5 DE MARZO – JUEVES –
1 – SEMANA DE CUARESMA – A –
SAN ADRIAN
Lectura
del libro de Ester (14,1.3-5.12-14):
EN aquellos días, la reina Ester, presa de un temor
mortal, se refugió en el Señor.
Y se postró en tierra con sus doncellas desde la mañana a la tarde,
diciendo:
«¡Bendito seas, Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios de Jacob! Ven en mi
ayuda, que estoy sola y no tengo otro socorro fuera de ti, Señor, porque me
acecha un gran peligro.
Yo he escuchado en los libros de mis antepasados, Señor, que tú libras
siempre a los que cumplen tu voluntad. Ahora, Señor, Dios mío, ayúdame, que
estoy sola y no tengo a nadie fuera de ti. Ahora, ven en mi ayuda, pues estoy
huérfana, y pon en mis labios una palabra oportuna delante del león, y hazme
grata a sus ojos. Cambia su corazón para que aborrezca al que nos ataca, para
su ruina y la de cuantos están de acuerdo con él.
Líbranos de la mano de nuestros enemigos, cambia nuestro luto en gozo y
nuestros sufrimientos en salvación».
Palabra de Dios
Salmo:
137,1-2a.2bc.3.7c-8
R/.
Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor
V/. Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque escuchaste las palabras de mi
boca;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario. R/.
V/. Daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera tu fama.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R/.
V/. Tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (7,7-12):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque
todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.
Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; y si le
pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, aun siendo malos,
sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en
los cielos dará cosas buenas a los que le piden!
Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo
vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas».
Palabra del Señor
1. La oración de petición y súplica es una de las
manifestaciones más claras y frecuentes que se producen en la experiencia
religiosa.
Los estudiosos de
la historia y la fenomenología de las religiones, aunque discuten sobre el
origen último del fenómeno religioso, todos coinciden en que la oración (de una
forma o de otra) no falta en ninguna de las tradiciones religiosas de la
humanidad, siempre que hablemos de las religiones que nos son conocidas por la
historia, no de las religiones prehistóricas.
Como se ha dicho de
la religión más antigua que se conoce como religión organizada, la de
Mesopotamia, desde el momento en que el hombre cree tener por encima de él unos
Señores o Patronos a los que atribuye la omnipotencia y la facultad de
intervenir en el mundo, ha sido inevitable que los humanos, en caso de
necesidad, se vuelven hacia sus Señores del cielo, para tenerlos como
protectores o interlocutores (J. Bottéro).
2. Por otra parte, la indigencia y la debilidad
humanas son una experiencia que a los mortales nos acompaña siempre y de la que
no podemos desprendernos. En estas
condiciones, es lógico y es humano, recurrir con deseos, anhelos y súplicas a
quien, de forma más o menos confusa, creemos que puede socorrernos o resolver
una situación apurada. Por eso se ha dicho tantas veces, y con razón, que en
las trincheras no hay ateos. El que se ve amenazado por un peligro serio, no
duda en gritar, pedir auxilio, ayuda... Y con frecuencia, eso se hace acudiendo
a Dios.
3. El fruto, el
éxito y la eficacia de la oración está en la oración misma. Jesús pasaba las
noches en oración. Y rezó intensamente antes de la pasión y en el momento mismo
de morir.
El fruto de la
oración es la fuerza y la paz del Espíritu. Ese es el pan que el Padre siempre
nos da. Porque es el que más necesitamos.
SAN ADRIAN
San
Adrián fue un mártir de la Iglesia Católica que vivió en tiempos de la última y
más terrible de las persecuciones que padecieron los primeros cristianos
promovida por el emperador romano Diocleciano.
Según
algunos registros en griego y latín, Adrián fue oficial de la guardia del
emperador Galerio y por lo tanto perseguidor de cristianos. Sin embargo, un día
estando presente en el juicio y tortura de veintidós mártires, quedó tan
impresionado que decidió convertirse al cristianismo.
El
santo vivió terribles tormentos después de ser apresado junto a algunos
compañeros durante un viaje a la ciudad de Cesarea, cuando visitaba a unos
cristianos. Inmediatamente fue conducido ante el gobernador de Palestina,
Firmiliano, quien lo mandó azotar y desgarrar las carnes con garfios de hierro,
para después ser arrojado a las fieras.
Fue
decapitado cerca del año 306 en la antigua ciudad de Nicomedia (reino de
Bitinia) por no acceder a renegar de su fe. Su fiesta se celebra el 5 marzo.
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