miércoles, 25 de marzo de 2020

Párate un momento: El evangelio del dia 26 DE MARZO – JUEVES – 4 – SEMANA DE CUARESMA – A – San Braulio de Zaragoza






26 DE MARZO – JUEVES –
4 – SEMANA DE CUARESMA – A –
San Braulio de Zaragoza

Lectura del libro del Éxodo (32,7-14):

EN aquellos días, el Señor dijo a Moisés:
«Anda, baja de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: “Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”».
Y el Señor añadió a Moisés:
«Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo».
Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios:
«¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta? ¿Por qué han de decir los egipcios: “Con mala intención los sacó, para hacerlos morir en las montañas y exterminarlos de la superficie de la tierra”? Aleja el incendio de tu ira, arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo: “Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre”».
Entonces se arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.

Palabra de Dios

Salmo: 105,19-20.21-22.23

R/. Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo

V/. En Horeb se hicieron un becerro,
adoraron un ídolo de fundición;
cambiaron su gloria por la imagen
de un toro que come hierba. R/.

V/. Se olvidaron de Dios, su salvador,
que había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en la tierra de Cam,
portentos junto al mar Rojo. R/.

V/. Dios hablaba ya de aniquilarlos;
pero Moisés, su elegido,
se puso en la brecha frente a él,
para apartar su cólera del exterminio. R/.

Lectura del santo evangelio según san Juan (5,31-47):

EN aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
«Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí.
Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado.
Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no lo creéis.
Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros.
Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibiréis.
¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».

Palabra del Señor

1.  La idea fuerte y dura, que plantea Jesús en este evangelio, es que la fe se hace imposible para aquellos que buscan gloria unos de otros y no buscan la gloria que viene de Dios.
La palabra "gloria" es la traducción del término "doxa", que en el Nuevo Testamento tiene dos sentidos:

1) El de "reputación", "honor".

2) El de "esplendor de poder", "gloria" divina.

Por tanto, a juicio de Jesús, lo que imposibilita la fe en Jesucristo es el deseo de honor o la apetencia de poder, es decir, la búsqueda de importancia, dignidad y poderío.

2.  Es humano y es lógico que un individuo normal sienta el lógico deseo de llegar a ser una persona honorable, con la debida reputación y dignidad; y que quiera alcanzar cotas de poder, influencia y reconocimiento. Todo esto es perfectamente comprensible. Porque así somos los humanos.  El problema está en que, con demasiada frecuencia, esos deseos y esos sentimientos son los que se imponen en la vida. Y se imponen por encima de otras cosas, situaciones y necesidades que son apremiantes y, no raras veces, de enorme gravedad.
Bien sabemos que hay hombres que, por lograr un título o un puesto de altura, van por la vida dando codazos a derecha e izquierda, se van dejando tirados a los que les estorban en su pasión por trepar, etc.

3.  Resulta evidente que, cuando la pasión por el poder y la gloria es más determinante que la dignidad, los derechos o el sufrimiento de las personas, en tales condiciones no es posible creer en Jesús. Porque el Evangelio ahí está.
Y es claro, muy claro. Jesús antepuso el bien de los otros, sobre todo el bien de los más desamparados y desdichados, a su propia fama, su propia credibilidad, su propia respetabilidad. Jesús no temió incluso escandalizar. Lo primero es lo primero en la vida. Y Jesús dejó muy claro que, antes que los propios éxitos, está la dignidad y la felicidad de los demás. Si esto no se tiene resuelto, la fe en Jesús no es posible. Por más fuerte, segura y sólida que sea nuestra aceptación de los dogmas que leemos en los libros de teología o en los catecismos.

San Braulio de Zaragoza



Martirologio Romano: En Zaragoza, en la Hispania Tarraconense, san Braulio, obispo, que, siendo amigo íntimo de san Isidoro, colaboró con él para restaurar la disciplina eclesiástica en toda Hispania, siendo su semejante en elocuencia y ciencia († c.651).
Se desconoce la cuna, niñez y juventud del santo; pero consta que ya en el año 626 es obispo de Zaragoza.
Participó en la corriente de pensamiento y acción isidoriana que tanto influyó en la cultura de su época y aún en tiempos posteriores. De hecho, fue discípulo de san Isidoro, obispo, escritor y doctor de la Iglesia (c. 560-636). Insistió cerca de él para que diera término a las Etimologías, la conocida y la más famosa e importante obra de san Isidoro donde se recoge el saber antiguo tomado indiscriminadamente de escritores tanto paganos como cristianos y que consta de veinte libros que fueron obligado libro de texto en las escuelas medievales, al tiempo que cauce de transmisión del saber antiguo. La división de toda la obra y sus títulos se deben a san Braulio.
Estuvo presente en los concilios V (636) y VI (638) de Toledo que fueron convocados para fortalecer la autoridad real y donde se resolvieron determinadas cuestiones de régimen eclesiástico y litúrgicas. En estos concilios se contribuyó a elaborar también el sistema de elección de los reyes por los obispos y magnates y llegó a ratificarse la imposibilidad de ser elegido rey alguien que no perteneciera a la nobleza goda.
Se le atribuyen también a san Braulio las Actas de los mártires de Zaragoza.
Llegó a escribir más de 44 cartas, gracias a las cuales pueden llegar a conocerse muchos aspectos de la España visigoda.
Ejerció el santo una notable influencia entre los reyes del tiempo intentando suavizar las leyes con espíritu cristiano y procurando potenciar la unidad del reino. Con Chindasvinto -rey que fue elegido por la nobleza al considerarlo fácilmente manipulable debido a su gran ancianidad-, cuando dicta leyes muy severas contra los magnates traidores que rompieran su juramento de lealtad al rey, llegando a decretar la deportación, la reducción a la esclavitud de sus familias y a la confiscación de sus bienes. De la misma manera, mostró también influjo decisivo cabe el rey Recesvinto, el que reprimió la rebelión del noble Troya, cuando ponía sitio a la ciudad de Zaragoza, el mismo año de la muerte de san Braulio.

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