martes, 3 de agosto de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 5 - DE AGOSTO – JUEVES – 18ª – SEMANA DEL T. O. – B – Nuestra Señora de las Nieves

 

 



5 - DE AGOSTO – JUEVES –

18ª – SEMANA DEL T. O. – B –

Nuestra Señora de las Nieves

 

    Lectura del libro de los Números (20,1-13):

    En aquellos días, la comunidad entera de los israelitas llegó al desierto de Sin el mes primero, y el pueblo se instaló en Cadés. Allí murió María y allí la enterraron.

    Faltó agua al pueblo, y se amotinaron contra Moisés y Aarón. El pueblo riñó con Moisés, diciendo:

    «¡Ojalá hubiéramos muerto como nuestros hermanos, delante del Señor! ¿Por qué has traído a la comunidad del Señor a este desierto, para que muramos en él, nosotros y nuestras bestias?

    ¿Por qué nos has sacado de Egipto para traernos a este sitio horrible, que no tiene grano ni higueras ni viñas ni granados ni agua para beber?»

    Moisés y Aarón se apartaron de la comunidad y se dirigieron a la tienda del encuentro y, delante de ella, se echaron rostro en tierra.

La gloria del Señor se les apareció, y el Señor dijo a Moisés:     «Coge el bastón, reúne la asamblea, tú con tu hermano Aarón, y, en presencia de ellos, ordenad a la roca que dé agua. Sacarás agua de la roca para darles de beber a ellos y a sus bestias.»

    Moisés retiró la vara de la presencia del Señor, como se lo mandaba; ayudado de Aarón, reunió la asamblea delante de la roca, y les dijo:

    «Escuchad, rebeldes: ¿Creéis que podemos sacaros agua de esta roca?»

    Moisés alzó la mano y golpeó la roca con el bastón dos veces, y brotó agua tan abundantemente que bebió toda la gente y las bestias.

    El Señor dijo a Moisés y a Aarón:

     «Por no haberme creído, por no haber reconocido mi santidad en presencia de los israelitas, no haréis entrar a esta comunidad en la tierra que les voy a dar.»

(Ésta es la fuente de Meribá, donde los israelitas disputaron con el Señor, y él les mostró su santidad.)

 

Palabra de Dios

 

    Salmo: 94,1-2.6-7.8-9

 

    R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:

«No endurezcáis vuestro corazón.»

    Venid, aclamemos al Señor,

demos vítores a la Roca que nos salva;

entremos a su presencia dándole gracias,

aclamándolo con cantos. R/.

 

   Entrad, postrémonos por tierra,

bendiciendo al Señor, creador nuestro.

Porque él es nuestro Dios,

y nosotros su pueblo,

el rebaño que él guía. R/.

 

    Ojalá escuchéis hoy su voz:

«No endurezcáis el corazón como en Meribá,

como el día de Masá en el desierto;

cuando vuestros padres me pusieron a prueba

y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Mateo (16,13-23):

 

   En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:    «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»

    Ellos contestaron:

    «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»

    Él les preguntó:

    «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»

    Simón Pedro tomó la palabra y dijo:

    «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»

    Jesús le respondió:

    «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.

Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.»

    Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

    Desde entonces empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.

Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:

    «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.»

    Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.»

 

Palabra del Señor

 

1.  En este evangelio, se unen (y así se relacionan mutuamente) dos relatos que tienen mucho que ver el uno con el otro.

El primero recoge la promesa que (según Mateo) Jesús le hizo a Pedro concediéndole una autoridad singular en la Iglesia.

El segundo nos informa de la durísima recriminación que Jesús le hizo a Pedro al llamarle "Satanás" y motivo de "escándalo" ("skándalon") (Mt 16, 23).

La conexión de ambos relatos es tan fuerte, que se ha dicho, con razón, que todo se explica por un "quiasmo", en el que precisamente la antítesis, de los dos relatos, es lo que nos proporciona la clave para comprenderlos (U. Luz; J. Lambrecht).

 

2.  Cada día son menos los especialistas que aceptan que Jesús le dijo a Pedro las palabras de autoridad de la primera parte. Sobre todo, porque nunca utiliza Jesús la expresión "mi iglesia" (Mt 16, 18). De todas maneras, del conjunto de los evangelios, Pedro es distinguido como discípulo privilegiado y portavoz de los demás apóstoles. Pero deducir de este texto todos los poderes que hoy tiene el papado es algo que no se encuentra en el Evangelio.

 

3.  Lo que más llama la atención es que la Iglesia, en su liturgia, ha unido, al texto del elogio a Pedro, el texto de la denuncia que Jesús hace de la conducta de Pedro. 

Este evangelio se ha leído así durante siglos en la Iglesia. La Iglesia, pues, nos hace reflexionar lo mismo en las luces que en las sombras que hay en esta figura. Luces y sombras que siguen hoy presentes.

El respeto a Pedro no debe olvidar que Pedro fue ya motivo de "escándalo" para Jesús. No olvidemos nunca que Jesús designó a Pedro con el mayor elogio: roca de la Iglesia y con el mayor rechazo: Satanás de la Iglesia. Firmeza de la fe y escándalo de la fe. Exactamente como lo fue Jesús mismo: el "Dios" "crucificado".

