martes, 10 de agosto de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 12 - DE AGOSTO – JUEVES – 19ª – SEMANA DEL T. O. – B – Stª. Juana Francisca de Chantal

 


 

12 - DE AGOSTO – JUEVES –

19ª – SEMANA DEL T. O. – B –

Stª. Juana Francisca de Chantal

 

    Lectura del libro de Josué (3,7-10a.11.13-17):

 

    En aquellos días, el Señor dijo a Josué:

    «Hoy empezaré a engrandecerte ante todo Israel, para que vean que estoy contigo como estuve con Moisés. Tú ordena a los sacerdotes portadores del arca de la alianza que cuando lleguen a la orilla se detengan en el Jordán.»

    Josué dijo a los israelitas:     «Acercaos aquí a escuchar las palabras del Señor, vuestro Dios.    Así conoceréis que un Dios vivo está en medio de vosotros, y que va a expulsar ante vosotros a los cananeos. Mirad, el arca de la alianza del Dueño de toda la tierra va a pasar el Jordán delante de vosotros. Y cuando los pies de los sacerdotes que llevan el arca de la alianza del Dueño de toda la tierra pisen el Jordán, la corriente del Jordán se cortará: el agua que viene de arriba se detendrá formando un embalse.»

    Cuando la gente levantó el campamento para pasar el Jordán, los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza caminaron delante de la gente. Y, al llegar al Jordán, en cuanto mojaron los pies en el agua –el Jordán va hasta los bordes todo el tiempo de la siega–, el agua que venía de arriba se detuvo, creció formando un embalse que llegaba muy lejos, hasta Adam, un pueblo cerca de Sartán, y el agua que bajaba al mar del desierto, al mar Muerto, se cortó del todo. La gente pasó frente a Jericó. Los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza del Señor estaban quietos en el cauce seco, firmes en medio del Jordán, mientras Israel iba pasando por el cauce seco, hasta que acabaron de pasar todos

 

Palabra de Dios

 

    Salmo: 113A,1-2.3-4.5-6

 

    R/. Aleluya

 

    Cuando Israel salió de Egipto,

los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,

Judá fue su santuario,

Israel fue su dominio. R/.

 

    El mar, al verlos, huyó,

el Jordán se echó atrás;

los montes saltaron como carneros;

las colinas, como corderos. R/.

 

   ¿Qué te pasa, mar, que huyes,

a ti, Jordán, que te echas atrás?

¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;

colinas, que saltáis como corderos? R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Mateo (18,21–19,1):

      

    En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús:

    «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?»

    Jesús le contesta:

    «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

    Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.

    El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:

    "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo."

    El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda.

    Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo:

    "Págame lo que me debes."

     El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo:

    "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré."

    Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:

    "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?"

    Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.

    Lo mismo hará con vosotros m¡ Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.»

    Cuando acabó Jesús estas palabras, partió de Galilea y vino a la región de Judea, al otro lado del Jordán.

 

Palabra del Señor

             

     1.  Esta parábola confirma que, efectivamente, el texto inmediatamente anterior, el de la liturgia de ayer, se refiere con seguridad al problema del perdón de los pecados, las ofensas que nos hacemos unos a otros.

     Es importante recordar que, en el Nuevo Testamento, los diez mandamientos se reducen a siete.

     Lo mismo Jesús (Mt 19, 18-19 par) que Pablo (Rom 13, 9) reducen los textos de Ex 20, 13-17 y Deut 5, 17-21 a los mandamientos que se refieren a las relaciones con los demás y no mencionan los tres primeros, que se refieren a la relación con Dios.

 

     2.  La parábola es una exageración que da miedo. El término "myrior("miles") es en griego el número máximo. Como "tálanton" ("talentos") era la unidad monetaria máxima (W. G. Thompson; cf.  Clemente de Alejandría, Paed. 2, 10).

O sea, lo que el rey le perdonó al primer deudor fue una cantidad máxima, que más no podía ser. Por eso, aquellos números "conmocionarían a los oyentes".

Era una cantidad que no se podía pagar y que indicaba, no solo "dinero", sino también "pecado" (U. Luz).

     El contraste entre el primer deudor y el segundo es tan enorme, que basta pensar en que "un talento" equivalía a "6.000 denarios".

 

     3.  Esto supuesto, lo que más impresiona en la parábola es cómo los mortales somos de tal manera que   tenemos una sensibilidad exagerada a la hora de valorar el daño que le hacen a cada uno, al tiempo que ni nos damos cuenta de las barbaridades que, tantas veces, uno mismo les hace a los demás.

Tenemos dos varas de medir: la propia es enormemente grande; la que aplicamos a los demás es ridículamente pequeña y, a veces, ni siquiera existe.

 

     4.  Esta doble medida, y las conductas tan perversas que desencadena, son la ruina de la convivencia, de la justicia entre las personas, las instituciones y los pueblos. Y, por tanto, esto es lo que más nos aleja de Dios, sin que ni siquiera nos demos cuenta de lo que nos pasa.

