martes, 31 de agosto de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 1 - DE SEPTIEMBRE – MIERCOLES – 22ª – SEMANA DEL T. O. – B – San Josué


 

 

1 - DE SEPTIEMBRE – MIERCOLES

– 22ª – SEMANA DEL T. O. – B –

San Josué

 

    Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (1,1-8):

 

Pablo, apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y el hermano Timoteo, a los santos que viven en Colosas, hermanos fieles en Cristo. Os deseamos la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre.

En nuestras oraciones damos siempre gracias por vosotros a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, desde que nos enteramos de vuestra fe en Cristo Jesús y del amor que tenéis a todos los santos. Os anima a esto la esperanza de lo que Dios os tiene reservado en los cielos, que ya conocisteis cuando llegó hasta vosotros por primera vez el Evangelio, la palabra, el mensaje de la verdad.

Éste se sigue propagando y va dando fruto en el mundo entero, como ha ocurrido entre vosotros desde el día en que lo escuchasteis y comprendisteis de verdad la gracia de Dios.

Fue Epafras quien os lo enseñó, nuestro querido compañero de servicio, fiel ministro de Cristo para con vosotros, el cual nos ha informado de vuestro amor en el Espíritu.

 

Palabra de Dios

                                        

Salmo: 51,10.11

 

R/. Confío en tu misericordia, Señor, por siempre.

 

Pero yo, como verde olivo,

en la casa de Dios,

confío en la misericordia de Dios

por siempre jamás. R/.

 

Te daré siempre gracias

porque has actuado;

proclamaré delante de tus fieles:

«Tu nombre es bueno.» R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Lucas (4,38-44):

 

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella.

Él, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose en seguida, se puso a servirles.

Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando.

De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban:

«Tú eres el Hijo de Dios.»

Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías.

Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese.

Pero él les dijo:    

«También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado.»

Y predicaba en las sinagogas de Judea.

 

Palabra del Señor

 

1.  En este relato nos encontramos con la primera narración de un conjunto abundante de curaciones de enfermos, realizadas por Jesús.

El tema de las curaciones plantea una serie de preguntas a las que resulta fácil dar una respuesta clara e indiscutible.

En la Antigüedad, hablar de "milagros" era un "género literario", que está presente en las culturas de otros pueblos de aquel tiempo (John P. Meier, con abundante bibliografía).

En relación a estos presuntos "milagros", se plantea una pregunta capital:

- ¿ qué se nos plantea mediante estos relatos? - ¿Su "historicidad" o su "ejemplaridad"?

De la historicidad, no podemos estar seguros. En todo caso, lo que es indiscutible es su ejemplaridad.

- ¿Qué significa esto?

Muy sencillo y muy claro: la mayor preocupación que tuvo Jesús fue la mayor preocupación que tenemos todos los humanos: "nuestra salud'.

Por eso, las curaciones de enfermos son tan frecuentes en los evangelios.

 

2.  En esto se ve, se palpa, la enorme humanidad de Jesús.

Jesús estaba convencido de que la salud humana integral de las personas es lo primero en la vida. Porque eso de dar vida, suprimir el dolor, aliviar el sufrimiento, aumentar la felicidad es como nos acercaremos más a Dios.

En la medida en que somos más humanos.

 

3.  Pero es evidente que esto no se puede llevar adelante si no nos anima y nos motiva una profunda espiritualidad. Por eso Jesús se retiraba con tanta frecuencia, a la soledad. Y pasaba las noches en oración. Dialogando constantemente con el Padre del Cielo.

La vida ejemplar, la generosidad sin límites, eso es, ya en sí mismo, la más profunda mística que podemos vivir.

Una mística, reducida a meros sentimientos de nuestro espíritu, puede ser un engaño.

 

 

 

San Josué


 

Martirologio Romano: 

Conmemoración de san Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, que al recibir la imposición de manos por Moisés, fue lleno del espíritu de sabiduría, y a la muerte de Moisés introdujo de modo maravilloso al pueblo de Israel, cruzando el Jordán, en la tierra de promisión (Jos, 1, 1).

Muerto Moisés, Josué es el capitán que introducirá a su gente Tierra Prometida. Ya era la hora de poseer la tierra que Dios prometió a los israelitas al sacarlos de Egipto. Han pasado cuarenta años.

Es un pueblo joven el que está en las proximidades de Canán. Son los hijos de los que Yahvé sacó con mano poderosa. Se han curtido en el desierto inhóspito donde han vivido del mimo de Dios y presenciando a diario sus grandezas. Tienen esculpida en su alma la idea de que sólo en la fidelidad a la Alianza tienen garantía de la protección de Dios.

 

Breve Reseña

Josué es un varón pletórico de fe y casto, joven y fuerte, que mantiene la seguridad de que será Dios quien vencerá a los poderosos habitantes de la tierra que se les da en posesión. Tienen que pelearla, pero sólo Dios les dará la victoria.

Jericó es la plaza fuerte que les abrirá las puertas a la conquista. Posee murallas duras y sus habitantes están aprestados a defenderla.

Es Dios quien habla ahora con Josué, como antes lo hiciera con Moisés, dándole instrucciones para la empresa. No se le pedirá pasividad, sino una disposición absoluta al misterio. La táctica guerrera sugerida es la más impensada y la menos descrita en las praxis de la guerra: hay que dar vueltas a la ciudad, cantando y tocando las trompetas. Así se caerán las potentes murallas de defensa.

Sin un "pero" de Josué y con la presteza originada por la fe sucede como Dios dice. Y es que Dios se ríe de las encuestas, la lógica humana se ve superada en su potencia y las estadísticas de los hombres se tornan enanas en su presencia. Sin embargo, la fe hace que se derriben las más altas murallas de la tierra.

Fuente: Archiciócesis de Madrid.


 

 

 

  

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