- ¿Puede haber mayor contraste?

Es el "quiasmo" eterno, el contraste necesario, que la fe en Jesús nos exige.

Aceptar vivir fuertes como una roca. Y al mismo tiempo, escandalosos como si fuéramos demonios, porque seguimos a Jesús y vivimos como él.

 

Nuestra Señora de las Nieves

 


Dedicación de la Basílica de Santa María (en tiempos del Papa Sixto III, 432-440)

 

Vida de Nuestra Señora de las Nieves

Una vez que el Concilio de Éfeso, en el año 431, proclamó la maternidad divina de María, el papa Sixto III erigió en Roma, sobre el monte Esquilino, una basílica dedicada a la Santa Madre de Dios. Recibe también el nombre de Santa María de las Nieves porque el sitio donde habìa de construirse quedó señalado de modo milagroso con una fuerte nevada en pleno verano.

El origen se atribuye a la época del papado de Liberio (352 - 366). Según una tradición, en el siglo IV vivía en Roma una piadosa pareja. Habían sido bendecidos con abundancia de bienes y también de fe. Sin embargo, su gran dolor era no tener hijos con los que pudieran compartir sus dones. Durante años habían rezado por un hijo y heredero. En esta situación pasaron muchos años sin ningún resultado; él se llamaba Juan Patricio mientras que el nombre de su esposa se desconoce. Se atribuía gran caridad hacia los demás y eran en extremo devotos de la Madre de Jesus, y no sabiendo a quien dejarle su enorme fortuna, le rezaron con devoción para que los guiara en la asignación de la herencia.

La tradición católica cuenta que la Virgen se manifestó ante ellos y les indicó que, allá donde señalara, se le construyese el templo. Así, en la mañana de un 5 de agosto, amaneció nevado el monte Esquilino de Roma, lo que, como hecho extraordinario, el matrimonio interpretó voluntad de la Virgen y así lo hizo saber al Papa.

Otras versiones afirman que la Virgen les agradeció sobremanera y la noche del 4 de agosto, se le apareció a Juan Patricio y a su esposa, diciéndoles que deseaba que construyeran una basílica en el Monte Esquilino (una de las siete colinas de Roma), en el punto preciso que ella señalaría con una nevada. También se le apareció al Papa Liberio con el mismo mensaje. En la mañana siguiente, el 5 de agosto, mientras brillaba el sol en pleno verano, la ciudad quedó sorprendida al ver un terreno nevado en el Monte Esquilino. La pareja, feliz, se apresuró al lugar y el Papa Liberio marchó hacia el mismo en solemne procesión. La nieve cubrió exactamente el espacio que debía ser utilizado para la basílica y desapareció una vez señalado el lugar.

La obra se concluyó un año después, con la financiación de la familia patricia y el apoyo eclesiástico. La iglesia desapareció no mucho tiempo después, y se reconstruyó por el Papa Sixto III alrededor del año 434, siendo en la actualidad la Basílica de Santa María la Mayor, por lo que hoy se celebra la Memoria facultativa de la Dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor.

 

DEVOCIÓN:

 

En la actualidad, esta advocación se le llama Nuestra Señora, Protectora de Roma o “SALUS POPULI ROMANI” (Auxilio del Pueblo Romano). El Señor también ha obrado milagros -por medio de María- a través de numerosas réplicas, particularmente sobre una que pertenecía a los Jesuitas.

Los Papas siempre han sentido una tierna devoción por esta imagen de la Virgen María. Algunos han pasado incluso noches enteras en oración ante él. Benedicto XIV hizo el compromiso de hacerse presente para el canto de las letanías de Sta. María la Mayor todos los sábados. El Papa Pablo V, la noche en que iba a morir, manifestó el deseo de que lo llevaran a la capilla de Nuestra Señora para así poder morir a sus pies.

 

Instauración de la fiesta de Santa María, Reina:

 

El 1 de noviembre de 1954, al final del Año Mariano, el papa Pío XII colocó una corona sobre la pintura de Nuestra Señora, Protectora de Roma. En ese momento, se levantó un fuerte llanto de entre la gran multitud congregada en Sta. María la Mayor: "¡Viva la Reina!". El Papa nombró a la Virgen Reina de cielos y tierra y decretó que se celebrara una fiesta especial para honrarla bajo ese título.

No era éste un nuevo privilegio para la Madre de Dios. Ella siempre ha sido considerada nuestra Reina, como lo testifica el arte Mariano desde los primeros siglos y las oraciones, especialmente la Letanía de Loreto. Sin embargo, no había hasta entonces fiesta en particular que lo conmemorara. En la actualidad esta fiesta se celebra el 22 de agosto.

La fiesta de Nuestra Señora de las Nieves, 5 de agosto, se celebraba, en principio, solamente en la basílica, se extendió en el siglo XIV a toda Roma y, finalmente, san Pío V la declaró fiesta de la Iglesia universal en el siglo XVII.

Es la iglesia más antigua dedicada en Occidente a la Virgen María y uno de los templos más visitados de Roma y de toda la cristiandad.

Hoy se celebran las advocaciones de María: Nieves y Blanca

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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