 

Stª. Juana Francisca de Chantal

 

 


Santa Juana Francisca Fremiot nació en Dijon, Francia, el 23 de enero, de 1572, nueve años después de finalizado el Concilio de Trento. De esta manera, estaba destinada a ser uno de los grandes santos que el Señor levantó para defender y renovar a la Iglesia después del caos causado por la división de los protestantes. Santa Juana fue contemporánea de S. Carlos Borromeo de Italia, de Sta. Teresa de Ávila y S. Juan de la Cruz de España, de S. Juan Eudes y de sus compatriotas, el Cardenal de Berulle, el Padre Olier y sus dos renombrados directores espirituales, San Francisco de Sales y San Vicente de Paúl.  En el mundo secular, fue contemporánea de Catalina de Medici, del Rey Luis XIII, Richelieu, Mary Stuart, la Reina Isabel y Shakespeare. Murió en Moulins el 13 de diciembre, de 1641.

Su madre murió cuando tenía tan solo dieciocho meses de vida. Su padre, hombre distinguido, de recia personalidad y una gran fe, se convirtió así en la mayor influencia de su niñez. A los veintiún años se casó con el Barón Christophe de Rabutin-Chantal, de quien tuvo seis hijos. Dos de ellos murieron en la temprana niñez. Un varón y tres niñas sobrevivieron. Tras siete años de matrimonio ideal, su esposo murió en un accidente de cacería. Ella educó a sus hijos cristianamente.

En el otoño de 1602, el suegro de Juana la forzó a vivir en su castillo de Monthelon, amenazándola con desheredar a sus hijos si se rehusaba. Ella pasó unos siete años bajo su errática y dominante custodia, aguantando malos tratos y humillaciones. En 1604, en una visita a su padre, conoció a San Francisco de Sales. Con esto comenzó un nuevo capítulo en su vida.

Bajo la brillante dirección espiritual de San Francisco de Sales, nuestra Santa creció en sabiduría espiritual y auténtica santidad. Trabajando juntos, fundaron la Orden de la Visitación de Annecy en 1610. Su plan al principio fue el de establecer un instituto religioso muy práctico algo similar al de las Hijas de la Caridad, de S. V. de Paúl. No obstante, bajo el consejo enérgico e incluso imperativo del Cardenal de Marquemont de Lyons, los santos se vieron obligados a renunciar al cuidado de los enfermos, de los pobres y de los presos y otros apostolados para establecer una vida de claustro riguroso. El título oficial de la Orden fue la Visitación de Santa María.

Sabemos que cuando la Santa, bajo la guía espiritual de S. Francisco de Sales, tomó la decisión de dedicarse por completo a Dios y a la vida religiosa, repartió sus joyas valiosas y sus pertenencias entre sus allegados y seres queridos con abandono amoroso. De allí en adelante, estos preciosos regalos se conocieron como "las Joyas de nuestra Santa." Gracias a Dios que ella dejó para la posteridad joyas aún más preciosas de sabiduría espiritual y edificación religiosa.

A diferencia de Sta. Teresa de Ávila y de otros santos, Juana no escribió sus exhortaciones, conferencias e instrucciones, sino que fueron anotadas y entregadas a la posteridad gracias a muchas monjas fieles y admiradoras de su Orden.

Uno de los factores providenciales en la vida de Sta. Juana fue el hecho de que su vida espiritual fuera dirigida por dos de los más grandes santos todas las épocas, S. Francisco de Sales y S. Vicente de Paúl. Todos los escritos de la Santa revelan la inspiración del Espíritu Santo y de estos grandiosos hombres. Ellos, a su vez, deben haberla guiado a los escritos de otros grandes santos, ya que vemos que ella les indicaba a sus Maestras de Novicias que se aseguraran de que los escritos de Sta. Teresa de Ávila se leyeran y estudiaran en los Noviciados de la Orden.

Santa Juana fue una auténtica contemplativa. Al igual que Sta. Brígida de Suecia y otros místicos, era una persona muy activa, llena de múltiples proyectos para la gloria de Dios y la santificación de las almas. Estableció no menos de ochenta y seis casas de la Orden. Se estima que escribió no menos de once mil cartas, que son verdaderas gemas de profunda espiritualidad. Más de dos mil de éstas se conservan todavía. La fundación de tantas casas en tan pocos años, la forzó a viajar mucho, cuando los viajes eran un verdadero trabajo.

Sta. Juana le escribió muchas cartas a S. Francisco de Sales, en búsqueda de guía espiritual. Desafortunadamente, después de la muerte de S. Francisco la mayoría de las cartas le fueron devueltas a Sta. Juana por uno de los miembros de la familia de Sales. Como era de esperarse, ella las destruyó, a causa de su naturaleza personal sagrada. De este modo, el mundo quedó privado de lo que pudo haber sido una de las mejores colecciones de escritos espirituales de esta naturaleza.

 

 

 

 

 

 

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