lunes, 9 de marzo de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 11 DE MARZO – MIÉRCOLES – 2 – SEMANA DE CUARESMA – A – San Vicente de LEÓN, abad





11 DE MARZO – MIÉRCOLES –
2 – SEMANA DE CUARESMA – A –
San Vicente de LEÓN, abad

Lectura del libro de Jeremías (18,18-20):

ELLOS dijeron:
«Venga, tramemos un plan contra Jeremías porque no faltará la ley del sacerdote, ni el consejo del sabio, ni el oráculo del profeta. Venga, vamos a hablar mal de él y no hagamos caso de sus oráculos».
Hazme caso, Señor,
escucha lo que dicen mis oponentes.
¿Se paga el bien con el mal?,
¡pues me han cavado una fosa!
Recuerda que estuve ante ti,
pidiendo clemencia por ellos,
para apartar tu cólera.

Palabra de Dios

Salmo: 30,5-6.14.15-16

R/. Sálvame, Señor, por tu misericordia

V/. Sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R/.

V/. Oigo el cuchicheo de la gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la vida. R/.

V/. Pero yo confío en ti, Señor;
te digo: «Tú eres mi Dios».
En tu mano están mis azares:
líbrame de los enemigos que me persiguen. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (20,17-28):

EN aquel tiempo, subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo por el camino:
«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará».
Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición.
Él le preguntó:
«¿Qué deseas?».
Ella contestó:
«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».
Pero Jesús replicó:
«No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?».
Contestaron:
«Podemos».
Él les dijo:
«Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y llamándolos, Jesús les dijo:
«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.
Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».

Palabra del Señor

1. Si leemos atentamente este relato y además, lo completamos con el episodio de Jesús y los niños (Mt 18, 1-4), tendríamos que estar ciegos para no
advertir enseguida que en la Iglesia ha existido, desde sus mismos orígenes, una resistencia y hasta un rechazo muy fuerte a vivir como Jesús nos enseñó a vivir.
La Iglesia siempre pensó que sus dirigentes tienen que ser los primeros, mientras que Jesús vio las cosas de manera que tomó la decisión de ser el último.
Lo de Jesús es muy claro: solo desde abajo se arregla el mundo. Por eso, lo más claro y lo más fuerte, que se advierte en este relato, es un contraste que impresiona: Jesús se encamina hacia el despojo del fracaso, justamente cuando los Doce se encaminan hacia el ascenso del éxito.
Son dos proyectos literalmente contradictorios que, además, están así consignados en los tres
evangelios sinópticos: en Mateo y Marcos, en relatos estrictamente paralelos, cuando Jesús se encamina hacia Jerusalén (Mt 20, 17-28; Mc 10, 32-45): en Lucas, desplazando la disputa entre los Doce, por sus ambiciones de ser cada cual el más importante (Lc 22, 24-27), al momento mismo en que Jesús acababa de instituir la eucaristía, en la cena de despedida (Lc 22, 14-23).

2. El proyecto de Jesús y el proyecto de los Doce son dos proyectos, no solo distintos, sino -lo que es más sorprendente- literalmente contradictorios. Tan contradictorios como el fracaso y el éxito.
Es claro que, si los evangelios ordenaron estos materiales de esta manera, en ello se quiso poner de manifiesto una intencionalidad.
- ¿En qué sentido?
Jesús vio claramente que lo bueno, que puede aportar el Evangelio en este mundo, solo se puede hacer viviendo de forma que uno termina abajo.
Los Doce, por el contrario, veían las cosas de forma que estaban convencidos de que, para aportar lo bueno que entraña el Evangelio, hay que vivir de forma que uno termina arriba.

3. Esto significa que, en estos relatos, no está en juego un simple problema de humildad contra orgullo; ni de desprendimiento frente a ambición. El problema está en saber cómo y dónde se hace presente en esta vida el Dios de Jesús.
No ciertamente en el poder y la gloria, sino en la sencillez del que, ni por los más sublimes motivos pastorales, jamás pretende ser el primero o el más importante.
Por tanto, seamos consecuentes y valientes, para preguntarnos sin miedo:
- "¿Puede haber estructuras "superiores" y "súbditos", "sacerdotes" y "laicos", en una Iglesia que se orienta en la dirección que marca aquí Jesús, tal como lo indica Mateo, que pone a Jesús y a la Iglesia "abajo", jamás "arriba", siempre en el servicio de un esclavo, jamás en la gloria de un poderoso?
- ¿Será cierto que en la Iglesia estamos totalmente equivocados en todo cuanto toca al ejercicio del poder y del gobierno?
Antes que ninguna otra cosa, esto es lo que el Papa, el Concilio, tendrían que poner en claro y aplicarlo con todas sus consecuencias.

San Vicente de LEÓN, abad


Vicente de León (muerto en León, 11 de marzo de 554) fue un monje benedictino, abad del monasterio de San Clodio de León.
       Se significó por su lucha contra la herejía arriana. Durante una invasión de los suevos arrianos, comandados per Reciano, éste atacó el monasterio, que se encontraba en los alrededores de León, y detuvieron al abad.    Torturado, mantuvo su posición hacia la herejía y fue condenado, muriendo de un golpe de espada en la cabeza.
     Dos días después, también murieron el prior del monasterio, Ramiro, y doce monjes que permanecieron allí, mientras el resto de la comunidad huyó.
       Sus restos fueron enterrados en el monasterio, pero con el tiempo se perdieron, excepto las de Vicente y Ramiro. Las de Vicente fueron trasladadas a la catedral de Oviedo, donde se depositaron en un arca de plata, hoy en la Cámara Santa.



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