. El papa Sixto III intentó con notable esfuerzo reducirlo a la fe sin conseguirlo y a pesar de sus inútiles esfuerzos tergiversaron los nestorianos sus palabras afirmando que el papa no les era contrario.
Llovieron al papa las calumnias de sus detractores. El propio emperador Valentiniano y su madre Plácida impulsaron un concilio para devolverle la fama y el honor que estaba en entredicho. Baso -uno de los principales promotores del alboroto que privaba injustamente de la fama al Sumo Pontífice- muere arrepentido y tan perdonado que el propio Sixto le atiende espiritualmente al final de su vida y le reconforta con los sacramentos.
Como todo santo ha de ser piadoso, también se ocupó antes de su muerte -en el año 440 y en Roma-, de reparar y ennoblecer la antigua basílica de Santa María la Mayor que mandó construir el papa Liberio, la de San Pedro y la de San Lorenzo.




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